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VENGANZA CONSUMADA (Capítulo 5 -FIN)

en No Consentido

VENGANZA CONSUMADA

Capítulo 5. La gran venganza

Mis piernas temblaban, un sudor intenso bañaba mi frente y mi chochito palpitaba deseoso de recibir por fin la polla de mi amado jardinero, pero en cambio, este parecía tomárselo todo con calma, como si quisiera hacerme sufrir.

De pronto dejé de sentir el contacto de su glande jugando en mi rajita, algo que me sorprendió, porque noté como se separaba de mí, dejándome tan caliente que casi estuve a punto de pedirle a gritos que me la metiese de una vez.

Yo permanecía de rodillas más que dispuesta a ser follada a lo perrito por ese violador contratado pero al girar mi cabeza hacia atrás, me quedé estupefacta. No era un hombre el que estaba tras de mí, si no dos, en una lucha brutal de ambos, llena de movimientos agresivos, forcejeos y golpes, peleando entre insultos… y rodando por el suelo hasta que uno de ellos dejó inmóvil al otro en el suelo.

Cuando pude reaccionar e incorporarme, me di cuenta de que el hombre que estaba debajo del otro recibiendo uno tras otro, diversos puñetazos era el mismo que había entrado en nuestra casa, era mi propio asaltante, pero el que estaba encima, ¿quién demonios era?. ¿A qué se debía esa pelea?, ¿Quién era ese nuevo intruso?

Logré fijar la vista en esa espalda desnuda del hombre que seguía golpeando incesantemente sobre la cabeza del otro que aún seguía cubierta por el pasamontañas, hasta que me llevé las manos a mi boca: El hombre que estaba encima golpeando a mi asaltante era…

-¡Sergio! - grité.

Al lanzar mi chillido de sorpresa este se volvió y me miró fijamente a los ojos. Volví a mirar su cara una y otra vez para comprobar que no era un doble del otro, que era sencillamente mi jardinero, mi Sergio… pero entonces ¿Quién demonios era el asaltante que estaba debajo?

-      ¡Dale duro a ese cabrón, Sergio! - esta vez era Ramiro el que alentaba a nuestro empleado que seguía incesantemente enfrascado en golpear al otro con todas sus ganas.

Tras unos cuantos segundos cargados de golpes, el que estaba debajo dejó de resistirse y por fin bajó sus manos, ya que se había dado cuenta de que la fuerza de Sergio era bastante superior que la suya.

Me acerqué hasta ellos, todavía desnuda como estaba y Sergio, menos tenso pudo observar mi cuerpo desde bien cerca, se entretuvo en mis muslos, mi entrepierna, mis tetas y después me miró a los ojos con evidente deseo. Yo todavía estaba impactada y no podía entender de qué se trataba todo aquello.

-      ¿Quién es ese hombre, Sergio? - le pregunté asustada, pues estaba claro que mi asaltante no era quien yo pensaba en un principio, pero entonces ¿De quién se trataba?

Sergio me miró de arriba a abajo y después retiró de golpe el pasamontañas al desconocido que tenía retenido bajo su cuerpo y al que por fin pude descubrir su cara, que a pesar de los golpes, no me costó identificar: Se trataba de Janis, el amigo ruso de Olga, aquel que me recomendó para llevar a cabo la escena de la violación y que descarté de primera.

-      ¡Dios! - dije al pensar en todo lo que había sucedido.

Intentaba asimilar, llena de preguntas y totalmente confusa, que el que me había amenazado desde un principio no era quien yo creía, sino ese hombre que seguramente oyó los planes de Olga y no esperó a que yo lo aceptase, los ejecutó y no de forma fingida precisamente. En ese momento fui consciente de que le había chupado la polla a ese tipo y que él mismo me había chupado mi sexo mientras yo me creía estar disfrutando de la lengua y la verga de Sergio. A su vez, mi jardinero seguía sobre ese intruso al que de vez en cuando propinaba otro golpe en la cara, con menos fuerza, pero lo suficiente para tenerle totalmente dominado en la pelea. Estaba completamente vencido y sometido, sin embargo mi empleado seguía golpeándole, creo que más por todo lo que me hizo que por controlarlo.

-      ¡Déjale ir, Sergio! - le grité agarrando su brazo para evitar un nuevo golpe que tenía preparado. No quería que lo matase.

-      Pero Lorena… - imploraba mi empleado confuso.

-      Por favor, Sergio… Te lo suplico, déjale ir.  - insistí.

-      ¿Pero cómo le va a dejar marchar?, ¿Estás tonta o qué? - gritaba Ramiro forcejeando desde su ataduras en la silla.

-      ¡Porque he dicho que lo deje marchar! - insistí intentando que mi orden se tuviera tenida en cuenta.

-      No seas estúpida, hay que llamar a la policía. ¡Y vístete, por Dios!- insistía Ramiro, viéndome desnuda ante nuestro jardinero.

Resultaba curioso que en ese momento le importase más eso que cualquier otra cosa que me hubiera sucedido hasta entonces. Lejos de compadecerse de mí, tras una agresión, todavía me daba órdenes de forma despectiva.

Estaba rabiosa, porque aparte de querer anular mi autoridad, me trataba con ese desprecio y esa indiferencia hacia mi persona, como tantas otras veces a las que yo siempre había pasado por alto, siendo una esposa sumisa y obediente. Ahora, además de irritada, me sentía dolida conmigo misma por no haber podido llevar a cabo la venganza tal y como estaba programada, pero sobre todo porque no quería que mi esposo saliera victorioso de ese desenlace.

-      Vamos, vístete y suéltame de una vez. Llamaré a la poli mientras Sergio le retiene - ordenaba todavía altanero el cabrón de mi marido.

