Otra mañana volvió a casa de la vecina, esta vez citado por la hija. Su sorpresa fue que le abrió la puerta la madre, con su calentura le hizo pasar y en medio de otro gran desenfreno sexual, su hija se percató de los gemidos.
Todas las mañanas observaba a su madurita vecina a través de la ventana hasta que decidió hacerle una visita, cuando no estaban en casa su marido e hija.