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En mi etapa de profesor uterino... 2ª parte

en Hetero: General

La madre de Lorena, me pidió clases particulares para sus dos hijas.Se acababa el curso y durante el verano Lorena y su hermana tendrían que estudiar para los exámenes de Septiembre. Yo actualmente me encuentro en ese largo proceso de preparación de oposiciones por lo que, para poder sobrevivir doy clases particulares a domicilio en los meses de vacaciones. Hablamos y quedamos en su casa para conocernos mejor de manera normal. Cuando abrió la puerta me llevé una grata sorpresa, me pareció incluso más bella y atractiva que cuando me la follé en la playa…era una tía de unos 35 años, no más (poco mayor que yo, que tengo 32), pelo corto y guapa de cara aniñada.

Se notaba que hacía deporte, iba vestida con ropa deportiva y juvenil, me fijé especialmente en las mallas que llevaba, unas mallas deportivas bien ceñidas que, al girarse para dirigirme al salón, me dejaron ver ese culazo tremendo fruto de tantas horas de bici y gimnasio, se le marcaba el tanga exageradamente e, hipnotizado por ese culo tan bien puesto, le seguí hasta el salón. A ella también le gustó lo que vio en la playa, no tanto mi cara como mi dotación venérea, dado que mi careto no inspiraba masculinidad ya que no salí favorecido en ello.

Lo primero que dijo fue… ¡Ah Fernando, así vestido casi no te reconozco! jajaja…

En fin, que conocí a Lorena y a su hermana Silvia en su entorno familiar, y tras charlar un rato decidimos que empezaría a darle clases de mates de inmediato. Ya noté en ese momento que en esa casa no había mucha presencia masculina, más tarde me enteraría que su marido solía estar largas temporadas en alta mar como sobrecargo de un trasatlántico de lujo para vacaciones, o sea, podía llegar a estar hasta dos meses seguidos fuera de casa. De ahí que ella en su soledad acumulaba diferentes historias bastantes truculenta en su vida sentimental, aunque en los últimos tiempos su vida sexual estaba en estado de hibernación. Comenzamos a dar clases, poco a poco fuimos conociéndonos más. Ella, como es normal, estaba con ropa de andar por casa de aquí para allá en mallas que tanto le marcaban, leggins bien ceñidos, albornoz… Las camisetas que llevaba eran bastante anchas y cada vez que se acercaba a la mesa por cualquier razón, me dejaba ver esos sujetadores tan finos que llevaba, no tenía unas tetas gigantes, pero eran enormes, lo suficientes para que no quitara la vista de ellas cada vez que se acercaba. Lo mismo ocurría cuando se agachaba a recoger cualquier cosa, sus mallas se bajaban dejando a la vista esos tangas tan morbosos que llevaba…a pesar de ir vestida en plan casero, la ropa interior que usaba era de loba nocturna. Yo no perdía ocasión para mirar esos tangas tan provocativos que llevaba, incluso le pedía que buscara cualquier cosa con la excusa de verla agacharse y observarlas así, en cuclillas y mostrándome ese culazo con su tanga asomando.

Poco a poco fuimos tomando más confianza, había buen rollo entre nosotros y cada vez teníamos más contacto físico, nos acercábamos, nos tocábamos al hablar descaradamente rozándonos las manos, un agarrón en el brazo, una mano sobre el hombro con los cuerpos pegados al mirar cualquier cosa en el móvil. A mí, estas situaciones me ponían muy cachondo y cada vez hacía más por provocarlas…era algo recíproco. Ella se dejaba tocar y no hacía nada por apartarse, más bien al contrario. Todo esto ocurría después de las dos horas de clase con sus hijas…, se alargaba un poco más de charla con ella y me gustaba. Ese tonteo fue creciendo y creciendo, yo cada vez le echaba más piropos, si ella me decía que tenía que ir al gimnasio a bajar lo cogido en Navidad yo le respondía que no entendía el porqué, que cómo pretendía mejorar ese cuerpazo… si me pedía opinión sobre alguna foto nueva en el WhatsApp no tardaba en decirle lo guapa que salía, si se arreglaba el pelo, le hacía ver que me había fijado con lo bien que le quedaba…

Un día de esa primera semana, mientras yo les daba clases a Lorena y Silvia dijo que se iba a dar una ducha… Esa idea de imaginármela duchándose en el baño frente al salón, a solo unos metros de mí, me empezó a poner cachondo, de hecho, perdí la concentración de la clase totalmente así que decidí ponerle una aplicación de matemáticas en el ordenador a las chavalas, y le dije que iba un momento a la cocina a ponerme un café. Pero por supuesto ese no era el plan… Al pasar por delante del baño me fijé que la puerta se hallaba entreabierta. Sin dudarlo me lancé sobre esa rendija a mirar, y lo que vi me dejó loco. Tenía el agua de la ducha dada pero no estaba bajo el agua sino sentada sobre el wáter y con las piernas abiertas apoyadas en el bidé, desnuda completamente y con la mano izquierda pellizcándose los pezones mientras con la derecha se estaba dando dedo con una cara de lujuria impresionante. El agua ahogaba el sonido, pero aun así pude escucharla cómo gemía, se sacaba los dedos, los chupaba y volvía a meterlos en ese coño empapado.

