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La folladora sonámbula.

en Lésbicos

La semana pasada fueron las elecciones y en mi casa no pasaron desapercibido que digamos. En mi familia las ideologías están bastante claras; tanto mis padres como mi hermana son de derechas, siempre intentan posicionarse un poco al centro, pero se les termina viendo el plumero. Yo soy la oveja negra de la familia porque aparte de ser de izquierdas, soy lesbiana.

Todavía recuerdo el día que se lo conté a mis padres. Mi madre se pasó toda la semana llorando cada vez que me veía, mi padre sin embargo fue más tajante, dejó de hablarme. Mi hermana fue la peor, se dedicaba a recordarme cada vez que podía el daño que había hecho en la familia y de vez en cuando soltaba alguna que otra puya, las cuales hacía que yo me cabrease, pero como era de esperar mis padres se posicionaban del lado de mi hermana.

Ese domingo no decidí pasarlo mucho en casa, mis padres llevaban toda la semana ilusionados con los resultados y pasaba de verlos celebrar en caso de que ganase la derecha, así que quedé con un par de amigos y no fuimos a la playa.

Al llegar a casa y abrir la puerta, el silencio pareció ser el único que se había percatado de mi presencia y había decidido saludarme. Mis padres y mi hermana estaban inmersos en el profundo mundo que la tecnología móvil les había brindado y ni se molestaron en apartar la mirada de aquel aparato para saludarme. Al mirar la pantalla de televisión vi que estaban puestos los resultados de las elecciones y para mi sorpresa la izquierda había ganado por mayoría, mientras que la derecha había perdido de una forma aplastante.

-Parece que vas a ser la única de la casa que duerma esta noche feliz, dijo mi hermana. Estos rojos se van a cargar el país, ya verás.

-Mejor ser pobres y morir de hambre, que a tener un país dirigido por un partido homófobo y racista contesté yo.

-Es verdad, se me olvidaba que eras lesbiana y si ganaba la derecha no te dejarían adoptar. Que lástima eh, dijo para terminar con tono irónico.

Le hubiera soltado un guantazo en ese mismo instante, pero eso era lo que ella quería y no le iba a dar ese placer de volver a hacerse la víctima delante de mis padres, así que para celebrarlo le sonreí al mismo tiempo que le guiñaba un ojo.

-Ya que no has aparecido en todo el día  por casa podrías sacar a Camilo a que hagas sus cosas dijo mi padre mientras seguía mirando el móvil.

Estaba tan contenta en ese instante que hasta me dio igual. Así que con una sonrisa de oreja a oreja, cogí al perro y me lo llevé al parque de debajo de mi casa a dar una paseo.

De nuevo en casa, mis padres y mi hermana ya se habían acostado, así que dejé a Camilo en su caseta y me fui a la ducha. Abrí el grifo y una vez ajustados los mandos, el agua caliente empezó a salir, impactando así sobre mí. A mi cuerpo parecía gustarle más le frío que el calor, sobre todo a mis pezones, los cuales se habían puesto lo suficientemente duros como para rayar un cristal; así que para que no extrañasen esa sensación de helor, empecé a pellizcarlos al mismo tiempo que colocaba la alcachofa de la ducha sobre mi sexo.

El agua salía según mi voluntad, unas veces más fuerte, otras más suave. Me encantaba la parte en la dependiendo de cómo girase el mando de la ducha, los chorros salían todos a la vez o solo uno; mi preferida era cuando todos salían al mismo tiempo, era como si un puñado de mini-agujas se clavasen en mi entre pierna y me provocasen el mayor de los placeres. Seguí un rato hasta que cansada de pellizcarme los pezones, comencé a masturbarme con mis propios dedos.

Situé el mando de la ducha en la repisa, y haciendo que ahora solo saliera un chorro, lo puse de tal forma que impactase en mi ano al mismo tiempo que iba introduciendo lentamente mis dedos por las paredes de mi vagina. Aquello fue a mayores, y para que el orgasmo fuese más placentero, coloqué un poco de jabón entre mis dedos, el cual al introducirse y entrar en contacto con mi yo interno, provocó en mí una mezcla de escozor y placer que hizo que me corriese en ese instante. Pero fue en ese momento en el que mi hermana entró en el baño estropeando así el clímax de mi orgasmo.

-Entro a mear.

-Podrías esperar a que terminase ¿no? O al menos avisar, dije yo.

-He avisado al entrar, si no me has escuchado es tu problema dijo mi hermana al mismo tiempo que se bajaba las bragas y colocaba su asqueroso culo sobre la taza del váter.

