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Obsesión

en Grandes Relatos

OBSESIÓN

Jamás pude imaginarme que mi vida llegara a ser tan desgraciada. No me puedo explicar como me ha podido suceder esto a mí,

Lucía, no te atormentes más, no tiene sentido, ya han pasado 2 meses y ahora debes ser fuerte y rehacer tu vida, debes recobrar el sentido común,, debes buscar en tu mente las causas que te llevaron a intentar suicidarte. Pero tendrás que ser tu quien lo descubra, yo sólo puedo ayudarte a conseguirlo, pero siempre debes tener presente que tienes que ser tu. Depende de ti, sólo de ti

Doctora, necesito ayuda, sola no podré.

Yo te ofrezco mi ayuda, pero la psicología no es una varita mágica, es una ayuda para conocer los problemas interiores de uno mismo. Es un mecanismo que ayuda a descubrir los orígenes de los problemas y conflictos de la mente. Por otro lado, ya te adelanto que lo primero que debes hacer es quitarte de la cabeza que estás loca, porque no es cierto.

El primer contacto había transcurrido tal y como me la imaginaba, Lucía estaba completamente hundida, sin esperanzas, o por lo menos eso me pareció a mí. Estaba desesperada y me compadecí de ella, con tan solo 22 años, con una carita angelical y con un cuerpo precioso, pero con una pena en el alma que no la dejaba vivir.

Martín me había pedido que la tratara, que la ayudara, necesitaba a alguien de confianza, era un favor personal. Por supuesto no me negué, Martín había sido para mí uno de mis mejores amigos, aunque ahora la distancia (él vivía en Barcelona), nos impedía vernos a menudo. Aunque me había especializado en adicciones a las drogas, intentaría ayudarla. En principio le recomendé que viniera 2 veces por semana a la consulta, y por supuesto, que se despreocupara del dinero, eso era algo entre Martín y yo.

Creo que la convencí para que volviera, eso ya era un gran adelanto. Necesitaba que confiara en mi, debía llegar a ser su confidente, no podía dejar que volviera a intentar suicidarse. Yo tenía cubierta con pacientes toda la semana, pero decidí que los Lunes y los Jueves tendríamos las sesiones cuando terminaran mis consultas. Aunque era una época en la que tenía mucho trabajo, no tenía inconveniente en trabajar más horas, ya habían pasado 2 años desde mi separación y mi consulta era mi vida, salía de vez en cuando con Rafa, pero nada serio, un poco de sexo y alguna cena, no tenía ninguna atadura.

Llegó el primer lunes y ya por la mañana estaba ansiosa de recibir a Lucía, aunque no sabía muy bien como iba a empezar la terapia. La jornada transcurrió normal, como siempre, en la hora del almuerzo estuve incluyendo su ficha en el portátil y organizando sus sesiones, un pequeño planing que realizaba siempre que tenía un paciente nuevo.

Por fin despedí al último paciente y le acompañé hasta la puerta. Mi consulta era un apartamento situado en el barrio de Salamanca de Madrid, una zona muy agradable y concurrida, constaba de un salón enorme habilitado como consulta, con un gran escritorio, un par de butacas y un diván, lo utilizaba para recibir a los pacientes, dos habitaciones, una pequeña al lado del recibidor que hacía las veces de sala de espera y otra con puerta al salón donde tenía un sofá cama y una televisión pequeña (por si alguna noche me tenía que quedar), una cocinilla independiente y un baño completo.

Al salir me di cuenta de que Lucía estaba esperando, me llenó de satisfacción, era como si el primer asalto lo hubiera ganado. Después de despedir a mi paciente me dirigí a la sala de espera, y allí estaba ella, sentada, con cara de asustada, pero se la veía preciosa, con un vestido corto floreado y con deportivas, y su melena suelta. Le dije que pasara.

Hola Lucía, me alegro mucho de que hayas venido. Por un momento dudé que volvieras.

Hola Doctora, si he venido, pero no muy convencida.

Por favor, llámame Elvira, no soy tan mayor, además sabes que estás aquí por Martín, uno de mis mejores amigos.

De acuerdo, Elvira, comencemos.

¿Dónde prefieres sentarte? Yo preferiría que te recostaras en el diván, pero si quieres podemos comenzar en el escritorio.

Sin decir nada y mirando al suelo, Lucía se acercó al diván y se tumbó, cogió el cojín y se lo colocó debajo de la cabeza. El corto vestido se subió hasta sus muslos, mostrando así sus perfectas y juveniles piernas. Yo permanecía inmóvil, contemplando su juventud con envidia, con añoranza de lo que un día fui. Mis 42 años empezaban a pesarme. Coloqué una butaca al lado del diván y me senté.

Lucía, puedes comenzar por contarme como empezó todo. Sin vergüenza, de veras que puedes confiar en mí.

De acuerdo ,empezaré,……. Yo tenía 16 años y mi madre y yo vivíamos solas, mi padre se separó de mi madre cuando yo apenas tenía 8 años. El trabajo de mi madre era suficiente para mantenernos y darnos algún que otro capricho. Desde que mis padres se separaron mi madre no había tenido ninguna relación con otro hombre, hasta que conoció a Javier, un tipo guapo y apuesto, con un buen trabajo y en principio muy cariñoso. Mi madre se enamoró muy rápido, y a los 6 meses ya estaba viviendo en nuestra casa.

Continúa, por favor.

Los primeros meses transcurrieron felices entre ellos, a mi no me gustaba mucho la idea, pero al ver tan contenta a mi madre, pensé que era lo mejor. Por supuesto nunca pensé que Javier sustituyera a mi padre. Muchas noches me despertaban los gemidos de mi madre y los gritos de Javier, debían hacer el amor de una forma salvaje. Las primeras veces me asustaba, pero me acostumbré. Mentalmente yo era mucho más mayor que mis 16 años y lo comprendí rápido, además había tenido la primera menstruación a los 13 años.

¿Te importaba que tu madre hiciera el amor de esa forma?

Al principio un poco, pero ya te digo que lo comprendí rápido. Además coincidió que en esos meses, un chico de 16 años me desvirgó.

Lucía, ¿fue traumática esa relación para ti?.

No, para nada. Lo que pasa es que no disfruté casi nada. El chico no tenía ni idea de hacerlo, y menos de cómo hacer disfrutar a una chica. Le recuerdo como si fuera ayer, lo hicimos en casa de mi amiga Clara, en su habitación, en la cama, y fue visto y no visto. También estaba mi amiga con otro chico, pero ellos se fueron a la habitación de sus padres, ellos tenían más experiencia. Un poco de magreo preliminar, me quitó el jersey y la falda, pero como un animal, me bajó las braguitas y me la metió en apenas segundos. Comenzó a moverse sin ton ni son y se corrió dejando su cuerpo encima del mío, me dio un par de besos, se levantó y salió de la habitación, llamó su amigo y se fueron.. Mi amiga Clara, que estaba mucho más despabilada que yo, me prometió que me enseñaría a disfrutar y a dirigir a los chicos en la cama, siempre decía que los adolescentes no sabían como hacer el amor y que necesitaban que nosotras les dirigiéramos en la cama.

Lucía continuó la conversación con sus problemas amorosos de adolescentes. Me percaté que no quería seguir hablando ni de Javier ni de su madre, yo la dejé que hablara de lo que quisiera, era la primera sesión y no quería forzarla a nada. Después de un rato di por finalizada la sesión, necesitaba que confiara en mí y no quería presionarla. Nos despedimos y se marchó. Me quedé un rato en el despacho, pensando en Lucía, intentando imaginármela a sus 16 años.

Me tumbé en el sofá, me preparé una copa y puse un poco de música, el día había sido muy largo. Mi mente voló, me estaba acordando de la primera vez que hice el amor, hacía tiempo que no pensaba en mi adolescencia. Transcurrieron unos minutos, me estaba acordando perfectamente, recordaba la playa donde iba con mi familia de vacaciones y el chico que me gustaba. Entre las imágenes de Lucía de adolescente, tan juvenil, tan guapa, y entre las imágenes de mi primera vez me excité. Comencé a acariciarme los muslos por encima de la falda. Desabroché los botones de mi blusa y me acaricié los pechos por encima del sujetador de encaje blanco. Noté que mis pezones estaban erectos, pero aprisionados por el sujetador. Bajé las manos por mi vientre desnudo y las volví a colocar en los muslos, esta vez por el interior. Me masajeaba con fuerza, apretando mi sexo. Ahora si que estaba realmente excitada. Desabroché los botones de mi falda y la dejé en el suelo. Noté que mis bragas, también de encaje, estaban mojadas, metí mis dedos por debajo de estas y me acaricié el clítoris, muy suave y despacio. Un leve suspiro salió de mi boca entreabierta, seguía acariciándome y con la punta de la lengua humedecía mis labios. No lo dudé más e introduje los dedos en mi rajita, ya completamente mojada. Los movía circularmente, cada vez más fuerte, queriendo llegar a todos los rincones de mi sexo. Solté un gemido, el orgasmo estaba a punto de llegar. Pero paré un poco, quería disfrutar al máximo. Me volteé y me tumbé de lado, seguía moviendo los dedos dentro, pero más despacio, la otra mano la posé en mis nalgas. Introduje un dedo en el ano y comencé a moverlo también despacio. Ahora tenía una mono por delante y otra por detrás, aumenté el ritmo, esto si que siempre me había excitado. Los movimientos se hicieron mucho más bruscos y rápidos, por delante metía y sacaba los dedos, y por detrás lo movía en círculos. Mi cuerpo se arqueaba, se retorcía, mis ojos ya no veían nada, los suspiros se convirtieron en gemidos y jadeos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, notaba que el orgasmo llegaba, seguía moviéndome, levantaba y bajaba todo mi cuerpo en dirección contraria a mis dedos, creí que me partía. Por fin el orgasmo me invadió, mis dedos se empaparon y quedé exhausta, casi sin conocimiento. Después de recomponerme me arreglé y me fui a casa.