No quería soportar ni un segundo más ese desprecio, no estaba dispuesta a obedecer ni una sola más de sus órdenes. Me acerqué con paso firme hasta llegar a su altura, mientras él me miraba sonriente creyendo que me disponía a desatarle.

-      ¡Cállate ya, joder! Nadie va a llamar a la policía - increpé a Ramiro mirándolo furiosa para después plantarle un tortazo que le dejó pálido y totalmente fuera de juego.

Mi jardinero me miró sorprendido igualmente tras mi extraña actitud, pero seguramente él debía comprender bastante bien mi rabia y mi frustración.

-      ¡Suéltale! - ordené de nuevo a Sergio casi gritando.

Le indiqué con un leve movimiento de mi cabeza para que cumpliera mi petición y dejase libre al intruso. Sus manos le fueron soltando hasta que el otro atracador, Janis, nada más sentir la liberación de su cuerpo, salió corriendo de allí como alma que lleva el diablo desapareciendo por la puerta que daba al jardín sin mirar a atrás.

Sergio se levantó del suelo y aun se le veía algo aturdido por la pelea y porque yo le ordenara liberar a mi violador inesperado, aunque pensándolo bien, por suerte, no llegó a violarme.

-      Lo siento mucho, Lorena. - me susurró Sergio mirándome fijamente a los ojos, para luego recorrer con su mirada mi cuerpo desnudo.

-      ¿Por qué? - le pregunté en voz baja para que Ramiro no lo oyera, al tiempo que disimuladamente acariciaba su pecho suavemente mientras él miraba mis tetas extasiado.

-      Por no haber venido, por no haber hecho caso a sus ruegos… - se torturaba él.

-      Has venido justo a tiempo, ¿no crees? No es culpa tuya.

-      Creo que he llegado tarde y sí es culpa mía, tendría que haberlo evitado…

-      Tranquilo Sergio, en todo momento pensé que eras tú el violador. - le dije sonriente.

-      ¿Cómo? - su cara de sorpresa era todo un poema.

Sonreí a mi joven jardinero cuando se percató de que mi entrega a mi primer asaltante era fingida, creyéndome atacada por él mismo.

-      ¿Qué habláis? ¿Qué pasa? - reclamaba a lo lejos desesperado Ramiro al vernos cuchichear.

-      ¡Calla! - le grité de nuevo con ese mismo desprecio con el que me trató siempre a mí.

Sergio me observó sosteniendo mis dos manos tiernamente entre las suyas.

-      ¿Puedo hacer algo por usted? - preguntó compungidamente.

-      Pues para empezar creo que ya deberías tutearme. - le rogué.

-      Entonces ¿Puedo hacer algo por ti, Lorena? - añadió mi jardinero y me gustó que lo hiciera con esa familiaridad como nunca antes había hecho.

Estaba desnuda frente a él, pero no solo no me importaba, sino que disfrutaba mostrándome así.  Ya no había cámaras, no había grabaciones, ahora me tenía de verdad, desnuda y en vivo.

-      Ya has hecho lo que debías, Sergio… Gracias- añadí.

-      Creo que aun puedo compensarte y hacer otra cosa más, ya que todo ha sido un desastre.

-      ¿El qué? - pregunté intrigada.

-      Terminar ese trabajo y esa venganza. - sentenció.

-      ¿Te refieres a…? - hice un silencio cuando descubrí que lo que me proponía era seguir con la pantomima de la violación.

Miré a mi jardinero, después a mi esposo que se removía nervioso en su silla sin enterarse de lo que estaba sucediendo.  

-      ¿Estás de acuerdo, Lorena? - susurró nuevamente mirándome fijamente a los ojos.

-      ¿Vas a follarme de verdad, Sergio? - le pregunté excitada.

-      ¿Quieres?

-      ¡Claro que sí! - dije sin poder evitar la euforia de ver que por fin nuestros cuerpos se entregarían mutuamente, como ambos deseábamos.

Él me sonrió, y tras respirar fuertemente, hinchando su pecho, me agarró del pelo para decir en un grito:

-      ¡Ahora, chúpamela, puta!

Hasta yo me asusté al oírle decir aquello, pero sobre todo la frase fue contundente para Ramiro que indicaba por sus ojos que lo anterior ya había sido fuerte, pero esto, viniendo del honrado y tímido jardinero, era todo un mazado para él.

-      ¿No me has oído? - me gritó tirando más fuerte de mi pelo haciendo que mi cabeza quedase ladeada.

-      Pero… Sergio. - protesté aunque entendía que debía fingir resistirme y eso me resultaba realmente complicado ya que mi deseo era chuparle por fin esa verga soñada a mi empleado.

-      ¡Vamos! ¿No lo has entendido? - me inquirió, empujándome hasta dejarme de rodillas a sus pies.

-      Pero Sergio, tu eres…

-      ¡Cállate, zorra! - añadió en ese papel tan bien representado de canalla.

-      Sergio, ¿qué demonios haces? - gritaba Ramiro atado a su silla totalmente perplejo.

-      Lo que siempre he soñado... ¡Follarme a tu mujercita! - añadió el jardinero sonriéndome.

Eso parecía decirlo con total sinceridad, no me cabía ninguna duda, pero a mí me pasaba igual, siempre había deseado a ese hombre.

Permanecí ahí, arrodillada, justo delante de ese bulto que se notaba más hinchado de lo normal. Miré hacia arriba, le sonreí de espaldas a mi esposo y él me miró con complicidad.

-      ¡Chúpamela ya! - añadió igual que hiciera mi anterior atacante, pero ahora ya no había duda de que era él y aunque fingiría disgusto, era lo que más me apetecía en ese momento, por fin podría tener esa polla entre mis labios.

