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Una putita de vergas maduras

en Sexo con maduros

MIS INICIOS EN EL ENTRENAMIENTO

Cuando mis padres se divorciaron ocurrió algo curioso en este país… un padre consiguió la patria potestad de sus hijos… de mi hermano y mía. Papá es un alto ejecutivo de una empresa multinacional que pese a estar muy ocupado siempre saca algo de tiempo para sus hijos, además de una doméstica que nos hace la casa dos veces a la semana y la comida a diario…mi madre una despendolada que se largó con un jovencito veinteañero, y a día de hoy pasa de nosotros, por ello mi padre se encargó de la manutención y educación íntegra, en la medida que podía atendernos, pero lo que nunca nos faltó es amor y bienestar a nuestro alcance. Tuve una niñez feliz con mi hermano mellizo, con quien me llevo bastante bien, y en esa época todo iba de ensueño en mi vida, pero algo cambió sobre los 10 años, cuando descubrí que me gustaban los deportes raros y los hombres mayores… mis amigas más íntimas decían que estaba loca si me gustaba que me follasen viejos verdes…, yo solo les argumentaba que tenían mucha experiencia en la cama. Sin embargo mis experiencias sexuales se resumían en tanteos con mi hermano mellizo.

Mi hermano y yo teníamos una gran complicidad, sobre todo después del divorcio de nuestros padres, hicimos piña entre nosotros, hasta el punto que nos lo contábamos todo y siempre quisimos compartir la misma habitación, pese a que ahora tenemos una casa donde nos podemos permitir dormir cada uno en la suya. Sé que de niño le hicieron la circuncisión, y eso le hizo faltar unas semanas a la escuela, pero le valió  la pena, porque se le abrió todo un mundo nuevo de sensaciones donde quería tocar todo con su pene, algo que a mí con 6 años me irritaba mucho. Decía sentir una sensación agradable del roce de sus calzoncillos o las sábanas, el agua de la ducha, todo lo sentía de una forma nueva y le gustaba. Incluso le gustaba cubrirme con una manta cuando veía la tele y bajarse la ropa para sentir como su pequeño falo le rozaba y frotaba con todo. Esta precocidad suya pronto encontraría a su mejor aliado en la pubertad conmigo.

Mi hermano y yo compartíamos habitación y en las noches de frío nos acostábamos en la misma cama. También nos bañábamos juntos, a veces con nuestros padres de muy niños, después del divorcio mantuvimos la costumbre de hacerlo a menudo cuando nos quedamos a vivir con mi padre…Total que pasábamos mucho tiempo juntos como lo harían los hermanos normalmente que se quieren. Otra gran diferencia entre Sebas y yo con respecto a otros hermanos, era nuestra complicidad…nos gustaba meternos en la habitación de mi tío en casa de la abuela y ver sus revistas porno.  Nos gustaba ver las fotos de las mujeres y hombres desnudos, creo que sobre todo nos gustaba la emoción de hacer algo juntos sin que los adultos supieran. En las largas duchas compartidas, nos ayudábamos a enjabonarnos mutuamente, ofreciéndonos nuestros cuerpos completamente desnudos, por lo que era más o menos normal tallarnos la espalda, el pecho o el culo… y ese tipo de cosas… Hablamos que esto lo hacíamos a menudo , cuando Sebas se volvió algo más pudoroso, aunque no tanto como se podría pensar…

Una noche me desperté cuando sentí una mano que me acariciaba por encima de las sábanas, abrí despacio los ojos y con timidez miré a mi hermano acostado junto a mí…, Me puse algo nerviosa y no quise asustarlo así que fingí estar dormida. Sebastián  me acariciaba la entrepierna y trataba de ver mi reacción pero yo aprovechaba la oscuridad de la noche para entrecerrar los ojos y hacer como que no me había despertado. Entonces, ya con más confianza mi hermano se metió abajo de las sábanas y empezó a tocar mi rajita, me gustó como se sentía y me dejé… preguntó si estaba despierta y no me quedó más remedió que responder en voz baja, Sebas me tomó de la mano y me la llevó hacia su polla, de inmediato me di cuenta de que mi hermano no tenía nada ropa y no pude aguantar la curiosidad de acariciarlo un poco para sentir si en verdad estaba desnudo. No sabía cuáles eran sus intenciones, pero esto nuevo que estábamos haciendo era divertido y emocionante compartiendo juntos, la cama como dos esposos también.

Pude darme cuenta que su cipote se hallaba duro y mi pepita tiraba del capuchón con ganas de salirse, tenía una sensación placentera extraña. Lo acaricié calibrando su tamaño, era más pequeño que los de las revistas pero sin duda estábamos igual de excitados. Mi hermano me pidió que le mamara la polla, eso se me hizo raro y le dije que no.

– ¿Si yo te chupo tu coñito, tú me comes la polla después…? Preguntó decidido, en verdad pensé que no se atrevería así que le dije que sí.

Para mi sorpresa metió su cabeza bajo las sábanas y empezó a lengüetearme la rajita, yo casi grito de la sensación y él tuvo que silenciarme con una mano en mi boca. Luego empezó a chuparme la pepita que se me puso súper dura y en ese instante sentí algo que nunca olvidaré, era exactamente lo que estaba buscando, lo mismo que me confesó Sebas al tocar todo con la cabeza de su verga…, la sensación tibia y húmeda del interior de su boca, junto con su lengua rasposa y suave dándome vueltas por dentro y sus labios apretando todo…

Mi no paraba de mamar mi coñito subiendo y bajando por mi raja hasta meter su lengua en mi agujerito virgen. Era una sensación que me gobernaba desde el coño hasta el cerebro, todo era completamente delicioso y yo no sabía si dejarme ir con el placer o seguir atento a lo que pasaba. ¡No era igual que cuando me tocaba yo sola! De pronto mi hermano se despegó, dejándome con ganas de más y yo sabía que era mi momento de pagar la apuesta. Primero me quité bien el pijama para que ambos estuviéramos desnudos y luego me metí bajo las sábanas entre sus piernas. Al principio lamí tímidamente su polla y sus bolas como él había hecho conmigo en mi coñito, la verdad no me gustó nada el sabor ni la sensación a primera instancia, pero las apuestas con mi hermano eran algo en serio y era mi hora de pagar. Así que sin darle más vueltas puse la puntita de mi lengua sobre su glande y me llegó un sabor salado fuerte pero agradable a macho.

De pronto pensé que por aquel agujerito era por donde meaba y en más de una ocasión le había visto hacerlo… cómo se le abría para expulsar un buen chorro de pis…, pero también era el mismo agujero por donde eyaculaba su lefa y yo se lo estaba chupeteando como si fuera un caramelo. No me lo pensé más y metí su polla en mi boca tratando de succionarlo con cuidado de no lastimarlo con los dientes. Mi hermano me agarró por la cabeza y empezó a moverse de arriba hacia abajo, después de unos cuando movimientos guiados por sus manos empecé a moverme sola, degustando por primera vez el musculado miembro viril de un macho. La sensación de su verga entrando y saliendo de mi boca era más deliciosa de lo que pude haber imaginado. Además el sabor de su verga me llenaba toda la boca y me dejaba una sensación acuosa por la tremenda salivación que experimentaba como nunca con otra cosa en ella. Aun no habíamos terminado primaria y ya gozaba de los placeres terrenales del sexo oral e incestuoso con mi apreciado hermanito mellizo.

