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Los Gustitos de mi exmarido

en Intercambios

Estimados lectores:

Lo que voy a narrar es verídico y me ha venido sucediendo desde hace un par de años. Vayamos al relato

Mi nombre es Roxana, tengo 32 años y contraje nupcias con Alberto, que es un poco mayor que yo, hace unos ocho años. Nuestro matrimonio fue la culminación de un tórrido romance que duró unos años y la consumación de un amor intenso por parte de ambos.

Nuestro matrimonio fue maravilloso. Nos entendíamos muy bien y nuestro sexo era maravilloso. Hacíamos de todo y con bastante frecuencia. Después de tres o cuatro años de casados, complementábamos nuestra intimidad con películas XXX que mi marido alquilaba en el vídeo del barrio.

Cierta noche, después de haber visto una película donde una mujer cogía con dos hombres, Alberto me preguntó...."Que te parece??"
Yo le contesté que estaba lindo, refiriéndome por supuesto a la película.
"Te animarías a hacerlo??"...me preguntó
Estarás loco - le respondí. Yo te amo a ti y contigo haría cualquier cosa, pero no me interesa hacerlo con otro hombre.

Y era cierto. Yo amaba a Alberto con toda mi alma. Mi vida estaba dedicada a él. Solo cocinaba las comidas que a él le gustaban, íbamos a los espectáculos que le interesaban y frecuentábamos las personas que a él no le disgustaban. Claro que eso no me había convertido a mí en una víctima; al contrario, yo hacía lo que me gustaba y tenía las amigas que quería. El casi siempre me daba todos mis gustos y no me restringía el dinero.

Después de aquello, él no volvió a tocar el tema por mucho tiempo. Sin embargo, siempre notaba que su respiración se ponía muy agitada cada vez que veíamos escenas de tríos o intercambios en las películas porno.

Una noche, después de ver una de esas películas, cuando estaba a punto de lograr mi orgasmo, él me preguntó si me gustaría follar con otro hombre. En mi excitación, a fin de que me dejara en paz y pudiera concentrarme en lo que estaba sintiendo, le dije que si.

Desde esa vez, él se acostumbró a preguntarme lo mismo cada vez que hacíamos el amor. Yo le decía que sí a veces, otras que no. Cuando tocábamos el tema, después del sexo, le volvía a repetir que no me interesaba ningún otro hombre que no fuera él. Que si otros la tenían mas grande, o más gruesa me tenía sin cuidado. Yo amaba su verga, porque pertenecía al hombre que yo adoraba. Sin embargo él me replicaba que eso enriquecería nuestra vida sexual y no se que otras tonterías.

Sin embargo, Alberto volvía a la carga una y otra vez. Cierta noche, ya aburrida de su tema recurrente le conteste..." si aceptara, como la haríamos, con un amigo tuyo, con un familiar, con un desconocido????". Quería ver su reacción.

El se entusiasmó muchísimo y me contestó: "En serio??"..."Yo creo que podríamos hacerlo con José, mi amigo viudo - el es discreto y buen mozo, y que yo sepa, hace tiempo que no ha estado con una mujer - Alguna vez me dijiste que te caía bien y eso es muy importante".

Estarás loco - le contesté - ya me viera yo tener sexo con tu amigo - ni loca.
Bueno, me contestó, entonces lo mejor sería hacerlo con uno de esos muchachos que lo hacen por dinero, son discretos, se esmeran al máximo y no causan mayor problema ni trauma."

A mi la idea no me gustó en absoluto, y así se lo dije. "Alberto, déjame tranquila, no quiero experimentar sexo con nadie, excepto contigo".

Pero él siguió y siguió insistiendo. Yo lo amaba tanto, que pensé que si Alberto tanto quería verme follar con otro hombre debía complacerlo, aún contra mis principios y deseos. Fue así que al fin de tanto machacar el logró sacarme el sí.

- De acuerdo, le dije, pero con ciertas condiciones. Lo haremos en un motel, a oscuras y será con un desconocido pagado.

- Muy bien, contestó Alberto, yo me encargaré de todo.
Yo seguía dudando que él se animara a llevar adelante el plan, pero lo hizo.

Un día sábado, me llevó al motel, me pidió que me bañara y pusiera ropa interior seductora y se fue a buscar al muchacho.

El motel era muy lujoso y estaba muy bien dotado; televisión, equipo de música, calefacción y bar. Me desnudé lentamente, tome una relajante ducha y me puse un negligee transparente sobre mi cuerpo desnudo. Estaba muy nerviosa Deseaba en el fondo que volviera él solo y tuviéramos una intensa sesión de sexo solo los dos.

