miprimita.com

Mi novia, su virginidad y mi suegra. (parte 1)

en Grandes Relatos

No es de extrañar que una historia como esta, se haya grabado a fuego en mi mente hasta tal punto de provocarme una erección.

Tanto Sara como yo, estábamos teniendo una semana muy mala en la Universidad, los exámenes no nos estaban saliendo como esperábamos y para colmo no paraban de mandarnos cada vez más y más prácticas. Le propuse que por qué no usábamos el fin de semana como excusa para irnos a la playa a relajarnos y de paso comer por allí. Sin embargo, declinó mi oferta con el argumento de que su madre se iba a sentir un tanto sola, Sara estudiaba en Granada y aprovechaba los fines de semana para pasar más tiempo con su madre, ya que hace unos meses sus padres se divorciaron y su madre lo pasó bastante mal.

Así que pensándolo en frío y dejando mi egoísmo a un lado, le propuse ir a su casa por la tarde, ver alguna peli o jugar a las cartas y hacer pizzas para cenar; así ella pasaba tiempo con su madre y yo podía estar con ella.

El sábado por la tarde, antes de salir hacia la casa de Sara, pasé por el supermercado a comprar los ingredientes para la cena; el supermercado de mi pueblo la verdad es que es muy característico, te pone justo al lado de la bollería industrial y de los dulces; la sección de lubricantes y preservativos. Tengo que reconocer que desde siempre que he ido, me ha gustado darme un paseo por ese pasillo o incluso he usado la excusa de ir a comprar algo de dulce para pasar por allí cuando iba acompañado de alguien.

Mi vida sexual últimamente dejaba bastante que desear. Sara es muy tímida y reservada, cuesta mucho pasar a mayores con ella. Llevamos siete meses y lo máximo que hemos hecho ha sido masturbarnos el uno al otro, pero es totalmente comprensible cuando hablas de una chica de 18 años que todavía es virgen y que nunca se había enfrentado a un problema como el mío. Pero bueno, era la única chica que me había aceptado tal y como soy.

A lo lejos del pasillo se divisaba un cartel que anunciaba una oferta de tres lubricantes por cinco euros, el hecho de gastarme ese dinero para luego dejarlos aparcados en el cajón, era realmente lo que me hacía dudar entre comprarlos o no. Así que después de pensármelo un par de minutos, terminé liándome la manta la cabeza y comprando los lubricantes junto con el  jamón, bacon, queso, champiñón y carne picada. Esa noche prometía más gastronómica que sexualmente hablando…

Cuando llegué a casa de Sara, aparqué el coche, y toqué varias veces al timbre, así que tras esperar varios minutos y ver que no recibía respuesta alguna, decidí entrar usando la llave que estaba escondida bajo la maceta.

Se me hizo extraño no escuchar nada, tanto en la cocina como en el salón, así que fui a su habitación. Cuando abrí la puerta, Sara estaba durmiendo plácidamente sobre su cama, por lo que decidí no molestarla e ir a mear, ya que llevaba un buen rato aguantándome.

Una vez en el baño, me bajé los pantalones dejándolos caer al suelo junto con los calzoncillos, y sí, tengo la extraña manía de mear siempre con todo al descubierto, mi polla no se lleva muy bien con el roce de los calzoncillos y mucho menos con el de los pantalones. Empecé a mear, cuando de repente escuché como la puerta se iba entornando poco a poco hasta llegar a ver la silueta de alguien que estaba actuando como voyeur. Por un instante pensé en preguntar quién se atrevía a vigilarme, pero siempre he pensado que siempre viene bien un poco de morbo en la pareja.

Así que en un intento por satisfacer a mi espectadora, giré levemente mi cuerpo hasta dejar ver todo aquello que escondía de cintura para abajo. A día de hoy me sigue poniendo a cien la cara de satisfacción que pone Sara cada vez que me bajo los calzoncillos, pero la de aquella noche fue aún mejor, le brillaron hasta los ojos.  Fue ahí cuando fingiendo estar solo entre esas cuatro paredes y lejos de la mirada de cualquiera cuando sentí la suficiente confianza como para poder masturbarme tranquilamente.

De vez en cuando solía mirar de reojo hacia la puerta para ver si conseguía saber si a Sara le estaba gustando lo que veía; pero parece ser que sí,  porque si controlaba mi respiración, se podía escuchar un  rápido y constante chapoteo, y ya os digo yo que ese sonido no provenía de mi entre pierna.

Los ligeros gemidos y los impactos de los dedos de Sara entre las paredes de su coño, iban retumbando cada vez más fuerte  entre las paredes del pasillo, hasta hacerse eco de su orgasmo. Fue su placer el que hizo que yo también me corriera al mismo tiempo que mantenía mi postura frente al baño con la mano apoyada en la pared intentando que cayese todo mi flujo interno dentro del baño.

En ese momento sonó el móvil de Sara y consigo la puerta del aseo se cerró.

Habiéndome limpiado, salí del cuarto de baño y regresé a la habitación de Sara la cual se encontraba hablando por teléfono con una amiga y me dedicó una sonrisa seguida de un guiño nada más verme aparecer por la puerta.

Apartando el móvil de su oreja por un segundo me susurró;

-Creo que mi madre acaba de llegar.