Los días pasaron muy despacio, deseaba volver a escuchar a Lucía, deseaba conocerla de verdad, su dulzura y su sinceridad me habían cautivado.

Por fin llegó el jueves y al último paciente le despaché rápido, salí a despedirle, Lucía aparecía por la puerta del ascensor, no pude evitar una sonrisa de satisfacción..

Hola Lucía, ¿cómo estás?, Venga pasa.

Hola, doctora.

Por favor, no me vuelvas a llamar doctora, llámame Elvira. Así nos sentiremos más cómodas.

De acuerdo, …………, Elvira.

Pasamos a la consulta y cerré la puerta, me quedé contemplándola por detrás unos instantes y la verdad es que envidiaba su juventud y su belleza. Los vaqueros le quedaban perfectos, la camiseta ajustada y las deportivas le daban un aire juvenil e inocente.

A ver, ¿dónde nos quedamos el lunes?, Ah sí, hablamos de cómo el novio de tu madre se fue a vivir a vuestra casa y de tus primeros novios.

No sé por donde seguir, te hablaré de mi amiga Clara, la que te comenté.

Como quieras.

Pues como te dije, Clara estaba dispuesta a enseñarme a estar con los chicos, a como disfrutar al máximo con ellos. Lo primero fue conocer los puntos de mi cuerpo que más me excitaban. Me enseñó a acariciarme, a tocarme, no solo el sexo, sino todas las partes de mi cuerpo, me enseño a usar vibradores, incluso alguna vez nos masturbábamos la una a la otra,……………………….

Lucía, ¿te ocurre algo?

No nada, es que me siento un poco incómoda hablando de esto con una desconocida.

Pero no te apures, soy íntima amiga de Martín, ya sabes que es un favor personal. Debes confiar en mí, voy a poner todo mi empeño en ayudarte, de veras. Y acuérdate que puedes contar lo que tu quieras, no te voy a forzar a nada.

Nos masturbábamos juntas, con toda clase de artilugios, era como ir a clase, yo seguía sus indicaciones Clara salía con chicos mucho más mayores, decía que los adolescentes no servían para nada. Conocí a unos cuantos chicos y la verdad es que disfrutaba con ellos. La verdad es que me sentía mucho más mayor, me comparaba con las chicas de mi clase y me creía toda una mujer. Pensaba que eran todas unas mojigatas sin experiencia.

¿No quieres hablarme del novio de tu madre? ¿Cómo se llamaba?

Javier,…………….

Se quedó pensativa, como ausente, y unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Le ofrecí un pañuelo, lo cogió , se secó la cara y se sonó.

Perdona, Lucía, si no quieres no me hables de Javier.

¿Martín te ha contado algo?

No, sólo me ha comentado lo de tus depresiones y tus problemas, pero te juro que nada más. Sólo intento conocer la raíz de tu problema. Me he dado cuenta que Javier te obsesiona y quiero saber porqué.

Lucía permanecía callada, con el pañuelo en las manos, no me miraba, tenía la vista perdida. Se incorporó y se quedó sentada en el diván, enfrente de mí. Le cogí sus manos con ternura y comprensión.

Lucía, tienes que hacer un esfuerzo. No debes callarte, sólo podrás curarte si luchas contra tu dolor con todas tus ganas, siendo fuerte. Aceptando la realidad y luchando contra ella.

Per no puedo, es algo superior a mí.

Sus suspiros se convirtieron en un leve llanto, las lágrimas volvían mojar su cara. La abracé y recostó su cabeza sobre mi hombro. Estaba desesperada. La consolé como pude y se fue tranquilizando poco a poco.

Lucía, vamos a dejarlo por hoy. Es mejor que te lo tomes con calma, no tenemos ninguna prisa. Pero te repito que debes confiar en mí. Además de ser tu doctora, seré tu amiga si me dejas.

Elvira, dame tiempo, necesito recapacitar. Quiero hacerlo, pero no puedo.

Lo intentaremos el lunes. ¿Quieres un refresco o una copa?

Por favor, dame un vaso de agua.

Se lo preparé y se lo bebió de un trago, casi sin respirar. Se tranquilizó un poco, recobró fuerzas y disculpándose se marchó. Yo me quedé un poco aturdida, tenía la sensación de que no lo estaba haciendo bien, de que ese no era el camino. No sabía como hacer para que confiara plenamente en mí. Decidí no pensar en Lucía hasta la siguiente sesión, quizás, si no le daba tantas vueltas conseguiría acercarme a ella de una forma más objetiva.

Recogí mis cosas y me marché a casa.

Después de un viernes tranquilo en la consulta, el fin de semana lo fue también, no hice nada especial, descansar y organizar un poco las sesiones de la semana, me llamó Rafa para salir, pero le dije que no, necesitaba estar sola.

El lunes transcurrió como siempre, pero el último paciente no vino a la consulta, aproveché esa última hora para salir a comprar algo de comida para la semana. Me retrasé un poco en el supermercado y rápidamente me dirigí a la oficina, no podía faltar a la cita con Lucía, ya bastante le costaba venir como para darle plantón. Ya me retrasaba 10 minutos de la hora y corriendo como podía, cargada de bolsas llegué al portal, justo salía Lucía, como siempre, guapísima, con una minifalda y un top ajustado muy juvenil, y en sus pequeños pies unas sandalias.

Hola Lucía, mil perdones por el retraso. ¿Ya te vas?

Hola, Elvira, si ya me iba porque creí que no vendrías. ¿Te ha pasado algo?

No, no, es que he aprovechado a hacer unas compras y me demoré, pero mantenemos la sesión ¿no?.

Sí, claro. He hecho un gran esfuerzo para volver, no lo quiero desaprovechar.

¡Perfecto!, Venga que subimos.

Entramos en la consulta, le dije que se fuera acomodando mientras dejaba la compra en la cocina.. Cuando volví, Lucía ya estaba echada en el diván, sus piernas desnudas se veían resplandecientes y perfectas, era como una muñeca, tan frágil e indefensa. Coloqué la butaca al lado suyo y me senté.

¿Por donde quieres continuar hoy?. ¿Estás con fuerza para hablarme de tu madre y de Javier?

Creo que sí. ………… Pues bien, después de un par de meses de convivencia me mosqueé un poco, Javier no dejaba de halagarme, que si tal blusa me quedaba muy bien, que si tal falda, que me estaba convirtiendo en una mujer, que tenía un cuerpo precioso, y siempre me lo decía a solas. Además siempre que coincidíamos me contemplaba como absorto, al principio no le daba mucha importancia, pero tanto se repetía esa situación que me mosqueaba. Por las noches, cuando estábamos en el salón los tres viendo la TV siempre me hacía un hueco el sofá al lado suyo, él siempre quedaba en el medio y siempre se colocaba para que sus piernas rozaran las mías. Cuando yo estaba en casa me vestía sólo con una camiseta larga o con un pijama de pantaloncito corto, notaba que Javier, disimuladamente, no me quitaba ojo. La verdad es que yo me sentía incómoda, aunque llegué a pensar que eran imaginaciones mías. Por otro lado, mi madre estaba tan enamorada que no se daba cuenta, estaba viviendo una segunda juventud de sexo y salidas nocturnas.

Lucía, perdona, esa actitud no tiene porque ser lasciva manteniendo una relación educada y amable contigo.

Déjame continuar……. , …. se lo comenté a mi amiga Clara, pero ella se reía de mí, me decía que todo era producto de mi imaginación. A parte, Clara le conocía de un par de veces y siempre me decía que además de muy guapo era muy simpático, que mi madre tenía mucha suerte de follar con él, incluso me llegó a decir que le gustaría acostarse con él. Así que hice de tripas corazón y decidí comportarme normalmente. Pero su actitud continuaba, las situaciones embarazosas se repetían más a menudo y yo decidí distanciarme de él, no le quería dar pie a nada. Llegué a pensar que yo le provocaba, que era mi culpa. Pasaron las semanas y yo cada vez estaba más angustiada, además temía que no me creyeran, pero ya no lo podía disimular. Mi madre se dio cuenta de mi comportamiento y un par de veces habló conmigo, me rogó que me comportara correctamente con él, que su felicidad dependía de mí, de que yo también estuviera a gusto. A mi madre le dije que no me fiaba, que no quería que la hiciese daño, pero ni con esas, mi madre estaba ciega. Empecé a salir mucho con Clara, llegaba tarde, desatendí el colegio. Empecé a salir con chicos mayores, el sexo para mí estaba cambiando, aprendí a disfrutar de verdad, pero nunca con amor, sólo sexo.