A esas alturas mi polla estaba a punto de reventarme el pantalón, pero en ese momento no podía hacer nada para aliviarme. Justo en ese momento, con mi cara pegada en la puerta, me vibró el móvil y con el susto di un pequeño golpe en la puerta del baño, ella levantó la cabeza y miró directamente hacia la puerta donde yo tenía pegado el ojo. Ella sin mirar supo que yo estaba allí… sin dejar de posicionarse hacia la puerta y colocándose totalmente de frente hacia mí, volvió a abrir las piernas y me mostró todo su coño completamente abierto, se llevó los dedos a la boca y los dejó deslizar dentro de ese coñito rosado tan apetecible… ¡Empezó a masturbarse! Se le cerraban los ojos del placer y ahora podía escucharla jadear nítidamente. En ese momento yo ya estaba enajenado perdido, a punto de entrar a ese baño, sacarme la polla y follármela salvajemente. Pero justo ahí me llamó una de sus hijas reclamándome así que tuve que volver a la realidad e ir a atenderle antes de que viniera él a buscarme y me viera mirando como un voyeur salido se duchaba su madre… Así que seguí con la clase y al rato salió ella de la ducha, vino al salón con un albornoz muy corto, cruzamos nuestras miradas… nos dijimos sin palabras que queríamos follarnos. Nos dejó y se fue a la cocina a tomar un café. Yo no tardé en dejar a las chavalas entretenidas con unos ejercicios y me acerqué a la cocina con la excusa de decirle que Lorena tenía bien preparada la parte de trigonometría que tanto se le atragantaba. Ella estaba de pie, apoyada en la mesa de la cocina, empezamos a hablar uno frente al otro a unos escasos 30 centímetros, muy juntos.

Nuestros pies chocaban en el suelo, metí mi pie entre los suyos y, mirándole a los ojos le forcé lentamente a abrir las piernas, puse mi mano en el interior de sus muslos desnudos y comencé a subir hasta que mi mano desapareció bajo ese albornoz tan corto. Seguí subiendo y llegué a ese coño que tanto estaba deseando… ¡ESTABA EMPAPADO! Froté mis dedos sobre él sin llegar a penetrarle, los mojé bien y me los llevé a la boca… no pudo evitar emitir un – ¡Ufff…. me pones muy cachonda joder! Metiendo ahora mi mano por la parte de arriba, me acerqué hacia su oído a la vez que le pellizcaba un pezón y le susurré…

– ¡Quiero volver a follarte!, ¡y quiero follarte YA!

Ahora no podemos, están las niñas con sus clases en el salón, me respondió. – ¡No querrás ser un mal profesor!

Pues si quieres gozar como una perra, invéntate algo… Mi polla está pidiendo un coño a gritos y el tuyo es el primer candidato… el segundo ya imaginas cuales pueden ser…

–…Sabes que las niñas no son tan buena como la madre…

En ese momento se levantó y fue como desesperada al salón y le dijo a las hijas que por hoy habíamos terminado, que podía bajar a la piscina comunitaria con sus amigas. Las chavalas no lo dudaron, recogieron sus bártulos y en un momento estaban saliendo por la puerta, al pasar por delante de mí me miró Lorena con picardía, sabiendo que el arrebato de su madre por acabar las clases tenía un buen motivo entre mis piernas. Su madre las acompañó para asegurarse de cerrar la puerta y, justo en el momento en que estaba girando la llave, yo ya estaba detrás de ella agarrándole el culo por debajo del albornoz. Aplastándola contra la puerta le comencé a besar el cuello, subiendo hasta la oreja mientras volvía frotarle el coño metiéndole dos dedos y susurrándole nuevamente… Me gusta que seas así de obediente.

Eso le hizo resoplar inevitablemente, empezando a respirar muy entrecortada. Le di media vuelta, le comí la boca y fui bajando lentamente deteniéndome a lamerle los pezones, los succioné y los rocé con los dientes hasta ponérselos duros como piedras y seguí bajando hasta quedar arrodillado frente a ella. Metí mi cabeza entre sus piernas y subí por los muslos lamiéndole y dándole pequeños mordiscos a medida que me acercaba a ese coñito tan bien depilado con una fina línea de pelo únicamente. La muy puta se lo había arreglado con mesura sabiendo que iba a tener visita masculina. Le quité el nudo del albornoz, le pasé una pierna por encima de mi hombro y pasé mi lengua por toda su raja recorriéndola de abajo a arriba, saboreando su flujo y rozándole el clítoris estirado y duro como un pedernal, con la punta de mi lengua.

Ahí la tenía por fin, a esa madurita tan cachonda gimiendo y resoplando para mí, se notaba que hacía mucho que no tenía una aventura así porque estaba caliente y dejándose llevar como una loca. Le metía dos dedos mientras con mi lengua jugaba con su clítoris hinchado, pasaba mi lengua de abajo a arriba, hacia los lados, en círculos, apretándoselo… ella gemía y gemía sin parar tratando inútilmente de no hacer mucho ruido ya que estábamos en la puerta que daba hacia la escalera del edificio y no quería que se enteraran los vecinos de lo zorra que lograba ser, cuando se trataba de meterse en su cuerpo una enorme tranca. A mí esto me daba aún más morbo y le chupaba con más ganas haciendo que no pudiera reprimir sus gemidos. Comencé a follarla muy duro con mis dedos, moviéndolos adelante y atrás haciéndole encharcar en cuestión de segundos y le dije… ¡Quiero que te corras en mi cara!

Fue decir eso y sus gemidos pasaron a ser jadeos ya sin miedo a que le escucharan los vecinos y su coño empezó a derretirse sobre mí. Le metía dos dedos y un tercer, el pulgar se encargaba del endurecido del clítoris… sabía que ese era el punto al encontrar una masa carnosa con cierta dureza en la parte interna superior de su coño, y allí me ensañé en darle placer aquella madura falta de polvos mágicos. Le había encontrado su punto “G”. Se retorcía de gusto, el gozo lo expresaba todo su cuerpo convulsionando y salpicando flujo sin parar hasta que lanzó un par de chorros sobre mi cara. Parecía una meada de lo grande y fuerte que los soltó. Lamí todo su flujo, chupé sus muslos empapados, lamiendo hasta la última gota como un goloso hambriento. Me levanté y la llevé a su habitación.

