Si estáis leyendo este relato, es probable que ya hayáis leído La Boca del Metro, que trata sobre mi afición a meterme en barrios y calles peligrosas para una chica a ciertas horas de la madrugada. Pues ahora voy a contar la primera vez que me dio por tener una de esas aventuras, mi debut en el juego de adentrarme en una cueva de lobos.
A lo largo de mi vida me he visto obligada a tener sexo sin haberlo querido en unas cuantas ocasiones. Normalmente se trataba de personas conocidas, incluso miembros de mi familia (aunque no de sangre) que se valieron de algún tipo de extorsión, presión, perseverancia o amenaza directa que hacían que terminara claudicando con desgana. Pero no sabía lo que era que un desconocido me asaltara de buenas a primeras, una violación espontánea.
Hola, antes de nada voy a presentarme para quien no me haya leído aún. Me llamo Irati, tengo 30 años (soy del 80) y vivo en una gran ciudad de España, aunque soy de un pueblo del norte del país. Para ser sincera no soy una chica especialmente guapa, más bien del montón, y no tengo los pechos grandes, tengo más desarrollada la cadera con un culo carnoso y respingón que normalmente resulta atrayente a los hombres (de hecho es mi arma más recurrida cuando quiero cazar a un macho). Éste es el último capítulo de la saga de relatos SOY PUTA, del que existen once capítulos anteriores a este, los cuales recomiendo leer en orden antes para seguir el hilo de la historia. También quiero agradecer la cantidad de lecturas que han tenido mis demás relatos, y cómo no los comentarios, tanto los halagadores como los críticos.
He querido llamar a este relato La Oscuridad. Es un relato en el que voy a contar ninguna experiencia concreta, sólo va a ser una presentación de los siguientes relatos, un puente entre los anteriores en los que he ido hablando de mi adolescencia hasta mi marcha a la ciudad, y los siguientes, en los que cuento algunas historias, sobre todo ajustes de cuentas que los mafiosos llevaban a cabo con Juan y en los que yo me convertía en obligada protagonista. Esa época oscura ocupó más de seis años de mi vida, años en los que estaba condenada a vivir experiencias que al principio me parecían traumáticas y que el tiempo me hizo llevar con cada vez más resignación.
En mi último relato (Conociendo a Juan) cuento cómo conocí a Juan, un hombre que más o menos me doblaba en edad y fue uno de mis clientes en el club. Tras varias visitas que me hizo, en las que echamos unos polvos tan tiernos como salvajes, yo acabé prendada de él, y él se encaprichó conmigo, tanto que me ofreció ir a la ciudad con él. Acabé aceptando su propuesta y me fui a la capital de la provincia, me instalé en su piso donde vivía él solo y me dediqué a las labores del hogar y a echar una mano en el disco-pub del que él era dueño. Los primeros meses todo iba genial, me fui adaptando a la vida en la ciudad.
Como decía en mi anterior relato (Mi primer trabajo), comencé a trabajar en un club que se encontraba a unos pocos kilómetros de mi pueblo. Mucha gente pasaba por allí cada día en busca de sexo, entre ellos gente de mi pueblo que cuando me reconocía, procuraba no cruzarse conmigo esperando que yo no les reconociera, y es que la hipocresía en mi pueblo estaba (y está) a la orden del día.
En este relato, el último de la saga SOY PUTA, cuento cómo me va en mi primera entrevista de trabajo en un Club a unos Km de mi pueblo. Esta saga termina, pero seguiré contándoos más cosas en el futuro.
Este relato no es caliente, pero sirve para la comprensión de los siguientes relatos de esta saga.
Mi polvo con Rafa, un pobre retrasado conocido en todo el pueblo con el que Pedro decide seguir jugando.
Pedro le dio la vuelta a la situación, y ahora estaba a su merced.
Relato en el que cuento cómo Pedro me obliga a follar con Venancio, un putero alcohólico que tenía el honor de ser el hombre más cerdo del pueblo.
Tras más o menos un año yendo con Luis y sus chicos a la cabaña, sucedió lo inevitable: me desvirgaron.
Primer contacto con el sexo masculino.
Un repaso a la vida que he tenido y que me ha convertido en lo que soy. Y no reniego de ello.