Pero eso no está mal siempre que lo hicieras por tu propia voluntad, cada persona es como es. La promiscuidad no es una enfermedad.

………. Un fin de semana mi madre tuvo que viajar por trabajo y yo estaba aterrorizada, no quería quedarme a solas con él, y menos un fin de semana entero. Así que el viernes me fui a dormir a casa de Clara, pero el sábado Clara se tuvo que ir con sus padres y tuve que volver a casa. Javier estuvo muy amable y en la cena me preguntó si me pasaba algo con él, que porque le evitaba, que nunca intentaría suplir a mi padre, pero yo no le conté nada, tampoco quería que mi madre se disgustara. Su conversación me tranquilizó un poco, pero me fui a dormir pronto. Me puse el pijama y me acosté. A la media noche me desperté de golpe y me encontré a Javier sentado en mi cama, yo estaba destapada y tenía una mano posada en mi pierna, me estaba acariciando, me asusté mucho. Le dije que saliera de mi cuarto, pero él me tapó la boca para que no gritara. Me dijo que me tranquilizara, que no pasaba nada. Yo estaba aterrada, pero me callé, me hacía daño con su mano. Me dijo que era muy guapa y que ya era una mujer. Me dijo que le diera un beso, que no pasaba nada. Me intenté revolver pero fue inútil, me sujetaba muy fuerte, conseguí gritar otra vez y eso le sobresaltó, me soltó, conseguí levantarme y salir corriendo y me encerré en el baño, el pánico casi ni me dejaba respirar…...

Mientras Lucía hablaba la contemplaba fijamente, me estaba dando lástima, tenía los ojos llorosos pero continuaba. Me la imaginaba en su cama, tumbada, con Javier al lado, me estaba excitando un poco, aún sabiendo que me hablaba de acoso sexual a una menor, un cosquilleo inevitable recorría todo mi cuerpo, me estaba humedeciendo. No comprendía que me estaba pasando pero la situación me resultaba muy morbosa, aunque un poco embarazosa.

Lucía, vale por hoy, si no quieres seguir lo dejamos.

No, no, de verdad, quiero continuar. Una vez encerrada en el baño, Javier empezó a golpear la puerta con rabia, me decía que no dijera nada, que mi madre no iba a creer, que pensaría que era mi rechazo hacia él, que nadie me creería, que pensarían que estaba loca. Los golpes cesaron, pero yo no me atrevía a salir, estuve toda la noche encerrada Después de varias horas y de no escuchar nada decidí que no podía continuar 24 horas más, así que muy despacio, con mucho sigilo entreabrí la puerta y asomé media cara, miré hacia los dos lados del pasillo y al comprobar que no había nadie decidí salir, me dirigí por el pasillo hacia mi dormitorio, me puse unos vaqueros y unas playera, fui hacia el salón para llegar al hall. Al pasar por la puerta de la cocina le vi, estaba desayunando, como si nada, se dio cuenta de que estaba ahí y con una frialdad increíble me dio los buenos días, no me lo podía creer, me fui a la puerta de entrada, pero estaba cerrada con llave. Me puse muy nerviosa, le grité que me dejara salir, y él impasible me dijo que si quería salir que lo hiciera y me trajo las llaves. Rápidamente salí y me fui. Llegué por la noche, sabiendo que mi madre habría llegado. Cuando entré en casa mi madre me echó una bronca por haber desaparecido. Javier le había contado tal mentira que parecía yo la mala. Le dijo que vino a mi cuarto por que tenía pesadillas y que me asusté al despertar. Imagínate como me quedé, me hundí..

Déjalo ya, está bien por hoy. Debes descansar. El jueves continuaremos..

Lucía estaba muy triste contando eso con pelos y señales, así que la convencí para que se fuera a casa. Le dije que se aseara si quería. Mientras tanto llamé a Rafa, el relato de Lucía y Javier me había excitado, no me lo podía creer, después de escuchar tantas cosas, me excitaba una chiquilla, pero la verdad es que necesitaba sexo y risas, pero risas de verdad, y con Rafa eran de verdad, nos llevábamos muy bien, era un buen hombre.

Despedí a Lucía y rápidamente recogí mis cosas y me fui. Cogí un taxi, me imaginaba que pasaría la noche en casa de Rafa, así por la mañana volvería directamente a la consulta.

Ya en el taxi iba húmeda, me había excitado de veras. El taxista estuvo todo el trayecto intentando ver algo entre mis piernas por el retrovisor, pero no debía ver nada, me excité más si cabía. Llegué a casa de Rafa y tenía preparada la cena, la mesa y había puesto música, era un verdadero encanto. Al entrar dejé el bolso y la chaqueta, me dio una copa de vino y la bebí casi de golpe. Me llenó la copa otra vez y me dio un beso. Nos sentamos en la mesa y le comenté un poco el caso de Lucía, pero sin mucho detalle y al llegar al segundo plato ya no lo resistía más. Me levanté y sin mediar palabra me acerqué a su lado, él seguía sentado, mirándome. Giré su silla hacia el exterior y me senté encima de sus piernas. Muy despacio le coloqué sus manos en mis muslos y comencé a desabrocharme los botones de la blusa. Cuando quedó abierta hice lo mismo con los botones del lateral de la falda, mientras, Rafa me seguía acariciando los muslos, apretándolos.

Me abracé a su cuello y él me abrazó por mi cintura y nos dimos un profundo beso, jugamos con las lenguas un rato. Metió sus manos por mi espalda, entre la blusa, y me la acariciaba entera, con las manos abiertas, hábilmente me desabrochó el sujetador que cayó entre nuestras piernas. Mis pechos se liberaron y mis pezones salieron completamente erectos. Muy suave empezó a besármelos, a deslizar su lengua por ellos, hacía círculos con la boca, me besaba por todos lados. Me tenía cogida por mis nalgas mientras se deleitaba en mis pechos, mis pezones iban a estallar. Me movía suavemente encima de él, en círculos, sintiendo su pene completamente crecido, separado de mí sexo sólo por la ropa. Me soltó y me acarició la mejilla, pasó sus dedos por mi boca y los humedecí con la lengua. De pronto, como por un impulso, me levantó en volandas y yo me enrollé con mis piernas a su cintura, me llevó hasta la habitación. Me tumbó en la cama dejándome a su merced, con las piernas abiertas. Se quitó la camisa, deleitándose, y apareció su precioso pecho, fuerte y viril, se quitó los pantalones y el calzoncillo, se agachó a mis pies y empezó a chupármelos a hacerme leves masajes. Yo no podía más. Recorrió con sus manos y su lengua todas mis piernas y cuando llegó a mi sexo me quitó muy suave el tanga, me acariciaba las ingles y el interior de mis muslos empapados en sudor. Ahora si que no podía más, me invadió un orgasmo tan grande que se me agarrotaron las piernas, me retorcía, hasta mojé la cama. Rafa siguió hacia arriba, frotando su cuerpo con el mío, me penetró fuerte pero sensual, como me gustaba. Estuvimos follando unas horas, hasta que caímos exhaustos. Nos dormimos hasta la mañana siguiente.

Llegó el jueves y estuve impaciente todo el día. Todavía me acordaba de lo que disfruté con Rafa, me vino de perlas para comenzar la semana. Me sentía mucho mejor, me sentía con fuerzas para ayudar a Lucía.

Antes de despedir al último paciente, llegó Lucía, estaba preciosa, debía haber ido a la peluquería y se había pintado un poco, parecía mayor. Le di dos besos y la acomodé en la sala de espera, había llegado media hora antes y no pude disimular mi alegría. Despaché rápido al paciente y Lucía entró.

¿Cómo te encuentras?, Estás muy guapa, ¿has ido a la peluquería?

Gracias. Si, he ido, es que he tenido una entrevista de trabajo y he aprovechado para arreglarme un poco.

De verdad, te sienta muy bien el traje y el nuevo peinado.

Gracias otra vez, Elvira. Te agradezco tu atención.

¿Quieres continuar donde lo dejamos o quieres hablar de otra cosa?.

Prefiero contarte todo como pasó, creo que si te lo cuento me sentiré mejor. Nunca he contado esto al detalle a nadie pero………… confío en ti, me pareces muy buena y espero que me ayudes.

Me halagas, de veras. Eso es lo que quería oír, con fuerza y confianza lograrás superarlo

Bueno, pues después del incidente con Javier y del enfado de mi madre, como te dije, me hundí. Me sentí completamente sola, el novio de m madre había intentado aprovecharse de mí, mi madre estaba enfadada conmigo, mi mejor amiga no me creía, no sabía que hacer. Pasaron las semanas y cumplí 17 años. Cada vez salía más con Clara, llegaba más tarde a casa, intentaba no cruzarme con Javier, pero las veces que lo hacía yo no levantaba la vista, sé que me seguía mirando pero había bajado un poco la guardia, supongo que si seguía con mi madre podía salir y entrar cuando le diera la gana, follaba cuando quería, creo que vivía muy cómodo y no quería perder esa situación, pero yo sabía que nos engañaba, era un cerdo. Clara y yo nos acostábamos con todo bicho viviente, chicos de 18, de 22, hasta chicos pijos de 30 años. Si nos arreglábamos podíamos entrar en cualquier garito y si nos lo proponíamos nos tirábamos a quien quisiéramos. Fue mi evasión durante esos meses, pero llegó un momento que siempre que salíamos nos acostábamos con alguien.

