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Forced: Marina se descubre a si misma

en Autosatisfacción

El tiempo que pasaba sola en mi habitáculo era inútil, o más bien, todo lo que hacía y nadie podía ver, era inútil. No es que no hiciese nada, a lo largo de los 22 días que había pasado viviendo allí había ido encontrando el modo de entretenerme, pero daba igual.

Aunque me hubiese llevado un libro magnífico de la sala, o uno terrible, todo quedaba entre mi y un trozo de papel. La bañera no tenía ninguna opinión sobre que me pasase dos horas dándome un baño. Por otro lado la intimidad era absoluta, esto me había llevado a descubrir el placer de dormir desnuda. Y, pese a la actividad diaria en la sala, el placer de masturbarme en mi cama sin preocuparme de que ningún compañero de piso ni familiar me escuchase ni me descubriese.

No contenta con estos dos descubrimientos, también me había dado cuenta de que, si bien la mayoría de las sensaciones, pensamientos y actividades no me llenaban por la falta de alguien con quien compartirlas, había una que mejoraba de forma sensible estando sola.

Empezó una tarde tras volver de la sala, ese día mientras un chico con muy poca habilidad para el sexo trataba de follarme, me dí cuenta de que no sentía nada. El chico me miraba esperando una reacción, así que cedí e intenté darle lo que buscaba, fingí.

Pero igual que antes de hablar por primera vez en público había practicado y me había grabado en video, e igual que antes de ir por primera vez a bailar en público había bailado delante del espejo hasta estar satisfecha con el resultado, me hubiese gustado haber tenido la posibilidad de practicar aquello con antelación.

Así pues, después de quedarme a medias en lo que a llegar al orgasmo se refiere, no obstante, habiendo completado la misión, salí de la sala decidida a prepararme para la próxima ocasión, y para ello había traído un juguete. En el habitáculo no tenía ese tipo de cosas. Erwin me había dicho que me llevase cosas de la sala para entretenerme, él se refería a libros y cosas así claro. Yo en este caso necesitaba algo de aplicación más práctica.

Saqué el consolador de donde me lo había escondido. Nadie me iba a decir nada por cogerlo, no había nadie más que el chico en la sala. Eso no significa que quisiera pasearme con uno de esos en la mano como si nada. Las normas de la sociedad aún existían para mi, aunque pareciese la única. En la sala había tamaños, colores y formas muy variadas, escogí uno transparente que, a mi entender, tenía una forma normal.

Cualquier otro día iría directa a darme una ducha nada más salir. Pero cualquier otro día el número de orgasmos habría sido de tres o más, hoy eran cero. La falta de orgasmos no habían impedido que un chico joven, de buen ver, atletico, hubiese estado tocando todo mi cuerpo como si dejar un rincón sin recorrer fuese una oportunidad perdida.

En varias ocasiones estuve apunto de gritarle que se centrase un poco en lo importante. No obstante, no estaba mal que alguien le diese su debida atención a mis muslos antes de subir, o le dedicase tiempo a besarme el cuello y recorrer mi espalda con sus manos.

Al final llegó a mis tetas, ya estaba apunto de empezar a tocarlas yo misma, por lo menos las ganas de que me metiese mano lo hicieron más intenso. Lo mismo pasó cuando llevó su mano a mi entrepierna y empezó a frotar. Después de la espera, sobretodo teniendo en cuenta lo corta que era habitualmente, ya estaba preparada para mucho más que una mano acariciandome con amabilidad.

Todo ello iba aumentando mi necesidad de sexo, y estaba segura de que no sería en vano. Pensé en pedirle a Erwin que me hiciese el amor la próxima vez que nos viesemos, seguro que pensaría que era mi misión y lo haría sin ponerme pegas. Mientras fantaseaba con esa posibilidad, Jean, el chico con el que estaba en la sala, ya estaba prácticamente desnudo, y yo también. De un momento a otro me penetraría, o eso esperaba. No recordaba haber necesitado una polla dentro con tantas ganas, y no es que él me volviese loca, simplemente tenía la sensación de haberla estado esperando demasiado tiempo ya.

Se decidió a dar el paso, poniéndose encima de mí como si le diese miedo aplastarme. Con las manos sobre el colchón, a los lados de mi cabeza. Yo nunca había penetrado a una chica, pero esa posición no me parecía la más práctica. Retiró una de sus manos y se agarró el miembro para dirigirlo hacia mi entrepierna.

Seguía sobre mi, sin apenas llegar a tocar mi torso con el suyo, cada vez tenía más claro que le daba miedo aplastarme, y su brazo se cansaba. Así que agarré su miembro y lo dirigí a donde quería llegar, no podía estar más húmeda y preparada para lo que quisiera darme.