Solté su cinturón, bajé sus pantalones y sus calzoncillos dejándole desnudo delante de mí. Por primera vez tuve la oportunidad de cumplir ese anhelo de verlo despojado de su ropa. Su cuerpo era precioso, tan bien formado, tan fuerte...

-      ¡Dios, que polla más bonita! - dije en un susurro que sólo Sergio podría escuchar, pero es que me quedé realmente sorprendida al ver una enorme tranca totalmente erecta y balanceante ante mis ojos.

Por fin descubrí que no era como la de Janis, ni muchísimo menos como la de mi esposo, sino que se veía enorme, gruesa y llena de venas. Esa polla que siempre había imaginado pero ahora muchísimo más grande y hermosa de lo que había soñado.

Agarré ese enorme cilindro por su base y me costó cerrar el puño, lo que indicaba su gran grosor. El solo hecho de saber que eso podría penetrar mi estrecho coño, me ponía a mil.

-      ¿Pero qué coño haces Lorena? - gritaba Ramiro - ¡Y tú Sergio, no dejes que siga! - insistía inútilmente en dar órdenes el cerdo de mi esposo tanto a mí como a su fiel trabajador.

-      ¿No te han dicho que te calles, cabrón? - añadió gritando nuestro jardinero, dejándome estupefacta y no digamos a mi marido - tu sigue, zorrita. -añadió mirándome fijamente a los ojos.

Si no fuera porque estaba pactado, Sergio lo hacía tan bien, que parecía real esa forma de ordenarme que se la chupase. Miré por un momento a Ramiro que se había quedado inmóvil, sin creerse todavía lo que acababa de escuchar de boca de su fiel empleado, pero más aún cuando me dijo en voz fuerte:

-      ¡Vamos, puta, chúpamela!

¡Dios!, aquello me encantó, si ya estaba excitada con la situación, el hecho de que ese hombre desempeñase el papel de malote, le hacía todavía más apetecible y atractivo que nunca.

No lo dudé y el primer chupetón de mis labios sobre ese glande hizo temblar a Sergio al que miré a los ojos y sonreí victoriosa. Al mismo tiempo sentir ese sabor me volvió loca, porque ya no tenía que esconderme, ya no era una furtiva soñando, imaginando, fantaseando… ahora estaba chupándole el miembro a mi guapísimo jardinero.

-      ¡Qué bien lo haces, nena! - añadía Sergio, entre suspiros repitiendo las palabras de mi primer asaltante, pero esta vez era mi violador favorito y me encantaba sentirle, degustarle y de vez en cuando cruzar su mirada con la mía y que me hablase de aquella forma tan obscena.

-      ¡Dios, no!, ¡Parad! - gritaba desesperadamente Ramiro desde su silla.

Por fin se estaba cumpliendo esa venganza, que en un principio yo creía haber estar viviendo unos minutos antes con un asaltante que yo pensaba conocido, creyendo en todo momento que se trataba de Sergio, pero ahora ya no había dudas, era él y era yo, los dos actores principales de la película de la venganza, pero que iban a vivirla sin teatro, totalmente entregados al sueño de ambos y sirviendo en bandeja la revancha de darle a mi marido su merecido castigo.

-      ¿Has visto lo puta que está hecha? - dijo Sergio a mi esposo justo cuando yo estaba succionando uno de sus huevos restregaba su enorme falo por mi cara siguiendo sus indicaciones, pero gustosa de complacerle en cada movimiento y complacerme a mí misma.

Después volví a mirar a los ojos del chico para seguir mamándosela con ganas.

-      ¡Para, para, joder! - gritaba Ramiro desesperado en su afán por detener lo imparable.

-      Creo que tu mujer no puede parar, esta polla le gusta demasiado.  ¿A qué sí? -  añadía nuestro empleado entre temblores gracias a mi entregada mamada. Yo no podía contestar para seguir el teatro de papel de víctima, pero era totalmente cierto, me encantaba chupársela.

-      ¿Por qué me haces esto? - imploraba Ramiro desde su silla, aunque no estaba segura de si me lo decía a mí o a su empleado.

El cornudo de mi esposo se tensaba cada vez que yo seguía en mis avances de la mamada de esa enorme polla que no podía tragar entera, pero que seguía chupando con todas mis ganas, haciéndola salir y entrar de mi boca, jugando con mi lengua en sus huevos, mientras mi jardinero seguía temblando y gimiendo de gusto.

-      Ahora, zorrita, para un poco, porque como sigas así, acabo en tu boca. Quiero comerme antes ese coño. - añadió Sergio levantándome de sopetón, haciéndolo como si fuese una pluma para pasar de mi posición arrodillada a quedarme de pie, desnuda y vulnerable frente a él.

Me giró, poniéndome de espaldas a su cuerpo pegándose después al mío por detrás, quedando frente a Ramiro que temblaba de rabia e indignación. Yo ponía cara de sufrimiento pero por dentro estaba diciendo: “Esposo querido, vas a ver como esta polla me parte en dos… me van a follar delante de tus narices”.

-      ¡No, por favor! - rogaba yo gimoteando en mi mejor papel de actriz protagonista, justo cuando Sergio me apretaba los pechos ofreciéndole a mi esposo un espectáculo humillante dedicado de pleno a él.

Yo hacía grandes esfuerzos por no poner cara de placer cada vez que sus enormes manos amasaban mis pechos, mientras veía a Ramiro que  miraba con su cara desencajada la escena implorando clemencia al verse humillado por su empleado y nada menos que con su amada esposa. Ahora nos veía ahí desnudos abrazados, mientras Sergio me manejaba a su antojo de forma lasciva e indecente. Unas veces me giraba para chuparme las tetas, sobarme el culo abriendo los cachetes y otras poniéndome de nuevo frente a Ramiro para acariciar y pellizcar los labios dilatados de mi rajita, al tiempo que su lengua y su boca succionaba mi cuello.

