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La Reme, de beata a choni, 6

en Sexo con maduras

LA REME, DE BEATA A CHONI, 6

(Nota: contiene Amor Filial)

 

Vi llegar a mis padres antes de que ellos me viesen a mí, y así pude recrearme en la imagen de la jamona de mi madre que vestía un ajustado traje chaqueta, algo juvenil para su edad, marcando sus formas. Hacía tiempo que no la veía, unos dos años, creo, y la encontré cambiada, pero seguía estando bien buena. Parece que las raciones de polla a las que la tenía acostumbrada mi antiguo amigo Paco la mantenían cada vez más juvenil. Sólo algunas arrugas delataban que ya frisaba los 56 años, pero seguía estando como para parar un tren. De hecho, no fui el único tío que se fijó en su cuerpo. Había un par de chicos tras de ella que contemplaban su culazo como hipnotizados.

En cuanto a mi padre, lo vi como siempre: un poco más gordo, un poco más calvo y un poco más viejo. Rondaba los sesenta y se le notaba.

Finalmente, acudí al encuentro de ambos y tras un rápido abrazo de rigor a mi padre, me centré en mi progenitora. La estrujé fuerte para ver que tal andaba de firmeza en sus tetazas.  Quería que notase mi polla, que ya estaba algo morcillona. Por recordar los viejos tiempos, más que nada.

Me demoré un poco al besarla en la mejilla para frotar bien mi cebolleta, mientras, disimuladamente le sobaba el culo. Traté de darle un buen repaso general.  Ella, que de tonta no tenía un pelo, se dejó hacer, sonriendo y susurrándome al oído. “Vaya, vaya… cabronazo. Sigues en forma, ¿eh?”. Al tiempo que la achuchaba, le contesté: “Ya te digo…”. Ella remató el diálogo con una sonrisa falsa y añadió, cuando su padre sacaba distraído las maletas del carrito:

-¡Pues no creas que voy a volver a caer en tus trampas, cerdo! Me dejaste tirada como una colilla y que sepas que ya tengo quien me riegue el perejil…

Abrí la boca para contratacar, pero mi padre apareció en ese momento y preferí postergar la conversación pendiente con un:

-Pues, yo también me alegro mucho de verte, mamá…

Ahora estaba picado con ella. Si pensaba retarme, ponerme cachondo y que no le diese una buena ración de polla lo llevaba claro. Ahora sí que me la iba a follar a base de bien a la muy puta. En recuerdo de los viejos tiempos. Además, tenía la sensación (y el tiempo iba a darme la razón) de que ella seguía siendo una grandísima zorra y no era nada inmune a una buena polla, y que, a la primera ocasión, se iba a amorrar otra vez al primer rabo que había chupado y le había petado el culo: el mío.

El único escollo es que sólo iban a estar dos días en la ciudad, por lo que las oportunidades no iban a ser muchas. Pero, bueno, me encantan los retos.

Ya en casa, estaban esperándonos mi novia, Lina y sus padres, Reme y Gustavo. La chica les encantó los míos, como no podía ser menos. Aunque Lina tuvo que irse enseguida y no se quedó a comer con nosotros. Trabajaba esa tarde. 

La comida la hizo mi suegra, aunque comimos en mí apartamento. La cosa no fue todo lo distendida que habría esperado. Gustavo y mi padre se cayeron muy bien. A fin de cuentas compartían más cosas de las que podría esperarse, los dos eran unos pichaflojas cornudos, casados con sendas jacas viciosas a las que eran incapaces de satisfacer. Aunque, obviamente no hablaron de eso, sino de fútbol, coches y gilipolleces similares.

En cuanto a las dos zorras, había una tensión latente entre ambas que acabó desatándose cuando salieron a fumar a la terraza y empezaron una competición de a ver quién era la que había cuidado mejor de mí, si mi amada madre o mi entrañable suegra.

Es probable que alguien no avisado que hubiese visto la disputa no percibiese más que una amigable discusión acerca del indisimulado afán de complacer de una madre y una suegra hacia un joven encantador como yo. Pero el que se fijase atentamente, podría percibir la tensión sexual latente entre ambas, una competencia por el macho.

