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Recuerdos de mi primera vez

en Hetero: Primera vez

Mi relato se inicia en la época que vivía en la provincia, y de los recuerdos que tengo de la primera vez que hice el amor.

Mi vida en la provincia siempre la recuerdo con nostalgia, ya que estuvo llena de inocencia y fui muy feliz durante mi permanencia en ella. Yo vivía en una zona alejada de la ciudad, y me encargaba de las labores de la casa, ya que mi padre se ausentaba toda la semana por motivo de su trabajo.

Recién había cumplido 18 años, y mi cuerpo había dejado atrás las formas de niña, para dejar florecer a la mujer en que me había convertido. Los chicos de mi pueblo al parecer también habían notado mi cambio, y en muchas ocasiones se me acercaban para enamorarme. Debido a que la zona del país en que vivía era muy caluroso, usaba casi siempre vestidos delgados y los hombres al ver mis piernas, me llenaban de cumplidos.

En ocasiones cuando me encontraba sola en mi casa, iba a mi cuarto y me miraba desnuda ante el espejo. Ahí podía ver la transformación que había tenido mi cuerpo, a través de los años. Mi busto había crecido, y tuve que comprar un sujetador para que no se notara el movimiento de mis senos libremente. La primera vez que me compré uno no sabía que talla era, y la dependienta me dijo que la próxima vez que comprara uno, pidiera talla 36.

Mi piel era blanca como la de mi madre, y eso llamaba la atención en el pueblo donde vivía. La aureola que rodeaba mis pezones era de color rosado, y al mirarme me preguntaba como sería el día en que tendría que desnudarme delante de un hombre.

Por esos días mi padre me comunicó, que el hijo de un amigo de su infancia vendría a visitarnos, y se quedaría unos días en nuestra casa. Cuando le pregunté como era, me respondió que nunca lo había visto, ya que su amigo se había ido muy joven a la capital del país. Ellos solo se habían comunicado por intermedio del correo.

Los días anteriores a su llegada, estaba con una gran curiosidad por conocerlo. Mi padre me dijo que él llegaría un día domingo, ya que quería pasar sus vacaciones en el pueblo donde su padre había nacido. Me pidió también que lo atendiera en lo que necesitara, ya que el no podría debido a que el lunes tendría que ir a trabajar.

Ese domingo, fui con mi padre a la estación de buses a recibirlo. Entre las personas que descendían del ómnibus, pude ver un joven como de 26 años, que miraba a todos lados. Era alto y por su porte y vestimenta, me pude dar cuenta que era él. Al acercarnos y decirle quienes éramos, nos saludó muy efusivamente dándonos un abrazo a ambos. Camino a casa me miraba constantemente, diciéndome que su padre le había contado que su amigo de toda la vida, tenia una hija. Pero que no pensaba que fuera tan bonita.

Se notaba que era una persona educada, y en todo momento se dirigía a mi padre con mucho respeto. Sus miradas hacían que mi rostro se sonroje, y yo solo bajaba mi mirada. Ese día luego de almorzar le enseñé los alrededores, aprovechando el paseo para conocernos. Me contaba como era la vida en la ciudad, y lo mucho que le había gustado la tranquilidad de este sitio.

Por la noche lo acomodamos en una habitación, y todos nos fuimos a dormir. En mi cama recordaba el día que habíamos pasado, y en los días en que mi padre no estuviera, podríamos hacernos más amigos. Al día siguiente, me levanté muy temprano para despedir a mi padre. Él volvió a hacerme la recomendación, de hacer agradable la estadía del invitado. Mientras preparaba el desayuno, Andrés se levantó y se acercó a saludarme con un beso en la mejilla. Me sorprendió su manera de darme los buenos días, y supuse que era una costumbre de la ciudad.

Él era muy desenvuelto en su manera de ser, y cuando estábamos en la casa, me agarraba la mano cuando me hablaba o me daba un abrazo. Sus continuos acercamientos me ponían nerviosa, pero eso hizo que le tomara confianza rápidamente. Conversábamos de todo, y me preguntó si yo tenia novio. Le respondí que aun no, y me dijo que no podía creer que nadie había besado esos labios tan lindos.

Su comentario no me molestó, mas bien creo que me agradó ya que me sentía contenta, de que me considerara bonita. Le dije que seguramente eso lo decía por compromiso, ya que las chicas de la ciudad serian mucho mas bonitas que yo. Me respondió que las chicas que él conocía eran diferentes a mi, ya que yo me mostraba en todo momento con mucha naturalidad, sin tratar de aparentar.

Pasaron así dos días, y yo solo esperaba el amanecer para verlo nuevamente. Una tarde que nos encontrábamos en la sala, trajo un maletín de su cuarto, y me dijo que de la ciudad me había traído unos regalos. Me entregó una caja y cuando la abrí, pude ver que era ropa interior para mujer. Habían medias de nylon, braguitas y sujetadores.

Todo era muy bonito y le agradecí, diciéndole que me parecían un poco pequeñas para mi. Se rió y me dijo que así eran los modelos, así que corrí a mi cuarto para probármelos. Estando ahí me saqué el vestido, y la ropa interior que traía puesta. Me puse las braguitas que me había regalado, y el sujetador también. Todo me quedaba muy bien, y al mirarme al espejo parecía que mis senos se iban a salir por encima. Me puse las medias, aunque en el lugar que vivo nunca usamos ese tipo de prendas, debido a que hace calor. Me puse unos zapatos que usaba cuando había alguna fiesta, y cuando iba a colocarme el vestido se abrió la puerta de mi habitación.