-      ¡Dios, qué chochito tan tierno! - repetía manoseando con sus dedos mis labios vaginales, al tiempo que su polla se rozaba en mi culo.

En un momento dado, ese hombre fuerte me giró hasta dejarme abrazada contra él, mirándonos fijamente con total complicidad. Su enorme polla quedaba aprisionada entre nuestros cuerpos desnudos y yo estaba soñando con tenerla adentro cuanto antes. Tras acariciar mi pelo, comenzó a besarme. Yo, de primeras, interpretando mi papel, me aparté retirando mi cara, siguiendo ese falso guión, pero deseosa de sentir su boca y su lengua. Me agarró violentamente por la nunca hasta que su lengua se apoderó rápidamente de mi boca, comiéndome los labios y la lengua, en un morreo obsceno pero poderosamente delicioso.

-      ¡Dios! - suspiré una de las veces que nuestras bocas se separaron.

La respiración de mi empleado indicaba que también él estaba excitado por aquel beso alocado. Apoyé mis manos en su fornido tórax, viéndome pequeñita a su lado, sometida como una muñeca, pero al tiempo totalmente dispuesta a ofrecerle lo que me pidiera.

-      ¡Tu mujer está demasiado buena para ti, cabrón! ¡No te la mereces!- dijo de pronto Sergio, sin dejar de manosear con fuerza mi culo y pegando aún más su polla en mi tripita.

Mi marido se revolvía, pero veía que eso no serviría de nada, su mujer iba a ser violada por su empleado, pero es que además, lo que no debía imaginar es que eso era lo que yo más deseaba.

-      ¡Voy a partir este coñito en dos! - dijo Sergio, esta vez sin quitar su vista de mis ojos y metiendo un dedo en mi sexo.

-      ¡No! - fingía yo en un intento infructuoso por separarme de su fuerte abrazo.

-      ¡Para ya cabrón! - gimoteaba como un niño mi esposo mientras yo disfrutaba de ese juego sexual aparentemente forzado.

-      Tu putita necesita ese sexo que le has negado desde hace tiempo, ¿no te das cuenta?- añadió el chico que tras mirarme a los ojos fijamente y sonreír añadió- ¡Ahora pídemelo, puta!, ¡Dime que quieres que te folle!

-      ! No, Sergio…! - fingía yo, entre gimoteos.

-      ¡Que me lo pidas! - añadió tirando de mi pelo y haciendo que su cara quedara frente a la mía.

-      ¡Fóllame, Sergio! - le rogué entre falsos sollozos, pero sintiendo con todas las ganas que aquello se materializase realmente cuanto antes.

-      ¿Lo ves? Tu esposa quiere que la parta este coño - añadió Sergio metiendo otro de sus dedos y dirigiéndose a Ramiro que seguía zarandeándose en su silla, totalmente impotente de ver lo que se avecinaba.

-      ¡No, eso no! - gritaba mi marido.

-      Tranquilo, hombre que lo vas a ver en primera fila. - añadió el chico.

La mano de Sergio tiró de la mía y yo le seguí hipnotizada viendo ese escultural cuerpo y ese perfecto culo. Él giró su cara un momento hacía mí, observando al mismo tiempo mi cuerpo desnudo, que iba a ser suyo en breve.

Me arrastró hasta llegar a la altura de mi esposo y me hizo sentarme sobre las rodillas de este. Mi espalda quedaba pegada al pecho de Ramiro al que podía notar temblar de miedo y de rabia. Luego, Sergio se agachó y tras pellizcar mis pezones, empezó a lamerme la cara interna de mis muslos con su lengua, sin dejar de mirar a mis ojos. Yo tenía la cara de mi esposo pegada a la mía y podía ver cómo este se asomaba sobre mi hombro para ver la cara de nuestro empleado dispuesto a hacerle por fin una buena comida de coño a su esposa.

La lengua de Sergio, fue avanzando hasta llegar a mis ingles, a las que dedicó un buen repaso de lengua y labios, pero después de mirarme y a los atónitos ojos de mi esposo, pasó su lengua por toda la largura de mi sexo, haciéndome estremecer y que soltase inevitablemente por mi garganta un gran gemido.

-      Parece que le ha gustado. - reía Sergio.

-      ¡Para! - gritaba mi esposo dolido por verme sometida, creyendo que aquello me disgustaba, pero no sabía realmente que yo estaba disfrutando tanto, que casi podía olvidar lo que me hizo cuando estuvo con sus dos putas del partido. Ahora era mi turno y lo iba a disfrutar de lleno, en vivo…

Mi jardinero no dejaba de chuparme incesantemente en mi sexo, unas veces mis labios mayores, otras mi rajita empapada y de vez en cuando succionando mi clítoris, cosa que me hacía temblar a cada roce de su boca en mi sexo. Mis gemidos iban en aumento y mi esposo debía creer que no me quedaba otra que sentir ese placer aparentemente forzado.

Sergio paró de repente y se puso en pie, me miró allí sentada sobre mi esposo, con mis piernas totalmente abiertas y mi coño hinchado y totalmente mojado. Sus ojos mostraban ese deseo que debía reflejarse también en los míos, por mucho que lo intentara disimular.

-      ¡Ahora vas a sentir una polla de verdad! ¿A qué si, putita?

-      ¡No, por favor, no me violes! - respondí casi gritando compungida, dramatizando la situación, pero por dentro, totalmente excitada y deseosa de ser penetrada por mi apuesto jardinero.