Le obligué a arrodillarse mientras me desabrochaba el pantalón ella misma, sacó la polla con cierta dificultad por el tamaño y el deseo de obtenerla rápidamente con impaciencia… se la metió entera en la boca. No tuve necesidad de forzarla para hacerlo, ella misma se lanzó a devorarme la verga, y yo en ningún momento me resistí… Se le veía como una perra sumisa y muy hambrienta tras su primer orgasmo. La chupaba disfrutándola, me lamía el tronco, los huevos, me hacía pequeños chupetones desde la base hasta el capullo y cuando llegaba a éste lo chupaba como una piruleta, recreándose en él, metiéndolo y sacándolo de su boca, jugando con mi glande con la punta de su lengua en el agujerito…, me estaba poniendo cardiaco de lo bien que lo hacía, mi polla palpitaba y se hinchaba por momentos dentro de su boca.

Le agarré con una mano del pelo y empecé a follarle la boca salvajemente…, su saliva le caía por los pezones bajando por su vientre hasta llegar a empaparle el coño. Saqué la polla de su boca y le di a lamer mis huevos mientras le restregaba la polla por toda la cara frotándome en sus pómulos, golpeándole en las mejillas, la frente… todo eso mientras ella me succionaba los huevos como una profesional tragándose uno a uno al límite de arrancármelos de cuajo… Si seguía chupándomela así no tardaría en correrme. Agarrándola por los pelos, la elevé subiéndola a la cama obligada a ponerse a cuatro patas. Era la posición que ella prefería a la hora de recibir los pollazos de su macho, y a mí no me desagradaba nada ver su culo y disfrutar del mismo mientras le daba de nalgadas y la sometía a inserciones profundas manteniendo el control sobre ella. Entonces me coloco detrás de ella y le froto el coño con mi polla, en su gran raja del culo abierta también, hasta le rozo con el glande su cerrado y estrellado ano, se encoge sobresaltada pensando le daría por el culo, pero no es así, le golpeo con ella sobre el clítoris y comienzo a jugar metiéndole solo la punta del rabo en su boca famélica de lefa, abriéndole el coño poco a poco como una flor formada por dos enormes pétalos con sus carnosos labios vaginales. Ella empieza a moverse suplicando más polla, la quiere toda dentro…me inclino sobre su espalda hasta poder decirle al oído… La necesitas toda dentro, ¿verdad…? ¡¡Pídemelo, dime qué quieres que te folle como una puta!!

Sí, dámela ya, necesito que me folles cabrón, necesito tu polla bien dentro de mi coño… ¡Estoy cachondísima! Me tienes como una perra en celo… ¡Joder FÓLLAME por favor! ¡Lléname de carne dura y de unos buenos chorros de leche espesa! No he dejado de pensar en tu polla desde lo de la playa.

En ese momento le muerdo la oreja posado sobre su espalda y con mi ariete enfrentado a su coño, en esos momentos solo tenía calada la punta con todo el prepucio remangado, pero aún me quedaban casi 15 cm más por meter en tu vagina acogedora, cálida y húmeda. ¡Zas! ¡Se la meto hasta el fondo, sin ningún cuidado! Noto como mi mostrenco se desliza dentro de su coño encharcado como un torpedo dentro del agua, y empiezo a bombear sin detenerme en ningún momento. Ella empieza a gemir y gritar de placer, sus gemidos me ponen más y más puto, más cabrón y cada vez le doy más duro hundiéndola entera hasta los huevos que rebota en su vulva y culo de los largos que los tengo, al estar colganderos y estirados de tanto peso. Su coño chapotea en cada pollazo que le doy y mis huevos casi me revientan al chocar contra su culo. Le agarro del pelo y le levanto hacia mí, magreándole las tetas sin parar de darle polla. Le agarro los pezones, estirándoselos y retorciéndoselos hasta hacerle gemir de dolor y placer. ¡Se los abofeteo hasta dejárselos duros como piedras y casi morados! Ella se pone cada vez más y más perra balanceándose hacia mí sincronizada con mis empellones, lo que se consigue una mayor rapidez y clavada en lo más hondo de su útero.

Al cabo de unos minutos follándomela como a una perra, vuelvo a tirarle contra la cama, me levanto sobre su culo y empiezo a machacarle con unas embestidas muy salvajes…le aplastó la cara contra la almohada y ella la muerde de placer entre jadeos muy primarios… en ese momento me grita… – ¡Me corro joderrrr… me corrooo hijo de puta!. Continué machacando su coño mientras convulsionaba la muy perra de tanto gozo como le daba.

Su cuerpo dejó de convulsionar al minuto con el orgasmo tan intenso, dejando un charco impresionante en el colchón. Le dejé respirar unos minutos sin dejar de apretar su cara contra la almohada y suavemente le di la vuelta… aun respiraba con dificultad, jadeaba y sonreía a la vez, le besé jugando con nuestras lenguas mientras frotábamos nuestros cuerpos lentamente, seguí besándole por el cuello y bajando hacia sus tetas. Le empecé a succionar por debajo del pecho haciéndole pequeños chupetones y mordiéndole suavemente. Con la punta de mi lengua le empecé a lamer la aureola, chupándola en círculos, pero sin tocarle el pezón que a estas alturas ya estaba afilado y duro como una roca. Rozándole con mi mentón empecé a jugar con él, presionándolo y moviéndolo en todas direcciones.

