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Morbo en el concierto

en Voyerismo

Morbo en el concierto

Esto nos sucedió el año pasado, y es la historia más morbosa que puedo imaginar. Al igual que muchos hombres, siempre he deseado ver a mi mujer con otro, aunque como nos pasa a la mayoría eso queda en nuestra oscura mentalidad relegado a un sueño húmedo.

Sin embargo, la noche que decidimos mi mujer y yo ir a un concierto de Burning mi sueño casi se hizo realidad. Desde novios yo instaba a Ana, mi mujer ahora, a vestir todo lo sexy que pudiera dentro de lo que permitiera el decoro, que en su caso es un valor que tiene muy elevado. Yo me moría de gusto viendo cómo los hombres la miraban con aquellas minifaldas, pantalones cortos o mallas muy ajustadas que se ponía entonces. Ahora con 50 años ya no tiene el fabuloso cuerpo que tenía de joven, pero al cosechar un cuerpo bastante más rotundo muestra un hermoso culo, muslos bien repletos, y sobre todo unos fabulosos pechos que no pasan desapercibidos.

Lo cierto es que para aquél concierto, en vista de que era un grupo de nuestra juventud, la convencí para que se pusiera aquella minifalda vaquera tan corta que según ella “ya no me entra” y una blusa blanca bastante apretadita y que marca bien sus excelentes atributos. Y la guinda fueron los tacones, no tan altos como los que llevaba antes, pero suficiente para darle ese aire cadencioso al andar.

El teatro estaba lleno. La platea estaba sin asientos, de modo que todos estábamos allí de pie. Como Ana es bastante más bajita que yo me coloqué detrás de ella, de modo que lo viera bien. Empezó a llegar más gente y aquello se llenó aún más, de modo que todos estábamos muy pegados unos a otros.

Empezó el concierto y la gente se movía al ritmo de la música, así que era difícil no darse con los que nos rodeaban. Al cabo de un rato vi que Ana me miraba de vez en cuando y no sabía por qué era. Entonces me fijé en el que tenía a mi lado. Era un joven con cuerpo de gimnasio marcando de todo con su ropa ajustada. Aunque no puedo opinar, me parecía un joven bastante atractivo. Debido a la aglomeración, nos habíamos desplazado, y parte de su cuerpo coincidía con el de mi mujer. Ella debía haberlo notado, y por eso me miraba.

Intenté retomar la posición, pero fue imposible con tanta gente; de hecho, creo que perdí parte de la mía. Al final el joven tenía a casi su entera disposición el culo de Ana. Entonces mi mente calenturienta empezó a imaginarle metiendo mano a mi mujer, y la sangre empezó a concentrarse en esa parte…

Cuando desperté de mi ensoñación observé la realidad. Lo cierto era que ese joven estaba restregando el paquete por el culo de mi mujer. Ella no miraba atrás, pero veía bien su rostro. Tragaba saliva, estaba inquieta, pero parecía gustarle; de hecho, ella se movía también. En un momento de separación pude ver el paquete del maromo. ¡Tenía una erección de caballo!

De repente, el joven pasó su brazo derecho por la cintura de ella, que no puso objeciones. Mi erección también era de campeonato, viéndola dejándose meter mano por un extraño… No podía ver lo que hacía la mano, pero yo estaba paralizado por la excitación. Al fin vislumbré, como era evidente, que estaba acariciando (más bien estrujando) una de sus grandes tetas. Mi mujer había echado para atrás la cabeza, como hace cuando estimulo alguno de sus sensibles pezones. Evidentemente lo debía tener erecto.

El chico me dio un empellón y me echó definitivamente, pasando el otro brazo también por la cintura y agarrando el otro pecho. Ella debía estar muy excitada, pues no puso pegas cuando metió la mano bajo la blusa…

Ana se dejaba hacer, pero tampoco estaba activa. El chico, evidentemente, se estaba masturbando con su culo, y, de hecho, noté cuando se corrió por sus estertores, apretando las tetas con mucha fuerza…

Una vez llegada la corrida, el chico fue soltando las manos y se fue escurriendo entre la gente. Yo me coloqué de nuevo tras mi mujer, que se giró y me dijo “eres un guarro…”

Entonces lo comprendí todo. Ella había pensado que siempre había sido yo. Parte de la excitación se me fue con el equívoco, pero luego recapacité y me centré en los hechos: un desconocido había restregado la polla con el culo de mi mujer hasta correrse.

Al acabar el concierto volvimos a casa, apenas sin hablar.

-           Mira, so guarro -me dijo mostrando la falda- me has manchado…

Efectivamente, la minifalda presentaba una mancha de semen donde se había corrido el joven. Aquella noche hicimos el amor como monos, lo que me llevó a pensar si ella no se habría dado cuenta y se calló para seguir casta, pero no lo podía asegurar. Ahora estoy buscando otro concierto…

Fin