Sergio agarró por la base su enorme tranca y poco a poco se fue acercando a mi sexo hasta llegar a contactar, todo ello sin dejar de mirarme fijamente a los ojos. Sentir ese glande abriéndose paso en mi vagina fue algo increíble, pero un escalofrío recorrió cada poro de mi piel.

-      ¡Uh, qué calentita estás! - añadió lascivamente mi nuevo amante al notar la cabeza de su polla abrigada en mi coño.

Yo seguía allí tumbada sobre las piernas de mi esposo y mi espalda sobre su pecho, despatarrada mientras Sergio iba a follarme sin remisión. Al recolocarme pude notar la polla de mi esposo rozando mi espalda y cómo esta, curiosamente, se iba poniendo dura por momentos ¿No es increíble que ese cerdo se empalmara justo en el instante en el que iban a violar a su esposa?

No podía arrepentirme de cumplir la venganza, más sabiendo que eso podía causarle algún tipo de gusto a mi marido. Aquello provocaba que le hiciera sufrir más y volví a gritar.

-      ¡No, por Dios, Sergio, no me violes!, ¡La tienes muy grande!

Mi jardinero sonrió orgulloso de su tamaño y haciendo caso omiso a esa súplica, pues sabía que formaba parte de nuestra interpretación.

-      Es evidente que la tengo más grande que esa birria que tiene tu marido ¿No es cierto? - me preguntó el jardinero apretujando uno de mis senos entre sus dedos con media polla metida en mi coño.

-      Por supuesto, la tuya es enorme - añadí enfatizando la frase y humillando a mí esposo.

-      Pues hoy vas a tener tu ración de polla grande.

-      No por favor… ¡Eso no me cabe! - gritaba yo siguiendo ese juego de humillación, intentando hacer sufrir al otro al máximo.

Sergio reía por mi frase, apretó su pelvis y ese enorme pollón se coló un poco más adentro en mi chochito, percibiendo ese grosor fuera de lo normal. Pero la sensación se multiplicó más aún cuando se fue adentrando lentamente pero sin ningún esfuerzo, a pesar de que mis labios vaginales se dilataban más que nunca cuando aquel enorme trozo de carne se fue abriendo paso dentro de mí. No me creía estar viviendo eso, ni menos que aquello me entrase, pero cuando quise darme cuenta la tenía metida casi entera.

-      Dime, ¿has tenido algo tan grande ahí metido? - preguntaba Sergio.

-      ¡No! - gritaba yo simulando dolor, pero escondiendo el verdadero placer que me proporcionaba.

Mis uñas se apretaban a sus brazos, mientras mi marido parecía estar suplicando con sus ruegos que yo no lo permitiese, pero cuanto más me rogaba, más encendida estaba para seguir sintiendo ese enorme placer. El cuerpo desnudo de su intocable esposa era ahora mancillado por su empleado y además sobre su propio cuerpo maniatado.

Yo al mismo tiempo hacía el esfuerzo de empujar el pecho de ese joven que estaba intentando penetrarme al completo, pero evidentemente lo hacía sin ningún tipo de presión, solo lo simulaba, porque lo que quería era ser totalmente invadida por ese cilindro enorme que poco a poco se iba abriendo paso. Volví a mirar a Ramiro que seguía con sus ojos abiertos completamente y notando su polla tiesa. ¡Vaya cerdo!

-      ¡No, Dios!, ¡Me vas a partir en dos! - gritaba yo mientras apoyaba mi espalda sobre el pecho del cornudo de mi esposo.

En ese instante cruzó la mirada con Ramiro y tras unos segundos se separó de mí, dejando solo la punta metida en mi sexo, para después dejarse caer de golpe penetrándome hasta las entrañas, sintiendo un gusto inaudito. Abrí la boca para coger aire sin creerme realmente que aquella enorme verga hubiese entrado totalmente dentro de mi estrecho coño.

-      ¿A qué nunca has sentido nada igual ahí dentro? - me preguntó sonriente mi empleado con sus labios rozando los míos al decirlo.

-      ¡NO! - gritaba yo presa de placer.

-      ¿Es mejor que la de tu marido? - insistía sádicamente.

-      ¡Sí! - gemía yo, al tiempo que abriendo los ojos, veía la mirada rabiosa de mi esposo.

Aquello era maravilloso, en una sensación de múltiples placeres mezclados, primero por sentirme llena con una polla de verdad y segundo por vengarme del cerdo de mi marido, humillándole al máximo tumbada sobre su cuerpo y menospreciándolo al máximo.

A partir de ese momento solo pude cerrar los ojos y dejarme llevar al cielo con aquella forma de follar de mi jardinero, como nunca antes había sentido. Las dos enormes manos de ese joven agarraron mi culo y empleó más fuerza para penetrarme en cada embestida, que hacía que Ramiro recibiera cada una de ellas, casi como una puñalada, algo que me producía un gusto aún mayor en mi interior.

En un momento me hizo girar para quedar perpendicular a los muslos de mi esposo y sujetando mis piernas me siguió penetrando incesantemente para que Ramiro pudiera tener una buena perspectiva de mi coño abriéndose exageradamente con semejante pene. Yo sentía un gusto tremendo y aunque intentaba fingir, era imposible no poder soltar gemido tras gemido, cada vez que esa enorme tranca llegaba hasta lo más hondo de mi matriz.

-      ¡Qué coñito más estrecho tiene tu esposa, estaría follándomela durante horas! - decía jadeante Sergio a mi esposo, sin dejar de follarme.

