Fue en ese momento final de placer cuando me fije en el espejo a la última persona presente en aquella habitación. Allí estaba él, desnudo, sentado en un sillón en un extremo de la sala. Me miraba excitado, pero en sus ojos también encontré enfado y tristeza. Allí estaba mi marido Ton viendo cómo su mujer, su cuñada y su amiga eran duramente folladas. Preguntándose cómo habíamos llegado hasta aquí.
La escena excitó a todos los presentes, que se acercaron poco a poco a la cama. Pude ver a mi marido Ton embelesado. Por primera vez veía a su mujer en una escena lésbica y además con una amiga a la que yo sabía que deseaba.
Así lo hice, aunque no entendía que pretendía. Mi coño quedo expuesto y abierto. Sandra levantó su pie a la altura de mi boca. Contemple aquellos dedos, con las uñas pintadas de rojo intenso y comprendí. Lamí y chupé mientras ella jugaba con mi boca. Cuando lo tuvo bien mojado lo llevó a mi coño y empezó a follarme.
Aquello era una locura, pero yo hacia rato que había perdido el control. Agarré la polla de mi marido y separando las nalgas de mi hermana coloqué la punta en la entrada de su ano.
Este es mi primer relato a la carta. Como ya sabéis, se trata de incorporar personas o personajes que me proponéis y escribir historias en las que también participo junto a mi marido y mis otros compañeros y compañeras de sexo en la realidad. Deseo os guste. Y espero más propuestas imaginativas y morbosas.
Os propongo un juego. Especialmente dirigido a lectores y lectoras de mis relatos. Vosotros proponéis los personajes y las temáticas.
Se echó en la cama y levantando les piernas dejó su ojete a la vista. Aquello era demasiado. Con Tom había practicado de todo. Pero aunque el me pedía aquello mismo muchas veces, jamás había aceptado. Estaba muy caliente. La situación me superaba.
Ton se puso de pie en la cama y metió su polla en mi boca. Empecé a chupársela con ganas. La que me estaba follando por detrás incrementó su ritmo excitada por la visión. Mi marido, viendo a su mujercita como tanto tiempo la había imaginado, se puso como una moto. Agarrándome por el pelo metió más su polla.
Llegué a las seis puntual. Había silencio. Cumpliendo las consignas de Ton, me quité la ropa en el recibidor quedándome sólo con la ropa interior negra. Recogí mi pelo moreno en una coleta. Me vi reflejada en el espejo. Aquella madurita bajita y regordeta tenia ganas de follar, muchas ganas.
El espejo que cubría una de las paredes de aquella habitación me permitía tener visión de todo lo que estaba pasando. Inclinada como estaba me veía reflejada, completamente desnuda, cómo todos los que allí estábamos. Mis pequeños pies estaban bien plantados aguantando las embestidas que mi cuerpo regordete, de poco más de metro cincuenta, recibía.
De repente noté las manos de Ali en mi culo. Separó mis nalgas y puso su lengua en mi ano. Todo mi cuerpo se electrizó. Ella empezó a mover tímidamente la punta. La doble sensación de la polla follándome y aquella lengua lamiendo era increíble.
Juro que cuando entramos en aquella habitación yo iba convencida que sólo quería verlos follar. No hubiera soportado quedarme en casa sabiendo que ellos estaban juntos, pero nunca pensé que me excitaría de aquella manera. Y ahora estaba casi desnuda, sólo con mi blusa, frotando contra mi coño el pollón que aún estaba mojado con los flujos de mi hermana.
Allí estaba yo, una mujer madura, casada, madre, profesional de éxito, estirada en el sofá, con las piernas abiertas masturbándome con un consolador de 20 cm mientras veía como mi hermana, a cuatro patas en el suelo, era follada por mi marido. Mi marido, que como yo, nunca antes había estado con otra persona en la cama. ¿Pero cómo habíamos llegado hasta allí?