Mi hermano tuvo que detenerme y de pronto me dijo que ya se iba a su cama a "terminar". Yo sabía a lo que se refería, pero nunca lo había visto eyaculando, así que no tenía idea realmente como sería… lo dejé que se fuera y esa noche me esperé a que se me pasara la excitación para quedarme dormida. Así pasaron varias noches en que mi hermano empezó a meterse en mi cama, y nos chupábamos los dos hasta que él decidía irse a su cama a terminar haciéndose una paja para correrse... Yo me conformaba con chuparle la polla y dejarme comer el coñito lengüeteándome el clítoris hasta estremecerme, sin embargo él nunca me dejaba que yo le acabase al corrida en mi boca…deseaba mucho hacerlo para tener esa vivencia ¡No veía nada de malo en ello…! Yo ya sabía que las mujeres no se quedaban preñadas por beberse la leche de un semental. No recuerdo exactamente, pero supongo que pasaron un par de semanas en que la cosa se pusiera más seria.

Una noche estábamos haciendo un 69 en mi cama, ya habíamos tomado más confianza y yo tenía mejor técnica para mamarle la verga y él se recreaba estupendamente en mi coñito comiéndome el clítoris, los labios vaginales y follándome el coño con su lengua…hasta me llegaba a lamer el ano. Yo también se lo hacía marcando un reguero de saliva desde su ano hasta el glande pasando por una buena comida de huevos que succionaba tragándomelos uno a uno. Entonces mi hermano empezó a lamerme toda mi vulva juntando sus labios con los míos vaginales, y se fue yendo más abajo hasta el lugar entre la bocana de mi coño y el culo. Yo empecé a sentir unas cosquillas extrañas que no había sentido antes, solo sabría describirlas como cuando bajas muy rápido una montaña rusa. De pronto mi cuerpo empezó a estremecerse más de lo habitual, sentía que mis músculos se movían rítmicamente fuera de mi control como si hubiera choques eléctricos recorriendo mi cuerpo desde la entrepierna hasta mi ombligo. Perdí por unos segundos la sensación de mí, tanto así que no sabía más si estaba acostado, parado o dando vueltas. En unos segundos esa sensación tan intensa se terminó, y solo pude notar que mi hermano estaba cubierto de un líquido que olía muy fuerte a mí y que yo había eyaculado con fiereza. Me espanté y por curiosidad encendí la luz, por reacción traté de ver qué era ese líquido viscoso emanado de mi coño… no era nada que yo conociera, lo olí, probé un poco y todo era muy raro.

Miré a mi hermano con un poco de turbación…

- No te preocupes es normal, te acabas de correr. ¡Como si yo no lo supiera! se lo hice creer así.

Sebas se dio cuenta de que yo no acababa de empezó a estremecerse, puso los ojos en blanco y de su polla salieron volando chorros de leche que acabaron en dos chorros seguidas de gotas de espesa lefa con olor fuerte a macho. Salieron expulsadas tan fuertes y fuera de control que unas me pegaron en el pecho y en la cara. Entonces entendí por primera vez como eyaculaban los hombres y que yo había tenido un orgasmo igual que mi hermano, solo que mi coñito eyaculaba fluido acuoso en vez de espeso semen. En verdad había sido tan excitante, y me hallaba en una nube de placer tan agradable, que ni si quiera me di cuenta de cuando todo su esperma salió disparado de su hinchado glande directo a mi cara. Por curiosidad toqué el semen salpicado en mi cuerpo, lo olí y lo probé. Era como el premio al buen trabajo que le hacía a mi hermano, su sabor no era como el mío… tenía un sabor algo diferente, sabía un poco más como a su verga. Entonces me preguntó si yo estaba bien y le dije que sí. Se acercó a mí y empezó a lamerme el coñito aseando todo el fluido que lo empapaba, mis muslos y mi culo… Eso fue algo totalmente nuevo gozando de la sensación de su lengua recorriendo mi cuerpo de la misma manera que siempre había hecho con sus manos.

Ahora lo realizaba con su lengua… ¡Me hacía estremecer! Me gustó tanto, que esa noche me fui a dormir más relajada que nunca y a partir de ahí subió la intensidad de las cosas que hacíamos juntos para siempre, masturbándonos juntos y comiéndonos los sexos cuando nos apetecía calmar nuestro fulgor, que era casi todos los días después de la vuelta del colegio o instituto y antes de ponernos a estudiar en plena siesta nos recreábamos en nuestro descubrimiento del sexo…. Una de esas veces estaba en casa mi hermano, como todos los días…  estaba navegando por internet bajando programas, juegos y viendo pelis porno, cuando de pronto entré en nuestro cuarto y lo pillé…

Sin más le dije – Eso no lo tienes que ver… tienes que hacerlo. Sebas se quedó inmóvil ante mi iniciativa. Me agaché, le quité su pantalón bermuda y comencé a mamarle la polla. Me apeteció darle el gusto y de paso a mí también… la verdad es que no me aguantó mucho y se corrió en mi boca. Me tragué la corrida entera que no fue mucha… – Eso es todo, le dije y me fui con mis amigas. ¡Por fin mi primera tragada de esperma!

Al día siguiente me estaba bañando, mi hermano entró y se quedó  mirándome, lo vi indicándole con el dedo que entrase… – Ven nene tócame, entonces me comenzó a sobar el cuerpo restregándome el gel, mis enormes tetas muy desarrolladas para mi edad eran su fijación. Me la enjuagué un poco por los pezones y el dije con una voz excitada que me las chupase, sin demora comenzó a mamarme las tetas haciéndome gemir. Le ayudé a que me tocase la rajita abriéndome de piernas y encauzando su mano a mí coñito… me frotó el clítoris gimiendo más fuerte a cada momento. Luego se bajó para comerme mi rajita, pero de pronto llegó mi padre y el chico salió corriendo del baño al cuarto, así que no tuve más remedio que quitarme las ganas con una paja bajo la ducha. Pero el calentón no me lo quité del todo y esa misma noche Sebas se hallaba sobre la cama escuchando música recostado boca arriba, cuando le cojo su cipote, que por entonces ya le debía medir sobre los 14 o 15 cm, le quito los pantalones de ir por casa, yo en cambio llevaba puesta una minifalda y un top…bueno empecé a mamarle su polla hasta que en unos minutos se corrió dentro de mi boca… cada día me gustaba más el sabor de su leche.