Pero, ¿no ibas al cine o hacías algún deporte?.¿ No tenías otras amigas?

No, sólo salía de marcha. Hasta empecé a beber a menudo, las niñas del colegio me parecían mojigatas, me creía realmente mayor, adulta, y ya ves, era una chiquilla. Una noche, en una discoteca, andábamos tonteando Clara y Yo, pero ese día bebimos más de la cuenta, incluso algún chico, al vernos nos evitaba. De pronto apareció Javier con dos chicas de no más de 25 años Me quedé petrificada, en cambio a Clara le cambió la cara,, una sonrisa maliciosa le cubrió la cara. Nos tuvimos que saludar los cinco y el cerdo de Javier se quedó con nosotras, las otras chicas se fueron. Nos invitó a unas copas, con lo que la borrachera que empezábamos a tener era enorme. Clara no paraba de tontear con Javier, se le arrimaba, se rozaba con él, se le insinuaba. Yo no me lo podía creer, pero el estado en que estaba no me dejaba recapacitar. Javier se comportaba como un caballero, aceptaba los coqueteos de Clara pero sin darla pie a nada, mantenía una actitud completamente normal, pero yo sabía que actuaba. El bakalao sonaba con toda su fuerza y nos llevó a la pista, estuvimos bailando los tres un rato y entre las luces azules intermitentes, la música, las copas, las dos perdimos el control. Clara estaba literalmente pegada a Javier, calentándole, se movía muy sensual, yo bailaba sin acercarme mucho, pero de vez en cuando, Javier me agarraba por la cintura y se pegaba a mí, pero Clara no le dejaba. Estaba confusa, muy borracha, un sudor frío me invadió, perdí el conocimiento y me desvanecí golpeándome con el suelo. No recuerdo nada hasta que me desperté en el coche de Javier, en el asiento trasero. Tenía un dolor de cabeza terrible, estaba sentada entre los dos. Clara estaba con una borrachera que ni vocalizaba, tenía su brazo por encima de mi hombro, rodeándome, entonces,….., los dos, ….., los dos me besaron……………….., y……

Lucía no podía continuar, empezó a llorar, a llorar de verdad, un nudo en la garganta le impedía seguir. Le ofrecí el pañuelo y se secó. Respiró profundo unas cuantas veces y recuperó el aliento. No levantaba la vista, tenía la cabeza gacha, estaba humillada. Le cogí una mano con dulzura y le levanté la barbilla para que me mirara.

No hace falta que continúes, déjalo por hoy.

No, no, quiero continuar, de veras. Bueno, pues que………….me besaron, y sin darme cuenta sus manos ya estaban dentro de mi vestido, yo me dejaba hacer, no reaccionaba, y mi silencio fue una aprobación., Las cuatro manos me acariciaban por todos mis rincones, se introducían por todos lados, me desnudaron y terminamos follando los tres, una y otra vez hasta la extenuación. …… Fue horrible. No sé lo que me pas󅅅no supe decir que no, ¡Dios mío! ¡Que hice!.

Comenzó a llorar a más no poder, así que la abracé y recogí su cabeza en mi pecho, consolándola. Lucía estaba desesperada. Me apenaba tanto verla así, que solté alguna lágrima, pobrecilla, me quedé sin saber que decir. Separó su cabeza de mí, y entre llantos, pero ahora mirándome a los ojos, continuó.

Al día siguiente me hundí. Caí en una depresión tan grande que me volví loca. Pasaron un par de días y no soportaba ver a mi madre y menos a Javier. Así que me fui de casa, cogí una maleta, metí lo que me cupo y me largué. Pasé unos meses muy difíciles, no encontraba trabajo, es muy complicado para una menor. Terminé prostituyéndome, además el sexo se me daba bien. Al principio se aprovechaban, me pagaban muy poco, pero me daba para mantenerme, llegué a pensar que sólo podría trabajar vendiendo sexo. Estuve un año así, hasta que encontré un club en el que me pagaban mucho mejor, era mucho más limpio y los clientes tenían más clase. Estuve otro año trabajando ahí, hasta que un día, mi padre que vivía en Barcelona, me localizó, ………… Mi madre había fallecido. Me entró una pena tan grande que quise morirme, y me tomé el frasco de anfetaminas………….. Mi padre se ha hizo cargo de mí y ahora vivo con él. Creo que estoy mejorando, pero necesito ayuda, ayuda de verdad.

A parte de a tu padre, me tienes a mí. Soy tu amiga, de veras. Ya verás como sales adelante, con esfuerzo y paciencia, te recuperarás, te lo prometo.

Quiero irme a casa, Elvira, necesito descansar.

Como quieras, pero por favor, vuelve el próximo día, no puedes desaprovechar el paso que has dado. Conozco mucha gente con problemas, y nadie se cura si no se hace lo que tú has hecho hoy, asumir tu vida.

Lucía se levantó, se arregló un poco la falda, cogió el bolso y la acompañe a la puerta. Nos quedamos unos instantes paradas, se acerco despacio y me besó en la mejilla, dándome las gracias se dio media vuelta y se marchó. Su relato me había vuelto a excitar y me sentí mal, no entendía que dándome lástima me pudiera excitar, me quedé confundida.

En los días siguientes no me podía quitar de la cabeza a Lucía, su imagen se me aparecía continuamente, no dejaba de pensar en ella, en las situaciones que me había contado. Mis pacientes debieron de notar que me pasaba algo, me quedaba ausente. Lo mismo pensó Rafa, estaba como ida. Deseaba volver a verla, quería que me siguiera contando su vida, sus problemas. Me lo estaba tomando como algo personal y eso es lo peor que le puede pasar a un psicólogo.

Las siguientes sesiones continuaron menos dramáticas, aunque me contaba los malos rollos que tuvo prostituyéndose, pero mi impresión era que no le habían dañado tanto como su relación con Javier. También me contaba que había conocido a muchos hombres buenos, que lo único que querían era un poco de compañía y de evasión. y que la trataron muy bien. Otros, faltos de cariño, se enamoraban de ella, incluso la prometían sacarla de ese mundo.

La relación entre las dos se fue haciendo mucho más estrecha, después de un par de meses me empezaba a considerar como una amiga, confiaba en mí, pero no fue difícil pues creo que no tenía a nadie más que a su padre. Sus sufrimientos la habían hecho muy desconfiada pero también muy vulnerable y manejable. Las sesiones terapéuticas se iban convirtiendo en tertulias entre amigas, hablábamos de muchas cosas, de chicos, de ropa, de la vida, sus problemas fueron quedando a parte. Por un lado no es la mejor terapia para una persona suicida, pero al ver que cada día que pasaba Lucía estaba más animada decidí continuar así, además me encantaba hablar con ella, contemplarla, era maravillosa. Su vida me tenía cautivada, sentía una necesidad de hablar con ella que casi no controlaba. Espera con ansiedad el día de su visita. Los días que me tocaba sesión con ella no podía casi ni tratar al resto de pacientes, no me la podía quitar de la cabeza. Cuando charlaba con ella en la consulta me la quedaba mirando ensimismada, contemplándola anonadada, con su juventud, tan guapa y tan inocente.

Pasaron otros dos meses y cada vez teníamos más confianza, nos hicimos amigas de verdad y eso que nos conocíamos de 5 meses atrás; algunos días nos tomábamos un café o un refresco a la salida de la consulta y yo también le contaba cosas de mi vida, de mi matrimonio maltrecho, de Rafa. Hablábamos de todo, lo pasábamos genial. Ella volvía a sonreír y eso era un éxito tanto profesional como personal, además tenía un compromiso con Martín, no le podía defraudar.

Siempre había mantenido una ética exagerada en mi trabajo, nunca intimaba con los pacientes más de lo estrictamente profesional. Pero Lucía era distinta, por un lado me sentía mucho más joven charlando con ella y por otro me sentía como su protectora, quizás era mi instinto maternal reprimido por mi trabajo y por mi exmarido.

Sin darme cuenta me fui distanciando de Rafa, cada vez le llamaba menos y cada vez quedaba menos con él. Yo le quería pero no sé que me pasaba.

Yo solía ir a conferencias y actos organizados por el Colegio Oficial de Psicólogos, estaba colegiada y participaba en talleres y mesas redondas. El Colegio compró un nuevo edificio para su sede en Madrid con lo que un acto de inauguración, charla del presidente y coktail después. Me llagaron las invitaciones el mismo jueves por un error en la mensajería. Pensé que era una buena ocasión para empezar a arreglar las cosas con Rafa y le llamé por la mañana pero no le localicé. Dejé tres recados en su oficina y tres mensajes en el móvil, pero no contestó. A media tarde le volví a llamar al móvil, después de intentarlo 3 veces seguía sin cogerlo. No sabía que hacer, intuía algo, pero no sabía el que, sospechaba que me iba a dejar aunque no estaba segura.