Estoy seguro de que, mi madre, conociéndome, en seguida se debió dar cuenta de que me había cepillado a la Reme. Encajaba perfectamente con mis gustos. Pero no creo que la Reme sospechase lo más mínimo que yo me había tirado a mi madre. Supongo que eso es algo que desbordaba sus esquemas. Está claro que todavía no me conocía del todo. Me parece que lo que más temía Reme de mi madre es que la eclipsase el día de la boda. Era obvio que ambas eran jacas del mismo estilo. Mi madre un poco más alta, pero las dos eran mujeres contundentes y jamonas que, a poco que se arreglasen en plan putón, podrían levantar la polla a un muerto.

Observándolas, recuerdo que pensé algo así: "Vaya pareja de guarrindongas que están hechas estas dos. Discutiendo por un tío que podría ser su hijo o su yerno (de hecho lo es... ja), mientras sus respectivos cornudos confraternizan en la habitación de al lado. Supongo que mirando cuál de ellos tiene la cornamenta más larga... Porque en cuanto a sus ridículas pollitas... No, seguro que lo que hacen es discutir los detalles del banquete. A ver cuál de los dos tontos pone más pasta para financiar la boda del chulo que ha desvirgado el ojete de sus respectivas esposas. ¡Vaya planazo!"

Menos mal que mi novia no estaba y se ahorró el bochornoso espectáculo de ver como la putilla de su madre y la guarra de su suegra marcaban territorio para proteger su derecho de pernada sobre mi polla.

Las espié un rato divertido. Me gustaba ver cómo la Reme, transformada ya en una choni de manual, meneaba sus enormes y siliconadas tetazas frente a mi altiva madre que, como experta chupapollas que era desde que se la traspasé a mi colega Paco, el del puticlub, la miraba haciendo muecas burlonas desde su mayor estatura.

Y eso que mi madre, enfadada como estaba conmigo por la forma en que me largué de casa tiempo atrás, trató de mostrarse distante y arisca conmigo en todo momento.

Pero a mí, que me gustaba jugar y que la conocía mejor que ella misma, me bastó tocar un par de teclas, rozar un par de veces a la putilla en sitios estratégicos, para ir poniéndola como una zorra en celo. Sabía cómo era y que el roce de mi polla en el aeropuerto y las miradas nada inocentes que le lanzaba de vez en cuando iban a derribar sus defensas. Estaba confirmando mi intención de volver a follármela y quería ir preparando el terreno.

La Reme, que de tonta no tenía un pelo y era, además, muy intuitiva, enseguida olió a chamusquina, y aún sin ver muy clara la situación, se propuso torpedear mis intenciones. Menos mal que Reme, no tenía ni idea de que entre mi madre y yo había, o había habido, algo más que una relación familiar corriente y moliente. Si lo hubiese sabido seguro que la lía parda…

Mi madre se coscó enseguida de qué iba el asunto, viendo la celosa actitud de mí la guarrilla de Reme,  y la toreó como buenamente pudo. Yo, desde fuera, miraba su combate dialéctico, de esgrima verbal chusca y hortera, procurando divertirme y recreándome con las tetas de ambas y sus pezones saltarines, mientras discutían detalles de la boda y hablaban de mí, como si no estuviera. Cada una de ellas proclamaba mis virtudes y trataba de hacerse portavoz de mis intenciones...

Supongo que ambas tenían razón, si tenemos en cuenta que mis intenciones eran, pura y simplemente, repartir esperma equitativamente por sus respectivas jetas... La diferencia era que ellas querían la exclusiva de mi lefa y yo no estaba dispuesto a restringir su reparto... 

Después de contemplar la pelea de gatas durante un ratito, decidí tomar cartas en el asunto antes de que la cosa fuese a mayores. La Reme, muy en su papel de choni barriobajera, estaba empezando a perder los papeles y parecía bastante evidente que su interés por mí excedía al de una suegra... Mamá, que ya veía claro que me la estaba follando, no se sorprendió para nada de su comportamiento celoso y posesivo y se limitaba a ir provocándola, no sé si por diversión o con intención de que se delatara y descubriese la verdadera relación que tenía conmigo.