Con cuidado le agarré un pezón con los dientes y se lo estiré hasta hacerle daño… un daño que le encantó porque automáticamente giró su cuerpo para que lo repitiera en la otra teta. Así lo hice, le mordí el otro pezón y con él atrapado entre los dientes comencé a jugar con la punta de mi lengua dándole lametadas muy rápidas. Mientras le daba lengua, con la otra mano le agarraba la otra teta, jugando muy duro con el pezón, ella empezó a gemir de nuevo… le junté las tetas de manera que sus pezones casi se tocaban el uno con el otro y le lamía como un perro, pasando mi lengua de una teta a otra viendo su cara muriéndose de placer. Me metí una teta en la boca y le succioné muy fuerte, con mis labios apretaba el pezón succionándolo con rabia, apretaba y soltaba, apretaba y soltaba…

Ella me agarró del pelo tirándome fuerte y me gritó… ¡¡Hijo de puta… vas a hacer que me corra otra vez, Diossss!! Al tiempo que se mordía un labio con una cara de lujuria tremenda.

Sin dejar de morderle las tetas bajé mi mano a ese coño encharcado, se lo agarré con mi mano abierta, apretándolo y soltándolo, le di unos cuantos palmeos, ¡le abofeteaba el coño y le metí tres dedos! Le decía… ¡Voy a dejarte seca!

Tumbados ahora de lado, uno frente a otro, empecé a follarle el coño con mis dedos, muy duro, se acercaba la traca final…Su coño no tardó nada en encharcarse de nuevo, lo tenía muy hinchado y sentía su flujo a punto de reventar en todas direcciones… forcé el brazo un poco y en cuestión de segundos su coño ya estaba salpicando como una fuente…

–¡¡¡Ahhhhh joder, joder, joder, joderrr!!!, no acertó a decir más…

Se vació nuevamente dejando sus piernas y las mías chorreando de una corrida riquísima… Ahora me tocaba a mí, me puse de rodillas sobre la cama y la atraje hacia mí colocando su culo entre mis muslos, de manera tal que su coño quedó a la altura perfecta para meterle todo el badajo nuevamente, forcé mi empinado y tieso cipote para meterlo en su cueva, se caló la punta y en nada se la metía hasta la base sin preámbulos. Allí comencé a follármela con todo sin treguas. Le levanté los pies de la cama y empecé a bombear duro frente a su cara, ella me lamía los labios, nos morreábamos con lujuria como si no hubiese mañana en tanto mi cadera funcionaba automáticamente metiendo y sacando sin cesar desde la cabeza hasta huevos…estaba a punto de explotar, y ella me sintió…

– ¡Cúbreme de leche cabrón, córrete dentro de mí! ¡Dámela toda…dámela CABRÓN! ¡Alimenta mi coño de lefa!

Al oír esas palabras no aguanté más y un primer chorro de semen le cubrió la boca de sus trompas de Falopio. Sudábamos como cosacos, me encantaba ver como brillaba su piel y de mi frente resbalaban goterones sobre sus tetas y cara… nos besábamos comiéndonos las bocas, en tanto eyaculé un par de chorros más de espesa leche, cubriéndole el fondo uterino, también las tetas y el pelo con mi sudor que ella lamía como una perra sumisa que agradece a su amo ser tan bueno con ella. Extasiado y mirándole así de preciosa acabé con los últimos tres o cuatro chorros de leche que me quedaba para dejarle el coño bien cubierto de lefa. La saqué de su estuche, y con los goterones que quedaron de escurrirme el tallo, se los comió con su boquita golosa, no dejando nada de la corrida con su boca en la punta de mi polla. Ella sacaba la lengua y la saboreaba con una cara de viciosa increíble. Cogí la camiseta que ella usaba como pijama y limpié todo el sudor de mi pecho y después mi verga… finalmente me ocupé de su piel perlada de transpiración femenina…

¡Quiero que esta noche duermas oliendo a mí y a mi corrida y te pajees pensando en nuestro próximo polvo! Sólo me respondió…

¡Cabrón morboso… por supuesto que lo haré! Hoy te has puesto como un toro, seguro que de estar con las niñas… En ese momento llamaron Lorena y Silvia al timbre, tenían que subir porque se había puesto a llover. Nos vestimos dando por terminada “la clase”, y por supuesto, ¡le cobré la hora!

– Es que tienes unas hijas que están para untar pan, y además ellas lo saben. Recuerda que prometiste follármelas, al menos a la mayor… Necesito que me las prepares si quieres más de esto.

****

 

En esa velada vespertina fue cuando me llegó la Confesión de Laura sobre cómo empezó sus prácticas nudistas. Yo nunca lo hubiera imaginado, pero mi marido sí. Él lo deseaba… Y lo consiguió. Consiguió que yo aceptara a acompañarle a una playa nudista. No me hacía mucha gracia, es cierto, pero tampoco me importaba mucho, ya que iba a estar con él. Por otra parte, todo el mundo, estaría en iguales condiciones que yo, desnudos. Lo que yo ignoraba era que en esa playa, el se encontraría con un amigo o con un conocido. Y de aquel encuentro, surgió esta historia.

Yo ya me había decidido, ante la insistencia de él. Pensé que no importaba mucho ir a una playa nudista. Al fin y al cabo, todos en pelotas, pensé. Las vacaciones estaban siendo todo lo hermosas que una desea y la verdad, tampoco quería estropearlas por tan poca cosa. Una playa nudista. No era para tanto, aunque no me hacía gracia. No pensaba que fuera tan malo dejarse ver desnuda. Nadie me conocería. Dejamos el coche aparcado en las inmediaciones de la playa a la que íbamos y nos dispusimos a caminar, por supuesto, vestidos. Hasta ahí, todo normal. Lo anormal o mejor dicho, lo normal, empezó al llegar a una especie de puerta, que no sé para que valdría, pues esa playa era de libre acceso, tal vez para delimitar la zona, y allí se encontraba un cartel que nos advertía que entrábamos en una playa nudista y que por favor, nos mostráramos a los demás con respeto y por supuesto, desnudos.

