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El sueño de estar con mi suegra. Real.

en Sexo con maduras

Lo que voy a relatar a continuación es un hecho totalmente real. Primero haré una breve introducción sobre mi persona y mis gustos para que podáis entender bien y os podáis meter más y mejor en la situación.

Tengo 50 años y estoy casado, aunque hace muchos años que no tengo relaciones sexuales con mi mujer por diferentes motivos. Siempre he tenido pasión y devoción por las mujeres maduras. Esta pasión, convertida ya en necesidad fue lo que me hizo salir y empezar a frecuentar locales a los cuales suele ir gente de 55 años hacia arriba. No fue especialmente fácil, pues yo entonces no llegaba a los 40 años y les parecía muy joven, pero con tesón, paciencia y a base de no tirar la toalla conseguí mi primera relación, y a partir de ahí, he tenido bastantes contactos y relaciones con señoras maduras y muy maduras.

Como casi todos los hombres, yo tenía fantasías, pero por encima de todas, estaba la de mi suegra. Mi mente no dejaba de tener esa fantasía de tener un día relación sexual con ella. Tan profundo era ese deseo como complicado. Vivimos en un pueblo de unos 20.000 habitantes, lo cual no facilitaba precisamente las cosas. Mi suegra es una ama de casa de toda la vida, para que os hagáis una idea. 75 años. Una señora más o menos delgada, pero con sus curvas, pelo corto castaño clarito, siempre bien cardado y arreglado de peluquería, unas piernas y un trasero de escándalo, no muy alta, pero perfectamente proporcionada, y unos pechos no excesivamente grandes, pero si muy bien puestos, redonditos y perfectamente moldeados. Cuando coincidíamos no dejaba de mirarla ni de fijarme en ella. Suele vestir con leggins  y faldas, y no se cual de las dos prendas le sienta mejor. Los leggins le marcan las piernas y el trasero de forma maravillosa y con la falda y cuando se sentaba y se abría un poco la imaginación se me iba. Según pude intuir por las conversaciones, apenas tenía relaciones con su marido. Es una mujer muy habladora, y bromista, en todos los temas y a mi eso me ponía y me pone muy cachondo. Como ya he comentado, la situación era tremendamente difícil porque no sabía como entrarle, ni mucho menos me atrevía. Mientras pasaba el tiempo yo continuaba mi camino de salir y de tener mis relaciones, pero cada vez que la veía continuaba teniendo deseos con ella. Con la enfermedad de mi suegro nos veíamos bastantes más veces, y nos quedábamos solos, pero el atrevimiento mío era menor que el de antes, así que nada de nada. Continuaba pasando el tiempo, y ya entendí que aquello nunca llegaría a nada y mi interés fue decreciendo. Por desgracia mi suegro falleció, pero todo continuaba igual, y ya dí mi fantasía y mi sueño por perdido.

Pero no, cuatro años después del triste acontecimiento, cuando ya conseguí no estar tan obsesionado con la fantasía, sucedió...

Y sucedió por navidades, justamente hace dos meses. Y cuando menos me lo esperaba. Vino a casa un día, a traer unas cosas para su hija, estuvimos, tomando café, y charlando los tres tranquila y animadamente. Estábamos planeando la cena de final de año, que ella tenía que venir a cenar con nosotros, bromeábamos, y en un momento le puse la mano encima del muslo cariñosamente, sin ánimo ni pensamiento de nada mientras respondía a uno de sus comentarios. Recuerdo que llevaba unos leggins negros de raso. El gesto de poner la mano encima y quitarla duró apenas un segundo, fue una especie de palmadita cariñosa. Estábamos sentados en un sofá con una mesa delante, los dos juntos, y mi mujer a la otra parte de la mesa. Mi sorpresa fue cuando ella me coge de la mano y me la pone encima de su muslo otra vez, yo me quedé en blanco. En eso que se levantó mi mujer y salió a hacia la cocina, mi suegra me dice: -me habrás hecho una moradura- y yo que no sabía como actuar le dije: -no creo suegra, pero si así fuera esto tiene solución-. Luego noté que me tocaba los dedos de mi mano. En esto, mi mujer regresaba al salón, y ella apartó lentamente mi mano de su muslo. Yo no daba crédito, pero lo bien cierto es que me empalmé como nunca. Así las cosas ella se levantó para irse y al levantarse del sofá se apoyó ligeramente en mi, y se dio cuenta de que estaba a tope, lo cual hizo que yo me girara y disimulara todo lo que podía, pero se dio cuenta perfectamente del estado en el que estaba.

