miprimita.com

Qué bien sienta ver cómo se follan a tu novia.

en Trios

Mi novia ha sido una persona a la que le ha gustado viajar desde bien pequeña. El trabajo de sus padres la obligaba a estar cada varios meses cambiando de casa y de colegio. Ella siempre dice que lo peor era cuando tenía que despedirse de sus compañeros, pero que ahora da gracias a ello porque tiene amigos por todo el mundo. Realmente es una ventaja ya que puedes aprovecharte de ellos visitando un país nuevo y consiguiendo alojamiento gratis aunque eso se vuelva recíproco y muchas veces nos toque a nosotros hacer de sirvientes. 

 

Cuando llegué el lunes de trabajar, durante la cena Gemma me comentó que el fin de semana había estado hablando con su amiga Cristina y que había quedado con ella el viernes que viene para cenar. Era una chica muy simpática que había conocido durante su estancia en los ángeles, su amistad era muy diferente a las del resto debido a que en Los Ángeles fue donde más tiempo había pasado Gemma y eso se notaba bastante. Cristina siempre que podía y cogía vacaciones, visitaba España y se alojaba en nuestro apartamento, salíamos a cenar, de fiesta, se podía decir que había una buena relación; la amistad entre ellas había aumentado y me habían aceptado en su selecto grupo.

 

El jueves por la mañana le propuse a Gemma hacer la cena en casa, llevábamos unos fines de semana bastante fuertes económicamente hablando y todo lo que fuese ahorrar nos venía de maravilla, ella aceptó encantada así que yo me comprometí a preparar la cena. Gemma solo tendría que sentarse a la mesa y disfrutar.

 

Ding dong...Vociferaba el timbre clavándose y retumbando entre las paredes de la casa avisándonos de que alguien llamaba a nuestra puerta. Era Cristina, qué puntual, bueno, cinco minutos antes de lo hablado...como siempre. 

 

Aquellas dos no tardaron ni dos segundos en sentarse en el sofá del salón a cotillear y a ponerse al día de todos sus asuntos.

 

La cena transcurrió como siempre, unos quesos y un poco de jamón como entrantes, un poco de marisco para refrescar el paladar y para rematar una poca de carne roja acompañada de unos vinos para asentar el estómago y perder un poco la vergüenza, aunque de eso entre nosotros había bien poca. Pero como decía un tío mio "toda excusa es buena para beber", y que razón tenía el muy cabrón.

 

Dejando la mesa sin recoger, agarramos cada uno su copa de vino y nos sentamos en el sofá. Cristina tampoco era una chica que parase mucho por su casa, era como Gemma; yo muchas veces les decía que habían sido separadas al nacer, a lo que ellas siempre respondían con una carcajada y un choque de manos. A menudo Cristina nos contaba anécdotas de sus viajes, con la intención de dar envidia a como ella solía catalogarnos cariñosamente, "un par de aburridos que se habían acomodado y no se atrevían a levantarse del sofá". Tristemente era verdad, tanto Gemma como yo habíamos encontrado trabajo hace tiempo y nos limitábamos a cumplir nuestro horario de lunes a sábado y conformarnos con nuestro sueldo que sobrepasaba escasamente los mil euros y a pasar los sábados viendo películas malas de Netflix. Si nuestros antiguos yo's del pasado nos viesen ahora mismo estoy seguro que nos darían una paliza.

 

Muchas veces cuando Cristina nos contaba esas maravillosas anécdotas; Gemma y yo abandonábamos nuestras mentes y solo hacíamos acto de presencia. Queríamos mucho a Cris pero de vez en cuando se pasaba aunque la anécdota de ese fin de semana fue imposible de no escuchar.

 

Cristina había pasado los últimos meses en un pequeño pueblo a las afueras de Alemania, se había ido allí con la intención de esquiar con un par de amigas; con tan mala suerte de que el primer día le pilló un alud en medio de la montaña, dejándola encerrada en la cabaña donde estaba junto a su amiga. Dijo que las primeras horas fueron las peores, no sabían qué hacer ni cómo actuar, contaban con una radio de emergencias, pero ninguna de las dos sabía usarla, solo escuchaban voces de la policía. Pero todo cambió cuando finalmente recibieron noticias por radio de que las iban a rescatar. 

 

Lo más interesante de todo aquello no fue el alud, ni el salvamento sino lo que ocurrió durante la espera entre esas cuatro paredes y los metros de nieve que escondían la cabaña. Cristina nos contó que la calefacción de la caseta se había estropeado, así que su amiga y ella decidieron juntarse para mantener el calor...

 

-¿Os lo montasteis en la cabaña? exclamó Gemma con la boca abierta sin llegar a creérselo del todo.

 

-Sí dijo Cristina con una sonrisa mientras se mordía el índice con malicia y orgullosa por su hazaña.

 

-Pero cómo sucedió eso siguió Gemma.

 

-No sé, ninguna de las dos somos lesbianas, pero empezamos a frotarnos para mantener el calor, una mano suya rozó un pecho mio y una mano mía uno de sus glúteos y cuando nos quisimos dar cuenta mis dedos estaban en su coño y su lengua en mi boca. Y gracias a eso, mantuvimos muy bien el calor.

 

Tras unos segundos de silencio, hablé yo.

 

-Sabes que a tu amiga Gemma siempre le ha puesto muy cachonda tener una experiencia lésbica.

 

-Eso no es verdad respondió ella de manera inmediata a la vez que su cara se iba poniendo más y más roja.