Qué gusto sentir ese polvazo, acompañado de sus sucias palabras. El chico seguía martilleándome sin cesar y me hacía sentir un placer nunca vivido antes, hasta que de pronto me agarré a sus brazos, cuando las embestidas se hacían más fuertes y soltando un enorme suspiro y un enorme jadeo después me corrí como nunca, abriendo la boca que rápidamente fue acogida por la de mi empleado, besándome sin dejar de penetrarme sobre las temblorosas piernas de Ramiro, al que se oía respirar agitado, nervioso. Llegué a sentir pena, pero mi orgasmo me impedía pensar y no dejaba de correrme entre espasmos ante la maravillosa verga que me estaba arrancando todo el placer que nunca había tenido.

-      ¿Has visto como se corre la zorra?, ¿Lo hace así contigo? - le repetía Sergio a mi esposo que seguía siendo ultrajado en su honra, bajo mi cuerpo desnudo.

Mi jardinero seguía besándome, acariciando mis tetas y penetrándome con un ritmo más lento. Sin duda sabía cómo follar, eso estaba claro y tenía un enorme control sobre su propio orgasmo.

-      ¡Pues hoy esta zorrita se va a correr varias veces! - añadió sonriéndome, justo cuando yo recuperaba la respiración.

-      ¡Eres un hijo de puta! - le decía Ramiro, intentando inútilmente soltar sus manos atadas a la espalda.

-      Lo sé, pero tu mujer está demasiado buena, como para no follársela y siempre lo he deseado, hoy más que nunca, pero es que además va a ser ella ahora la que me folle, ya verás.

Sergio se separó de mí y cogió una silla que puso justo enfrente a la de Ramiro, sentándose en ella, muy cerca de él.

-      ¡Ven aquí preciosa y clávate esta daga de nuevo! - ordenó Sergio agarrando su enorme falo por la base en una invitación imposible de rechazar.

-      ¡No, no lo hagas Lorena! - gritaba desesperado Ramiro.

-      No puedo negarme… -añadí yo, en una frase que dejaba la duda a si realmente estaba sometida o hipnotizada y deseosa de tenerla adentro de nuevo.

Me acerqué a la silla y dándole la espalda a mi jardinero, agarré esa tranca para ir bajando lentamente viendo la cara descompuesta de Ramiro que veía como su mujer era empalada por su atlético y fornido trabajador. Ese enorme pene parecía no tener fin, mientras yo iba bajando apoyando la punta de mis pies en el suelo y mirando fijamente a mi marido, al que veía sufrir, pero me parecía poco por todo el daño que me había hecho sentir él a mí.

-      ¡No, puta, no lo hagas! - añadió mi marido, pero eso fue lo que me hizo levantar ligeramente mis caderas para luego dejarme caer, para que viera que esa puta, era además una amazona, deseosa de ser follada como nunca él me había hecho.

Sergio impulsaba su verga cada vez que yo me sentaba sobre ella y al hacerlo me provocaba un nuevo gemido, mientras sus manos manoseaban mi pecho y dibuja las curvas de mi cuerpo, ante la vista ida de mi esposo.

-      ¿Te gusta? - me preguntaba Sergio tirando de mi pelo.

-      ¡Sí, sí! - gemía yo sin dejar de cabalgar sobre su miembro enhiesto.

-      ¿Lo ves, cabrón? Tu esposa se ha convertido en toda una puta y ahora es solo para mí. - añadió Sergio que gemía igualmente cada vez que yo me sentaba sobre su enorme falo.

-      ¡Ah, ah! - jadeaba yo, cuando ya no pude evitar un segundo orgasmo que invadió todo mi cuerpo, desde mis pies a mi cabeza, haciendo que las contracciones de mi vagina quisieran atrapar con más fuerza aquella enorme verga.

Mi jardinero no parecía aguantar mucho más, porque notaba como su cuerpo temblaba y seguramente los músculos de mi sexo debieron hacer efecto.

-      ¡Joder, como follas nena! - me decía jadeante - salte que me voy a correr en tu cara.

Eso no estaba previsto, pero era realmente algo que yo desconocía y que también había fantaseado tantas veces. Lo cierto es que me apetecía mucho. Me salí de esa polla que se veía pletórica. Me agarró del pelo y me ordenó arrodillarme justo frente a mi esposo que miraba atento a ese espectáculo. Sergio empezó a menear aquel tronco, hasta que soltó un ahogado suspiro, al tiempo que innumerables chorros de su semen que llenaban mi cara y mi pecho. Aquello era una fuente y parecía no tener fin, pues me dejó la cara totalmente impregnada con su cálido líquido blanquecino.

-      ¡Ahora trágatelo! - me dijo esparciendo con su propia polla aquellos goterones para dirigirlos a mi boca, incluso los que resbalaban por mi pecho.

No lo dudé y aunque miré de reojo a Ramiro, pues sentía un placer enorme por mí misma, pero por darle ese gran merecido y siguiendo las órdenes de mi empleado limpie su polla con mis labios y mi lengua y luego con mis dedos, dirigí todos y cada uno de los goterones que impregnaban mi cara para llevarlos a mi boca y degustarlos, disfrutando de ese sabor pero sobre todo de aquella loca situación.

-      ¡Eres realmente buena, nena! - repetía Sergio acariciando mi cabeza cuando mi boca jugaba con su polla recogiendo hasta la última gota de semen llevándolo a mis labios.

Ramiro estaba sufriendo y yo disfrutando. Todo estaba saliendo mucho mejor de lo previsto. Ya no había plan, tan solo sexo salvaje entre dos amantes deseosos de carne y de venganza.

-      ¡Dios, putita, me la has puesto dura otra vez! - dijo Sergio sonriente cuando mi lengua se afanaba en limpiar cada resquicio.