Después de tener unas palabrejas con mi marido, cruzamos la puerta y nos desnudamos al fin, y con nuestras ropas dentro de una bolsa, nos acercamos a la playa. Al principio vimos que había poca gente, pero todos desnudos. Nuestra presencia no importuno a nadie. Es más, nadie nos prestó la menor atención. No así mi marido, que no quitaba ojo a toda mujer que allí se encontraba. Yo, he de decir que tampoco me perdí ninguna polla de las allí presentes. Era curiosidad, pequeñas, grandes, medio empalmadas y retraídas a la mínima expresión…, me dio por pensar si cuando se le empalmara daría para meterla en un coño, es más, para darle placer a su hembra. No sé, el caso es que caminamos hasta un lugar relativamente alejado de los demás, pues nadie estaba apelotonado unos con otros, ya que había suficiente espacio, y dejamos nuestra bolsa. Luego nos dirigimos hacia una especie de pinar donde había unas mesas, que supuse serían para comer los allí desnudos.

También observe en mi caminar hasta ese pinar, que todos los hombres se fijaban en mí y posaban sus miradas en mi culo, mis tetas y mis piernas, y el que podía, en mi triangulo dorado. Llegamos al pinar y estuvimos viéndolo. No había restaurante ni chiringuito como suponíamos. Decidimos que nos iríamos a comer fuera de esa playa y tal vez luego volveríamos. No habíamos llevado comida y no había nada por allí que nos permitiera comprarla. Fue justo ahí cuando apareció Ramón. Ramón era un conocido de mí marido. Yo no lo conocía de nada y dudo mucho que mi marido lo conociera en demasía, pues el saludo fue un poco frió a parte de la sorpresa que nos causo. Después de vencer el pudor de mi desnudez y después de reponerme, de la sensación de estar hablando con alguien a quien no conocía, pero mi marido sí, decidimos ir a bañarnos juntos los tres. No me gustaba la idea, pero me dije que así, no me observaría tan descaradamente, pues Ramón no me quitaba ojo y hasta cuando me besó en la presentación que hizo mi marido, parecía como si me oliese. Hasta creo que me rozó con su pene en el muslo. Pues le tiene largo y grueso.

Nos metimos los tres en el agua, el a cierta distancia de nosotros y aparte de algunas bromas y risas todo transcurrió normal, si exceptuamos las veces que mi marido me quiso tocar impúdicamente bajo el agua. Terminado nuestro baño, salimos del agua a tomar el sol. Nos quedamos en la orilla y he de decir que yo había vencido todo pudor de estar allí, de que me vieran desnuda. De que me viera desnuda Ramón. En verdad, ya no daba importancia a mi desnudez. Cierto es que no me gustaba que me vieran con dos hombres a mi lado. Podían pensar que era una puta cualquiera desvergonzada que se los tiraba a pares. Pero me sentía cómoda con ellos a mi lado… sobre todo con sus pollas cercanas, en especial la de Ramón que era tremenda. Aquella tranca copaba mi atención cuando la podía mirar sin ser vista por él. Ramón, muy amablemente nos invitó a compartir su comida con él. Tenía cantidad de sobra en una mochila térmica, al menos había comida para atiborrarse dos personas, yo creo que salió con la intención de ligar y terminar de convencerla con su menú. Según dijo, le apetecía estar con alguien conocido.

A mi marido la idea le gusto, ya que hizo lo posible por ponerme en evidencia, con lo cual yo tuve que aceptar el quedarnos a compartir su comida y pasar del tirón el día en la playa. En ese instante yo no sabía que también me iba a compartir a mí. Estábamos recién casados, pero ya llevábamos tres años viviendo juntos antes, en esos días había conseguido un puesto en un carguero y Ramón había sido unos de los que le impulsó a obtener dicho puesto dentro de la comisión de recursos humanos de la naviera…, por lo de la casualidad de su presencia en aquella recóndita playa nudista no debió ser así. Comimos ensalada, embutido y alas de pollo frías. Y bebimos. Bebimos y bebimos. Bebimos toda la sangría que se puede beber. El calor nos daba sed y tirábamos de sangría hasta el punto que nos mareaba, especialmente a mí por ser menos tolerante con el alcohol.

Estaba muy buena, todo hay que decirlo. Y estaba casi congelada, con lo que estaba fresca. Una vez hubimos terminado de comer, nos dispusimos a echarnos la siesta. A mí, me daba cosa, estar con dos hombres desnudos a mi lado, pero al final accedí a tumbarme cerca de ellos. Tanto Ramón como mi marido, se tumbaron boca arriba…podía ver sus pollas relajadas descansando sobre sus vientres. Yo me tumbe boca abajo, lo cual me permitía, cada vez que me incorporaba echar una miradita.

El calor empezaba a apretar y la sangría me adormilaba. Así, poco a poco me fui quedando dormida mientras pensaba en la buena pieza que era la polla de Ramón. Toda una señora polla, pensé, superior a la de mi esposo que apenas llega a los 16 cm o algo menos, no soy buena para las medidas. Todo fue muy lento y muy rápido a la vez. Mi marido empezó a acariciarme la espalda primero, después mis nalgas, mi surco del culo, y según lo hacía se iba empalmando. Yo mantenía los ojos cerrados y en verdad, no recordaba que estuviera allí, con nosotros Ramón… Me dejé llevar. Me estaba dando gusto su masaje manual. Él me dio la vuelta y me puso boca arriba y entonces fue cuando abrí los ojos y allí a mi lado izquierdo estaba Ramón, incorporado sobre su codo, viendo como mi marido me tocaba. Quise protestar ante la actitud de mi marido pero él me lo impidió con un beso que ahogo por entero mis quejas.