Una vez que Sebas se hallaba relajado, me acosté a su lado y le pedí que me acariciase, me encantaba sentir sus dedos recorrer mi piel, me electrificaba. No lo dudé por más tiempo porque deseaba sentir sus manos por cada poro de mi dermis, mi el top y la mini falda quedando solo en unas braguitas minúsculas, mi hermano comenzó a recorrer con sus dedos mis orografía al tiempo que se centró en chuparme las tetas… yo gemía deseando que me penetrase por primera vez, no obstante no le dije nada, de lo contrario se me hubiese montado y follado sin miramiento alguno…pero ese acto lo tenía reservado. Se le puso dura, le así la verga remangando el prepucio y le hice una buena paja. Empecé a un ritmo suave, él gemía cada vez más rápido, al rato me pidió más duro y se la agarré como si estuviese en uno de mis agujeros, ahora le tenía la polla bien apretada… y me dijo que le dolía, entonces lubriqué su badajo con saliva para continuar incluso con mayor fortaleza y más rápido hasta que le vino un orgasmo soltado un reguero de esperma que esparció por todas partes, su barriga, pubis, muslos y mi mano quedaron embadurnadas de leche espesa. Al cabo de unos minutos, el cabrón se recuperó, y me dijo que deseaba que le hiciese una paja cubana con mis tetas que comenzaban a ser bastante grandes aunque no lo suficiente para arropar su polla… aún así lo intentamos, le agarré su falo con mis tetas apretándola mucho y él comenzó a mover su polla durante un buen rato hasta que volvió a correrse en mi propia cara. Y así cada vez que no estaba nuestro padre me lo follaba de todas las maneras, menos por mi coñito o mi culo.

Pero deseo que este sea un relato de cómo aprendí el duro deporte del Bádminton y a follar, hasta lograr hacerme una ninfómana aceptando mis gustos, pues estos nunca han sido muy normales para los demás. Veréis, desde antes de ser adolescente empecé a descubrir mi sexualidad con mi hermano, algo raro… he sentido gran atracción por los hombres maduros idealizados en mi padre quizás. Al decir esto supongo que imaginareis a maduritos de Hollywood bien conservados, a lo George Clooney, pero nada más lejos de la realidad. No, lo que a mí me atraen no es su belleza, son todos iguales en general en mi caso, solo les exijo que tengan unas buenas vergas grandes y recias para ponérselas bien duras y sean capaces de partirme en dos por el coño. Esto me empezó a ocurrir cuando mis toqueteos con Sebas me eran insuficientes, y veía esas pelis porno tan excitantes de viejos follándose a chicas que parecían niñas ¡Entonces deseaba ser yo una de ellas! Recuerdo cuando mi hermano y yo veíamos porno juntos a escondidas y jugábamos con nuestros sexos. Eso a mí no me complacía del todo llegado el momento, dado que mi hermano tiene gustos contrapuestos a los míos, mientras que a él le gustan las chicas con coñitos pelados como era mi caso… yo prefiero a los señores con enormes pollones follando jovencitas. La excitación que azotaba mi cuerpo al imaginarme empalada por aquellos rabos gordos con orondos testículos colgando, era indescriptible…luego borrábamos el historial con la cara roja de vergüenza. Para complicar las cosas, los maduritos también han tenido mucha fijación en mí, más de una vez recuerdo haber encontrado cuarentones y mayores frotándose el paquete mientras me veían pasar por el parque de camino al instituto aquel año que nos mudamos a un piso del centro de la cuidad. Se me mojaban las bragas y más de una vez pasaba la mañana calada en el instituto.

Sin hablar de los piropos, los descarados intentos de ligoteo o algún viejo que directamente se la estaba tocando mientras me miraba en los asientos traseros del bus. Y lo peor de todo es que el día que ocurría, me corría varias veces maltratando mi clítoris e imaginando lo que sería haber vuelto y permitido que aquel pervertido me hiciese suya en los asientos del autobús entre paradas. Con todo, mi cuerpo y mi mente maduraban a un ritmo mucho mayor del que mi padre o mis educadores podían controlar… Por suerte todo iba a cambiar, o eso pensaba yo. Primer año en el instituto con nueva casa, nuevos vecinos en una finca de alto standing compartiéndola con mi padre y mi mellizo… mis días de pensar en pollas maduras se hallaban lejos de haber acabado, sobre todo porque mi vecino de enfrente no me permitió dejar aquello atrás. Recuerdo lo cachonda que me puse la primera vez que le vi… un hombre de casi 50 años, cabello escaso y canoso con aire de anuncio de plan de pensión para un banco, sin apenas barriga y por si fuese poco, marcaba buen paquete. ¡Aquel hombre, me volvía loca! Ni siquiera era capaz de morrearme con mi novio sin imaginar que era la polla del vecino la que me taladraba la cabeza, siendo la elegida para desvírgame… necesitaba tiempo para pensar.

Todo dio un giro en el primer puente que nos dio el instituto. Decidí tomarlo para hacer una excursión por la zona, en plan pionera de reconocimiento. Mi padre acababa de regalarme ese verano mi bicicleta por la buenas notas de primaria, y además echaba mucho en falta pedalear. Hice ruta por los barrios cercanos y sus parques, disfrutando del aire fresco, tratando de calmar mi mente. Pero el destino no me dejaría alejarme demasiado de mis problemas, o más concretamente, un bache no me dejó. Caí de golpe. No salí herida, pero un radio delantero sí. Llamé a mi padre y luego a mi hermano para que me recogiesen. Mi padre contestó que aún tardaría bastante en desembarazarse del trabajo, y mi hermano casi se desentendió. Apenas había colgado el teléfono cuando una voz me sobresaltó

—  ¿Hey chiquilla, estás bien?

Era un hombre fornido y de ancha espalda, que me sonreirá con amabilidad. Por su camisa abierta asomaba pelo entre canoso y moreno, debía de rondar más de los cincuenta.

—  Sí, sí, yo estoy bien. La bici no tanto.

—  Necesitas que te ayuden, con la bici.

—  Mi piso está en el barrio del Infante, pero no puedo con la bicicleta para ir andando hasta allí.

—  Si quieres podemos llevarla a mi casa, que está muy cerca de aquí… a ver si se puede arreglar.

No tendría que haber aceptado la oferta de un desconocido en medio de la nada de un parque donde cualquier podía ser un violado en potencia, lo sé…, pero mi deseo por los hombres maduros se había apoderado de mí y me hizo bajar la guardia dejando que mi coño pensara por mí…además el maduro no estaba nada mal.

— Seria genial, muchísimas gracias.

Su casa efectivamente estaba a tan solo un paso. Era una casa unifamiliar de construcción antigua que formaba parte de un bloque que no tardarían mucho en demoler para hacer vivienda nueva. El hombre aparcó en la entrada la bicicleta, abrió y entramos en un pequeño garaje adosado a su casa…sacó la caja de herramientas. Me quedé observando la entrada de su casa que se podía ver desde allí. Todo tenía un aspecto desordenado…, yo creo que de no estar en medio de la ciudad, seguramente no tendría nada de valor.

— ¿Vives solo?

— Sí, nunca me casé, pero nunca me ha faltado una mujer con la que estar… Soy un poco lobo solitario jajaja. Su risa era profunda como de narrador de documentales…  — ¿Te importa  traerme unos alicates grandes? estarán aquel estante, el segundo de la derecha.

Busqué la herramienta observando todo con curiosidad, sobre la mesa de trabajo había muchas revistas pornográficas. Aquello me sorprendió, porque eran similares a las que mi hermano y yo cogíamos prestadas a mi tío en casa de la abuela hacia unos años. En el siglo XXI ¿Quién sigue leyendo revistas de tetas? Supongo que la gente sin internet que vive sola y por tanto no les importa dejarlas a la vista. Me pudo la curiosidad y decidí ojearlas. Esperaba encontrar muchas mujeres tetonas con globos anti gravedad perfectamente esféricos, y aunque si había algo de eso, lo que más abundaba eran imágenes de hombres maduros follando con adolescentes. Una imagen capto en especial mi atención…, un hombre trajeado parecido a mi vecino, copa de whisky en mano sentado en un butacón mientras una chiquita rubia le mamaba la verga. Creo que no podéis imaginar la excitación que sentí al ver aquello. Al verlo en aquel lugar.