Por mi parte, con la falta de respeto que me caracteriza en relación a las guarras que me follo, me limitaba a observar. Hasta que llegó un punto de no retorno en el que la Reme se pegó a mi madre y aplastando sus tetazas contra las de ella acercó su cara vocalizando lentamente y con acento de macarra de barrio:

-Mira, Ana, yo no sé qué tipo de madre eres... Pero me puedo hacer una idea, viendo tus pintas y esa cara de... -hizo una pausa dramática antes de continuar- esa cara que tienes... Creo que eres una pésima influencia para una persona tan extraordinaria como Javi. -¡Joder con la Reme, se estaba viniendo arriba exageradamente!- Así que, lo mejor que puedes hacer, mañana mismo, en cuanto acabe el banquete, es coger un taxi para el aeropuerto, con el pánfilo de tu marido y darte el piro... No sé cómo, de gente como vosotros, ha podido salir un ser tan excelente como Javier.

Yo flipaba, pero mi madre estaba aún más atónita con ese discurso de la Reme en plan suegra-coraje. Después me contó que estuvo a punto de darle una hostia y largarse cuando tuvo la desfachatez de meterse con su aspecto "precisamente una tiparraca como aquella, con esa pinta de pajillera chupa pollas de cine X que se gasta". Menos mal que mi madre se contuvo. Si no me habría fastidiado la boda y la posibilidad de echarle un polvo para recordar los viejos tiempos.

En vista de cómo estaba la cosa, hice de casco azul de la ONU y las cogí a ambas por la cintura, una a cada lado, y sacándolas de la terraza, hacia el interior del piso, exclamando:

-¡Tranquilas, tranquilas, haya paz...!

Al tiempo que avanzaba, sin soltarlas y procurando que ninguna viese a la otra, baje las manos y le pegué un buen sobe a sus respectivos culazos, lo que hizo ronronear a ambas de gusto. Sobre todo a mamá, a la que conseguí subir la faldita mínima del vestido y pasar la mano por su suave culo, apenas tapado por la tira del tanga. Incluso aventuré brevemente el índice para frotarle su agujerito anal, justo antes de llegar frente al sofá donde debatían los cornudos. Ella me miró brevemente y me guiñó el ojo. Después, coloqué la falda en su sitio y le di una silenciosa palmada. 

A la Reme me limité a masajearle las nalgas y palmearle el culazo, sin importarme que mi madre lo oyese, total, ya se había dado cuenta de que me la follaba. Mi choni favorita me miró con adoración y se dejó hacer. Justo hasta llegar frente a su amado esposo, momento en el que tocó disimular.

El resto del día fue una frenética carrera ultimando los preparativos. A pesar de que mi novia y la guarrilla de su madre llevaban todo muy adelantado, siempre faltaba algún pequeño detalle de última hora. 

Yo aproveché para tomarme mi último par de birras de soltero, mientras mi madre iba a la peluquería y los consuegros cornudos confraternizaban felizmente. Mi suegro le enseñó la ciudad a mi padre, haciendo escalas técnicas en cada bar que encontraban para tomar un vinito y unas tapas.

Supongo que por eso el viejo llegó a casa en tan deplorables condiciones. Cuando, después de despedirme de mis colegas del pub, llegué a casa para pegar un bocado antes de meterme en la piltra, me encontré a la feliz pareja de mis ancestros apalancada en la mesa del comedor. Mi madre tenía una cara de cabreo que no se la saltaba un galgo. Mi padre contemplaba mustio y visiblemente achispado, una muy poco apetecible lasaña congelada, recién recalentada en el microondas, que habría resultado aborrecible hasta para un homeless de cajero...

Al verlos observé la cara avinagrada de mi madre que masticaba sin ganas un bocadillo de queso e insistía al viejo:

-¿No querías comer algo caliente? ¡Pues ahora te jodes y te lo comes! ¡Ah, y procura acabarte el vino...! ¡Qué ya que lo hemos abierto...!

Al tiempo que hablaba le llenaba hasta arriba el vaso de vino peleón de un cartón de Don Simón que, al parecer, debía estar perdido por la despensa, seguramente del anterior inquilino del piso.