Oí a Ramón que decía algo como que al no le importaba, que él ya estaba acostumbrado, que no pasaba nada, y que no éramos los únicos en esas prácticas. Que en esa playa él había visto demasiado. Yo, ciertamente me había dormido, pero ya estaba despierta. No sé si hablaron algo entre ellos o todo fue el azar, pero los besos de mi marido me iban poniendo cachonda a medida que me besaba y me tocaba. Me ponía caliente el morbo de ver cómo nos miraba Ramón dándole el show. Pero también me daba vergüenza que viera a mi marido tocando mis tetas, mi pubis y mi coñito. Me sentía agitada y pudorosa al exhibirme descaradamente ante una persona ajena que acaba de conocer. Pero mi ardor entumecía mi decencia, y a poco que mi esposo me magreaba, ya hasta deseaba que me follara ante el cabrón de Ramón…, pero claro, tendríamos que irnos al pinar, lejos de la mirada de la gente y sobre todo de la de Ramón. Mientras yo pensaba en como acabaría aquello, Ramón me lo enseño en un segundo.

Los besos de mi marido, sus dedos pellizcándome los pezones y su mano acariciándome el vientre, y yo relajada por entero por el alcohol, el calor y las feromonas insuflando dopamina, sin importarme que Ramón nos estuviera viendo el espectáculo. Quizá le hicieron pensar a este último, que yo le abría la puerta de mi cuerpo. Confieso que me excitaba la idea de ver como Ramón miraba mi cuerpo. Con mis ojos cerrados, sentía las manos de mi marido, pero ponía la cara de Ramón en ellas… Mi marido se afanaba en besarme los pezones y tocarme el vientre, cuando una mano se poso encima de mi vello púbico, para sin dilación bajar hasta el comienzo de mi raja. Pensé que era mi marido quien me tocaba y me empapé más de lo que ya estaba. La sorpresa vino después, cuando mi marido, con sus manos sobre mis mamas, me beso ardientemente y otra boca se poso en mi raja.

“¿Qué estaba pasando?” Abrí los ojos y me encontré con los de mi marido que me miraba complacientemente. Dejó de besarme por un instante e incorporé mi cabeza ligeramente para, ante mi sorpresa, descubrir a su amigo Ramón, lamiéndome el coño por entero. Aturdida deje caer mi cabeza y miré otra vez a mi marido. Sostuvimos una mirada llena de lenguajes que hablaban de sexo consentido… El esbozó una sonrisa y me besó otra vez mientras yo permanecía con los labios cerrados recibiendo las lamidas de Ramón. Me sujetaba la cara con ambas manos como convenciéndome que lo que pasaba estaba bien y lo disfrutara. Ramón se afanaba por proporcionarme todo el placer del que era capaz. Lo tenía fácil en verdad. Yo estaba excitada y muy mojada como una perra en celo. Cuando abrí los labios y permití a mi marido penetrar en mi boca con su lengua, él creyó entender que yo estaba de acuerdo con lo que estaba sucediendo. Pensé que si a él no le importaba aquello, tal vez a mí tampoco debería importarme. Al fin y al cabo solo estaba haciéndome una lamida en toda regla con el permiso de mi esposo, eso no eran cuernos ni nada por el estilo, y yo era la más beneficiada.

Aquel hombre sólo estaba ayudando a mi marido a darme placer. Y de qué manera lo hacía. Me había entregado al juego. Ramón me lamía y mi marido me tocaba los pezones y me besaba. La lengua de Ramón penetraba en mi coño de arriba abajo y de abajo arriba y de vez en cuando me follaba metiéndola en mi agujero, atiborrándose de coño como si el mismo se tratase de una raja de sandía. Se cebaba en mi clítoris y aplicaba en él unos golpecitos con la punta de su lengua, que me hacían encoger las piernas lo que podía, pues el abrazaba mis muslos por delante. Mi marido se giró hacia mi lado y ahí empezó todo. Ramón se levanto y se tumbo encima de mí. El también quería besarme en la boca. Se lo permitió. ¿Por qué no?, si ya me había hurgado por entero en lo más íntimo, en aquel lugar que reserva una esposa para su marido y único hacedor del uso. Su beso prolongado, con lengua, fue el pistoletazo de salida de su penetración, el hijo de puta no se iba a conformar con hacerme una oral en toda regla, sino que se iba a cobrar el precio de la comilona y la sangría. Noté sobre mi vientre, su polla dura, tiesa y erguida cual daga árabe en perfecta curvatura para insertase en mi vagina.

Sin poder ni querer decir nada, Ramón acercó su polla a la raja, controlándola con su movimiento de pelvis, la paseó unas cuantas veces por la raja, dejando que su glande hiciera las veces de su lengua entre los labios vaginales humedecidos de baba de coño caliente. No resistí y gemí…aquello era demasiado para mí. Lo hice escandalosamente mientras miraba a mi marido que nunca supo hacerme suspirar de esa manera en los años que levaba follándome. El sonreía mientras me miraba como un bobo como otro macho estaba a punto de beneficiarse a su señora esposa. Ramón le miró y el devolvió la mirada a su conocido. Ambos cómplices, pensé. Ayudado por su mano, Ramón oriento su cipote hasta mi raja y me la metió poco a poco, a la vez que iniciaba una serie de vaivenes controlados llegando a embutirla por entero dentro de mi útero. Me liberó de su boca y miré a mi marido que asistía a la escena empalmadísimo con sus 16 cm de verga dura.

A poco del mete saca, comencé a notar placer, pues su pubis con enjambre de vellos rizados, restregándose contra mi clítoris me hizo sentir algún que otro espasmo electrificando mi coño. Mire otra vez a mi marido como asegurándome que consentía me follara Ramón. El cambio de verga, a mi chumino le pareció excelente por como lubricaba y el gozo que sentía al roce de su grandote y duro glande en las sensibles terminaciones nerviosas de mis paredes vaginales. ¡El gilipollas se la estaba meneando mientras veía como me follaba Ramón! Aquello parecía gustarle, ser un voyeur era una faceta que no sabía de mi esposo ¡Cuantas cosas una descubre después de casada! Seguro que lo planeo para verme empalada por Ramón, el cual debió ser elegido porque tiene un buen cipote y sabía usarlo como debe ser.