Una idea loca se me paso por la cabeza e hizo que mi chochito se humedeciese…No, era una locura. Pero ¿Qué oportunidad mejor que esta? El no sabía quién era yo. Ni donde vivía. Nunca nos volveríamos a ver, al contrario que mi vecino que me lo encontraría durante mucho tiempo e incluso querría más de lo que yo estaba dispuesta a darle. Supe que no podía desaprovechar la situación de gozar con este macho y quitarme la gran carga que me suponía la virginidad, en la intimidad de aquella vieja casona con aquel viejo súper dotado. Me desentendí de la camiseta y de los leggings quedándome solo en mi braguitas…

— Has tardado mucho ¿Te ha costado encont…Oh!? Se sorprendió al darse la vuelta…

— ¿Te gusta lo que ves? Dije intentando ser lo más sexy posible, aunque estaba muy nerviosa y no sabía mucho de ligar. Era la primera vez que pretendía en serio, que alguien me desvirgara.

— ¡Cómo no iba a gustarme!

Me acerque a él y puse un dedo en su boca. Él no se achantó y me agarró el culo. Sujeta con ambas mano me besó. Entramos en la casa y se sentó en el sofá…, me arrodillé tranquilamente entre sus piernas invitándome a despojarle de la ropa, mientras se recostó en tanto yo abría su bragueta. Me costó quitarle los calzoncillos de lo tiesa que ya la tenía el hijo de puta, y de pronto como un resorte acerado salió su polla al tiempo que yo emitía un ¡Oh! de asombro. Nunca había visto un rabo tan grueso en directo y en vivo. Si más largos, pero nunca tan gordos. Y no solo era morcillona, también venosa. Sin dilación para demostrarle lo buena puta que era, la introduje en mi boca. El sabor de su glande era salado y muy intenso a macho, en poco se quedaría brillante. Estaba acostumbrada al sabor suave de macho joven con mi hermano, pero lo de aquel viejo era más intenso. Mis suaves labios rozaron cada centímetro, pero costaba hacerla entrar. Una vez estuvo mojada fue más sencillo.

Mi cabeza subía y bajaba, mientras mi boca hacia presión en el tronco a la ida y a la vuelta, pero la verdad es que lo hacía todo como si estuviese en trance. No era mi primera mamada…a mi novio se la chupaba a menudo, pero la de este maduro era el triple en grosor y casi el doble en largura sin ser muy larga. Mi mente no terminaba de creerse que realmente lo estuviese haciendo con un viejo tan bien dotado. Yo allí, desnuda en la casa de un desconocido que me cuadriplicaba la edad, lamiendo su polla igual que las pelis porno que solía ver en internet, ahora era yo la protagonista y debía poner en práctica lo aprendido en esos tutoriales. Y lo peor era que necesitaba más… desabroché su camisa para revelar una tripa redonda sin ser excesiva ni cervecera, toda cubierta de pelo moreno salpicado de vellos grises, y unos brazos muy fuertes musculosos. Lamí sus pezones con lujuria, casi desesperación, mientras el solo sonreirá con aires de superioridad acariciándome el culo, las tetitas y de vez en cuando pasando sus dedos por mi raja sobre la tela de las braguitas empapadas… de eso también debió de darse cuenta un experimentado follador como él.

— Eres incluso más puta de lo que pensaba,  dijo repantigado en el sofá gozando de mi mamada. — Pensé que tendría que pagarte para que me dejases metértela, pero veo que no puedes resistirte a una polla de todos modos.

Pero no era a cualquier polla. Era a la suya. A la polla de un viejo verde. El no lo entendía mi actitud sumisa. Quise explicárselo, pero me levantó del suelo y me puso a cuatro patas antes que pudiese siquiera reaccionar

— No quiero dejarte preñada, pero me gusta tanto correrme dentro, que seguro me dejarás follarte el coño ¿Vale? Las putas como tú saben comportarse. ¿Me dejarás llenarte, verdad?

No estoy segura si fue una pregunta realmente, lo que estaba claro es que le importaba poco mi fertilidad, y tenía intención de vaciar sus cojones dentro de mí… se veía bien llenos. Yo  tuve la regla prematuramente, por entonces muchas amigas mías aún no la habían tenido, sin embargo no estaba en mis días fértiles por suerte, y un desvirgue con condón no era mi deseo…, esa primera vez había de ser a pelo llevándome todo el semen del semental en mi coño. No obstante, antes que pudiera pensármelo mejor, él ya estaba abriéndome la raja del culo para otear mi coñito. De un salivazo humedeció mi hoyo y con un dedo empezó a dilatarlo. Mientras su rabo gordo se rozaba por encima de mis nalgas esperando el momento de entrar en mi chochito. La verdad es que podía hacerme lo que quisiera y darme por el culo si lo hubiese preferido. ¡Era suya!

—  Nunca me han follado por detrás, conseguí farfullar. — Bueno, la verdad nunca me han follado…

—  No me jodas… ¿Eres virgen…? Mejor para mí, fue su única respuesta. Entonces sus dedos se marcharon a mi rajita, y se agachó para comprobar que era cierto que seguía allí el himen, me abrió los labios y espetó… —  Joder es cierto, eres aún virgen… ¡Y con lo puta que eres! Eso es increíble.

Cuando se cansó de dilatar enfiló su capullo a la boca de mi conejito y empezó a clavármela. Me tiraba del pelo con una mano, mientras sujetaba mi cadera con la otra. He de reconocer que dolía, no estoy segura de si por ser mi primera vez o simplemente porque la tenía gordísima. En cualquier caso no pude parar de gritar. Incluso solté alguna lágrima en el momento que hizo tope con el himen… la sacó un poco y de pronto la clavó duro hacia dentro partiéndomelo, y aun con todo dije “sigue”. No sé si él hubiese parado de haberle pedido que lo hiciese, no se tiene a una putita virgen disponible tan fácilmente en la vida, y para ese viejo cabrón tal vez sería la primera, y por algún motivo esa idea me ponía más en el lugar de horrorizarme.

Con el tiempo empecé a acostumbrarme al grosor a medida que mi coñito dilataba, acomodándose al tamaño tan excelso de su verga, y así poder disfrutar de otras sensaciones además del dolor. Hundía la cabeza en los cojines del sofá mordiéndolo, y por un momento abrí los ojos observando sus huevos enormes rebotando colganderos contra mi pepita dura ¡Una sensación extra más! Esa perspectiva me excitó y a día de hoy mantengo aquella imagen imborrable. De igual manera que el tacto de su barriga empujando…la fuerza de sus manos agarrando mi cadera…y sus embestidas firmes, todo denotaba la gran experiencia del viejo semental follando. A saber en cuántas vaginas había entrado esa polla, cuánta leche había eyaculado dentro de ellas y a cuántas zorras había preñado. No pude evitar compararle con mi hermano, de cómo me follaba rudo y más firme que lo haría Sebas, de cómo su polla era mucho más gruesa, espaciándome el conducto vaginal increíblemente… ¿Qué cara pondría si se enterase que me ha desflorado un viejo verde desconocido? Habiéndoselo negado a él tantas veces. Y de pronto un manotazo en mi nalga derecha me trajo de vuelta a la realidad, con un gruñido ostentoso que salía de su galillo…

— ¡Me corro nena, Jodeeeeer!  ¡Toma puta, toma toda mi leche! ¡Te lo voy a llenar a tope!