Me quedé un poco deprimida pero me animé pensando que ya llegaba la hora de ver a Lucía. A las siete en punto sonó mi teléfono y no reconocí el número, era Lucía. No podría venir hoy pues acababa de terminar de hacer unos recados y ya no le daba tiempo a cruzar la ciudad. Sin pensarlo le dije que se viniera conmigo al acto del Colegio, así charlaríamos y cenaríamos. Después de insistirla varias veces mi sorpresa fue mayúscula cuando aceptó, me entusiasmé y le dije que le recogería en su casa a las 8 y que se arreglara. Aunque a esa hora nos perderíamos parte de la charla del presidente, llegaríamos de sobra al coktail.

Sólo tenía 1 hora para ir a casa, arreglarme e ir al otro lado de Madrid a por Lucía. Me fui a casa disparada, mi ánimo había cambiado, incluso me había olvidado de Rafa.

Llegué a casa y me cambié de ropa, me puse una minifalda negra fácil de combinar y una blusa gris, muy bonita. No tardé casi nada, cogí una chaqueta corta, también negra y me recogí el pelo. Sólo me di un poco de sombra en los ojos y un poco de colorete. Salí disparada a por Lucía.

Llegué a su casa, y llamé al telefonillo para que bajara, había dejado el coche en doble fila. Estaba nerviosa, me apetecía mucho ir con Lucía, estaba segura que lo pasaríamos muy bien. Pasaron 5 minutos y ya me había fumado 2 cigarrillos, permanecía de pié apoyada en la puerta del coche. Se abrió su portal y apareció ella, me sorprendí de lo guapa que estaba, llevaba un vestido largo azul oscuro precioso, con 2 aberturas en cada lado, enseñando sus piernas en cada paso y un escote muy sugerente que permitía ver el comienzo de sus pechos, llevaba también una chaqueta de punto también azul. Al verla me sentí fuera de lugar, no me había arreglado tanto como ella, o eso me parecía a mí.

Al llegar me dio un beso en la mejilla al que respondí con otro, le dije lo guapa que estaba y creo que se ruborizó.

Al entrar en el coche su vestido se abrió y vi sus piernas, me entró un poco de envidia, estaba guapísima y sus piernas se veían perfectas. Durante el trayecto le conté un poco de que iban estos actos, mientras, no hacía más que mirarla de reojo, estaba preciosa. Incluso creo que se dio cuenta pero no parecía importarle, Lucía estaba muy contenta, hacía mucho que no se arreglaba para salir a divertirse.

Llegamos cuando la charla estaba terminando, dejamos el coche al aparcacoches y ni entramos en la sala, fuimos directamente donde se hacía el cocktail. Había algunas personas que supongo también habrían llegado tarde y nos dirigimos a la barra.

¿Qué te apetece beber?

No sé. Lo que tu pidas.

Bueno, pues vamos a animarnos un poco. Dos copas de champán, por favor

Toma, Lucía. Conozco a mucha gente, ya verás que bien lo pasamos. No está bien visto que los psicólogos salgan con sus pacientes, así que te presentaré como mi ayudante en prácticas, ¿de acuerdo?

Como tu digas.

Después de un rato acabó la presentación del presidente, todo el mundo que estaba en el salón de actos salió armando un griterío ensordecedor que chocaba con el silencio que había hasta el momento. La sala donde estábamos se llenó de repente, muchos más hombres que mujeres, como siempre en las reuniones de profesionales, la mayoría de ellos trajeados y la mayoría de ellas bastante arregladas. La barra se colapsó, pero empezaron a salir camareros con bandejas llenas de bebidas.

Nos fuimos al final de la sala para estar más cómodas y entre risas y tonterías nos bebimos otras dos copas de champan, ya estábamos un poco colocadas. Vi de lejos a una compañera de la universidad y fui a saludarla. Lucía prefirió esperarme e ir al baño, la notaba un poco tímida.

Después de un rato volví a por Lucía, me sorprendí al verla con dos tipos jóvenes que parecía que la estaban tirando los tejos. Pero a ella parecía no importarle, se reía a carcajadas. Me molestó verla así con los dos, no sabía si eran celos o instinto protector, al fin y al cabo sólo era mi paciente. Me acerqué con un gesto serio.

Hola, ya estoy aquí.

¡Hola Elvira! Te voy a presentar, Tino y ………. Perdona no me acuerdo.

Alberto, me llamo Alberto, encantado.

Encantada.

Lucía nos estaba contando como trabajáis en la consulta, debe ser divertido. Si queréis podemos ir a tomar una copa después, bueno, si no tenéis planes.

No, no. Es imposible, tenemos un compromiso.

Si mediar palabra agarré a Lucía de la mano y me la llevé al otro lado de la sala. Los dos se quedaron con la boca abierta, sin reaccionar.

Pero Elvira, ¿qué pasa?, si eran dos chicos muy simpáticos.

Mira Lucía, no creo que estés en tu mejor momento para ligar, creo que lo debes tomar con calma.

Pero si hemos salido para divertirnos, ¿no?. No estamos en la consulta.

A Lucía le cambió el gesto, creo que se molestó. A lo mejor tenía razón, no debí ponerme así, pero no sé lo que me pasó, fue un impulso incontrolable. Permanecimos calladas unos segundos.

Venga Elvira, anímate, hemos salido para divertirnos. No te preocupe por mí, me encuentro muy bien, no voy a hacer ninguna locura, de veras.

Lo siento, no sé lo que me ha pasado, pensé que te molestaban, no volverá a ocurrir, te lo prometo

Pasó un camarero con bebidas y Lucía literalmente le asaltó y cogió otras dos copas de champan. Me ofreció una y me invitó a brindar. Lucía se la bebió de un trago y casi me obligó a beberla igual.

¿Mejor ahora?

Si, mejor, aunque el champan se me está subiendo a la cabeza.

Y a mí también, pero hemos venido a divertirnos, como verdaderas amigas. Así que relájate y disfruta.

Sin pensárselo, acercó su cara a la mía y me dio un beso en la comisura de los labios. Me quedé petrificada, no reaccioné. No articulaba palabra, nunca una mujer me había besado así, tan sensual.

Elvira, no te preocupes, no me volveré a separar de ti en toda la noche. Pero no te enfades conmigo, sólo pretendía divertirme un rato.

Me quedé pensativa y confundida, no reaccionaba, la verdad es que me gustó pero me asusté, tuve sensación de culpabilidad y de excitación a la vez. Pero hice de tripas corazón y disimulé como pude, no quería que Lucía notara nada.

Continuamos charlando y la comida empezó a aparecer en las bandejas de los camareros. Comimos toda clase de canapés y pinchos, estaban exquisitos. La verdad es que nos sentó muy bien, después de 4 copas de champan necesitábamos comer algo. Después de un rato Lucía volvió a coger dos copas de champan. Cada vez estábamos más borrachas, pero sin perder la compostura en ningún momento. Me fui al cuarto de baño, necesitaba hacer pis y arreglarme un poco, Lucía se quedó esperándome.

Cuando salí no vi a Lucia, no estaba donde la había dejado. Empecé a recorrer toda la sala, buscándola, pero no la veía. Cogí otra copa de champan y la bebí de un trago, me empezaba a poner nerviosa. Fui al fondo de la sala, pero no estaba, fui a la entrada y tampoco estaba. El champan y el nerviosismo me estaban alterando. Vi a uno de los chicos de antes, creo que Tino, y le pregunté por ella, con una sonrisa sarcástica me dijo que no la había visto. El instinto de protección se apoderó de mí, ya empezaba a pensar que se había ido, o que algún buitre la estaría molestando. Me alteré bastante y decidí salir fuera a buscarla. Pregunté a los chicos de la Seguridad por si la habían visto salir, pero no la vieron, pregunté a los aparcacoches, pero tampoco. Estaba empezando a desesperarme, supongo que el champan me estaba haciendo preocuparme de más. Decidí volver adentro y relajarme. Fui a la puerta de los servicios, era el lugar de más tránsito de toda la sala, si estaba dentro, en algún momento pasaría por ahí.

Pasó un camarero con más bebida y agarré otra copa de champan, no sabía si debía hacerlo porque estaba ya bastante bebida, pero no lo pensé y me la bebí de un trago. Pasaron 15 minutos y ahora si que estaba desesperada, decidí dar una vuelta, no podía haber desaparecido así como así. Después de algún empujón, de algún saludo a personas que no reconocía vi en un sofá la figura de Lucía, estaba inclinada hacia atrás, como muy borracha, y al lado estaba sentado el otro chico de antes, Alberto creo que se llamaba. Me enfurecí y me dirigí donde estaban. El chico tenía un a mano en el muslo de Lucía y con la otra le acariciaba la cara y retirándole el pelo.

¡¿Pero que haces? Cabrón, no ves que esta completamente borracha! ¿No puedes ligar con chicas serenas?

