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La isla del pecado.

en Confesiones

Hacía semanas que llevaba enganchado al programa este donde los famosos van a una isla durante meses y tienen que pasar una serie de pruebas para poder sobrevivir, Supervivir o Superaventura se llama, no me acuerdo. Lo que no conseguía borrar de mi mente eran los cuerpos mojados y sudados de aquellas concursantes, por no decir cuando caían al agua en alguna de las pruebas y los pezones se les sobresalían por debajo del bikini, era impresionante. 

Los jueves solía ser la gala principal, y yo acostumbraba a verla en el sofá de casa con un bol de palomitas y un paquete de pañuelos por lo que pudiera suceder, pero esa noche fue distinta. Mis padres querían ver una película que habían sacado remasterizada de cuando ellos eran jóvenes por lo que el comedor estaba ocupado. 

Teniendo en cuenta que la televisión de la cocina llevaba semanas rota, la única opción que me quedaba era la tele del cuarto de mi hermana, así que con un poco de suerte, esa noche tendría que estudiar como de costumbre y me la podría llevar a mi cuarto. Para mi sorpresa cuando llegué a su cuarto, Daniela estaba acostada en su cama viendo el programa.

 -¿Hoy no estudias? Pregunté con todo de decepción. 

-Que va, me he enganchado al programa este de los famosos y no me lo quiero perder.

 -Te importa que lo vea contigo, los papás están viendo una película en el salón y la tele de la cocina todavía está rota.

Con cara de muy pocos amigos Daniela aceptó y me dejó ver el programa con ella.  

Aquella noche la verdad es que el concurso estaba de lo más interesante, no solo porque no paraban de haber peleas entre los famosos sino por las pruebas que les obligaban a hacer. A uno casi le muerte un pescado cuando intentaba pescarlo, y no era precisamente pequeño que digamos. Hubo un momento en el que a una de las concursantes se le cayó la parte de arriba del bikini, dejando todos sus pechos al aire. Mis ojos se convirtieron en dos platos, los cuales no conseguían parpadear por mucho que lo intentase. Menudos pechos paso por mi mente, eran perfectos. Daría lo que fuese por poder parar el tiempo, atravesar aquella delgada capa de cristal que formaba la pantalla del televisor y comerme aquel par de senos bronceados por el sol de la isla. 

Fue una pena que encontrase tan rápido el bikini y se tapase de nuevo, pero eso en verdad ya no importaba, tenía la imagen grabada en mi mente y no se iba a borrar tan fácilmente. 

Al poco tiempo empecé a notar algo entre mis piernas que se iba moviendo muy lentamente, durante un instante me asusté pero me di cuenta de que era mi polla que se iba empalmando poco a poco. Intenté disimularlo un poco moviéndome para ver si el pliegue del pantalón conseguía disimular aquello, pero no surtió efecto por lo que decidí hacerme el cansado y cogerme un cojín para ponérmelo encima. Yo solo quería un poco de tiempo para que aquello bajase lo suficiente como para poder irme a mi cuarto y tener la noche tranquila.

La situación no parecía mejorar, mi hermana no paraba de hablarme y mi polla cada vez se iba haciendo más grande; era como si el propio pensamiento de querer que se bajase la erección la estuviese estimulando. Pero todo cambió cuando se hizo un silencio en el programa y mi hermana se calló mirándome fijamente…

-¿Estás empalmado verdad? 

Mi mente sufrió una especie de bloqueo que jamás o por lo menos solo en la época de exámenes había experimentado.

-Sé que te has empalmado, lo he visto. 

-Lo siento, no ha sido mi intención, créeme, no se lo digas a los papás fue mi única respuesta. 

Ella sonrió como aquel que consigue un argumento para destrozar a su enemigo y darle la estacada final: No se lo diré, pero con una condición… 

No era la primera vez que mi hermana me hacía chantaje, así que me podía esperar cualquier cosa de ella; que fuese a por ella a las tanta de la madrugada a recogerla a la discoteca, que le comprase alcohol, o mucho peor, las llaves del piso de la playa para llevarse a sus ligues como hago yo. 

Mi hermana se levantó, y tras mirar a ambos lados del pasillo y ver que no había nadie, fue cerrando la puerta lentamente mientras apoyaba su dedo índice sobre sus labios exigiendo silencio. Se fue acercando a mí con la misma lentitud con lo que lo había hecho todo lo anterior y tras quitarme el cojín, me miró y buscó mi polla entre mis pantalones tras haber introducido su mano en ellos. 

-¿Pero qué haces Daniela? Exclamé. 

-Shhh si sigues hablando así nos van a pillar dijo ella.

 -¿Estás loca? Cómo se te puede pasar eso por la cabeza, somos hermanos. Proseguí. 