Cogiendo la toalla y enrollándola en mi cuerpo, salí de aquel baño y me fui a mi dormitorio. Esperé durante un rato a que se me secase el pelo y para que la espera no se me hiciera demasiado larga, decidí leer un libro que nos habían mandado en clase, así me quitaría materia de encima. Pasada una media hora, los párpados me empezaron a pesar y decidí antes de acostarme pasar por la cocina y tomar un vaso de agua, así que cerrando el libro y frotándome los ojos me levanté de la cama.

Al llegar a la cocina grité del susto, buscando el interruptor como una desesperada.

-Qué haces ahí a oscuras, estás loca o qué, le dije a mi hermana. ¿Susana me escuchas?

Esta permanecía callada, con la mirada perdida.

Mira que le gusta hacerse la interesante, pensé.

En ese momento mi madre apareció en la cocina; Qué ha sido ese grito preguntó.

-He sido yo mamá, lo siento respondí. Estaba a oscuras en la cocina y al verla me he asustado. Le he preguntado qué le pasa pero no me ha respondido.

-Cómo te va a responder dijo mi madre con tono vacilante. No ves que tu hermana está dormida.

-¿Cómo?

-Susana es sonámbula. Le ha estado pasando últimamente, tu padre y yo no te hemos querido decir nada porque a tu hermana le daba vergüenza, pero es necesario que lo sepas en caso de que nosotros no estemos y tengas que ayudarla. En estos casos debes hablarle flojo e intentar llevarla a la cama ¿vale?

-De acuerdo mamá, si te parece bien vete a la cama y yo llevo a Susana a la cama ¿vale?

-Vale, muchas gracias me dijo tras darle un beso en la frente a mi hermana y perdiéndose entre la oscuridad del pasillo.

Así que haciendo caso de lo que me dijo mi madre, levanté a mi hermana de la silla y la conduje hacia su dormitorio;

-Te vas a enterar hija de puta le dije en forma de susurro.

Conforme mi hermana iba avanzando por el pasillo, cada pisada suya me hacía recordar todas y cada una de las putadas que me había hecho durante todos estos años y sobre todo la de veces que se había reído de mi condición sexual, así que pensé en cómo devolvérsela de la mejor de las maneras.

Cuando llegamos a mi habitación, quise comprobar hasta qué punto era su grado de obediencia, así que le pedí  algunas cosas fáciles como que se sentara sobre la cama, levantase un brazo o se pusiera de rodillas e imitase a un perro. Decidí tumbarme sobre su cama, y al mismo tiempo que Susana cumplía la orden que le había dado de cerrar la puerta de su habitación con pestillo, yo empecé a desvestirme lentamente.

-Ven aquí, le dije mientras agarraba la muñeca de Susana y la atraía hacia mí.

Una vez frente a mí, su trance y su heterosexualidad no le impedían sorprenderse por la desnudez de mi cuerpo. Mis pechos estaban hinchados, faltaban unos días para que me bajase la regla y eso siempre provocaba en mí dos grandes problemas, uno, que me crecieran los pechos, y dos, que estuviera la 24 horas del día cachonda. Así que sin dejar de pensar todo lo que podría hacer con mi hermana entre esas cuatro paredes de mi habitación comencé a besarla al mismo tiempo que la desvestía.

La empujé sobre la cama, y atando sus muñecas a los extremos de la cama para evitar cualquier tipo de despertar inesperado, Susana de manera instintiva aprovecho la cercanía de su boca y mis pechos para empezar a comérmelos sin habérselo tan si quiera ordenado. Parece que una parte de su subconsciente se moría por probar aquello de lo que tanto se había reído a lo largo de los años. La excitación fue cada vez a más, hasta tal punto de que mientras Susana me comía los pechos, la elasticidad de mi cuerpo me permitió colar una mano entre mis piernas y empezar a masturbar el coño de mi hermana. El placer y la inesperada presión de mis dedos entre las paredes de su coño, hizo que Susana gimiese y mordiese mis pezones en forma de venganza, produciéndose así un orgasmo al unísono entre mi hermana y yo.

Fui bajando lentamente, fijándome en todos y cada uno de los detalles con los que me iba sorprendiendo el cuerpo de mi hermana, hacía tiempo que no la veía así, sin ropa me refiero. Cuando éramos pequeñas solíamos bañarnos juntas, pero una vez entradas en la adolescencia y siendo conocedoras de la vergüenza ya empezamos a ducharnos por separado. Su cuerpo ahora estaba lleno de lunares, sobre todo la parte del cuello y del abdomen, a los cuales dediqué un tiempo a repasar con el filo de mi lengua. Sin embargo sus pechos estaban libres de ellos, los únicos puntos que se atisbaban a kilómetros eran aquellos pezones pequeños pero duros al tacto de mi boca, los cuales me hacían querer cada vez más y más conforme su sabor se iba deslizando por mis papilas gustativas.