Me agarró fuerte de las caderas contra él, para no dejarme escapar supongo… Percibí el primer aldabonazo de lefa, y un segundo chorro a cada clavada que la bestia realizaba ahondando más en mi útero. Yo me dejaba llevar mientras su lechada atoraba mi interior chorro a chorro. Después de unas cuantas eyaculaciones copiosas, la extrajo…Cuando salió de mí, me sentí desnuda e indefensa con un poco de sangrado mezclado con un reguero de leche espesa que salía de mi coñito, pero le quería de nuevo dentro. Ahora que había probado lo que era una polla madura, solo pensaba en recibir más. Lo necesitaba. Por suerte para mí, no se le había bajado aún la erección, debía de estar mucho tiempo sin follar el cabrón y yo era su perita en dulce.

— Por favor, fóllame más. Esta vez por delante… ¡Quiero ver cómo te corres dentro de mí!

Dije mientras lamía la lefa que chorreaba de su glande en cuclillas. Allí posada ante él con el coño goteando esperma espeso de aquel animal salvaje. Había prometido correrse dentro y así lo hizo, pero esperaba que tras su primer clímax no pudiera correrse de nuevo y se desinflara su musculada virilidad dejádome sin mi premio final. Nada de eso ocurrió… — Está bien perra, tú lo has querido.

Y me puso contra el suelo, aplastándome con su peso y sujetándome con sus grandes brazos mientras me taladraba como un animal en celo. Aunque yo estaba peor ansiando ser clavada. No había gemido tanto de placer en mi vida. Incluso me corrí unas cuantas veces. Nunca me había corrido con una polla antes como es de imaginar, solo tocándome la pepita. Pero él no paraba tras mis orgasmos. Siguió penetrándome hasta que se corrió por segunda vez dejándose secos los huevos por fin. Estábamos retomando el aire cuando sonó mi teléfono. Mi padre se encontraba cerca del parque. Nos despedimos toscamente y arrastré mi bici sin arreglar hasta el parque donde estaba mi padre, me recogió. Nunca comenté mi experiencia con nadie. Sin embargo algo había cambiado. Había probado por fin lo que era sentir una polla, perder mi virginidad y abrirme a un mundo nuevo de experiencia… además con una polla madura con las que siempre fantaseaba ¡Ya nada sería igual! Sabía lo que debía hacer…corté con niños que me acosaban en el instituto para tocarme el culo u obtener un beso de mis labios. Yo necesitaba mucho más que eso. Ese fin de semana me presente en casa de mi vecino… No me costó mucho conseguir que me la metiese a pelo, y ser amantes aprovechando las ausencias de su esposa. Qué le vamos a hacer. Soy una puta de viejos, es lo que soy. Y disfruto siéndolo.

Desde aquel día de mi desfloración ya han pasado cuatro años.Mi nombre es Carolina… soy un poco chiquita pues tengo 1.62, delgada, bonita de cara y cuerpo atlético. Tengo el cabello moro largo y lacio, pero suelo llevarlo en coleta por la costumbre de cuando hago deporte. Mis amigas siempre dicen que tengo unas buenas tetas pero mi fuerte es mi culito respingón. Aún no he terminado bachiller pero tengo claro que deseo hacer una carrera vinculado al deporte, me gusta soltar adrenalina y por eso mi padre me apuntó al club de tenis, sin embargo yo me vinculé por el bádminton, solo porque el entrador era un madurito interesante… Como de costumbre regresé del club a pie, era una agradable tarde en mi ciudad, volvía a mi casa tras practicar bádminton con mi entrenador. Fue un poco incómodo porque el entrenador personal, pese a que es un joven madurito tipo cachas como para mojar pan, se la pasó admirando mis piernas y mi culo.

Esa tarde llevaba puesta una faldita deportiva con la que imagino se puso loco, porque se la pasaba poniéndose detrás de mí, restregando su bulto contra mi culo para explicarme como debían golpear las bolas o como se llaman en bádminton, volante. A mí me incomodaba un poco al principio, al punto que veces las únicas bolas a la que quería pegar eran a las suyas. Ya les había comentado a mis amigas sobre él, y me dijeron que si yo me lo proponía, podía ligar con ese joven madurito y así conseguir clases gratis. No llegaba a los cuarenta, yo diría sobre los treinta y seis muy bien llevados pues su cuerpo no aparentaba más de treinta…, quizás por eso les tiraba a todas por igual… jóvenes o madura, solteras o casadas. Yo que soy un poquito tímida solo me reía de sus ocurrencias como una boba, además lo último que yo haría sería acostarme con un hombre mucho mayor solo para conseguir favores. Si el entrenador no estaba mal, los que sí me parecían realmente atractivos eran dos enormes moros que solían terminar de entrenar cada vez que yo entraba en el recinto.

Eran dos hermanos que por lo general tenían cara de poco amigos, pero conmigo siempre fueron correctos y amables, siempre me saludaban y alguna que otra vez se quedaron para mirar mi entrenamiento comentando entre ellos. Cuando volví a casa estaba muy sudada…, fui directa al baño. Saludé rápido a mi padre, que no me hizo mucho caso pues estaba hablando por teléfono de manera muy nerviosa. Por último, para llegar al baño, pasé por la sala y vi a mi hermano mirando un partido de su equipo de fútbol así que le di un zurrón con mucho cariño. Somos mellizos pero se él quedó con la altura de 1.82 metros y yo con la inteligencia. Es bastante atractivo, yo no soy nada celosa pero últimamente me molesta ver a tantas chiquillas ir y venir a nuestra casa cuando papá no está para pasárselas por la piedra. En más de una ocasión he tenido que escuchar sus gritos de placer, pues su cuarto está pegado al mío… ahora ya no compartimos la misma habitación. Yo tengo novio pero jamás se me ha ocurrido traerlo a casa. Ahora vivimos en una zona residencial, cercana a la ciudad.

Mientras me duchaba me toqué la pepita un poquito, pasé mis dedos por mis pequeñitos labios, jugué un poco con mi puntito erecto y duro, la verdad es que era un placer inmenso con el agua tibia corriéndome por el cuerpo frotar mi clítoris excitado, tuve que morderme la boca porque me estaba calentando de más, imaginando como el profesor de bádminton me montaba en las graderías con los dos moros esperando su turno. ¡¡Hummm!! Restregué mis piernas y me masturbé rápido y rico. Fue raro porque jamás veía a mi entrenador personal de esa manera, pero es que con tanto toqueteo el muy infeliz consiguió que a mi cuerpo le antojara. A los dos días siguientes volví a entrenar. Esa vez el entrenador estaba demasiado juguetón, me rozaba mucho y la verdad es que normalmente yo debería mostrarle con gestos físicos mi desaprobación, incluso alguna vez estuve a punto de gritarle que dejara de ser tan acosador. Me tocaba la cintura para decirme como debía colocarme para recibir la pelota, me hacia inclinar hacia adelante levemente respingando mi culo a merced de su frotamiento. En fin…, pero esa tarde yo estaba algo cachonda, tal vez porque mi cuerpo le gustaba la idea de ser follada por ese madurito como solía fantasear en la ducha…

- Observa siempre la bola, Carolina.