Envalentonado por estarse follando a la mujer de un conocido, en su presencia, y sin que este dijera lo más mínimo, y conmigo colaborando, arremetía contra mí más y más duro haciéndome gritar en gemidos elocuentes de mi disfrute sin paliativos. Yo levantaba el culo de la toalla para que él macho me penetrara más a fondo con su gran verga de no menos de 18 cm y gruesa como una maza. En una de esas pasó su mano bajo mi culo y con su dedo corazón presionó mi ano, introduciéndolo hasta la segunda falange ¡Vi estrellas! Vi luces de todos los colores. Empecé a sentir en demasía como golpeaba en la parte callosa del fondo de mi útero. En un alarde de complicidad, arrime mi cabeza a la polla de mi marido…, continuaba masturbándose delante de mi cara y entendió mi intención de agasajarle con una mamada…él la introdujo en mi boca. En ese mismo instante empecé a correrme. Ramón follándome, con su enorme lanza, con su dedo en mi ano, pugnando por meter la tercera falange dentro hasta el nudillo, y yo lamiendo la polla del cornudo de mi marido. Fue demasiado.

No pude controlar más y empecé a correrme, lo cual fue muy visible para los dos hombres, pues Ramón apretó con más ahínco empujando a tope, y mi marido no retiró su polla de mi boca hasta que se corrió en la garganta de su mujer…. Un desgarrador espasmo de Ramón avisaba que su leche comenzaba a subir desde sus orondos cojones camino de mi coño por aquel largo camino que era su duro y venoso falo… ¡Joder, este tampoco se alzo en retirada! Todo al contrario, la hundió más con un bufido de búfalo. Sin la retirada del estoque se corrió dentro de mí desovando toda la lefa acumulada en sus pelotas. Ni uno, ni el otro me avisó que se iba a correr. Al notarle la pronta avenida, quise agarrarlo para que no se saliera de dentro de mí, pero lo hizo falta porque él tampoco quiso escapar. Aunque no tomaba la píldora buscando mi primer hijo con Bernardo, poco importó la copiosa inseminación con el gran contingente de esperma en mi fértil útero. Tal vez de ese polvo me hubiera quedado preñada de mi hija Lorena, pero no lo sabremos sin nos hacemos test de ADN.

El caso es que, Ramón se corrió con extraños gestos en su cara vaciando hasta la última gota de leche de sus huevos, se quedó bien a gusto habiéndose ventilado a la esposa de su conocido en sus misma narices, solo por lo que vale una comida con sangría, y en todo eso además con la posibilidad de haberme preñado. Luego, los tres nos quedamos un rato en silencio, tumbados y nos fuimos quedando adormilados vencido por el aletargamiento  que produce la dopamina después de echar un buen polvo, un gran polvo. Sin decir palabra alguna que rompiera el encanto de lo que acababa de suceder, nos quedamos dormidos a la sombra de los pinos. Y después de media hora, nos fuimos a darnos un baño. Cuando acabamos el baño, Ramón insistió en que nos fuéramos a tomar algo con él. Así lo hicimos. No hablamos de lo que había pasado en la playa durante el resto de la tarde.

Yo estaba anonadada ante el silencio de todos, en especial de mi marido que había dejado que otro se la follase. Una vez que mi marido y yo nos quedamos solos en la terraza donde estábamos tomando unas copas, le pregunté que si se daba cuenta de lo que había pasado, pues me sentía como una puta. Él me miró y me sonrió a la vez que me decía que no me preocupase de nada, que todo lo que había pasado estaba bien y que nos había gustado a los tres. Me decía que había sido sólo un polvo. Y un polvo con alguien a quien probablemente, no volvería a ver, y al que le debíamos cierto agradecimiento por ser el voto decisivo en la entrada de la gran compañía naviera de recreo MSC. Ramón volvió del baño y después de dejar dinero en la mesa para pagar las consumiciones, nos levantamos y nos alejamos de allí. Caminamos un largo rato por el paseo de la playa en silencio. Yo iba pensando en lo que mi marido me había dicho. “Nos había gustado a los tres”. Nos sentíamos relajados, muy relajados y yo con el coño lleno de semen de un desconocido y ahora con menos sabor al semen de mi esposo en la boca, tras los dos mojitos que me gestioné en la terraza. Aunque yo estaba algo preocupada por la carencia de conversación sobre lo que había sucedido, aquello merecía un mayor debate. De vez en cuando cambiábamos impresiones sobre esto o lo otro, pero nada serio.

Al poco del paseo nos anocheció enfrente de la puerta del hotel donde se alojaba Ramón. Nos invitó a subir. Lo hicimos con agrado. En el fondo me empezó a caer bien el conocido de mi marido. Era una excelente persona y muy agradable, aunque no sé si esto último yo lo pensaba por el polvo que me había echado en la playa y tan satisfecha me había dejado el chocho. Una vez arriba, en su habitación, yo me senté en el sillón más grande y mi marido en el de al lado. Ramón puso la tele y se sentó a mi lado. Allí, empezó a besarme a la vez que me desabrochaba los botones de mi camisa dejando mis pechos al descubierto. Entonces fue cuando comprendí lo que se avecinaba. Mi marido se puso en pie y se desnudo a la vez que Ramón desabrochaba mi pantaloncito y tiraba de él hasta mis rodillas. Luego hasta mis tobillos y después me bajó las bragas y allí nos entregamos los tres a otra sesión de sexo en orgía, dos macho solo para mí. Estaba claro, ellos querían más sexo y mi coño estaba en oferta ese tarde noche. Después nos fuimos a la habitación y allí sobre la cama fui la mujer más saciada del mundo, al menos por aquella noche.