Mi mente terminó por volverse loca, y trató aquellos pechos como si de dos bolas de helados en verano se tratasen, las lamía como si el niño de al lado quisiera robármelas o el mismísimo sol se atreviera a derretirlas frente a mis ojos y no dejarme verlas jamás. La respiración de Susana se dejaba notar en el ambiente, parecía gustarle todo aquello, una de sus manos había conseguido librarse de mis ataduras y ahora vagaba ciega por aquella cama en busca de una almohada que le permitiese ahogar sus gemidos.

Mi próxima parada era su coño, mi hermana lo tenía peludo, pero no lo suficiente como para que me diera asco, tenía el pelo justo como para poder saborear la esencia de su sexo y sentir el raspar de aquel vello entre mis labios, era la combinación perfecta.

De siempre he sido una mujer a la que le ha gustado ir poco a poco; empezar dando unos besos alrededor de los muslos, estimular lentamente el clítoris e ir bajando hasta llegar a la vagina, pero esa noche fue todo lo contrario. Fue la adrenalina de tener el coño de mi hermana a 2 centímetros de mi cara lo que me hizo inyectar mi lengua en lo más profundo de su ser. La almohada que Susana había por fin encontrado permitió que ese signo de placer quedase entre ella y yo, haciéndolo todavía más especial. Mi lengua se iba revolviendo y perdiendo cada vez más y más sobre aquellos labios inferiores, al mismo tiempo que no apartaba la vista de mi hermana, viendo cómo se iba ahogando cada vez más y más, escondiendo de mí  su cara de satisfacción, siendo al mismo tiempo delatada por los espasmos de su cuerpo.

Con los ojos inyectados en sangre, llena de frenetismo, me coloqué encima de mi hermana y apartando la almohada de sus manos, agarré su cara con mis manos, y siendo consciente de nuestro contacto visual, coloqué mi vagina sobre la suya y comenzamos a crear ficción entre nosotras. Nuestros coños se iban humedeciendo por momentos, parecía que su sexo y el mío tenían cuentas pendientes desde años anteriores y esa noche se estaban rindiendo culto. De vez en cuando aprovechaba mis subidas de ira para asestar alguna bofetada que otra sobre la cara de mi hermana la cual me las devolvía con cachetadas en mi culo o arañándome la espalda.

Hubo un momento en el que algo pasó por mi cabeza, y como era obvio no podía dejar escapar, así que terminando de frotarme sobre el coño de mi hermana al mismo tiempo que dibujaba una sonrisa de puta y pasaba mi lengua por entre mis dientes, avoqué mi cuerpo hacia la mesa que estaba pegada a mi cama.

Buscando entre los cajones encontré lo que tanto ansiaba, así que apretando hasta el penúltimo agujero, ajuste el arnés a mi cintura. Aquel cinturón contaba con tres dildos, dos internos, es decir, uno para mi coño y otro para mi ano, mientras que el tercero que quedaba fuera, obviamente iba a ser para el coño de mi hermana.

Así que poniéndola a cuatro patas, cogí con mis manos aquellos 28 centímetros de plástico y los introduje de un solo golpe en el agujero de mi hermana. Un sonido sordo de dolor salió de su garganta, el cual fue mejorando poco a poco, pero sinceramente, su dolor junto con aquellos penes entrando y saliendo de mis orificios me estaban creando una sensación increíble. Era impresionante como lo que nos había separado durante tanto tiempo ahora nos estaba uniendo.

El coño de Susana fue cada vez a más hasta tal punto de que esta se giró por completo sin quitarme la vista de encima y me pedía más. Su cara de puta escondida entre su pelo humedecido por el sudor le daba un toque de estrella porno que jamás olvidaré. Susana se corrió al cabo de los minutos y sabiendo que aún quedaba yo por correrme le ordené que me comiera el coño, y así fue.

Susana parecía haber aprendido de lo que minutos antes había hecho yo con su coño. Tal fue mi grado de éxtasis que al mismo tiempo que me corrí, no solo el semen que brotaba de mi coño empapó la boca de Susana, una especie de sustancia viscosa y de color rojo se encargó de mancharla entera de arriba abajo. Me acababa de bajar la regla, pero no pareció importarle mucho, la cual se relamía orgullosa por lo que acababa de conseguir.