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Mi novia, su virginidad y mi suegra (Parte 2).

en Grandes Relatos

Sara y yo empezamos a preparar las pizzas a medida que su madre iba poniendo la mesa. La cena transcurrió como otra cualquiera. Carla contaba qué tal le había ido el trabajo durante la semana y esto desencadenaba lo mismo en Sara y en mí, los cuales terminábamos contando algo gracioso que nos había sucedido con nuestros amigos en clase o algún profesor que nos estaba amargando la vida.

Después de cenar, Sara y yo empezamos a recoger la mesa, sin embargo fue mi suegra la que permaneció todo el rato sentada como si el hecho de haber estado toda la semana trabajando le diera derecho a tenernos como sirvientes. Normalmente cuando Sara y yo cocinábamos Carla recogía y fregaba los platos, pero ese día fue diferente a la par que extraño.

Al mismo tiempo que íbamos limpiando los restos de comida podía notar la mirada de mi suegra clavarse sobre mi persona. De vez en cuando la miraba de reojo para ver si eran imaginaciones mías lo que estaba pasando, pero después de un largo rato vi que mis sospechas eran ciertas. Carla permanecía seria, mirándome, sin apartar la mirada de todos y cada uno de los gestos y movimientos que yo hacía.

Habré hecho o dicho algo durante la cena que le haya podido sentar mal resonaba en mi cabeza.

En un momento dado Carla se levantó de la silla y esbozando una ligera sonrisa al mismo tiempo que seguía mirándome, se acercó a Sara y tras arrebatarle la bayeta de las manos le dijo:

-Vete a ducha, ya terminaré yo esto.

Sara que como todo hijo de vecino odiaba limpiar, aprovechó su momento de fortuna para marcharse sin mirar atrás, dejándome allí abandonado, a merced de su madre.

Carla y yo estábamos allí parados, mientras yo limpiaba las bandejas del horno, ella colocaba los cubiertos y los vasos en el lavavajillas. Nadie diría que hace apenas unos minutos estábamos conversando tan tranquilamente y ahora hubiera una tensión que se pudiera cortar con un cuchillo. Hubo un momento en el que mi suegra pasó por mi espalda, y sin mediar palabra alguna, me dio un par de cachetadas en el culo.

-Perdona, pero tenías el pantalón manchado afirmaba ella.

Todo habría quedado ahí si no fuese porque no fueron unas simples sacudidas, me agarró los glúteos con su mano hasta dejar sus huellas impresas en mi piel. Cada vez entendía menos lo situación.

En ese momento se me cayó la bandeja al suelo.

-Tranquilo, yo la recojo dijo Carla. Y echándole más leña al fuego se agachó frente a mí postrando su culo no solo frente a mis ojos sino ante mi paquete. Sabiendo que se encontraba en la posición exacta, mi suegra empezó a restregar su culo contra mi sexo.  Ahora sí que estaba claro lo que sucedía.

Mi cuerpo empezaba a reaccionar de cintura para abajo como ocurriría en cualquier hombre y ese día, no iba a ser diferente. Mi suegra no estaba nada mal para la edad que tenía, pelirroja, ojos castaños y unas curvas de escándalo, nadie diría la edad que tiene. Pero joder, era mi suegra…

Carla satisfecha con mi erección, agarró la bandeja del suelo y reincorporándose de nuevo dijo;

-Hay que ver lo que me ha costado coger la bandeja, estaba muy húmeda…

Yo permanecí callado, no sabía qué hacer y mucho menos decir; una cosa estaba clara en esa cocina y era que ella tenía el mando. Carla viendo que no obtenía respuesta alguna excepto de mis partes inferiores, aprovecho mi estado de petrificación para poner su dedo índice en forma de ganzúa sobre la goma de mi pantalón y abrirlo lo suficiente como para ver lo que había generado aquella inmensa tienda de campaña.

-Nunca antes había visto algo como esto dijo al mismo tiempo que iba bajando lentamente con la intención de quedarse en cuclillas, pero fue entonces cuando la puerta del baño se abrió.

Carla se volvió a levantar a medida que me iba guiñando un ojo y diciéndome que guardase silencio con su dedo índica apoyado sobre sus labios.

-Esto no se va a quedar así se atrevió a decirme en forma de susurro al mismo tiempo que me lamía la oreja e Sara se iba acercando cada vez más.

-Ya me he duchado, vemos una peli o qué, exclamaba Sara acostada ya en el sofá.

Aprovechando el embobamiento de Sara con la televisión, fui al baño escondiendo la erección con el mayor de los disimulos, aunque sigo sin saber cómo pude hacerlo. Una vez allí, me eché un poco de agua fría a la cara con la intención de despejarme y olvidar de lo que acaba de suceder, sin embargo, mis órganos reproductores querían justamente lo contrario, necesitaban empalmarse hasta tal punto de reventar a mi suegra tanto por fuera como por dentro. En apenas unos segundos se había formado una pelea interna entre el deseo y lo que era moralmente correcto.