Desgraciadamente, mi deseo no se realizó. Alberto llegó con un muchacho de unos 23 años, alto, guapo y musculoso. Él no me podía ver la cara, pues, pese a la penumbra de la habitación, yo había dispuesto la luz del velador de manera que mi cara estuviera en completa sombra.

Mientras Alberto preparaba unos drinks, el muchacho empezó a realizar un streap tease al son de la música de la radio. Muy pronto estuvo desnudo, y pude observarlo detenidamente. Tenía un miembro normal - quiero decir como el de Alberto - y una buena complexión atlética. Se fue acercando lentamente al pie de la cama y empezó a besarme los pies, para luego ir subiendo lentamente por mis piernas. Poco después su lengua estaba penetrando mi sexo. Yo me sentía incómoda, pero tampoco soy de hierro, y por lo tanto me empecé a humedecer y excitar. Mi marido se había desnudado completamente y miraba todo atentamente mientras se masturbaba.

Después de un buen rato, el muchacho subió sus labios por mi estómago, hasta llegar a mis pechos, los que empezó a devorar en forma firme pero delicada, mordiendo suavemente mis pezones. Se veía que tenía mucha experiencia en el tema de cómo calentar a una mujer. Quiso llegar a mi boca, pero no se lo permití. No iba a permitir eso, ni que me viera la cara.

Entonces el volvió a bajar su cara nuevamente hasta mi sexo, y me dio unas cuantas lengüetadas mas, las que complementó mordiendo mi clítoris suavemente. Acto seguido se levantó, se colocó un preservativo y me introdujo el miembro en mi vagina mojada, mientras yo no sabía lo que me pasaba y Alberto se regocijaba y continuaba masturbándose. Contrariamente a lo que deseaba, tuve un débil orgasmo. Después de terminar, el muchacho se levantó, se duchó, mi marido le pagó y se fue. Entonces mi marido se abalanzó sobre mí y cogimos como posesos.

Bueno Alberto, ya viste cumplido tu sueño, le dije. Espero que estés satisfecho.
Si mi amor, me contestó, estuviste maravillosa.

Sin embargo, desde entonces me empezó a remorder la conciencia, y algo en la actitud hacia mi marido empezó a cambiar. De vez en cuando él recordaba esa noche y platicábamos sobre la misma, pero yo siempre eludía el tema y cambiaba la conversación. Sin embargo, nunca volvió a insinuar hacerlo de nuevo y yo me sentía muy satisfecha de que el precio de mi tranquilidad haya sido pagado.

Una noche, hace casi dos años, llegó a casa muy excitado. Un amigo en la oficina le había comentado de la existencia en Internet de una página de historias y cuentos eróticos en español, que se llamaba TODORELATOS y le había dado el sitio web. Ni corto ni perezoso, esa noche, después de cenar, me hizo sentar a su lado frente a la PC y se dispuso a explorar este misterioso sitio que tanto prometía.

Efectivamente, lo encontramos y disfrutamos leyendo variadas historias (falsas o reales) de diferente índole. Poco después me cansé y me fui a dormir, dejándolo solo con los cuentos. Cuando vino a la cama me quiso follar, pero yo estaba ya casi dormido y no se lo permití.

A partir de entonces, todas las noches el buscaba historias en TODORELATOS e imprimía todas aquellas que involucraban tríos e intercambios y me las traía para que yo las leyera. No me decía nada directamente, pero insinuaba comentando algo así como..."ves que las parejas modernas gozan del sexo en otra forma??"....o "notas como las mujeres gozan teniendo sexo con dos hombres???". Yo estaba escarmentada por lo que había hecho antes y no quería saber nada de eso. Simplemente le seguía la corriente, pero empecé nuevamente a temer que me hiciera propuestas durante el coito, por lo que este se redujo considerablemente.

Sin embargo, una noche que hacíamos el amor, medio embriagados, después de haber asistido a una fiesta, me lo propuso. Roxana, amor, - me dijo - quisiera compartirte con otro hombre, Quiero follarte y verte follar, que chupes dos vergas y que sientas dos vergas al mismo tiempo, que las manos de dos hombres recorran tu cuerpo desnudo y las lenguas de dos hombres laman tu vagina. ....que me dices amorcito?. Quiero que lo hagamos....y pronto.