En seguida me di cuenta de qué iba el rollo. Ver a mi madre, recién peinada, guapísima y vestida con una mini tejana y una ajustada camisa blanca, invitando al cornudo de mi padre a comer y beber sin tasa, a sabiendas de sus niveles de azúcar, colesterol, tensión alta, etc. etc... Por no mencionar, la evidente tajada que llevaba... Está claro que lo que la guarrilla quería era dejar groggy al viejo.

Su aspecto de zorra, la mirada lasciva que me lanzó y el lamentable aspecto del pichafloja que, por blando y pusilánime, no se merecía otra cosa que acrecentar su cornamenta, me pusieron la polla en guardia.

Me coloqué tras la silla de mi madre y, a su espalda, masajeando sus hombros, empecé a restregar mi polla, cada vez más dura por su cuello.

Mamá ronroneó como una gatita y se dejó hacer, bajando sus manos para acariciarme las piernas.

Al ver que el viejo no levantaba la cabeza de la putrefacta lasaña, salvo para echar un trago al infecto vino, le pegué dos achuchones rápidos a las tetazas de mi madre que la hicieron girarse incómoda y reclamarme, con su airada mirada, algo más de contención.

Finalmente agaché la cara para darle un beso (y lamerle el lóbulo de la oreja) al tiempo que le susurraba:

-Te espero en la habitación... Ya estás tardando...

En ese momento, mi padre también levantó la vista y susurró, soltando perdigonadas de lasaña:

-¡Buenas noches, Javi! Duerme bien que mañana va a ser un día muy largo... Nosotros ya mismo nos vamos a la cama también, ¿verdad, Ana?

Mi madre, sin contestar a la pregunta se limitó a insistirle:

-Venga, pelmazo, come y calla...

Al tiempo, me miró guiñando un ojo.

Ya en la habitación, y mientras la esperaba, decidí adelantar faena y despelotarme, mientras miraba mi última sesión de vídeos porno de soltero.

Estaba cansado y tenía sueño, pero a fin de cuentas, la ceremonia era a las 19 y el banquete era una cena, ergo no tenía que madrugar. Por lo tanto, no iba a desaprovechar la oportunidad de inaugurar la cama de matrimonio, aunque en lugar de saturar de rabo a mi novia, la beneficiada con mi jarabe de polla fuese mi entrañable y jamona progenitora.

No tuve que esperar mucho. Todavía tenía la polla desperezándose con la recopilación de anales para la historia que había puesto en la pantalla, cuando, poco antes de las doce, apareció la guarrilla de mamá.

La visión de su añorado cuerpo despertó definitivamente la anaconda que estaba entre mis piernas y atrajo su ansiosa mirada. Tocaba recuperar el tiempo perdido.

Mamá, vestía una escueta bata que acabó ipso facto en el suelo. Antes de decir un mísero hola, le pegué un buen repaso visual y su aspecto me dejó sin aliento.

Está claro que mi colega Paco se había dedicado, en cuerpo y alma, a convertirla en un buen putón maduro.

La materia prima ya era buena de por sí. Mi madre seguía conservando un cuerpazo relleno y jamonero capaz de levantar la más mustia de las pollas. Las tetas, aunque inevitablemente caídas, seguían siendo espectaculares. El coñete se veía súper apetecible, entraban ganas de hincarle el diente y meter la lengua hasta el útero. Y más, con ese aspecto de coño de muñeca perfectamente depilado que lucía la puerca. Los muslazos jamoneros sostenían un culo capaz de engullir el rabo más exigente y estrujarlo hasta dejar sus cojones como pasas. En resumen: una maravilla…

De hecho, cuando se giró a cerrar la puerta, no pude evitar pegar un silbido de admiración al ver su pandero.

Ella, que se entretuvo unos instantes buscando el pestillo, se inclinó dando una perfecta panorámica de su ojete que me hizo salivar.

-¿No hay pestillo, Javi? -preguntó.

-No, ¿para qué...?

-Hombre… y ¿qué hacemos... si a tu padre le da por levantarse?

-¿Levantarse? ¿Después de la mierda que ha pillado con el Don Simón y la lasaña esa medio tóxica y caducada...? ¡Anda ya...! ¡Olvídate del mariconcete y ven a mis brazos putilla...! Anda que no te he echado de menos... -mentí cínicamente, pero tenía unas ganas locas de echarle un polvo.