Qué problema había en follarme a mi suegra si ella lo estaba pidiendo a gritos. Además, dudo que se lo contase a Sara, y a unas malas, que me quiten lo bailado. Pero qué coño estoy diciendo, tú quieres a Sara, no vas desperdiciar una relación de casi un año por un simple polvo.

Se empezaron a escuchar voces, era Sara que me reclamaba desde el salón, así que una vez que había conseguido mitigar aquella erección, me sequé la cara y salí.

Como si el destino quisiera jugarme una broma macabra. Sara me había dejado un sitio entre ella y su madre cuando de normal siempre se sientan juntas. Le pregunté a Sara si me cambiaba el sitio, ya que estaba más cómodo en la esquina del sofá pero fue entonces cuando habló mi suegra.

-No, siéntate ya que quiero ver la película.

Sara se tomó el comentario a broma; ya has escuchado a la jefa se limitó a decir.

Por lo que tenía dos opciones en ese momento, tirar de la manta y decirle a Sara que su madre era una violadora o callarme, sentarme y disimular lo mejor posible.

Unos minutos más tarde, pusimos la película, se llamaba a tres metros sobre no sé qué, solo recuerdo que para ser una película de amor me gustó bastante, aunque la habría apreciado más si no fuese por dónde y cómo me encontraba.

Sin embargo a Sara no pareció gustarle demasiado, siempre que una serie o película le aburría, cogía uno de los cojines, lo apoyaba sobre mis rodillas y tras de sí su cabeza, así hasta que le vencía el sueño. Efectivamente, terminó sucediendo eso y cuando Carla fue consciente de que su hija se había quedado durmiendo, no tardó ni un segundo en acercarse a mí hasta tenerme lo suficientemente cerca como para empezar a comerme la boca.

El beso fue una mezcla entre pasión y deseo, aunque yo luchaba por separarme, no quería nada de lo que estaba sucediendo, pero aun así mi suegra insistió.

-Quiero probar eso que tienes ahí de bajo dejó caer en forma de susurro. Antes en el baño me he quedado con ganas de más…

¿Cómo que antes en el baño? O sea que quien me estaba vigilando antes en el baño no era Sara sino su madre. Me he hecho una paja enfrente de mi suegra…me quiero morir.

-Venga, no te hagas el santo, sé que quieres follarme, además, sé que mi hija es virgen todavía, y después de estos meses sin follar, tienes que tener los huevos muy hinchados. Yo puedo solucionarlo decía ahora dándome besos y pequeños lametones en el cuello.

Sara comenzó a toser y con ella su madre volvió al papel que el papel de buena samaritana.

-Voy a traerte un poco de leche con miel, no vaya a ser que te hayas resfriado.

Ahora era el momento idóneo para contarle a Sara lo que estaba sucediendo o al menos decirle que me encontraba mal y que nos fuéramos a la cama, pero antes de que pudiera articular palabra Sara me dijo;

-Quiero que follemos…

-¿Cómo? respondí yo.

-Esta semana he estado hablando con mis amigas de la Universidad y no quiero cumplir los dieciocho sin haberlo hecho antes. Así que tras girar la cabeza y ver que su madre estaba aún sirviendo la leche sin calentar en el vaso, se volvió a acostar sobre el cojín y guardando un poco la postura de chica acostada me empezó a hacer una felación al mismo tiempo que conducía una de mis manos a su coño incitándome para que la masturbase.

Empecé a odiar a esa familia, quería salir por la puerta y no volver nunca más, pero mi lado perverso se apoderó de mi lado de luz y acabé sometido al placer de la carne. Lo peor que podía pasar era que mi suegra nos pillase y se pusiera cachonda, así que enfrentándome al problema de cara empecé a masturbar lo más fuerte que pude a Sara.

Su coño fue humedeciéndose hasta tal punto que si levantaba su culo se podía divisar un charco de cierto fluido viscoso. Por otro lado Sara no se sacaba mis testículos de la boca, parece que hoy tenía antojo de ellos. Cuando giré la cabeza víctima del placer producido por una de las succiones de mi frenillo por la boca, allí estaba mi suegra divisando la escena.

Allí estábamos los dos de nuevo, envueltos en una escena de puro sexo y deseo, pero en este caso estábamos bien emparejados. Ella sola y yo con su hija, para mi sorpresa Carla no estaba masturbándose, pero sí dejaba ver una sonrisa cínica en su cara, manifestando la rabia que le producía ver que era ahora su hija la que se estaba introduciendo en la boca lo que para ella, era suyo.

Así que tras nuestro cruce de miradas, volvió para la cocina y adelantó el tiempo del microondas hasta hacer sonar el timbre, anunciando así su vuelta al salón y haciendo que Sara soltase mi polla.