De un chico así esperaba que me diese demasiado rápido. Se como suelen masturbarse los chicos, porque suelen follar igual sus primeras veces, y siempre entran y salen demasiado rápido, solía pensar en ello cómo masturbarse usando a una mujer. No me hubiese parecido mal, por lo menos me daría sin más contemplaciones, si solo hubiese sido ese el caso. El chico entró dentro de mi, aunque no del todo, su posición o su habilidad no se lo permitían, y cuando quiso empezar a salir para volver a entrar la cosa no mejoró.

Sus intentos iban tomando forma pero seguía siendo torpe, y aunque seguramente él estaba consiguiendo placer de aquello, yo no sentía nada. En ese momento decidí que no iba a esperar a que aprendiese, empecé a fingir, y él siguió con lo suyo.

Al final tomé las riendas de la situación y, por expresarlo de algún modo, le masturbe un rato con mi coño. Mi misión no implicaba que se corriese dentro de mi. No me importaba recibir el semen de un hombre que me estuviese follando, pero estaba años luz del orgasmo, así que me saqué la polla de Jean, y le acabé con la mano.

Dediqué mi tiempo restante en la habitación, unos 15 minutos, a mirar el mueble en que estaban guardados los utensilios sexuales. Él claramente mantuvo su distancia al ver que yo no le hacía más caso, o puede que fuese porque me vestí corriendo. Jean no sabía que había en ese mueble.

Lo caliente que estaba me llevaba a mirar las esposas y soñar con un hombre que me las pusiera. Vi collares con cadenas, me parecieron mucho mejores que la típica mano en la cabeza que te presionaba hacía una polla palpitante. Incluso había algunos arneses que me dejarían completamente a merced de quien quisiera usarme, ojala hubiese estado allí Erwen para usarme.

Entonces empecé a abrir cajones del mueble de los consoladores. me daba vergüenza simplemente empezar a agarrarlos y sacarlos. Pero vi uno transparente y pensé que podría cogerlo discretamente. Me sentí como si estuviese pensando en robarlo de una tienda, aunque si fuese el caso, nunca me hubiese atrevido.

En la sala en cambio estaba permitido, y al ser transparente, podía hacerlo de forma discreta. No es que fuese invisible claro, así que esperé a que la luz se pusiera verde, lo metí debajo de mi blusa y me dispuse a irme cuando me acordé de que Jean seguía por allí.

- Ya es la hora, voy saliendo Jean.

Mi voz tenía una jovialidad y una despreocupación que no reflejaban en absoluto lo que sucedía en mi mente. Por algún motivo me preocupaba si él me descubría. Pero como ya he dicho, en mi cabeza las normas de la sociedad aún se aplicaban.

- ¡Adiós Marina!

Casi ni le escuché, ya estaba saliendo de allí. Crucé el pasillo hasta llegar al baño y me detuve delante del espejo. Era el único espejo del que disponía así que tendría que ser allí. Se me ocurrió que puestos a ello, había más cosas que quería practicar. Empecé por desnudarme delante del espejo como si fuese un hombre al que quería seducir.

No soy una femme fatale, ni tengo el cuerpo para serlo aunque aprendiera a comportarme como tal. Así pues, me centré en desnudarme como un hombre querría que una chica dulce e inocente se desnudase, mi sexualidad un accidente calculado, mi vergüenza, real o fingida, debían recordarle a cada paso que no muchos habían visto lo que él iba a ver.

Sin darme cuenta aquello había empezado a reavivar la llama dentro de mi. Estaba desnuda delante del espejo, el consolador esperaba sobre el tocador. Empecé a imaginar a ese hombre que deseaba follarme sin compasión. A lo mejor incluso quería robarme mi virginidad, a algunos hombres les gusta eso.

Su enorme polla recorría mis labios en mi mente, mientras, el consolador hacía lo mismo guiado por mi mano. Sentía mi entrepierna volver a palpitar con anticipación, no en vano había estado calentando hacía tan solo unos minutos. Empecé a presionar mi jueguete con fuerza y a sentir sus estrías, aún no lo introduje.

Abrí los ojos y mire mi rostro, tenía que ser el rostro que un hombre quería ver antes de penetrarme. Lo único que vi en mi cara era deseo, sólo quería era una polla para saciar mi hambre, Y así, me concedí lo que deseaba. En un movimiento, lento pero seguro la punta del consolador penetro mi coño, seguida del resto del falo, lo quería entero.

El placer de llenarme al fin fue tal que mi voz escapó de mis labios por si sola, me incliné hacía delante y me apoye con mi mano libre. Seguía observando mi rostro. No necesitaba fingir nada. Mi expresión había sido exactamente lo que quería conseguir.

Pase un segundo satisfecha conmigo misma. Mi rostro, pese a seguir siendo adorable, relucía con placer sexual, mis pechos parecían perfectos en este ángulo. Si hubiese sido un hombre el que me follase y viese mi cara en el espejo, se podría correr solo con eso. A mi aún me quedaba mucho.

