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En el restaurante

en MicroRelatos

     Me llamo Rubén y, lo que voy a contar es real. Me pasó hace unos días y todavía me pone caliente cuando lo recuerdo. 

     Suelo ir a comer con mi pareja una vez a la semana a un restaurante italiano. A mi novia y a mi nos encanta ese sitio por el trato y la comida. Este día apuntaba para ser un día como otro cualquiera, de buena comida y un rato agradable. Con lo segundo, me quedo corto.

     No sentamos a comer como de costumbre. Nos solemos sentar uno en frente del otro para vernos mejor. Ella estaba espectacular. Llevaba un vestido celeste, palabra de honor con un buen escote y, por supuesto, tacones a juego con un pequeño bolso.

     Pedimos las bebidas. Agua para mi y Coca Cola Zero para ella. Mientras traen las bebidas, ella aprovecha para ir al baño. Cuando regresa, ya están los vasos en la mesa. La noche acaba de empezar.

     Me mira con una sonrisa pícara, y yo extrañado le pregunto.

        - Que te pasa?

        - Tengo una cosa para ti. Me contesta ella.

     No era ninguna fecha especial, así que, puse mi típica cara de extrañado.

     Me extendió su mano, cerrada en un puño. Algo ocultaba ahí, y me lo quería dar. Puse mi mano en la mesa, esperando a que me diese lo que escondía. Cuando deja caer en la palma de mi mano aquello, no supe reaccionar. Era un tanga, el suyo, el que llevaba puesto. Me lo confirmó cuando respondió a mis balbuceos. Se lo había quitado cuando fuel al baño. Recuerdo que se lo regalé para su cumpleaños. Es un tanga negro, medio trasparente y con encajes que le regalé para su cumpleaños.

     Yo, nervioso y tremendamente sorprendido, mirando a todos lados, cerré el puño y lo metí bajo la mesa para guardármelo. Ella solo reía. Una risa pícara y nerviosa. No suele hacer estas cosas porque es bastante tímida para esto. Normalmente suelo ser yo el que lleva la iniciativa en todo.

     Coge su bolso, para ponerlo sobre la mesa y coger algo. Cuando lo encuentra, lo encierra en su puño para dármelo de la misma forma que me dio su tanga. Sin abrir mi mano, ya notaba que era algo suave y duro. Abro mi mano y lo veo, había comprado un huevo vibrador. Si antes me sorprendió, el salto que di en este momento hizo que se girase la mesa de al lado. Mi novia, entre risas, me pidió que se lo devolviese.

     Me cogió el vaso de agua y, disimuladamente metió el huevo en el vaso para luego llevárselo debajo de la mesa. A mi no me salían las palabras. No hacía falta ser un genio para saber lo que estaba haciendo. Los movimientos discretos que estaba haciendo delataban su intención. Yo no podía dejar de mirarla. Cuando se detuvo y puso sus manos en la mesa. Le pregunté.

        - Te lo has metido?

     Ella me cogió la mano. Su intención de hablar fue interrumpida por el camarero. Pedí lo primero que se me vino a la cabeza para que se fuera. Y le pregunté a ella, qué es lo que me iba a decir.

     Con la otra mano puso en mi plato un mando. El huevo era inalámbrico, creo que bluetooth, no se muy bien como funciona. Pero se cual es su finalidad. Lo cogí y miré a mi alrededor, lo inspeccioné un poco. Y con la mano que me quedaba libre, la otra seguía dándosela a ella, le di a un botón, la miré y no pasó nada. Cuando pulse el segundo botón sentí como apretaba mi mano. Estaba funcionando. La observé y sonreía mientras se mordía el labio. El primer botón que no funcionó era la potencia, ahora si funcionaba. Lo sé porque empezaba a retorcerse en la silla, mientras miraba disimulando a otras mesas. Susurrando me dijo:

        - Devuélveme el mando que me está poniendo muy caliente.

     Demasiado tarde, quería ver a donde llegaba, y yo estaba muy, muy caliente. Sentía como mi polla crecía y se ponía dura.

     Seguí jugando con el mando, ella debía estar muy excitada, notaba como cruzaba las piernas y me apretaba la mano. A veces incluso me hacía daño.

     Agachó la cabeza para que no le viese la cara, siempre ha sido muy tímida, estaba a punto de correrse. Se levantó de un salto y se fue al baño. Al pasar a mi lado me dijo algo que no entendí del todo, pero descifré que quería que la acompañase.

     Espere 1 minutos y me levanté. Ni me había dado cuenta que dejamos los móviles en la mesa. Me encamine hacia el baño, que está justo detrás de un mueble. Mi forma de andar era la más natural que podía disimular mi tremenda erección. Llamé a la puerta avisándola de que era yo. Me abrió la puerta con el vestido remangado hasta la cintura.

    - Cierra la puerta!

     Me dijo ella mientras apoyaba sus brazos en el lavabo quedándose en pompa. Si intención estaba clara, y yo no la iba a dejar así.

     Cerré la puerta mientras me desabrochaba el pantalón, me baje un poco los bóxer que tenía empapados y saqué mi pene duro como una piedra. Me puse tras ella y pase mi mano por su coño, que estaba chorreando, y acaricié si culo. Me pegué tras ella y coloqué la cabeza de mi miembro para refregarlo un poco por sus flujos para lubricarlo y después darle una buena envestida. Se la metí entera mientras la agarraba de los pelos. No recuerdo haber estado tan caliente en mi vida. La estaba empotrando contra el lavabo del restaurante donde íbamos cada semana.

     Empezó a acelerar tanto la respiración que tuve que ponerle la mano en la boca para que no hiciese ruido. Ella llevó su mano hacia atrás para intentar agarrarme, pero solo lograba acariciarme la pierna. Estaba apunto de correrme y cada empujón era más fuerte. Le agarré de los hombros y ella me cogió las manos. Acababa de correrme dentro de ella y estaba apretándola tanto que parecía que me iba a meter dentro de su cuerpo.

     Se giró y me dio un intenso beso.

    Mientras nos aseamos y preparábamos llamaron a la puerta. El giro que dimos para mirarnos uno al otro fue tremendo. No sabíamos que hacer, la vergüenza nos invadía. Respiramos profundamente y abrimos la puerta, era la señora de la mesa de al lado.

     - Hola

     - Hola

     - Ho Hola, contestó la señora estupefacta y mirándonos de arriba a abajo. Se imaginaba lo que acababa de pasar. Cuando llegamos a la mesa ya estaba allí la pizza, nos la comimos casi fría. Pagamos la cuenta y no hemos vuelto a ir desde entonces. No se si volveremos a este restaurante. Pero esa noche seguro que no la olvidaremos.