Me quedé helada. Alberto se había pasado. El hombre que verdaderamente ama a su mujer, como Alberto dice amarme, no la quiere compartir con nadie....la quiere para él solo. Los cuentos que había leído lo habían trastornado. Aquella historia de la "increíble Liliana" lo había impresionado. Yo personalmente creía que la mayoría de dichas historias eran inventadas. En casi todas ellas, los amantes tienen unas vergas gigantescas, ambos tienen varios orgasmos seguidos, las mujeres son de hermosas tetas y los maridos quedan recontentos después de que se la tiraron a su mujer.

No, no haría el papel de pelotuda por segunda vez. Alberto no me quería, se quería a él y me utilizaba para dar rienda suelta a sus mas bajas pasiones. Yo ya había cambiado mi actitud hacia él, pero a partir de ese momento el amor se fue, se evaporó.

Me levante de la cama, y me fui al baño a llorar desconsoladamente. El trató de reconfortarme y me pidió que vuelva al lecho, lo hice, pero no quise tener sexo con él.

Nuestra vida siguió normalmente, Alberto nunca mas volvió a insinuarme, ni mostrarme cuentos, ni volvimos a ver películas porno. Follabamos muy poco y a mucha insistencia de su parte, pero mis orgasmos eran pobres, cuando los tenía. El amor había MUERTO. No concebía que un hombre pudiera proponer semejante cosa a su esposa amada.

Cierta noche asistimos a un evento cultural en el Centro Cívico de la ciudad. Estaba presente la crema y nata de la sociedad y varios amigos nuestros. Allí conocimos a Sergio, un hombre muy apuesto, en el que no me hubiera fijado dos años antes. Pero ahora la cosa era distinta. El se portó muy gentil, y al notar mi mirada interesada, me dejó su tarjeta con un número telefónico.

A los dos días, no se porque, lo llamé con cualquier excusa. Me invitó a almorzar. Le acepté. Tuvimos una plática muy interesante después del rico almuerzo y quedamos en un tal vez para mas adelante.

Semanas después nos encontramos casualmente en el supermercado. Mi marido estaba de viaje, y así se lo hice saber. De inmediato me invito a cenar.

Esa noche fue inolvidable. Noté que algo nuevo florecía en mí. Me estaba enamorando. Me llevó a su casa y allí hicimos el amor. Me besó intensamente en la boca y, a medida que me sacaba la ropa, sus labios bajaron a mis pechos, cuyos pezones erectos y duros pedían algo mas. Luego, después de desnudarme, me tumbó en la cama y enterró su cara en mis partes íntimas. Mi clítoris empezó a sentir esa lengua que lamía con energía. Mientras lo hacía, se las ingenió para desnudarse y luego se colocó en posición para que hiciéramos el 69. Su verga entró directamente a mi boca. La empecé a lamer y chupar con pasión. Empezamos a sentir que los orgasmos se venían, y cuando empecé a gritar de placer, él, discretamente sacó la verga de mi boca y eyaculó afuera.

Descansamos juntos variados minutos. Queríamos recuperar fuerzas para el segundo acto. Cuando el momento llegó, Sergio me penetró gentilmente a tiempo que besaba mis pezones y empezó a bombear acompasadamente hasta que, ambos, en forma simultanea tuvimos nuestros orgasmos.

En esos momentos, perversamente, pensé en Alberto. Estaba follando con otro, estaba chupando la verga de otro, como él tanto quería que lo hiciera, pero le estaba privando el placer de mirar y le estaba privando el deseo de compartirme. En mi rostro se dibujo una sonrisa de venganza.

A partir de entonces, Sergio y yo nos hicimos amantes. Mis relaciones con Alberto, el hombre al que alguna vez yo había adorado con toda mi alma, estaban cada vez mas tensas.

En cierta ocasión, para probarlo, le pregunté a Sergio si le gustaría que hagamos un trío con otro hombre. Indignado me contestó que nunca. Que bastante tenía que soportar la idea que estuviera con Alberto, y que quisiera casarse conmigo para tenerme para él solo. Jamás permitiría que ningún hombre hiciera nada conmigo.

El final ya lo adivinan. Al poco tiempo me divorcié de Alberto, y en una sencilla ceremonia me casé con Sergio, el hombre con el que quiero compartir todos los días de mi vida.

Me gustaría mucho conocer comentarios de esposas y esposos que han compartido. Solo pido respeto por la manera de pensar y lenguaje adecuado. Pueden escribirme a Durazno44@hotmail.com

Un beso para todos

ROXANA