Y más tras contemplar su cuerpazo, al que, además de la descripción previa, habría que añadir el tuneo que le había "obligado" a hacer mi colega. Tenía un piercing en el ombligo, una perlita, así como unos cuantos tatuajes que acentuaban su aspecto de zorra: una enredadera con espinas que rodeaba toda su cintura con dos ramales, uno que se perdía entre sus nalgas camino del ojete y otro que apuntaba al clítoris tras bajar por su pubis.  Y en cada glúteo un as de corazones.

Vamos, ¡el paradigma del buen gusto...! Me parece que mi choni de barrio todavía tendría que aprender cosas de mi madre...

Ella se acercó a la cama y tras acomodarse a mi lado,  morreándome y sobando mi polla, me dio un besito en la mejilla y, cariñosa, me dijo:

-¡Joder, Javi, que cabroncete eres...! ¡Vaya manera de largarte! No sabes cuánto te he echado de menos...

-Eso ya te lo he dicho yo antes… ja, ja, ja. Ya será menos... A rey muerto, rey puesto.... Y hablando de rey, hay que ver lo bien que te ha decorado el muy hijo de puta del Paco, ¿no...?

-¿Te gusta...? A mí al principio no mucho, pero ahora ya me he acostumbrado e incluso estoy pensando en hacerme algún tatu más... Lo único que no me convence es el piercing, que yo lo quería en la lengua, pero al final, a él le gustaba más en el ombligo...

-¡Qué obsesión que tenéis las putas con la lengua! A mí también me gusta más en el ombligo... En la lengua es guay, pero me molesta cuando me la chupan...

-¡Qué delicado mi niño...!

-Ja, ja, ja... Oye, y el cornudo, ¿qué te ha dicho de todo esto...?

-¿Tú padre? Qué va a decir... Nada... No sé lo he enseñado... Ya me he encargado yo de suprimir al máximo las relaciones. Lo mínimo para que no le dé un patatús... Alguna paja, y algún polvillo de conejo: rápido, a oscuras y con el camisón. Al buen hombre le basta y le sobra... Nunca ha sido muy espabilado.

Tras carcajearnos un rato más del pobre cabrito que dormía la mona en la habitación contigua, empecé a meterle mano y le dije:

-Venga, cabrona, basta ya de cháchara y vamos al lío, que tengo ganas de aprovechar mi última noche de soltero.

Recordando los viejos tiempos, volví al estilo violento y agresivo que me gustaba usar con las jamonas maduras como ella. Y, por el ansia con la que correspondió a mi actitud, parece que mi comportamiento no le molestó en absoluto. Más bien todo lo contrario.

La agarré de los pelos y le encajé la polla en la garganta, sujetándole el tarro y moviéndolo rítmicamente. Pronto empezó a salivar y soltar babas que resbalaban hacia la cama, empapándolo todo. Una pena, mañana tendría que dar la vuelta al colchón para no causar mala impresión a mi joven esposa en su noche de bodas...

Y, al tiempo que la puta de mi madre me la mamaba, coloqué su pandero en posición, para olfatear y lamer su ojete, que, de paso, iba perforando con el dedo, alternando con el coño...

Ella iba dando pequeños respingos, pero sin sacar nunca su presa de la boca. Empecé a masturbarla mientras me la chupaba. Se corrió rápido, pero no frenó la mamada. Antes de correrme decidí ponerla mirando a Cuenca y taladrarle el ojete a buen ritmo. Empezó a berrear en plan bestia. Menos mal que el maricón de mi padre dormía como una puta marmota. Mientras la follaba le dije que se tocase el coño, que quería que nos corriésemos al mismo tiempo. Soltó los brazos de la cama, aplastó la cabeza contra la almohada y metió sus manitas bajo el cuerpo para empezar a pajearse frenéticamente.

La muy puta parece que iba con hambre atrasada y volvió a correrse enseguida, sin previo aviso. Así que, visto lo visto, decidí abortar la corrida en su culo y regarle la jeta de leche.