- Lo sé, “profe”, siempre me lo dice…. Sus fuertes manos me sujetaban de la cintura… - Para lograr un swing perfecto necesitas poner atención a la bola, y con la pose adecuada, podrás conseguirlo. Relájate, necesitas coordinar mejor tus movimientos.

Fue cuando mi cuerpo empezó a reclamar por esas cachas maduritas. Me gustó un poco la idea loca de calentarlo, así que empecé a menear más y más mi cintura, sintiendo su bulto entre mis nalgas. Él se sorprendió un poco, al principio cuando yo le ponía mi trasero en contra del bulto de su entrepierna, él se retiraba un poquito, pues parece que era más de lo que él esperaba. Pero seguía sus clases…

- Presiona con mucha fuerza el mango de la raqueta, Carolina.

- Sí, profe, ¡¿Así?!

- Perfecto, Carolina.

Fingí un golpe cuando golpeé una pelota, y me tiré al suelo. El entrenador vino y le dije que mi tobillo me dolía demasiado… - No puse una postura adecuada, así que me ayudó a reponerme.

Llevándome por un brazo, me llevó hasta el banquillo para aplicarle hielo y un espray. Aproveché para gemir muy sexi a cada tacto. Esa noche por suerte mi novio aplacó mis ansias, pero no pensé en él mientras follábamos, sino en mi entrenador. Que era él quien me metía mano para jugar con mi clítoris, que era él, el que me decía obscenidades mientras me metía lengua. Que mi culo y mis tetas eran sobados por ese hombre maduro. Al día siguiente más de lo mismo. Tengo una faldita deportiva de cuando era más joven, y me la puse para calentar más al entrenador, pues apenas me cubría. Los dos moros esa tarde se quedaron para verme entrenar, y de hecho creo que se fueron muy complacidos tanto con la vista como con mi comportamiento, pues a cada rato me apoyaba por mi entrenador para decirle que mi tobillo me molestaba un poquito…

- No vamos a forzar más, Carolina, hoy ve a descansar.

- Pero “profe”, quiero un poquito de mimos…, ya verás cómo me pongo buena.

- ¡Ahh! Pero si eso es lo que quieres. Venga, vamos, ponte seria Carolina.

Me gustaba mucho el jueguito erótico que comencé. Y desde luego a los moros también, porque sonreían y me saludaban cada vez que cruzábamos la mirada.

- Mantén la cabeza quieta. Los hombros siempre paralelos al suelo.

- Mucho hablar y poco mostrarme, profe, le recriminaba para que viniese a mí y me tocara un poco más.

Cuando terminó la clase fui directo al vestuario. La verdad es que el cabrón me dejaba muy caliente con tanto toqueteo. No iba aguantar la caminata hasta mi casa, así que en las duchas del lugar me empecé a tocar con un par de deditos. Rápidamente dejé de hacerlo cuando escuché abrirse la puerta de las duchas. Era raro que otra mujer entrara, normalmente a esa hora soy la única chica que entrena. De todos modos me dediqué a asearme rápido para salir de allí. Sin embargo me dejé llevar por el agua tibia, cerrando mis ojos y abriendo la boquita, y de pronto sentí las manos gruesas y duras de alguien, tomándome de la cintura. Yo supe casi instantáneamente que esa persona era mi entrenador, por la forma en que sus manos fuertes se posaban delicadamente en mí.

- ¡¡¿Profe?!!Me llevó contra la pared y sin darme tregua puso su mano en mi boca sorprendida. No podía verle, pero estaba segura que era él. - ¿Es usted, profe?

- Así que te estabas tocando golfilla, ¿te ha gustado la clase? Podemos continuar aquí.

Era la voz del entrenador que empezó a lamer mi lóbulo. Me quedé en shock. ¿Cómo sabía que yo me estaba tocando? ¿Acaso tenía una cámara que grababa el vestidor de las chicas? Cerró la llave de la ducha y empezó a tocar mi culito mojado con una mano mientras la otra me seguía sujetando contra la pared.

- Realmente es una preciosa chiquilla, dijo otra voz. ¿Quién era? ¿Había más gente? - Hace rato que no montaba a alguien tan bonita, hermano, dijo otro.

¿Eran acaso los dos moros también? A la fuerza conseguí darme la vuelta, me cubrí las tetas con una mano y mi coñito con la otra, muy aterrorizada ante esos tres hombres que me comían con la mirada. Me arrinconé en una esquina sin saber muy bien qué hacer.

- Si no haces lo que te decimos, vamos a publicar el vídeo en internet.

- ¿Qué video?

- Eres una tonta del culo por lo que se ve. Te hemos grabado toda, cuando te estabas metiendo deditos y gemías como una putita caliente. Me quise morir, esa gente lo vio todo…

- ¡Os voy a denunciar!

- Si quieres hacerlo, cuando el vídeo se propague serás muy conocida y no podrás salir ni de tu casa.

- ¿Entonces qué es lo que queréis de mí?

- Que seas nuestra putita particular, dijo uno de los moros.

No me dejaron responder. Me agarraron del brazo y me lanzaron al suelo. Me quedé así muy mareada por la situación, a cuatro patas, cuando sentí la mano del moro en mi culo, bajando acariciando mi vientre hasta mi monte de Venus para tocarlo con poco cariño. Como yo estaba algo caliente por la sesión de bádminton, no pude evitar un gemido…

- ¡Uuughhhhhh…!Parece que a la chica le gusta. - ¡No me gusta, soltadme cabrones! Dije revolviéndome.

Logré apartarme y quedé acostada sobre el suelo llorando, pero ellos no se apiadaron. Me pusieron boca arriba. Mi profesor empezó a chupar una de mis tetas, el moro la otra teta mientras su hermano me metía uno de sus largos dedos. ¡Era tan denigrante! Yo trataba de salirme de encima pero ellos eran muy fuertes.

- ¿Vas a ser nuestra putita, Carolina? Preguntó mi profesor, y mordió mi pezón rosadito.

- Ooohhhhdiosssssss… nooooo… jamássss…

- ¿Por qué no, nena?

Preguntó el moro, mientras su boca subía y subía hasta mi boca para poder besarme y meterme lengua como ninguno de mis ex lo hizo. Quise protestar pero su lengua acaparaba toda mi boca y no me permitía hablar con nitidez. - ¡Hummgg, uffff! Cuando dejó de besarme algunos hilos de saliva se quedaron colgando entre mi boca y la de él, que me miraba sonriente. Mis ojos apenas se podían mantener abiertos porque su hermano ya había puesto su lengua entre mis labios vaginales, recorriéndolos fuertemente…, aquello me iba a volver loca, con lo cachonda que ya estaba. Mi profesor imprevistamente puso sus rodillas entre mi sorprendida cara, y con fuerza me tomó de la quijada. Su polla erecta, blanca como el nácar y de un tamaño considerable, estaba apuntándome a la boca.

