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De mañana

en Transexuales

Anoche llegamos tarde y cansados. Nos metimos en la cama y dormimos.

Esta mañana, al volverme hacia el centro me he encontrado de golpe con tu culo.

He tocado la braguita que lo cubre y, por encima de tu cintura, enrollado, el ligero camisón corto de seda con el que duermes.

Su contacto y tu calor han despertado a mi monstruo que, perezosamente, ha empezado a levantar su cabeza.

Me he ido acercando.

Primero mi mano, tímidamente, ha rodeado tus nalgas. Se ha paseado por ellas suavemente, disfrutando de tu piel y de la poca tela de tus bragas.

Luego he pasado a tu espalda. Fina y fuerte. 

He acercado mi cabeza a tu cuello y he olido el calor y el perfume que desprende por la mañana. ¡Tan sensual! ¡Tan femenino y a la vez varonil! No es sólo el perfume que usas. Tu cuerpo huele bien casi en cualquier circunstancia.

Arrimo mi pelvis a tu culo y, como si realmente estuvieras dormida, te acomodas con mi polla entre tus nalgas. Como un gato perezoso.

Meto mi brazo derecho bajo tu cabeza y te abrazo. Te gusta. Murmuras un "buenos días" más murmuró que pronunciado.

Acaricio tu pecho por sobre el satén. Mi rostro sigue hundido en tu cuello, aprendiendo cada día a relacionar tu aroma con el sexo matutino.

Te rebulles como si quisieras separarte de mí, pero tu culo dice otra cosa. Acomodas mi polla entre tus nalgas con glotonería.

Mi mano izquierda va deslizándose desde tu pecho hacia tu vientre, mientras la derecha sigue acariciando tu pecho, ahora por debajo de la fina y sensual tela.

Sigo mi recorrido hacia tu sur y llego a la goma de la ropa interior sobre la que empieza a asomar tu preciosa y apetitosa polla, ya semierecta.

Te beso el cuello y empotro más mi falo entre tus nalgas.

"Espera", me dices. "Así no puedo. Tengo que mear".

Yo también. La meada de la mañana aún no ha llegado y así no es buena forma de follar.

Nos levantamos y vamos juntos al baño.

Me dirijo a la taza del water, pero me detienes.

"¿Vamos a desaprovecharlo?"

Tu sonrisa pícara no deja lugar a dudas.

No es habitual en ti, pero en ocasiones te gusta desayunar fuerte. Y a mí, entonces, también.

Nos metemos en la bañera y te sientas en el suelo, mirándome desde abajo y sonriendo.

Verte así aumenta mi erección y eso me dificulta la micción.

Tengo que dejar de mirarte un momento y pensar en otra cosa para que se relaje.

Por fin.

Apunto a tu boca abierta y suelto un fuerte y oloroso chorro.

Lo recibes con delectación, aprovechando todo lo que suelto.

Te escurre de la boca al pecho y lo disfrutas acariciándote la polla.

Acabo.

Te levantas y me plantas un húmedo beso en la boca.

Ahora soy yo quien quiere aplacar su sed.

Pero mi hembra no mea de pie. Lo tiene prohibido.

Me tumbo en el suelo y tú te pones en cuclillas sobre mi cara.

Pones tu polla en posición vertical y, despacio, comienzas a vaciar tu vejiga en mi boca. No dejo escapar ni una gota.

Tu meada sabe a gloria, como tú. Está caliente, y al escurrir de mi boca y mi barba por mi pecho me excita aún más si cabe.

De repente, por el esfuerzo y sin poderlo evitar, sueltas un pedo.

Te cacheteo ese culo guarro, y la risa te impide seguir meando.

Te agachas y nos damos un morreo antológico juntando nuestras lenguas. Nos ponemos de pie y seguimos besándonos.

Me encanta masturbar nuestras dos pollas con una sola mano mientras estamos de frente y nos comemos la boca.

Estamos así un buen rato hasta que te doy la vuelta y te doblo por la cintura. Obediente, te agachas y me ofreces tu apetitoso culo a mi lujuria.

Echo en mi mano un poco del gel de baño y, con delectación, lo extiendo por la entrada de tu culo y por mi polla.

Abro con las dos manos tus nalgas. Voy distendiendo tu esfínter, primero con un dedo, luego con dos.

Te encanta. Gimes y gruñes como una perra. Mi polla está a reventar.

La agarro y la dirijo hacia su objetivo.

Llega a la puerta y empuja.

Tu culo aún no está habituado ser penetrado rápidamente.

Empujo un poco más. Sé que te duele, pero también sé que en un momento el dolor se tornará placer.

Agarro tus caderas y sigo empujando mientras la traigo hacia mí.

Una vez que la rosa cabeza ha entrado, paro un momento para que te acostumbres y tus gemidos dejan de ser de dolor para ir tornándose en gemidos de placer.

Ya está todo hecho. 

Sigo empujando y entro del todo en ese hogar confortable que tanto deseo.

Empiezo el mete y saca. Me doblo sobre tu espalda, te abarco la cintura con mi brazo izquierdo y con la mano derecha agarro tu polla que, con la penetración, ha perdido un poco de su dureza.

Vuelves tu cara y nos besamos. No es la postura más cómoda, pero tu flexibilidad lo hace más fácil.

Te masturbo y tu polla recupera la rigidez deseable.

Bombeo cada vez con más ardor. La lubricación hace fácil la tarea y ahora tus gemidos se han convertido en gritos de placer.

Te corres como la puta que eres. Un corridón que salpica la bañera y mi mano.

Sigo follándote y, antes de correrme, me retiro.

Te vuelves a mirarme desde abajo.

Chupo todo tu semen de mi mano. Doy tres fuertes meneos a mi polla y descargo toda mi lefada en tu preciosa cara.

Te levantas y nos comemos los morros con cariño mientras nos duchamos y nos limpiamos.

Una vez secos volvernos a la cama.

Nos abrazamos y volvemos a dormir otro rato.