Volví a cerrar los ojos e imagine ese hombre y su gran polla. Motivados por el sonido de placer que había escapado de mi boca. Se preparaba para embestir de nuevo a la chica que, en vez de encogerse al recibir su imponente miembro por completo de una sola vez, había gemido de placer.

El hombre volvió a embestirme, su polla entró por completo, esta vez más deprisa. Mi voz volvió a salir, esta vez lo hice de forma completamente consciente. Así seguí hundiendo el consolador y gimiendo, cada vez con más confianza, Me di cuenta de que cuanto más placer reflejaban mis ruidos y movimientos, mejor me sentía.

La polla sin nombre que me follaba en mi mente estaba a mil gracias a mis gemidos, y me follaba de forma irregular. Lo mismo hacía el consolador, a veces entraba profundo y duro, otras rápidamente. Llegó el punto en que no podía sujetarme contra el tocador, deje que mi cuerpo reposase contra el mármol.

No me molesto la sensación contra mi piel, mis pechos apretados contra la piedra, mis pezones sintiendo el frío. Lo más importante, liberaba mi otra mano que fue directa a mi clítoris. En mi fantasía ahora el hombre tenía su cara entre mis muslos y me lamía y chupaba como si estuviese deliciosa.

El consolador seguia penetrandome y el orgasmo no se hizo esperar. No había olvidado mi objetivo inicial, practicar para fingir, pero era imposible hacerlo mientras disfrutaba tanto. En su lugar había descubierto otra cosa, me gustaba hacer ruido, me gustaba moverme como si me follase un dios del sexo.

Mi cuerpo y mi voz reflejaban un placer infinito a partes iguales. ¿Le gustarían a Erwin las chicas ruidosas? No sabía si el cambio sería muy repentino, aunque como siempre, podía decir que era cosa de la misión. Las misiones siempre me obligaban a algo. Erwin solía decir que a él le daban libertad, ahora entendía a qué se refería.

Aún no había acabado pero ya no necesitaba el espejo para nada. Me meti en la bañera, con mi nuevo amigo transparente y agarré la alcachofa de la ducha. Dejé el consolador a un lado de momento, puse la ducha en un modo suave y la temperatura del agua en un punto no muy caliente. En cuanto me hube mojado entera la enfoque a mi entrepierna.

Mi mente ahora estaba en Erwin, lo imaginaba masturbandome como lo hacía el. En esta fantasía él me inmovilizaba por completo, se ponía detrás de mí y con su pene palpitando entre los cachetes de mi culo. Tenía los dedos de una mano dentro de mí, y los de la otra jugaban con mi clítoris sin compasión.

En cuanto estuve preparada para volver a subir la intensidad dejé la ducha en un punto fijo para liberar mis manos. El agua no paraba de estimular mi clítoris por mi, y yo no paraba de gemir. Me encantaba la idea de que mis gemidos lograsen endurecer el pene de Erwin y sentirlo contra mi culo.

Agarré el consolador , inicialmente no era ese el plan, pero me estaba calentando muchísimo con mi fantasía. Empecé a frotarlo contra la entrada de mi ano como si fuese Erwin. Mientras con la otra mano metía parte de dos dedos en mi coño presionando con intensidad.

Frotaban con fuerza la parte más sensible, solo parando para hacer que el agua estimulase con más fuerza mi clítoris. En mi fantasía tenía claro lo que Erwen iba a hacer a continuación.

Así pues, hice lo mismo en mi bañera. Mis gemidos que parecían imparables se cortaron un instante. Perdí mi voz y los músculos del torso se me tensaron, En mi mente Erwin introducía su pene en mi ano, del mismo modo, introduje mi consolador, lentamente.

Después de cortar mi propia voz con aquella penetración anal, volvió en forma del gemido más agudo que había escapado. Había llegado al orgasmo. No paré. Para mi la polla de Erwin seguía queriendo follarme el culo, y el consolador no iba a ser menos.

El agua seguía estimulando mi clítoris con fuerza, y rápidamente mi mano volvía a estimularme vaginalmente, esta vez mis dedos entraban por completo y no salían, solo se movían como yo sabía que me daban el máximo placer.

En mi mente Erwin seguía castigando mi culo, me daba palmadas, y masturbaba mi coño con fuerza, y eso hacía yo a su vez. Quería orgasmos y no dejaban de llegar, y mientras seguían llegando, yo seguía gimiendo, seguia moviendome, me seguía retorciendo, mis piernas se cerraban y volvían a abrirse. La mano que tenía dentro de mí me arañaba a falta de un hombre al que arañar. Necesitaba expresar mi placer de todas las formas posibles.

Parecía mentira que hacía solo una hora un hombre no hubiese conseguido darme ni una milésima del placer que había sentido en el baño. Cuando acabé saqué a mi amigo de la bañera, la llene de agua caliente y me quedé allí, pensando en todo y en nada.

 

 

 Gracias por leer el capitulo 7 de Forced. Puedes leer el resto de la historia aqui:

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