Tía Ethel me pone de espaldas y me quita violentamente la toalla, dejándome completamente desnudo. - ¡ Qué vergüenza ¡ - exclamo, bajando la vista, humillado. - Soy una señora de setenta años. Podría ser tu abuela, muchachito. No debería darte vergüenza estar con la cola al aire delante de mí - exclama tía Ethel, mientras va en busca del temible cepillo de madera Lo que debería avergonzarte es lo que has hecho, chico malo.
A continuación, Mauro me lanzó un terrible salivazo bien cargado de mucosidad, tan grande que me empapó la cara completamente(...)- Nosotros vamos a hacer lo que queramos con tu culo, ¿me entendiste, rubio marica? me aseguró Miguel, el jefe de la pandilla, mientras pellizcaba violentamente mis nalgas.