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Sábanas Blancas III

en Fantasías Eróticas

Hasta la sensación de rascarte es agradable.

¿Será porque ya no estoy tensa?

A menudo, me doy cuenta de que mi cuerpo está rígido. Incapaz de bajar la guardia, preparado y con las defensas altas.

Es mi mente.

¿Es distinto él?

A veces, quiero perderme en un mar de emociones que sólo tú puedes provocar.

Es injusto, porque es un sueño y no estoy segura de nada salvo que lo tentador acaba mal.

Teniendo los brazos encadenados al techo con un frío abrumador por la pared en piedra y una iluminación apenas perceptible tengo que luchar con todas las fuerzas de mi alma porqué es morbo en estado puro.

Debía de estar loca.

Majara, era la palabra.

-          ¿Quieres calor?

Se desplazó su voz desde detrás de la espalda.

Mi corazón pegó un brinco tan agudo que me costó respirar.

-          No tengas miedo.

Iba a matarlo literalmente.  Parecía una muñeca en sus manos.

-          ¡Vete a tomar por culo!- grité rabiosa.

-          Conozco formas de mantener esa boca silenciada.

Sabía a lo que se refería y mi cuerpo se movió sólo tratando de pegarle una buena patada en la espinilla.

Su mano sujetó la cintura y el brazo rodeó mi cintura impidiéndome cualquier movimiento. Quedándose en intentos ridículos que me enfadaban más.

-          Eso sólo me excita- sonrió en mi oreja- y a ti también.

-          Más quisieras.

Me apretó más la cintura.

-          Niega que me necesitas.

-          Lo hago bastante bien solita para que lo sepas.

Rió con fuerza y terminó besándome en el cuello.

-           Lo sé.

Frunció el ceño. 

-          Ni que tuvieras cámaras.

Deslicé los dedos por su piel de gallina para abrazarla con ambos.

-          Tienes los pezones en punta- comenté apoyando la barbilla- ¿Lo ves?

Ladeó la mirada hacia otro lado.

-          ¿Intentando que sucumba?

Indignada y agitada.

Una combinación que me puso insoportable duro.

Lamí  el hombro bajando hasta la mitad de la espalda.

-          Podrías hacerme lo que quisieras.

Temblando y conmocionada iba cediendo. Su espalda era una de sus zonas más sensibles.

-          ¡Te odio!

Dijo después de unos increíbles suspiros que jamás le había escuchado.

Un intercalo de mordiscos así como lamidas que la hicieron bajar la cabeza aferrando el labio inferior

Empuñé su pelo ladeándola para que me mirara.

-          Reniega, volviéndolo más fuerte.

Prepotencia irradiaban sus ojos.

-          Precisamente es lo que me gusta- amplió sus labios marcando cada palabra- sostenerlo volviéndolo insoportable.

Un reto que acepté gustoso.

-          Recuerda que lo pediste.

Sorprendido, desapareció de nuevo.

-          Yo no pido, exijo.

Un collar apareció rodeando mi cuello y un tirón en seco me puso de rodillas.

Helado y puntiagudo, el tacón se clavó en mi hombro

Frotó lo que parecía la funda de un condón por mi mejilla.

Rascó el envoltorio sacando un anillo púrpura la mar de divertida.

-          Aclaremos una cosa- mi cuerpo no me obedecía- las cosas sólo se harán a mi modo.

Chasqueó los dedos y mis pantalones desaparecieron.

Las tornas habían cambiado en un giro inesperado.

Tumbado boca arriba junto con una presión en mi polla y la imagen de una mujer de carácter desnuda.  Corbata negra y  botas del mismo color doblando las rodillas a ambos lados de mis costados.

Podía ser extremadamente cabrona cuando quería.

Dolía la hinchazón y lo sabía.

Se empezó a tocar de una manera provocativa.

Directamente hacia su sexo donde palmeo su clítoris suavemente.

Una

Dos

Tres

El ritmo iba aumentado humedeciendo cada más los muslos y estrangulándome literalmente el pene.

Maldito y bendito anillo.

De repente todo volvió a parar y respiré con fuerza.

-          No pares.

En pie, la vista era una auténtica tortura.

-          Los  cobardes necesitan una mentira para eludir la realidad.

FIN DEL JUEGO

ELLA NUNCA SE CONFORMARÍA

PERO ENTRE NOSOTROS: " NUNCA SE DEBE PERDER LA FE"