No te pongas así, en ningún momento me ha rechazado. O no la ves lo bien que está ¿verdad, Lucía?

Lucía casi no levantaba la vista, emitía ruidos con la boca que no llegaban a ser palabras, estaba completamente borracha, creo que ni nos veía.

Sin mediar más palabras con el chico, la levanté y la apoyé en mi hombro para que se mantuviera en pie. Sin hacer caso a los improperios del tal Alberto, me la llevé a duras penas hacia la salida. Conseguimos llegar al ropero, pero la tuve que sentar en una butaca porque se caía, así podría recoger las cosas. Le puse sus cosas y las mías encima de las rodillas y le dije que esperara, que iba a por el coche. Tardé 5 minutos y cuando llegué a por ella seguía igual, casi ni se movió.

A trancas y barrancas le metí en el coche, cerré su puerta y me metí. Arranqué y comenzamos a circular muy despacio, pues mi borrachera también era bastante grande. Miré a Lucía y se había dormido con la cabeza apoyada en la ventanilla. El vestido estaba completamente abierto, sus piernas asomaban hasta el elástico de sus braguitas, se la veía tan frágil, tan sensual, tan joven.. No la podía llevar a su casa en ese estado, así que decidí llevarla a la mía, que se encontraba mucho más cerca, para que se recuperara un poco.

Llegamos al garaje y aparqué el coche. Poco a poco y sin bajarme del coche la fui despertándola, tras unos segundos abrió los ojos.

¿Dónde estoy?, Uf, ¡que dolor de cabeza!. ¿Elvira?

Si, soy Elvira, menuda borrachera has cogido. ¿Cómo te encuentras?

Regular, me duele mucho la cabeza. Menudo aspecto que tengo.

Hemos venido a casa por si quieres descansar un rato o quieres ducharte o tomar un café antes de irte, estabas en un estado lamentable y pensé que era mejor venir. Además no es muy tarde, son las 2.

Pues te lo agradezco, me tomaré un café.

Estupendo, subamos.

Llegamos a mi apartamento, en el tercer piso, abrí la puerta y entramos. Dejamos los bolsos y las chaquetas en la entrada. Le enseñé el cuarto de baño y le dije que se duchara si quería, mientras yo prepararía café. Aceptó, así que le ofrecí mi albornoz y ropa limpia.

Lucía estuvo más de 10 minutos en el baño, hasta le pregunté si le pasaba algo, pero me contestó que estaba disfrutando del agua caliente.

Al rato salió del baño, con mi albornoz puesto, le había cambiado el aspecto aunque tenía algunas ojeras todavía.

Nos sentamos en el sofá, lo que hizo que se abriera el albornoz y enseñara toda su pierna, mientras hablábamos no podía evitar mirarla, a sus piernas, su cuerpo, no sabía lo que me pasaba. Creo que Lucía se dio cuenta, pero disimulaba. Después de terminar las tazas le ofrecí otro y algo de comer, lo que rechazó. Se quedó mirándome fijamente y me sorprendió dándome un beso en los labios, muy sensual. Me asusté, no lo esperaba y rápidamente me separé y me levanté entre enojada y sorprendida. Lucía se avergonzó

Perdona Elvira, no sé lo que me ha pasado. Lo siento.

No, no te avergüences, es que …..no me lo esperaba. Nunca me ha dado un beso una mujer de esa forma.

Perdona otra vez, no he sabido controlarme.

Si no es por nada, perdona tú mi reacción, compréndeme.

Elvira……. . Tu me gustas, de verdad. Me estás ayudando mucho. No lo volveré a hacer si tu no quieres.

Pero Lucía, no es que no me haya gustado, es que…………. Soy heterosexual, bueno eso creía. La verdad es que me he ruborizado. No sé que decir.

 

Mi comentario debió ser para Lucía como una aprobación en toda regla porque sin mediar palabra se levantó, se acercó a mí y posando sus manos en mis mejillas me volvió a dar otro beso en los labios. Yo no respondí con mi boca, pero esta vez no me fui hacia atrás. Sentí sus suaves labios en los míos, frescos todavía por la ducha, nunca en la vida ningún hombre me había besado de esa forma, tan sensual, tan femenina.

Se desabrochó muy despacio el cinturón del albornoz, sin dejar de mirarme a los ojos. Yo no daba crédito a lo que estaba haciendo, luchaba contra mis prejuicios, pero me estaba excitando. Ver asomar sus pechos por el albornoz, el contacto de sus labios, y su belleza, que desde que la conocí me cautivó, me estaba excitando de verdad Se acercó otra vez y cogió mi mano, acarició mis dedos, una cosquilleo recorrió todo mi cuerpo, la levanto y la posó en uno de sus pechos, con la otra volvía a acariciarme la mejilla.. Me soltó mi mano pero yo ya no la quité de su pecho, era perfecto. Estaba como en una nube, me sentía muy mal acariciando a una mujer, pero no podía parar. Con la yema de mis dedos acariciaba su pezón y su contorno. Lucía abría su pequeña boca humedeciendo sus labios con su lengua, mi excitación estaba subiendo tanto que noté como me mojaba. Si dejar de mirarme se quitó el albornoz dejándolo deslizar por su cuerpo hasta el suelo, quedándose ante mí completamente desnuda, estaba preciosa, tan joven, tan frágil, tan sensual. Volvió a darme un beso, pero esta vez fue mucho más ardiente y largo, al que no pude resistir, y respondí con mi boca como si mi vida fuera en ello, estuvimos varios segundos jugando con las lenguas y los labios, pero muy dulce. Al ver mi reacción, Lucia empezó a desabrochar los botones de mi blusa dejando salir mis grandes y redondos pechos dentro del sujetador de encaje. Sin quitarme la blusa bajó la cremallera de mi falda y esta cayó al suelo, encima del albornoz. No esperó ni un momento y paso su mano por encima de mis bragas, presionando bastante. Un suspiro salió de mi boca, me estaba dejando hacer, Lucía era una perfecta amante, realmente sabía como excitar, era tan sensual. Me cogió la mano y me llevó sujeta hasta mi habitación, cuando estábamos al lado de la cama me sentó en ella, me desabrochó el sujetador y me quitó las bragas, empujó muy despacio mi cuerpo hacia atrás, hasta que quedé tumbada, con las piernas abiertas. Llevó sus manos por todo mi cuerpo, desde mi cara hasta mi vientre, recreándose en mi grandes pechos, bajó sus manos hasta mi sexo y lo acarició por fuera, sin metre los dedos, pero haciendo que gimiera. Me separó más mis piernas si cabe y con las manos en el interior de mis muslos bajó la cabeza hasta notar su respiración en mi clítoris. Su lengua empezó a moverse por todo mi sexo, de arriba a bajo, en círculos, intentaba introducirla, pero no lo hacía, la mantenía fuera, jugando. Yo no podía más, nunca me habían besado de esa forma, nunca nadie me había hecho sentir lo que sentía en ese momento, tanta dulzura y sensualidad no es fácil encontrarla en un hombre. Aunque no había metido la lengua mi orgasmo estaba a punto, iba a estallar, pero Lucía se dio cuenta y me dijo que esperara. Se levantó y me puso boca abajo. Yo me moví hacia delante descansando las piernas también sobre la cama, ella se tumbo también boca a bajo, encima de mí. Notaba sus pezones en mi espalda y su sexo en mis nalgas, notaba su vello, con sus manos acariciaba mi cabeza y mi pelo, eso me encantaba. Se incorporó y quedó sentada encima de mi culo, lo acariciaba fuerte, presionándolo, de repente noté como sus dedos se metían en mi sexo y los movía en círculos, yo ya no aguantaba más, me iba a correr. Ella se dio cuenta de que ya estaba a punto de correrme y muy hábilmente introdujo otro dedo en mi culo, con lo que tuve el orgasmo más grande que recuerdo, fue tan grande que hasta grité y gemí sin control, nunca me pasaba. Quedé exhausta, tumbada boca abajo, sin moverme, recuperando el aliento. Noté que Lucía seguía encima de mí, se volvió a tumbar apoyando su cuerpo en mi espalda, me agarró las muñecas y estiró mis brazos quedando por encima de mi cabeza, movía sus muslos rozando su vello en mis nalgas, se movía en círculos, dejando su humedad por todo mi culo, mojándolo. La notaba muy caliente, cada vez se movía con más intensidad, restregaba su sexo con fuerza, cada vez más rápido. Decidí que disfrutáramos las dos, así que me di la vuelta como pude y Lucía se quedó sentada encima, juntando su sexo con el mío, la cogí sus pequeños pechos y los acaricié, cogí sus pezones y los froté suavemente, pellizcándolos con cuidado, muy despacio. Lucía estaba muy excitada, inclinaba su cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados y soltando algún gemido. Me incorporé a la vez que la empujaba hacia atrás, recorrí con mi lengua su rostro, su cuello, sus pechos, mordía sus pezones en el límite del dolor, nunca pensé lo maravilloso que podía llegar a ser el cuerpo de una mujer, tan suave y delicado. Continué recorriendo su vientre con la lengua, Lucía iba a estallar, llegué a su rajita ya completamente empapada, recorrí el exterior varias veces, saboreando su olor, hasta que conseguí meter la punta de la lengua dentro de su sexo, la moví rápido y Lucía tuvo un orgasmo tan grande que llego a chillar tirándome del pelo, como poseída.