Ella se fue y a mi poco a poco se me fue bajando el sofocón, pero estuve toda la noche pensando en eso. Florecieron en mí de nuevo los deseos hacia ella y aquella fantasía que ya había dado por perdida hace tiempo. Al día siguiente mi mujer, mi hija, mi cuñada y mis sobrinos se iban a la ciudad de compras, cosa típica y tradicional por esas fechas navideñas. Yo me quedé en casa tranquilamente. Después de comer yo sólo y tomarme mi café y mi copita, suena el timbre, y resulta que era ella. Yo me quedé a cuadros, me puse nerviosísimo, y cuando sube le dije: -no se acuerda que su hija se fue de compras?- y me responde: -si claro que me acuerdo, he venido a tomar café contigo-. Ese día mi suegra no venía con leggins, llevaba una falda por la rodilla con unas medias negras de licra y un top negro precioso que le marcaba toda su figura. Tomamos café, y decidí jugarmela a todo o nada. Le pregunté si le había salido la moradura. Me respondió así: compruébalo tu mismo, y cogió mi mano y me la puso encima de su muslo. Me subieron unos calores tremendos, pero yo la mano no la aparté. Empecé a acariciarle el muslo mientras intentaba charlar con ella para no se si disimular más o que. Poco a poco mi mano se subió hasta rozarle las bragas, y como no apartaba mi mano, el roce se convirtió en caricia, hasta que noté que suspiraba. Entonces metí ya descaradamente mi manos por dentro de sus medias, y poco a poco por sus bragas. Ufffff estaba mojadísima. Aquello me acabó de encender. Ella previamente había ido abriendo las piernas a la par que yo iba acariciándola. Yo estaba ya encendido, le acariciaba su clítoris, mientras ella eso sí, con los ojos cerrados suspiraba cada vez más. No cruzábamos ninguna palabra. Saqué mi mano de debajo de su falda, le tomé su manó para que se levantara del sofá, y cogido de su mano la llevé poco a poco a la habitación. No daba crédito a la situación. Estaba fuera de mí. Tantos años deseando esto y lo tenía en mis manos.

Una vez en la habitación, la abracé por la espalda, y empecé a acariciarle por fuera sus pechos, dios mío!!! Que placer. Empecé a besarla por el cuello, mientras mis dos brazos la acariciaban y porque no decirlo, la sobaban por todos lados. Ella sin abrir la boca para nada, la oía suspirar. Con tacto y delicadeza empecé a desabrocharle la falda, el culo sencillamente espectacular, le subí el top se lo quité, le desabroché el sujetador, y mientras con la otra manos, me iba desvistiendo yo. Cuando ya le quité el sujetador y se quedó con medias y los pechos al aire, le di la vuelta y empecé a chuparlos, sus suspiros se iban convirtiendo en gemidos. Yo ya no podía más. Empecé a bajarle las medias. Cuando ella se sentó en la cama para quitárselas por completo, aproveche yo para quitarme los pantalones y los slips. En el momento que me incorporo, me coge la polla y de un empujón se la mete en la boca. En la vida había sentido ese placer y ese gustazo. Me hizo dos mamadas de escándalo, y yo aproveche para quitarme la parte de arriba. Ya desnudos los dos la tumbé en la cama, le pasé mi manos por su coño. Aquello estaba húmedo no, lo siguiente, y ya no dude en bajarme y empezar a chuparlo y comerlo. Wooow como disfrutaba, ella y yo los dos. Yo me contenía. No podía fastidiarla ahora. A los pocos segundos los gemidos se convirtieron en pequeños gritos de placer. Se corrió en mi boca, no lo podía creer. Mi suegra de 75 años corriéndose en mi boca. Aparté mi boca de su coño, me esperé uno segundos, y entonces la cogí de las piernas, las separé y empecé a penetrarla. Aquello parecía Troya. Ella me cogió primero de la cintura y después del cuello y la cabeza. Los pequeños gritos de placer se convirtieron el chillidos, gemía sollozaba, y yo cada vez aceleraba más. Se volvía loca. No quería que me apartara. Madre mía que manera de follar mi suegra. Nos volvimos locos los dos. Cuando ya no pude más me corrí, ella se había corrido ya tres veces, y lo más hermoso es que nos corrimos juntos. Aquello fue maravilloso. Nunca había sentido nada igual. Cuando ya recuperamos, y nos limpiamos y nos vestimos, volvimos al salón. Seguíamos sin apenas hablar. Me dijo las siguientes palabras: -esto no puede volver a repetirse- a la cual yo le respondí: poder repetirse se puede, otra cosa que no se deba o no se quiera repetir-. Así quedó la cosa. La llevé a casa con el coche, ya que sentía las piernas doloridas y la cadera. Yo estaba en una nube. Cuando volvimos a coincidir con la familia las miradas eran inevitables por ambas partes, pero había que guardar las formas.

Y sí, volvimos a repetir, y de he hecho continuamos, y cada polvo, mejor que el anterior. Simplemente sentía esa necesidad de contar lo que realmente había deseado durante tanto tiempo y sucedió cuando menos lo esperaba.

Un saludo a todos.