Valeria se despojó de la bata que llevaba y se quitó la camiseta. Sus dos exuberantes pechos se mostraron ante mí, desafiantes. Como los deseaba Ella, lentamente, fue acariciando sus pechos, los pezones, rozándolos suavemente
Al tumbarse boca abajo le desabroche el sujetador para dejar libre la espalda y como siempre hacía coloqué una toalla para tapar la braguita. Me unté las manos con el aceite y empecé a deslizar las manos sobre su espalda. Me encantaba esa sensación de tenerla entre mis manos y rozar suavemente su espalda.