Me puse de pie junto a la cama, le grité agresivamente: “¡Venga, cabrona, de rodillas! ¡Espabila puta soplapollas!”. Me obedeció con rapidez y se puso frente a mi polla con la boca de par en par. Pero antes de correrme quería que saborease su ojete, así que, agarrándola del pelo con fuerza, le hice relamer bien mi rabo hasta dejarlo reluciente y a punto de caramelo.

Me corrí como un animalucho lanzando un rugido gutural bastante bestia y le dejé la jeta hecha un cromo, con espesos goterones de leche repartidos por toda la geografía de su bonita cara.

Después, le escupí un par de veces y repartí con la mano la mezcla, embadurnándola a base de bien y diciéndole lindezas en plan: "eres la madre más puta del mundo y tal y tal..."

Tras el polvo, le dejé un kleenex para que se secase un poco la cara y le permití acurrucarse a mi lado para charlar un poco.

-Has tenido mala suerte, mamá. Si no llega a ser porque tengo mucho follón mañana y tengo que guardar energía, te iba a dar una triple ración de leche...

-¡Qué chulito eres! ¡Ya será menos...! De todas formas, puedes estar tranquilo... Tú colega me tiene bien servida...

-¿Lo ves mucho?

-Bueno, viene por casa un par o tres de noches a la semana. Depende del lío que tenga en el club con sus putas...

-¡Aaaaaah!

-Sí, hijo, sí... Llega a las once o las doce, cuando el cabrón de tu padre se ha ido al curro y se queda hasta las tres o las cuatro... Un día se quedó hasta las cinco y media. Casi lo tengo que despegar de la cama con agua caliente, ja, ja, ja...

-¡Mmmmmm, vaya, vaya...! Mira la mojigata... ¿Y qué hacéis? Si puede saberse...

-Pues, claro... ¡Qué vamos a hacer! Más o menos lo mismo que contigo, solo que Paco es más tranquilo, un poco más romántico, vamos.

-¿Qué quieres decir? Explícate, anda.

-Pues eso... Que no es tan cañero como tú... Es menos agresivo. Tampoco es un pánfilo ni un blando, que a mí eso no me gusta. A él también le gusta follar duro, la garganta profunda, escupir y follarme por el culo... Y que le pele el ojete con la lengua... Je, je, je...

-Pues, entonces, ¿Cuál es la diferencia?

-¡Ay, hijo, pues no sé cómo te lo diría...! Qué es como más suave, más tranquilo... Además, creo que está un poco enamorado de mí...

-Sí, seguro... Todo lo enamorado que se pueda estar de una puta...

-¡Joder, Javi, cómo te pasas!

-¡Que es broma, joder! -la consolé al tiempo que le daba un par de cachetes en el culo

-¿Y qué es lo que más te gusta hacer con él?

-Pues creo que cuando me folla por el culo...

-¿Sí...?-inquirí extrañado. -Con la polla tan gorda que tiene...

-Pues, mira, sí... Igual es por eso. Se portó súper bien hasta que me la pudo meter entera. Mira que gastamos tarros y tarros de lubricante. Y me costó horrores encajármela. Pero al final, me ha acabado encantando. Y ahora me entra como Pedro por su casa. Disfruto un montón haciéndome un dedillo mientras mi macho vacía sus cojones en mi culo. Y a él no te cuento... Lo tengo hechizado. Me dice que soy la mejor puta que se ha tirado...

-Vaya con el Paco... Y el cornudo como siempre, ¿no? En la inopia y a su bola. ¿No?

-¿Qué quieres? Es lo que hay...  Pero mejor, ahora ya casi ni me toca. Así me ahorro tener que despacharlo deprisa y corriendo. De hecho, él está feliz con su GolTV, su Being o cómo se llame. Últimamente, algún domingo, cuando el fin de semana se me ha hecho muy largo sin ver a Paco y me pica el chichi, le digo que he quedado con las amigas de la parroquia para ir al cine y quedo con él en un reservado del club. Echamos un par de polvos y vuelvo a casa con el culo bien abierto y la boca con el sabor saladito de su leche. Le hago la cena al maricón de tu padre y me meto en la cama a dormir como un lirón.

-Pues mira, mamá, hablando de dormir…

-Tienes razón, será mejor que me vaya que mañana va a ser un día largo…

Y allí me dejó, bien saciado.

(Continuará…)