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Camino a casa

en MicroRelatos

Eran cerca de las tres de la tarde,  quedamos de vernos en la parada de siempre y justo acabábamos de salir de la preparatoria quien en ese entonces era mi pareja y yo. Esperábamos el camión como de costumbre para ir a su casa a pasar el rato y probablemente coger. Recuerdo que ese día estaba molesto conmigo, no recuerdo bien la razón pero no cruzaba palabra, al poco tiempo pasó la ruta que estábamos esperando.

Me dejó pasar primero para después pagar el pasaje, la ventaja de eso es que quien toma la delantera puede elegir el lugar en el que desea sentarse. El camión iba casi vacío, unas cuantas personas en los asientos delanteros; generalmente nos gustaba sentarnos hasta el fondo porque ahí se congestionaba menos, aunque en esa ocasión no era necesario, fue más por hábito que necesidad. Me senté junto a la ventana en el penúltimo asiento acojinado del autobús y el a un lado de mi.

Como es de esperarse, los choferes de los camiones urbanos de la ciudad son unos desquiciados al conducir, sin mencionar que el mantenimiento que le falta a las unidades no apoya a la causa universal, el movimiento del autobús hacia vibrar los asientos del mismo, una chica no puede controlar lo que pasa cuando su asiento estimula violentamente su entrepierna.

Sentía como las vibraciones estimulaban deliciosamente mi clítoris, me estaba excitando de sobremanera, mi vagina comenzaba a sentirse caliente y mojada. El estaba en su mundo como es de costumbre.  Comencé a darle señales; tomaba su mano o abrazaba su brazo como quien busca atención, sólo me miró y sonrió un poco, lo miré a los ojos mientras acariciaba su entrepierna y me miró desconcertado. –¿Qué estás haciendo?  Dijo mientras miraba alrededor para ver que nadie nos estuviera observando. Él siempre fue más reservado que yo.

Con mi mano frotaba su verga por encima de su uniforme color azul marino, podía sentir como cada vez se ponía más dura y caliente para mi, la saboreaba en mi mente, la conocía de memoria y podía saber exactamente como lucía aunque estuviera cubierta. Miré a los asientos vecinos; vacíos. Baje el cierre de su pantalón, cuidadosamente saqué aquello de lo que tantas ganas tenía y comencé a masturbarlo suavemente. Él me miraba algo agobiado, pensé que ahora si había cruzado la raya pero no paré el juego porque si su verga seguía dura y caliente es que le estaba gustando.

Cuando salió la primera gota del jugo de su verga excitada, no pude resistir el querer lamer aquello que escurría de él, me encantaba sentirlo en la boca así que sin más bajé a conseguirlo. Pasé la lengua alrededor de la  punta caliente y palpitante de su miembro, la chupé como si fuera una paleta de caramelo, suave, lento, salivaba como el perro del experimento de Pavlov ¿Exsite algo más rico que practicarle sexo oral a un hombre? No, y aun no he conocido otra respuesta.

Es difícil maniobrar en un espacio pequeño, pero me las ingenié para meter lo más que podía en la boca hasta asfixiarme al llenarme de él, mientras más adentro la verga más saliva salía de mi. Estaba tan mojada, caliente, excitada. Ya no me importaba tanto que nos estuvieran viendo, yo quería sacarle su jugo y bebérmelo todo caliente, recién salido. Con una mano lo masturbaba, con la lengua y mi boca chupaba la verga y tomé su mano para colocarla en mis pechos para que jugara con ellos, los pezones estaban duros.

Tomé asiento nuevamente, subí una pierna a las suya y me acaricié el clítoris por unos segundos por encima de mi falda para hacerle la invitación, la levantó lo suficiente para meter la mano debajo de ella, sintió la humedad de mi vagina, metió un dedo y me dedeaba suavemente, yo cubría mi boca discretamente para no gemir, le pedí más, un poco más, un dedo más. Introdujo otro, me gustaba cuando los movía dentro de mi, me estremecía sentirlos, estaba perdiendo la cabeza y lo único que quería ahora era montarme sobre su verga caliente.

Me aparté y levanté de mi asiento, me senté en sus piernas e introduje su miembro en mi cuerpo, pero era demasiado notorio, poco duró la satisfacción de coger en el asiento de un autobús, que lástima. Siendo así, no podía acabar sin obtener el premio mayor. Nuevamente bajé a saborear, le chupe la punta que ahora sabía a mi, bajé suavemente a las bolas, succione  con cuidado una de ellas mientras lo masturbaba, quería dejarlo vacío, lamí la base y tronco de su pene, dejé la punta en mi bocam jugando con mi legua y acariciándolo rápidamente, sabía que ya iba a correrse por el sabor que me dejaba todo el jugo que salía de su verga, ya lo quería, era una sed que sólo el podía calmar. Puso su mano en mi cabeza, eso quería decir que ya estaba cerca. –Ahí viene- me dijo y sentí como salía disparado  y llenaba  mi boca el semen caliente, bebí hasta la última gota. Me levanté, me limpié y me senté a su lado, pasamos el resto del camino callados. Quizá seguía enojado conmigo…