- Abre la boquita cariño… 

- ¡Ohhhggg… diosss, no, por favoooor.r… noooo!

Sus huevos se balanceaban tremendamente pesados, posiblemente por la cuantiosa carga de leche que contenían…, el moro era un cabrón experto en comer chuminos por lo que se podía sentir, y para ello la naturaleza le había dotado de una larga y fuerte lengua mordaz. Era lo único que evitaba que yo pudiera hablar con fluidez. Por suerte dejó la lamida por un momento y por fin pude armar frases con sentido…

- Por favor basta, levántate entrenador, no voy a hacer lo que me digáis jamás.

- Eso ya lo veremos, dijo el moro, poniendo la punta de su polla entre mis hinchadísimos labios vaginales.

- ¡¡Noooo!!, ¡Por favor NO!

- ¿Pero qué dices, nena? Si estás mojadísima.Comentó su mellizo.

Me tomó de la cintura e hizo presión, amagó a meter su enorme polla dentro de mí para partirme en dos. El entrenador me enmudeció con un pollazo, metiéndome su rabo al galillo el muy asqueroso, lo noté en el esófago y la quijada se me abrió tanto para albergar su recia raíz que casi me ahogo con un dolo fastidioso, además me hizo notar sus vellos púbicos se iban contra mi nariz. Por el ejercicio su olor corporal era fuerte a macho, nunca me repugnó el aroma natural de semental en celo, por eso no me producía arcadas como mis amigas solían comentar en sus experiencias…, la polla de mi profe me llenaba toda mi pequeña boca que apenas daba abasto a engullírmela entera. El moro por su parte no tuvo mucha compasión y me la metió duramente. Sentí algo eléctrico, muy fuerte, relampagueante, entre el dolor y el placer me revolví como loca sin poder protestar. Su hermano por otro lado no dudo en besar y chupar mi pancita, que era lo único que estaba “libre” de tormentos.

Despatarrada a merced del moro que me follaba el coño, percibía extremadamente dilatada la entrada y salida cadenciosa de tan aparatosa verga, la sentía clavarse hasta mi estómago a punto de reventarme el coñito. Gracias a que estaba realmente muy mojada de lo caliente que me ponían, ayudaba a lograr deslizar fácilmente en mi interior todo ese gran cipote, pero yo no lo iba a admitir jamás lo cachonda que me ponían. Lastimosamente el moro sabía muy bien que mi cuerpito quería guerra, todo estaba a tope, y vaya que sabía follarme, ese pollón llevaba muchas horas de vuelo follándose coñitos. Ya pasaban más de diez minutos abotagada por dos rabos tremendos cuando el joven moro comenzó a acelerar su ritmo de meter sacar sin clemencia por mí hendido chochito. El muy cabrón bufaba como un toro soltando todo el aire de sus pulmones mientras empujaba a mi fondo uterino…me hacía sentir su glande en mi pared vaginal una y otra vez, entonces empecé a gemir más fuerte como perra en celo estallando en un grito cuando percibí su leche. ¡Sentía como se derramaba en dentro de mí! Los chorros de esperma debían de ser grandes para notarlos como lava quemando mis entrañas… Tras varios pollazos convulsionando dejó de eyacular vaciando sus pelotas dentro de mi profundo útero, donde nadie había llegado hasta ese momento.

– ¡Vas a tener un bonito hijo moro, cariño! Se empezó a reír después de correrse sin salirse del coño.

Cuando la extrajo, tras su gordo capullo se derramó un poco de semen mezclado con mi abundante flujo vaginal. No me dio tiempo a recuperarme cuando el hermano tomó su lugar y empezó el mismo vaivén sin darme tregua. Enfiló su cabezón enorme como un casco alemán, y sin más la enterró hasta los huevos… El cabronazo también sabía dar placer, así que me rendí, mientras la polla de mi entrenador chorreaba leche en mi garganta. Se le puso dura, me obligó a no escaparme sujetándome la cabeza, justo en el momento en el que se dejaba acabar con una corrida copiosa que me tragué entera. La tenía espesa y gelatinosa, con un sabor salado con tono de fruta ácida. En tan solo unos minutos me había aviado el coño y el estómago de esperma a rebosar y aún no se terminaba la fiesta, porque tenía al segundo moro empalándome a placer. De vez en cuando me asomaba a ver ese trabuco entrar y salir de mi ajado coño, un cipote venoso y duro con el brillo que le daba mi lubricación…se veía espectacular, así que me dejé llevar por el goce de tener al tercer semental atravesándome a base de bien…

­– ¡Ahhhgmmuumpp…! Gemía sin tregua…

– ¿Vas a ser nuestra putilla, sí o no? Dijo el moro que me montaba, mientras su hermano ya se daba una ducha.

– Nmmm… noooo… jamáss… ughhdiossss… dueleeeee…

– Ya sabrás olvidar el dolor cuando reconozcas lo que estas disfrutando niña….

Este moro aguantó poco, o perdí la noción del tiempo. Sentía el bamboleo de su follada, empujando sin cesar oyendo rumorear a los otros dos en las duchas… Por fin arremetía con mayor cadencia, su olor corporal era intenso, el sudor de su piel modelaba los brillos de sus contorneados músculos y me excitaba solo de verme poseída por un mandinga tan musculado. Era cierto que me dolía hasta la campanilla de mi boca, pero era un deleite tener a tres machos sementales como esos, pendiente de mí. Aceleró y finalmente se corrió. Fue brutal como pude sentir su leche espesa y caliente recorrerme por el coñito de dentro a fuera, no debía caber mucha más lefa en el estrecho conducto de mi fertilidad, por lo que parte brotó fuera entre mis labios vaginales entre su dura verga negra y mi obturador coño… y la tranca negra del tercer semental eyaculó sus seis o siete chorros de lefa africana en mi útero. A mí me dolía todo pero en el fondo también me sentía muy excitada, con el pulso a doscientos por minuto. Solo que no lo iba a reconocer ante esos degenerados abusones…

– Ay que ver niña…, eres una calientapollas. Viene a estas horas cuando solo mi hermano y yo entrenamos. Nos saludas muy coqueta, meneando ese culito respingón que tienes de golfilla… vamos, que es obvio que te gusta.

– No es verdad, no es verdad, dije desde el suelo defendiéndome tratando de reponerme.

– Ahora vas a poner en práctica mis consejos, Carolina, me espetó el entrenador.

– ¿Qué quieres decir?

– Coge del mango con mucha fuerza, con tus dos manos, dijo mostrando su polla erecta.