Acarició mi cara, ya limpia de semen, para agradecerme esa labor de tragar hasta su última gota.

-      ¡Veamos ahora cómo se comporta ese culito! - dijo invitándome a levantarme.

-      ¡No, por el culo no! - dijo Ramiro gritando, sabiendo que yo era virgen por ahí.

-      ¿Nunca le has partido el culito? - dijo socarronamente Sergio a mi esposo viéndole tan vulnerable.

-      ¡Ni se te ocurra Sergio! - gritó el otro en su afán por paralizar a su encendido empleado

-      Lo siento, hoy no mandas tú. Me toca a mí y voy a estrenar ese agujero en exclusiva.

-      ¡No, no lo hagas! - rogaba. mi esposo desesperadamente.

-      Bueno, que lo decida ella. - añadió Sergio mirándome a los ojos.

Mis piernas temblaban con la sola idea de que aquella enorme daga me invadiera por mi inexplorado agujero. Sergio me abrazó por detrás y tras sobarme por todo mi cuerpo con sus manos, me preguntó:

-      Dime preciosa, ¿Quieres que lo haga?

Dudé un momento, pero ver la cara descompuesta de mi esposo y las ganas de sentir esa nueva experiencia sabía que no había vuelta a atrás. Ya no tendría que fingir ser una esposa violada, sino una auténtica zorra a la que iban a sodomizar por primera vez. Iba a entregarle mi culo a ese hombre.

-      ¡Hazlo Sergio!, ¡Párteme el culo! - le dije girando mi cara suplicante y luego ver los ojos de Ramiro encendidos de rabia.

-      ¿Has visto lo puta que está hecha y lo mal atendida que la tienes?... menos mal que esta polla la va a dar la caña que merece.

A continuación Sergio me hizo arrodillarme de forma brusca frente a mi marido, para que no se perdiera ningún detalle de mi cara, mientras él me violaba mi culito virgen.

Me quedé a cuatro patas, pero agarrada a las rodillas de Ramiro, en la misma posición en la que había quedado justo cuando apareció nuestro jardinero en el salón. De pronto sentí su lengua jugando en mi rajita por detrás. Me agarré fuertemente a las piernas de mi marido y luego tuve que cerrar los ojos al sentir de nuevo esa lengua en las mejores partes de mi sexo. Al principio lamía con sutileza, casi con extremada delicadeza, pero luego eran chupetones y mordiscos, que me hacían dar gritos y gemidos constantemente. Nunca antes había sentido nada parecido. Eso por no hablar de cuando la lengua empezó a jugar con mi orificio posterior, lubricándolo al máximo, al tiempo que jugaba con un dedo metiéndolo y sacándolo consiguiendo dilatarlo.

-      ¡No, Sergio, por favor! - suplicaba mi esposo en un afán por detener lo más doloroso para él pero placentero para nosotros dos.

Los ojos de Ramiro me miraban asustados cada vez que yo los abría y veía en ellos el gusto se me multiplicaba, primero al notar esa cálida lengua en mis labios vaginales y rozando mi clítoris, esas manos acariciando mis caderas y sobando mi culo y luego por saber que la venganza estaba siendo mucho mejor de lo planeado, era algo que me extasiaba. Por la cara de mi esposo, sabía que estaba recibiendo su auténtico castigo.

-      ¡Qué zorra, cómo se retuerce la muy puta! - repetía el chico cuando yo le seguía tirando de los pelillos de los muslos de mi marido al sentir la habilidosa lengua y dedos del otro explorando mi retaguardia.

De pronto las manos de Sergio empezaron a masajear mis tetas que colgaban balanceantes, mientras que su lengua seguía lubricando sin cesar.

-      ¡Dios, no! - gritaba yo entre gemidos intentando abrir los ojos para no perderme los de mi marido que seguían abiertos como platos.

-      ¡Qué rica está! - decía Sergio cada vez que separaba la boca de mi trasero.

Mi jardinero acariciaba mi espalda con dulzura y sus dedos iban abriendo poco a poco mi esfínter, mezclado con mis flujos y su saliva.

-      ¡Qué culo tan divino, Lorena! - me dijo nuestro empleado acariciando suavemente mis nalgas para después meter su pulgar completamente en mi orificio que se aferraba a esa nueva intrusión, pero curiosamente no me dolió nada, pues se veía que Sergio dominaba la técnica.

Noté entonces su verga jugando con mis labios vaginales que la embadurnaban y llenaban de máxima lubricación, ante la inminente follada de mi culo. Sergio se incorporó un poco más y puso su glande en la entrada posterior.

-      ¡No! -gritaba yo.

-      ¡Sí! - respondía él.

Ramiro seguía mirando la escena y nuevamente su polla se erguía viendo cómo iban a sodomizar a su esposa.

Mis pechos quedaban entonces apoyados sobre los muslos de mi marido que ya no se limitaba a gritar, a bufar, a insultar… como había estado haciendo, solo estaba impactado por todo y rendido a lo que se le venía encima y era la humillación de que se follasen a su amada esposa sobre su propio cuerpo.

La punta de la polla de Sergio se incrustó de pronto en mi esfínter y tuve que aguantar la respiración notando como el dolor punzante al principio se iba haciendo placentero a medida que milímetro a milímetro iba avanzando, hasta que pasada la mitad lancé un grito mezcla de dolor, placer y victoria ante esa represalia consumada.

-      ¡Qué maravilla! - gritaba Sergio, mientras salía igualmente despacio, haciendo que ese movimiento me inyectara un placer inusitado por todo mi cuerpo.

Se detuvo con la punta metida, para decirme:

-      ¿Sigo, Lorena?