-Venga por favor. ¿Crees que no noto que me miras el culo o las tetas cuando salgo de la ducha? Dime que nunca te has masturbado pensando en mí y te dejo tranquilo. 

Tenía razón, solía mirarla de vez en cuando pero solo cuando llevaba un escote muy llamativo o unas mallas demasiado ajustadas, yo lo llamo “ser un hombre”. Y claro que me había masturbado un montón de veces con ella, pero hay una gruesa línea entre imaginarlo y hacerlo.

Mi silencio pareció contestarle, así que sin pensárselo dos veces, encontró por fin mi polla y se la metió en la boca; intenté resistirme pero mi pequeño gemido de satisfacción anuló por completo cualquier clase de reproche. 

Tengo que reconocer que mi hermana la chupa genial. Aunque esta mañana en el desayuno le he tenido que preguntar qué es exactamente lo que me hizo anoche. Ella, entre risas y susurros me comentó que a eso le llama "El rompe cuellos"; consiste en coger la polla del tío e introducirla hasta que el capullo se encuentra encajado en uno de los extremos de la boca, exactamente entre la muela inferior y superior, y una vez ahí, succionar tan fuerte que la polla acabe en el otro extremo de la boca. Así explicado pierde, pero ya os aseguro que cuando te lo hacen pierdes por completo la noción del tiempo. 

En ese momento yo solo rezaba por dos cosas, una que no parase de chupármela y dos; que no entrase ninguno de mis padres. Daniela pareció pasar a mayores y ella mismo empezó a desvestirse, parecía que la que mandaba en esa casa o por lo menos en ese cuarto esa noche era ella, y en verdad era así, era su cuarto.

Otra de las mejores partes fue cuando se quitó el pantalón del pijama y me lo puso en la cara, no sé si fue mi parte enferma a la que se le ocurrió cogerlo, abrirlo y olerlo por dentro; efectivamente acertó mi lado guarro, olía a coño húmedo y eso me hizo empalmarme aún más, no sé qué iba más rápido entre esas cuatro paredes, si la boca de mi hermana o la sangre circulando por las venas de mi miembro.

Ya con los ojos casi en blanco, mi hermana se levantó del suelo y sin quitarme los ojos de encima se sentó encima mía y lentamente de nuevo empezó a restregar su coñito por mi polla. Parece ser que el grueso de esta y las venas salientes le hacían sentir placer porque ella también empezaba a poner las mismas caras que yo. 

-Para Daniela, esto ya es demasiad…justo en ese momento se clavó mi polla en la entrada de su coño. Los dos que no paramos de mirarnos supimos que estábamos a un puto movimiento de cometer algo que desde el origen de los tiempos no se ha permitido entre miembros de una familia, pero en ese instante mi hermana bajó con toda su fuerza haciendo que mi polla se clavase en ella hasta lo más profundo de su ser; demostrando la clase de zorra que estaba hecha.

Sus movimientos eran lentos pero fuertes, subía y bajaba como si una de sus caderas fuese a salirse en el próximo movimiento. Llegamos a un punto en el que quise parar, pero viendo hasta donde habíamos llegado agarré su culo con cada una de mis manos y también participé en ese acto. Pero enseguida me frenó y me dijo con tono serio: aquí mando yo.

Por lo que solo pude dejar mi cuerpo inmóvil y que ella lo hiciese todo. Hubo un momento en el escuchamos un ruido y paramos, pero tras estar un tiempo sin escuchar nada, proseguimos. Menuda escena, mis 22 centímetros clavándose en el enorme culo de mi hermana, de haberlo sabido antes hubiese puesto una puta cámara. De vez en cuando me inclinaba para ver lo que estaba pasando por el espejo de la puerta del armario, cómo subía y bajaba ese culo, era anormal de lo bien que lo hacía, volvimos a escuchar ese ruido por lo paramos, pero nuevamente fue nuestra imaginación y el sentimiento de miedo por lo que estaba ocurriendo en ese cuarto. 

Cambiamos de postura, Daniela me dijo que quería que le diese por detrás, a mí no me gustaba mucho pero quién era yo para negarle la felicidad a mi hermana pequeña, por lo que accedí. Al principio no entraba, yo le dije a Daniela que faltaba bastante lubricación así que ella sin pensárselo dos veces se puso de nuevo en cuclillas y me la empezó a comer y escupir en ella como si que mi polla entrase por su ano fuese cuestión de vida o muerte. 

En ese preciso momento en el que mi polla estaba rozando su campanilla, mi madre abrió la puerta pillándonos por completo. Nada más verla me corrí del puro morbo, haciendo que la boca de Daniela se llenase de mi semen hasta el espacio más recóndito, al mismo tiempo que mi hermana luchaba por tragarse aquella sustancia y buscar una excusa que satisficiese a mi madre mientras la perseguía por el pasillo.