Los moros se rieron de la ocurrencia. Con mucha indignación puse mis dos manos en su polla. Le miré a los ojos con carita de puchero pero no se apiadó de mí. Tomó de mi cabello y empujó mi cara para que pudiera tragar ese pedazo enorme de carne venosa que andaba machacándosela hacía rato mientras el segundo moro me fornicaba…. La tranca iba y salía con mucha velocidad, tocaba la campanilla de mi garganta y me daban arcadas, para poder soportarlo mejor pensé en controlarlo, agarré su polla, y empecé a pasar mi lengua lentamente por mi glande, me miraba mientras lo hacía, me metía la punta en la boca, después pasaba la mano a lo largo de la verga, más rápido, para llegar a hacerlo de forma casi agresiva, con su glande entre mis labios apretados, dándole con la mano a la verga del entrenador mientras me follaba el moro bien duro. Después me fui metiéndome sus testículos en mi boca uno a uno succionándolos, los lamía, mientras el macho gemía de gusto y el moro bufaba empujándome hasta dentro por el coño sin dejar un centímetro fuera. Yo entre tanto no paraba de pasar la lengua a lo largo del tronco de esa blanca verga hasta llegar a la punta, y le masturbaba con la mano de forma enérgica con el glande en su boca, y la otra mano en sus pelotas duras llenas de leche… Le gustaba que con la otra mano le agarrase los testículos, sacaba la lengua para poder gemir de placer con los pollazos del moro, después empezó a meterse más hondo, notaba el capullo en mi estómago desde el coño y la de mi entrenador en el esófago. Ya no era la mitad de su polla, solo un trozo como durante la mamada, ahora quiso introducirla entera, chocando mi nariz con su barriga.

Era magnifico, esto me dejaba fuera de juego, me metía y me sacaba entera su polla de mi boca como si nada. Me acariciaba mis tetas pellizcando mis pezones, en tanto el moro me sujetaba del culo calándome su verga hasta los mismos huevos que notaba aporrear mi coño. Y de pronto el entrenador se corrió en mi boca de nuevo, menos mal que esta vez fue rápido corriéndose directamente en mi garganta. Cuando sacó su pollón, aún soltó un par de briosos lechazos más en mis labios y mejillas. Cuando terminó, quedé con unos pelillos en la boca, con semen asquerosamente delicioso pegándose por mis mejillas y mis labios, con ganas de escupirlo todo o vomitarlo también, pues ya había tragado mucho semen por esa tarde. Me llevaron hacia la ducha y me hicieron apoyarme contra la pared. Yo estaba demasiado débil como para poner resistencia. El moro empezó a meterme sus dedos en mi culo…, grité del susto…

– ¿Qué vas a hacer so cabrón?

– Voy a darte por el culo, cariño. Se nota que eso es lo que quieres.

¡¡Noooo, por favor!!¡Nunca me lo han hecho por ahí… estás loco! ¡Me vas a partir el culo!

– ¡A callar! 

Metió dos dedos de manera muy violenta y me hizo sacudirme del dolor, apenas me podía sostener, las piernas casi no me respondían. Los dedos entraban y salían, lenta y duramente. Yo al principio chillaba del dolor, pero poco a poco logré controlarlo, hacer que mi culo se relajara y pudiera recibir los embistes de sus dedos. Y así estuvo follándome el culo con sus dos dedos, poniéndome caliente, gimiendo ante la situación tan extraña. Puso su enorme pollón entre mis nalgas y me sujetó de mi cintura con una mano, mientras la otra enfilaba en mi ano.

– Puedo follarte de dos formas…, duro o gentil. Elige.

– ¡Ufff… por favor, no lo hagas…! ¡Aghhhhmm Dios mío!

– Duro será, dijo mientras los otros dos se reían.

Fue demasiado doloroso. Lloré desconsolada mientras el moro me partía literalmente en dos pedazos y me aplastaba contra la pared. Besaba mi cuello mientras su enorme falo poco a poco entraba y era engullido por mi culito. No entró mucho, y al poco rato se salió de mí.

– Hice un buen trabajo al meter mis dedos, pero aún así va a doler cuando lo meta todo.

– ¡¡¿TODO?!!

Me sentía morir, tan solo me clavó más allá del glande circuncidado y me pareció tremendo, toda la verga era demasiado para resistirlo. No se apiadó y puso otra vez su enorme glande en la entrada de mi ano, y empezó a hacerme una rica paja con sus manos en mi clítoris hinchadísimo, duro como un garbanzo. Yo me mordía los labios con tal de no gemir, pero la verdad es que el hijo de puta sí sabía cómo hacer gozar a una chica.

– ¡Agghggggg… CABRÓN, suéltameee… uffffff….!

– ¿Vas a ser nuestro chochete…? Me tenían muy caliente para negarme, me pedí perdón a mí misma y grité…

– Joder, síiiii, cabrón ¡Hazlo de una vez! ¡¿No vas a continuar o es que eres maricón…?!

– ¿Me lo pides bien, Carolina o te jodo a base de pollazos…?

– Perdona, por favor  dame por el culo…. Seré vuestra putita… joderrrr…. ¡FÓLLAME EL CULO Y NO HABLES TANTO HIJO DE PUTA!

– ¡Jaja! ¿Quieres que te la meta en el culo?

– Hmmm… síiii, por favor sé gentil, que es mi primera vez…

– Te aguantas nena por ser una guarra… ¡No te vamos a follar aún por aquí!

Me soltó, me dejó pegada a la pared con semen goteando entre mis piernas. Fue pusilánime haberme corrido con la paja que me hizo el cabrón, pero así fue. Y para colmo el moro no tenía intención aún de follarme por ahí. Pero ya habría tiempo para ello.

– Veo que has aceptado ser nuestra putilla particular, dijo mi entrenador.

– Sí, lo que sea con tal de que no publiquen mi video….

Mentí como una bellaca, sabía cómo obtener lo que deseaba de un hombre y que él creyera haber sido por su iniciativa, lo que en psicología se llama el “Efecto magnolia”. La verdad es que quería carne y obtuve tres salamis bien gruesos y potentes.

– Bien, a partir de mañana vendrás a entrenar con ropa más sugerente, y sin ropa interior.

– Sí, señor Ferrer.

Vístete. Y vamos a mi oficina, por hoy ya hemos disfrutado un buen rato contigo.

Me dejaron para que me vistiera. Realmente fue una locura. Yo aún me notaba cachonda, pese a que todo fue un tanto denigrante. Debió de ser que me excitaba cuando me trataban así de duro, como nadie lo había hecho hasta ahora. Mientras me ponía de vuelta de mi ropa, no pude evitar morderme la boca pensando en lo puta que me había comportado, y hasta donde podrían llegar en la oficina con esos sementales. En los días siguientes también ser repitió la misma tónica, me habían ganado, me convirtieron en una especie de esclava sexual gustosa de recibir de esos dos árabes y de mi macizo entrenador. De solo pensar en las obscenidades que me harían después del entrenamiento se me mojaba el chochito.

Esa tarde de vuelta a casa cogí mi móvil, vi que mi novio me había dejado un mensaje…, dijo que me estaría esperando esa noche para salir de copas. Si no fuera por ese mensaje, me habría olvidado que tengo novio. Me puse a cien solo de pensar que le estaba poniendo los cuernos con dos moros y un joven madurito blanco como el nácar. Me sonreí al pensar que esa orgía era un capuchino… chocolate moro, café tostado y azúcar con mucha leche, la mezcla que tenía a rebosar en mi coñito y estómago en esos momentos. Me ponía cachonda solo de notar el sabor de la lefa de mi entrenador y el rebose en mi coñito hinchado, esas copiosas corridas que habían salido de sus orondas gónadas, la cuales fabricaban leche a mansalva para llenarme.

Le escribí… “Christian mi amor, hoy no voy a poder que me duele mucho todo el cuerpo de tanto entrenar. El entrenador estuvo un poco cabroncete hoy”.

CONTINUARÁ...

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