-      ¡Sí, por Dios! - respondí jadeante.

Tras mi aprobación, el chico se agarró a mis caderas, para incrustarme de golpe aquella venosa y grande verga, dejándola totalmente clavada en mi interior. Creo que me mareé al sentir esa embestida y no sé si pellizcaba las piernas de mi marido o éste me decía algo, porque estaba obnubilada con esa follada tremenda en mi culo. A partir de ese momento el mete saca continuo de Sergio me hizo ver las estrellas, gozando en cada metida, gimiendo con cada golpe de su pelvis en mi trasero en un sonido de choque de nuestros sudorosos cuerpos.

Durante ese tiempo ya no podía abrir los ojos, tan solo sentir de lleno esa invasión placentera de mi culo hasta que repentinamente me llegó un nuevo orgasmo, más largo e intenso incluso, que los anteriores totalmente llena de carne y de placer.

A partir de ese momento las clavadas de mi jardinero eran más bruscas, señal de que él estaba cerca del orgasmo

-      ¡Uf, que estrechita y como aprieta la muy puta! - le dijo de nuevo con descaro nuestro joven empleado a mi marido, que seguía viendo en primera fila el desvirgamiento violento de mi culito.

Sergio aceleró sus embestidas, hasta dejar metida su polla completamente y azotando incesantemente los cachetes de mi culo notaba dolorido, pero al tiempo tremendamente placentero.

Mi esfínter notó la presión y fue entonces cuando Sergio comenzó a inundarme completamente en unos chorros calientes y deliciosos.  Uno tras otro notaba como me llenaba esa estrechez, ahora más dilatada que nunca mientras el chico no dejaba de bufar y jadear exhausto.

-      ¡Dios, qué pasada, Lorena, nunca me había follado un culo como este! - dijo acariciando mis posaderas sin sacar su vega aun palpitante. - ¿te ha gustado? - me preguntó, mientras sobaba mi culo y mis tetas.

-      ¡Me ha encantado! - decía yo exhausta, pero feliz por haber sido follada de esa manera por mi jardinero. Ya no podía fingir nada.

La cara de Ramiro era un poema, mientras que su polla se balanceaba, todavía en erección, mezclando sus sentimientos de humillación con los de cornudo consentido, tal y como yo deseaba. Me sentía pletórica

-      Joder, te tenía muchas ganas, Lorena, pero es que el cornudo de tu marido no ha sabido darte lo que te mereces. Cómo mirón, tiene futuro pero follando no es para ti, preciosa - añadió Sergio, besando mi cuello, moviendo aun su pelvis lentamente sin sacar su verga del interior de mi agujerito posterior.

Estaba encendida, no podía evitar ese cachondeo que me invadía, más aun cuando Sergio se separó y empezó a jugar con mis labios vaginales llenándolos con su semen. Me penetró por la vagina y yo notaba como el semen fluía por mi dilatado esfínter, escurriéndose por mis muslos. Así permanecimos follando durante un buen rato.

No conformes con eso, seguimos haciéndolo en innumerables posturas, unas veces cara a cara, otras por detrás, cabalgando, sobre una silla, en el suelo, pero siempre ante la atenta mirada de Ramiro.

Tras un merecido descanso y una ducha juntitos y un polvete tierno sobre mi cama, volvimos al salón donde mi esposo yacía medio de lado, hecho una piltrafa.

-      ¡Lo vais a pagar caro! - gritaba Ramiro, entre sollozos, aun cargado de su prepotente dignidad cuando nos vio aparecer.

-      ¡Eres tú el que lo va a pagar caro, gilipollas! - le respondió su empleado, haciéndole callar de nuevo.

A continuación Sergio encendió la tele para poner el video de la grabación de su fechoría con las dos putas del partido. En ese momento Ramiro se sentí aún más derrotado y su cara denotaba la fracaso, pero fue Sergio el que aún le puso en su sito, para que no le quedaran dudas, diciéndole:

-      Lo has perdido todo, cabrón, a tu esposa lo primero de todo, has perdido tu dinero y los documentos que te pueden inculpar, así como el video con tus dos fulanas que siempre tendré a buen recaudo. Supongo que no querrás que todo esto se sepa, así que por tu bien, no te va a quedar más remedio que joderte y aguantarte.

Sergio le soltó una mano a Ramiro para que se fuera desatando por sí mismo, pero como esa labor le llevaría tiempo, me agarró de la cintura, cogió la bolsa con el dinero y los documentos y me llevó a la calle. Allí nos subimos al deportivo favorito de mi esposo y riendo emprendimos la huida en aquella noche intensamente inolvidable.

-      Sergio...gracias. - le dije acariciando su cara, cuando nos detuvimos en un hotel.

-      Gracias a ti Lorena, me has hecho feliz. Espero haberte compensado por todo.

-      Tú también me has hecho muy feliz. Gracias por ayudarme a la venganza y gracias sobre todo por hacerme tuya.

Nos fundimos en un largo beso y tras mirarnos fijamente le pregunté.

-      Sergio… ¿pero tu chica?

-      ¿Mi chica?... ¡Mi chica ahora eres tú! - intervino el dándome un suave beso y acariciando mi pecho con dulzura.

Estaba orgullosa por todo lo vivido, por haber llevado a cabo mi dura venganza, por haberle dado ese merecido castigo a mi esposo, pero lo mejor era mi nueva vida con Sergio que no acababa más que comenzar, con una buena cantidad de dinero y una no menos cantidad de secretos que deberían quedar sellados en esa noche, porque ahora nos tocaba vivir nuestra nueva vida juntos, sabiendo que mi esposo mantendría su boca cerrada, por la cuenta que le traía.

Juliaki

FIN.

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