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Cármen y yo

en Fantasías Eróticas

Como todas las mañanas realizé mi recorrido matutino para llegar a la universidad. En taxqueña, viendo la hora que era decidí tomar un taxi, no podía darme el lujo de llegar tarde a la clase de radio.

Pagué y salí corriendo mientras se me caía del cabello la dona roja que me regaló mi hermana, ella siempre me regaña por traer el cabello suelto, insíste en que me veo mejor "peinada". Buenos días!! dije con una sonrisa a todos los compañeros que habían llegado. Me senté junto a Cármen y comenzamos a conversar. Algunos me estaban mirando, creo que el cabello suelto y las mejillas rosadas, además de la blusita blanca con pequeños agujeritos que dejaban ver un poco mi piel y mi brasier llamaba la atención de los muchachos, pero definitivamente era Cármen quien al estar más cerca, no quitaba sus ojos de mi pecho. Sonreímos y continuámos conversando sobre lo que haríamos en la clase de esa mañana, además de contarme lo que hizo con su novio el fin de semana...

Trabajamos durante 3 horas contínuas hasta terminar de grabar los diálogos. Muchos comenzaron a irse y Cármen y yo nos quedamos a corregir un guión. Después de un rato estábamos solas y nos sentamos en la alfombra dentro de uno de los cubículos de grabación. De repente escuchamos que alguien entró y apagó las luces. Estábamos totalmente a oscuras, pero ninguna de las dos dijo nada. Y quien halla apagado las luces nunca supo de nuestra presencia.

Teníamos una risa nerviosa y en la penumbra total quise ponerme de pie, pero tropezé y caí sobre Cármen. Pude sentir su fragancia y el aliento de sus carcajadas, y tratando de pararme y pidiendo perdón entre risas estrepitosas sentí una excitación extraña. Ella no esperó a que me enderezara y comenzó a besarme tomando mi cara entre sus manos, yo solo entreabrí mis labios y la dejé ser. Pero no podía contener el deseo y los besos se fueron haciendo más y más profundos, jugosos y apasionados. Sus manos abrieron mi blusa y su labios bajaron por mi cuello. Yo no podía ni quería detenerla. La oscuridad era cómplice de lo que estaba sucediendo. De repente sentí el roze de su pierna en mi pubis y en ese momento deseé acariciarla también, sentir su piel, oler su perfume y especialmente seguirla besando de esa manera tan deliciosa y sensual.

Nuestros cuerpos tendidos en el piso, unidos por ese deseo tan sutil y glorioso. Nuetras manos y bocas ansiosas de sentirnos de probarnos... De repente escuchamos un ruido y quedamos como estátuas. Contuvimos el aliento. Cármen se sentó y me dijo, será mejor que nos vayamos. Yo no decía nada, solo me acomodé la ropa, caminé en la oscuridad hacia los interruptores que estaban fuera del cubículo y encendí las luces. Regresé y nos miramos un rato, nos tomamos de la mano y nos besamos en la mejilla. Sin decirnos nada recogimos nuestros libros y salimos caminando despacio, sonriendo, agitadas. Ese día descubrí que el cabello suelto y las mejillas rosadas, además de la blusita blanca con pequeños agujeritos que dejaban ver un poco mi piel y mi brasier, no solo llamaban la atención de los muchachos...