Quedamos las dos tumbadas y ella se acercó sigilosa juntando su cuerpo con el mío, teníamos las dos caras casi pegadas y me dio un profundo y cariñoso beso. Yo estaba confundida, empezaba a tener remordimientos que chocaban con el placer que había sentido, estaba aturdida. Estuve unos minutos ensimismada, como ausente, no daba crédito a lo que me había pasado, pero había disfrutado como nunca. Decidí explicarle mis sentimientos, lo que estaba pasando por mi cabeza, pero cuando la miré estaba completamente dormida, así que la abracé y me dormí también.

Me desperté tardísimo, veía la luz del día por la rendija de la puerta de la habitación, sentí como si hubiera tenido una pesadilla y de repente recordé la noche anterior, a Lucía, puse la mano rápidamente al lado, para tocarla pero no estaba, estaba sola. Miré el reloj y me descompuse, eran las 11 de la mañana, mi primera sesión del viernes era a las 10, así que ya había dejado colgado al primer paciente, tampoco llegaría al segundo. Me incorporé y un pinchazo en la cabeza me impidió levantarme, tenía una resaca horrible. Me levanté como pude y me dirigí al baño, me miré en el espejo y un sentimiento de culpa me invadió, hasta solté una lágrima, me sentía fatal, físicamente y anímicamente.

Llamé al paciente que debía estar esperando y al resto del viernes, pensé que era mejor quedarme en casa, además casi nunca faltaba a la consulta..

Estuve todo el viernes en casa, sin salir, dormitando y viendo la TV, pero sin poderme quitar de la cabeza a Lucía. Me preguntaba a mi misma si era lesbiana, con 42 años, nunca había sentido esto por una mujer, siempre había disfrutado con los hombres, con unos más que otros, pero al fin y al cabo había disfrutado. De vez en cuando los remordimientos saltaban mis lágrimas, pero realmente había disfrutado, la sensualidad de Lucía era incomparable.

Estuve todo el fin de semana en casa, deprimida, pero por otro lado recordaba su cuerpo y sus caricias y sentía algo dentro que nunca había sentido, un par de veces creí armarme de valor y quise llamarla, pero en el momento de marcar su móvil, los remordimientos me invadían y desistía. Decidí esperar al martes, a verla en la consulta y así poder hablar con ella, no sabía de que o por que, pero quería hablar con ella.

Llegó el lunes, estuve ansiosa y nerviosa todo el día, por fin se fue el penúltimo paciente y la siguiente era Lucía. Pasaron unos minutos y no venía, estaba empezando a impacientarme. Pasó media hora y casi hasta me enojé, necesitaba verla. Decidí llamarla, pero el móvil estaba desconectado, estuve esperando 2 horas en la consulta, como engañándome a misma, en el fondo suponía que no vendría. Lo mismo me pasó el jueves, llegó su hora y no apareció, la llamé unas diez veces a su móvil, pero fue inútil, estaba desconectado. Pensé en llamar a Martín, por si le hubiera pasado algo, pero no lo hice por miedo a que se enterara de nuestra relación. Por otro lado, Martín nunca me contó que relación le unía con Lucía, ni yo se lo pregunté, así que decidí no hacerlo. Me empecé a preocupar, Lucía había pasado una temporada fatal, con intento de suicidio incluido, y me sentía responsable. Decidí ir a su casa, estaba un poco asustada, además ya era muy tarde, era las 10 de la noche. Cogí mis cosas y me fui, al llegar con el coche me entró un sentimiento de culpa y de intromisión que me impidió bajarme, ¿quién era yo para meterme en la vida de nadie?. Así que me quedé pensativa en el coche, como esperándola, aunque no sabía si la vería. Puse la radio y encendí un cigarrillo, después de un rato vi a Lucía que venía andando y se dirigía a su portal, un escalofrío recorrió mi cuerpo, mis piernas temblaron. Pero me decidí y salí corriendo para alcanzarla en el portal.

Lucía, Lucía, espera.

Lo siento Elvira, tengo mucha prisa.

Pero,….. ¿Té pasa algo?. No has dado señales de vida, me tienes muy preocupada.

No nada, déjame en paz, no me pasa nada.

Pero por lo menos dime si estás bien.

¡Que me dejes en paz! ¡Estoy bien!

Me quedé muy sorprendida, no quería ni hablar conmigo y la noté enfadada, pero me di cuenta que soltó un par de lágrimas, así que sin pensármelo, puse el pie en la puerta del portal y no la dejé cerrar, ella se esforzaba en cerrar la puerta pero yo no la dejaba, no la podía dejar marchar así, necesitaba que me contara que la pasaba. La sujeté de los hombros y la zarandeé un poco, exigiéndola que me contara todo. Lucía se dio cuenta que estaba atrapada, que debía hablar conmigo, pero entonces, mientras yo le sujetaba por los hombros dejó de hacer fuerza, bajó su cabeza y empezó a llorar. Entonces reaccioné y la abracé, recosté su cabeza en mi pecho para consolarla.

Elvira lo siento, pero no quiero volver a verte.

Pero ¿por qué? , ¿Qué té pasa?.

Nada, déjame.

Pero Lucía, quiero ayudarte, si no me lo cuentas no podré hacerlo. Confía en mi.

Entonces, sin pensarlo, porque si lo hubiera pensado no me hubiera decidido, le sujeté la cara con las dos manos y la di un profundo beso, titubeando le costó responder, pero después de un par de segundos, me lo devolvió, quedando las dos unidas por los labios y las lenguas. Le sequé con la mano las lágrimas de sus mejillas y ella me cogió de la mano y me condujo al ascensor, vivía en un quinto piso. El ascensor estaba en el bajo, abrió la puerta y pasamos. Cuando se cerró la puerta volvimos a besarnos, pero esta vez mucho más profundo y sensual, estábamos perdiendo el control. Mientras subíamos y nos besábamos, Lucía me acariciaba un pecho y yo le pasaba mi mano por su entrepierna, la situación subió de temperatura en décimas de segundos, deseé que el trayecto en ascensor no hubiera terminado nunca. Llegamos al quinto y el ascensor se abrió. De la mano me llevó a su apartamento, sacó las llaves y entramos, al cerrar la puerta no me contuve y la abracé dándole otro beso. La besaba por el cuello, en la cara, en el comienzo de sus pechos. Me quité la blusa y la falda, mi ropa interior blanca relucía en la penumbra del salón. Lucía, sin desvestirse, me llevó hacia su habitación y me tumbó en la cama. Quedé a su merced. Se acercó a su armario y sacó una cuerda y un pañuelo negro.

Lucía, ¿Qué vas a hacer?

Vas a disfrutar como nunca lo has hecho, ¿no es lo que querías?. Después de esta noche me desearás para siempre.

Pero………..

Elvira, no te preocupes, debes confiar en mí. Yo confié en ti.

Sí pero……….. me asustas un poco.

Relájate y deja que te haga disfrutar como nunca nadie lo ha hecho.

Lucía se colocó a los pies de la cama, se echó la cuerda al cuello, y cogió el pañuelo de los dos extremos, tensándolo. Lo fue pasando desde mis tobillos hasta llegar a mi cara, rozando todo mi cuerpo, ella se había subido encima de mí mientras deslizaba el pañuelo. Al llegar a mis ojos me dio otro beso y me lo ató a la cabeza tapando completamente mis ojos, la situación estaba siendo tan sensual que tuve un pequeño orgasmo. Sin quitarse de encima me cogió las manos y me ató las muñecas, después me subió los brazos atando un cabo de la cuerda al cabecero, quedando mis brazos por encima de mi cabeza. Se quitó de encima y por momentos deseaba que volviera, pero ahora ya no veía nada, ni podía hacer nada. Pasaron unos segundos y se volvió a colocar encima pero esta vez debía haberse quitado la ropa porque sentía sus nalgas desnudas en mis piernas. Con las piernas encogidas bajó su cuerpo hasta tocar el mío, nuestros pezones se rozaban, estaban completamente erectos. Muy despacio me acariciaba la cara, los labios, hasta llegar a mis pechos y muy suave me desabrochó el sujetador y me lo quitó. Fue bajando con su lengua hasta el elástico de mis bragas, mi excitación era muy grande, quería que fuera más deprisa y tener un orgasmo, pero Lucía se lo tomaba con calma. Bajó sus manos hasta mis bragas y las bajó un poco por delante, estuvo besándome y pasando su lengua por el exterior de mi rajita empapada. Estuvo deleitándose, un rato y cuando creí que me llegaba el orgasmo paró, le dije que continuara, pero no me hacía caso. Bajó su culo hasta mis pies, sentándose en mis tobillos y muy hábilmente me sacó las bragas ya completamente empapadas, necesitaba correrme, era un deseo incontrolable, pero parecía que Lucía quería que esperara. Ya estaba completamente desnuda, atada al cabecero y sin poder ver nada, la verdad es que la situación era tan morbosa y excitante que el miedo del principio se había convertido en deseo. No sabía lo que hacía Lucía, pero creo que no estaba en la habitación, no oía nada, la llamé pero no respondía. De pronto sentí otra vez que estaba al lado de la cama, me abrió las piernas muy despacio y mi sexo quedó a su merced, pasó los dedos por mi rajita lo que hizo que soltara un gemido, mi respiración se aceleró y llegó el orgasmo, no me pude controlar, pero elle se separó otra vez. Estaba recuperándome, casi no podía mover las piernas, de pronto sentí una cuerda en mi tobillo, me lo estaba atando a alguna pata delantera de la cama, cuando estaba atada, separó la otra pierna y me la ató al otro lado, quedando entonces completamente atada y dominada. Me asusté un poco pero la excitación era tan grande que podía con mi miedo. De pronto noté como ella iba deslizando su cuerpo desde mis pies, notaba su cuerpo desnudo deslizando por el mío, notaba sus pechitos, sus pezones, su vello púbico que me hacía cosquillas, volvía a estar muy excitada. Fue desplazándose has sentarse en mis pechos, ahora notaba su sexo en mis pezones, se dio la vuelta quedando sus nalgas y su rajita casi al alcance de mi boca. Se incorporó hacia delante, desplazando su culo hasta mi boca, saqué la lengua y le lamía lo que podía, pues no era fácil. Mientras ella, extendiendo sus brazos por mis piernas me lamió como nunca nadie lo había hecho, lo hacía tan fuerte que pudo incluso introducir parte de su lengua en mi sexo, mientras yo luchaba con la boca para poder tocarla, pero era difícil por estar atada, inmovilizada No podía más y otro orgasmo me descontroló, este si que lo disfruté. Estaba exhausta, pensaba en como hacía el amor Lucía, era una experta, con sólo 22 años.