Andrés se encontraba mirándome, y sus ojos parecían querer retener la visión que tenía en ese momento. Solo atiné a tomar el vestido y cubrirme el pecho, y él me dijo que lo disculpara por haber entrado así, pero quería ver si todo me había quedado bien. Le respondí que si, y me pidió que lo dejara observarme un momento.

Pensé que no estaría mal y me quedé callada. El entró dirigiéndose hasta donde yo estaba, y luego caminó para verme por detrás. Yo solté el vestido, y dejé que Andrés me mirara. Le pregunté si le gustaba como me había quedado todo, y me dijo que me quedaba perfecto. Voltee a verlo y se acercó más a mi, dándome un beso en la boca. Metió su lengua en ella, y yo dejé que jugara con la mía. Me abrazó rodeando mi cintura con sus brazos, y luego bajo sus manos hasta agarrar mis nalgas.

Me apretaba las nalgas con sus dedos, y al estar tan cerca pude sentir el bulto que tenía en su pantalón. Me sentí excitada por la sensación del contacto de sus manos, y las caricias que me daba. Luego sentí que sus manos subieron por mi espalda, y soltó el seguro del sujetador, haciendo que mis pechos queden libres. Los miró mientras agarraba cada una de mis tetas en sus manos, y después empezó a besarlas, mientras me decía lo hermosas que eran.

Sus palabras hacían que no opusiera ninguna resistencia a sus avances, y en un momento se separó de mi, para quitarse la camisa y bajarse el pantalón, mientras yo solo atinaba a mirarlo. A través del calzoncillo se podía notar que tenía su pene totalmente parado, y luego se lo bajó para mostrármelo, sin que yo pudiera alejar mis ojos de su verga. Era la primera vez que veía un hombre en ese estado de excitación, y sentí que mi coñito se humedeció. Seguramente por el deseo de sentirla dentro de mí.

Se acercó a mi y me bajó las braguitas, mientras yo continuaba en un estado de hipnosis por la situación. Estando él de rodillas empezó a lamerme los labios de mi vulva, y los chupaba metiendolos a su boca. Le agarré la cabeza para pegarlo más hacía mi, y así sentir más esa sensación de placer. Luego él se sentó al filo de mi cama, y abrió sus piernas como haciendo un espacio para que yo me arrodille.

Ven y dame placer me dijo, y yo me acerqué hasta donde estaba y me puse de rodillas. Agarré su verga en mi mano, e instintivamente comencé a acariciársela y a correrla muy lentamente. Mientras lo hacía, lo miraba al rostro y podía notar que su respiración estaba acelerada. Me incliné un poco y abrí mi boca, para luego introducirla.

Era la primera vez que le chupaba la verga a un hombre, y me pareció lo más delicioso a pesar del extraño sabor que tenía. Rodeaba su grosor con mis labios, y al final me detenía en la cabeza de su verga y se la chupaba, haciendo que diera gemidos de placer. Luego me ayudó a incorporarme, y nos echamos en mi cama. Estando yo boca arriba, él se puso encima mío. Me besaba locamente y yo le respondía de igual manera, hasta que puso la cabeza de su verga en la entrada de mi concha.

Me asusté un poco por el dolor que podría sentir, pero él la metió muy despacio y luego de un leve fastidio, me bombeaba a toda prisa. Yo abría mis piernas lo más que podía, para permitir que entre totalmente, y así sentir todo el placer que pudiese. En ese momento me olvidé de mi padre, de mi virginidad y de mi decencia. Me gustaba sentir su verga dentro de mí, entrando y saliendo. después de un rato sentí un torrente que se derramaba en mi interior.

Pensé que feliz me había hecho Andrés esa tarde, y cuando él se echó boca arriba, me pidió que se la chupara nuevamente. Hizo que me colocara encima de él, de tal forma que mientras estuviera mamandosela, él pudiera verme el culo. Esa posición me excito mas aún, y mientras yo le daba placer con mi boca, él lamía mi ano y veía directamente, lo que nunca le había mostrado a un hombre.

Una vez que la verga se le puso como un palo, hizo que me colocara en cuatro patas, y nuevamente empezó a culearme como si fuera una perra. Puso sus manos en mis caderas, y me jalaba y retiraba para que su tranca se deslizara en mi concha. El movimiento hacía que mis tetas se movieran violentamente, y cuando sintió que iba a eyacular nuevamente, se paró de la cama y con sus dedos se apretó la cabeza de su verga. Me pidió que acerque mi cara, y cuando estuve cerca soltó un chorro de semen. Lamí lo que cayó en mis labios para probar su sabor, mientras él se seguía corriendo y restregándome su verga en mi cara.

Luego nos echamos en mi cama, y abrazados nos dormimos. Cuando despertamos ya era de noche, y me volvió a amar nuevamente. Los dos días siguientes, me hizo el amor todas las veces que quiso, y yo le daba gusto en todo lo que me pedía. Llegó el sábado y mi padre regresó de trabajar, y le preguntó a Andrés si había descansado durante esa semana. El le respondió que las vacaciones que había tenido esa semana, no las cambiaria por nada del mundo.

Luego Andrés tuvo que regresar a su vida, y curiosamente no me sentí triste de su partida. Él había completado mi transformación de niña a mujer. Me dijo que nunca me olvidaría, y yo estaba segura que así seria.

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