Los dos me tomaron de las formas que quisieron. Yo ignoraba el aguante de mi marido, aunque me sorprendieron los dos por igual. Pero la más sorprendida fui yo, que cada vez que uno se corría, buscaba al otro para que me poseyera con más violencia. Aquella noche, mi coño acabo irritado, porque fue quien recibió tres descargas de esos dos sementales, mi boca también acabó llena de lefa en un par de ocasiones y hasta mi culo sintió el placer de abrirse para Ramón sin llegar a llenarlo de semen. De regreso a Valencia, mi marido no ha vuelto a hablarme nada de lo que paso en la playa ni en el hotel… Aquello fue un pago por su puesto como 3er oficial del crucero “MSC Bellissima”. Ya no tuve la regla desde entonces, por lo que sé que aquella sesión múltiple de sexo sin control donde ambos machos me llenaron, quede preñada de Lorena, aunque no hubiera sido extraño, pues no tomaba la píldora con el fin de que mi Bernardo me preñase, sin embargo algo me dijo que el primero que llego a la meta de mis ovarios, fue el raudo espermatozoide de Ramón.

Nunca me ha vuelto a decir nada de aquello. Nunca. Parece que no ha pasado nada. Parece que ha sido un sueño, pues él me trata de la misma manera que antes, bueno, de la misma no, mejor. Yo tampoco he querido mencionar nada, no vaya a pensar que quiero repetir, aunque la verdad, no me importaría. Al principio me hubiera gustado hablar con él de eso, de lo que paso allí con su amigo, al cual no he vuelto a ver, aunque ellos sí porque suelen coincidir de vez en cuando en algún crucero de la compañía. Sé que a él le gusto la experiencia, pese a que no hablamos de ello. Quizá tenga temor a que le diga que me gusto mucho aquello, quizá tenga temor a que le diga que me lo pase mejor con Ramón que con él. Nada más lejos de la realidad, lo pase muy bien con los dos. A Ramón le disfruté sexualmente mientras me daba de pollazos hasta reventar dentro de mí con un aporte enorme de leche de sus cojones, y además hizo que me corriera como una salvaje varias veces en una sola batida…, y a mi marido le amé mientras me follaba y se vertía dentro de mí, aun siendo ya tarde.

Estuve pensado hablar con el de aquello y decirle que si estaba dispuesto, podríamos repetir la experiencia con su amigo Ramón o con quien él quiera, e incluso he pensado en premiarle con otra mujer. Las dos para él. Pero algo me impide hablar con claridad de ello. Aquello de dos hombres para mí, dos pollas desiguales, me gustó mucho y sinceramente soy una egoísta…Más de lo que me imaginaba. En realidad, antes nunca me había masturbado, pero a razón de no tener a mi esposo junto a mí de continuo, ahora lo hago a menudo con mis consoladores, alguno del tamaño de la de Ramón, recordando cómo se la chupe al susodicho y rememorando como me chupaba el coño para luego follarme, mientras mi marido me besaba ávidamente en la boca y me acariciaba los pezones o simplemente me los chupaba. Y aunque las dos pollas eran casi iguales en forma, no en tamaño, cada vez que siento deseos de sexo, la imagen de la polla erguida de Ramón colándose en mi coño, se me coloca en la frente como si fuera un estandarte de deseo. Quiero a mi marido, sin duda, pero el deseo de vivir aquello una y otra vez, me ha corroído muchas veces y por ello he tenido que sustituirle en sus largas ausencias con amantes oportunos y deleitarme con ello.

Lo curioso es que mi hija ha sido y es cómplice de mis folladas clandestinas, a cambio somos más amigas que madre e hija, y cuando ella me pidió follar con un hombre no me pude negar. Con Lorena me siento extraña de vez en cuando como madre, y todo comenzó con aquel polvo en la playa del Saler…Sé que es por el simple hecho de no haber hablado con mi marido de aquello en su momento. Durante años he recapacitado mucho en ello, y no sé cómo Bernardo lo consintió para llegar a esa situación, en donde vendió como a una puta a su esposa. Sé que se lo he hecho pagar con creces follándome a una buena cantidad de machos, no podría decirte cuantas vergas han pasado por mis labios vaginales, pero en un principio me sorprendió la entrega de mi cuerpo como botín a Ramón. Ya sé que luego me involucré en la contienda de la gran follada y me gusto, me gusto tanto, que la disfruté, pero no justifica a mi marido la acción cometida.

Sé que ellos también disfrutaron con mi cuerpo. Han pasado 15 años desde aquello y no me corto en follarme al macho que deseo, aunque esté cerca mi esposo…, es una impronta que me inoculó y tiene que pagar con ello. Aunque voy algo más allá y pienso que él también se beneficia a alguna puta en las travesías durante los cruceros, sino no tendría sentido que sabiendo que le pongo los cuernos, no proteste o no desdeñe mi actitud. Así que como me gusta tanto follar, y que me follen, las pollas enormes No me las puedo quitar de la cabeza y he meditado mucho, mucho sobre mi obsesión… nada más verte en la playa, con tu larga verga bamboleándose me dije que esa tenía que ser mía. Porque hace tiempo que he llegado a una conclusión… Decididamente, con mi marido o sin él, he de repetir esa experiencia de Ramón cuantas más veces mejor y siempre con buenas pollas que sepan darme placer sin prejuicios. Y es más, creo que todas las mujeres, deberían probar una gran verga y un trío, pues no hay nada mejor que sentirte saciada por una buena polla y que cuanto esta abandone tu coño después de anegarte con su leche, otra tome su lugar para acompañarte en tus contracciones de placer.

CONTINÚA...

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