 

-No mientas, me lo has dicho muchas veces contesté dejando mi copa de vino vacía sobre la mesa.

 

-¿En serio? Pues es una pena porque no me importaría repetir lo de la cabaña contigo...decía Cristina mientras se levantaba y se iba acercando poco a poco hacia Gemma hasta tenerla frente a sí. 

 

-Que la bese, que la bese gritaba eufórico siendo víctima del vino que había bebido. 

 

Cristina y yo reíamos mientras Gemma sonrojada jugaba con sus manos mirando al suelo. En un momento dado las carcajadas cesaron y Cristina cogió con sus manos la cara de Gemma haciendo que sus labios se uniesen en uno. Desde mi asiento del sofá se podían ver el cruzar de las lenguas, primero de la mi novia, luego la de su amiga y así continuamente. No podían parar, cada vez se movían más rápido y más fuerte, estaban poseídas la una por la otra.

 

Comenzaron a desnudarse pero les propuse que continuásemos la fiesta en el dormitorio, y así fue. Me acuerdo el primer día que llegamos a esa casa, los antiguos inquilinos habían dejado una especie de sillón que Gemma quiso tirar, sin embargo, yo le dije de guardarlo en la habitación para alguna ocasión. Muchas veces siempre se quejaba del espacio que ocupaba y el poco uso que le daba y tenía razón en los cuatro años que llevábamos viviendo en esa casa no me había sentado nunca, pero ese día lo use como nunca antes lo había hecho.

 

Mientras esas dos locas se revolcaban en la cama luchando por ver quién podía más que la otra, me fui masajeando lentamente el paquete, aquello corría como la pólvora, en menos de un segundo la tenía lo más dura que la había tenido en mis 28 años de vida, pero cómo no tenerla así con la escena que estaban contemplando mis ojos.

 

Cristina acaba de quitarle el sujetador a Gemma y estaba a punto de quitarle el tanga, para cuando parpadeé de nuevo ya se lo había quitado y estaba clavando su lengua sobre su vagina mientras con una mano masajeaba sus pechos con la otra masajeaba su clítoris. A Gemma parecía encantarle, no paraba de mover su cuerpo como si el mismo diablo la hubiese poseído, de vez en cuando dirigía su cabeza hacia donde estaba yo con la intención de mirarme, pero era en vano, el placer la había introducido sus ojos en un blanco continuo.

 

Me desabroché los pantalones, y fui uno por uno quitando todos y cada uno de los botones de mi cremallera, el propio calor de la habitación y la presión de mi miembro hacía que saliesen solos.

Metí mi mano por debajo de mis pantalones y calzoncillos, y una vez agarrada mi polla entre mis dedos comencé a estimularla de arriba hacia abajo. De vez en cuando Cristina se giraba y me dedicaba alguna mirada que otra a mí y a mi sexo, parecía que no tenía suficiente con comerle el coño y hacerle dedos a mi novia.

 

Gemma que era la que menos quería que sucediese aquello era la que más lo estaba disfrutando, ahora era ella la que tenía el control sobre Cristina, había cogido las sábanas de la habitación y le había atado las muñecas mientras le metía el vibrador que solía usar nosotros por el ano, cómo lo estaba gozando la muy hija de la gran puta. Cristina le pedía entre gemidos a Gemma que le tapase la boca y le dijese lo puta que era cada vez que le metiera el vibrador por el ano y así fue, Gemma era muy obediente. 

 

Cansada de usar el vibrador y sin solar a Cristina de sus ataduras, Gemma estiró las piernas de Cristina dejando un espacio considerable, permitiendo que ambas pudiesen clavar el coño sobre el coño de la otra y empezar a crear fricción con el roce de ambos. Los gemidos iban aumentando no solo en sonido sino en estimulación, desde el sillón se escuchaba el chapoteo producido por la extrema excitación de sus coños. Sin aviso alguno, Gemma se levantó de la cama y se postró ante mí de rodillas y echándose el pelo a un lado comenzó a comerme la polla.

 

Cristina que no podía hacer nada gritaba desde la cama que volvíesemos enseguida, así que tras estar segura Gemma de que mi polla estaba lo suficientemente dura, me cogió de la muñeca, me arrastró de la muñeca hasta la cama y tras empujarme sobre ella y liberar a su amiga, cada una de ella se avalanzaron sobre mí.

 

Gemma decidió sentar su culo su culo y su coño sobre mi cara mientras que Cristina sin pensárselo dos veces se llevó mi pene a su boca y acto seguido se lo introdujo en su coño. Era la primera vez que esa cama veía un triángulo amoroso o en ese caso sexual, Yo le lamía el coño a Gemma y al mismo tiempo se la metía a Cristina y mientras ellas dos se comían la boca encima mía y estimulaban el clítoris de la otra. 

 

A los pocos minutos experimenté la sensación de ver cómo el líquido seminal de Gemma caía sobre mi boca y mi cara a consecuencia del orgasmo que mi lengua y los dedos de Cristina sobre su clítoris habían producido. Cris y yo aún no nos habíamos corrido, así que mientras Gemma miraba desde una rincón de la cama satisfecha por lo que acaba de pasar, Cristina restregaba su tremendo culo sobre polla al mismo tiempo que le decíamos a Gemma que aquella noche la habíamos preparado ella y yo desde hace tiempo y acto seguido nos corrimos mirándonos entre nosotros y sumándonos al estado vegetativo de Gemma.