Se volvió a bajar de la cama y me pareció que salió de la habitación, pasaron un par de minutos y sentí que volvía a entrar, escuchaba algún ruido pero no alcanzaba a saber que era. De pronto me quitó la venda y la vi desnuda con un pene de plástico atado a su cintura, no reaccioné, no sabía si eso me gustaba o no, me sentí confundida, pero seguía estando atada y muy excitada.

Lucía, ¿qué vas a hacer?

¿No lo ves?, vas a ser mía.

Pero………….

¿No es lo que querías?, Te voy a poseer.

Sus palabras y su tono me asustaron un poco, su expresión denotaba deseo y agresividad a la vez, pero yo seguía atada de pies y manos, no podía moverme. Se colocó otra vez encima, pero esta vez me agarró los pechos como un hombre, con mucha rudeza, me hacía daño. De pronto introdujo el pene en mi clítoris, estaba tan mojado que deslizó sin darme cuenta hasta el fondo, empezó a moverse, lo hacía como un hombre, al ver su cara de deseo no supe que pensar, por un momento quise que me dejara, por otro, sintiendo el pene de goma dentro deseaba que siguiera, pero la situación había cambiado. Sus movimientos eran entonces mucho más rápidos y violentos, me hacía un poco de daño, pero otra vez y sin poder remediarlo, tuve otro orgasmo, y este si que me dejó casi sin conocimiento, mi cuerpo no respondía. Lo sacó de mí y sin moverse de encima, clavó sus ojos en los míos y sin decir nada se introdujo el pene, lo movía con mucha fuerza, sus gemidos se confundían con gritos de dolor, hasta que tuvo un orgasmo y dejó caer su cuerpo encima del mío.

Pasaron casi 5 minutos, me dio un beso en los labios y se incorporó. Me fue desabrochando las cuerdas de los tobillos, sentí alivio pues ya me hacía un poco de daño. Seguidamente me desató la cuerda de mis muñecas, me las tuve que frotar para que la sangre volviera a circular normalmente, me había dejado una marca en ellas. Al estar completamente desatada me sentí aliviada, me sentí libre. Me quedé callada, mirándola, pero ella se fue como ausente hacia el cuarto de baño, me ignoraba.

Mientras ella estaba en el baño me vestí y me arregle el pelo como pude. Salí al salón y me senté a fumar un cigarrillo, ya pasaban 10 minuto desde que entró en el baño y me incomodé un poco.

¡Lucía! ¿Té pasa algo?

No, no, nada. Vete yendo si quieres, ya es muy tarde.

Pero, ¿no vas a salir?

Prefiero que te vayas, ya hablaremos

¿Pero Lucía?

¡Que te vayas, por favor!.

No entendí nada, primero no quería verme, después hacemos el amor como nunca, y ahora quiere que me vaya. Pero sin darle más vueltas cogí mi bolso y me fui enojada y echa un lío.

Al llegar a casa no pude ni pensar en Lucía, estaba rendida, el sueño me pudo.

Los días siguientes fueron muy raros y duros, tenía un conflicto en la cabeza que ni me dejaba dormir. Por un lado me sentía como un bicho raro por haber hecho el amor con una mujer, me sentía culpable porque Lucía era muy joven, por otro había disfrutado tanto que el simple recuerdo de las dos noches me excitaba. Lo pasé realmente mal, no podía ni dormir.

Llegó el día que le tocaba consulta a Lucía, pero no apareció. La angustia se apoderaba de mí, a medida que pasaban los días me sentía peor. Aunque me sentía extraña necesitaba volver a verla, en el fondo la deseaba, aún así prefería no llamarla. El siguiente día de consulta tampoco apareció, ni el siguiente. Mi desesperación iba en aumento, la llamé varias veces pero nunca tenía el móvil operativo o no lo cogía.

Un día me armé de valor y fui a su casa, la esperé todo el día en un bar al lado del portal, pero no apareció. Llamé muchas veces a su piso pero nadie respondía; al final de la tarde vi entrar una señora mayor y la pregunté por Lucía, me contestó que no la conocía pero que creía que ese piso estaba en alquiler desde hacía una semana.

No me lo podía creer, había desaparecido de la faz de la tierra. Me desesperé tanto que empecé a tomar tranquilizantes pastillas para dormir, la angustia era tal que no podía vivir. Hasta que me decidí a llamar a Martín, necesitaba encontrarla.

¿Martín?, Hola soy Elvira.

¡Hola, Elvira! ¿Qué tal estás?

Bien, ¿ y tu? Te llamo porque estoy u poco asustada.

¿Por qué?

Vamos a ver, nunca te he preguntado nada sobre Lucía, me pediste un favor y te lo hago gustosa, pero tengo que decirte que Lucía ha desaparecido.

Ja,ja, no te preocupes, Lucía está bien, está ahora en Barcelona.

¿Y eso? No volvió a la consulta, ni me avisó, he estado pensando que le había sucedido algo.

La tienes que perdonar, ya sabes que ha pasado una mala época.

Ya, pero eso no se puede hacer, he estado muy asustada.

Mira, Elvira, el viernes tengo que ir a Madrid, ¿por qué no nos vemos y te cuento todo?

¿Cómo que todo? ¿Qué me tienes que contar?

No seas impaciente, te lo contaré el sábado, además tengo muchas ganas de verte. Me alojaré en el hotel Villamagna, podemos quedar a comer en un restaurante que hay al lado, ¿vale?

De acuerdo, Martín, el sábado nos vemos, también yo tengo ganas de verte.

Hablamos el viernes, Un beso.

Adiós

Me enfadé mucho, me sentí engañada y humillada, no quería volver a ver a Lucía, pero mis sentimientos eran muy confusos, por un lado había tenido una relación con una mujer y eso me desesperaba, me hacía sentir muy mal, pero por otro había disfrutado como nunca. A parte no tenía claro lo que sentía por Lucía, si amor o sólo sexo. La realidad es que me quedé más tranquila, por lo menos la había encontrado y en principio se encontraba bien.

Los días hasta la cita con Martín fueron mucho más tranquilos, saber que Lucía estaba bien me había serenado.

Llegó el sábado y tenía ganas de ver a Martín, porque hacía tiempo que no le veía y sobre todo por saber de Lucía.

Debía vestirme elegante, el restaurante donde íbamos a ir era bastante pijo. Me vestí con un traje de chaqueta amarillo pastel, con una blusa blanca semitransparente y unos zapatos, amarillos también, para dar un toque menos serio. Cuando terminé pedí un taxi y me fui al restaurante. Al llegar a la entrada el portero se me quedó mirando como hipnotizado, debía estar guapísima. Entré y allí estaba Martín, como siempre, muy elegante y guapo. Al verme se levantó rápidamente de la mesa para saludarme. Me dio un beso y un abrazo cariñoso de verdad. Nos sentamos y empezamos a charlar, a contarnos un poco de nuestras vidas recientes, hacía mucho que no nos veíamos.

La verdad es que estaba contenta de ver a Martín otra vez y él, como siempre, muy galán y simpático.

Después de un rato de charla y de terminar el segundo plato no me podía resistir más y le pregunté por Lucía.

Y… ¿qué tal Lucía?

Pues la verdad es que está mejor. De eso quería hablarte, creo que la has ayudado bastante, está mucho más contenta y más centrada. Es que lo pasó realmente mal.

Y ..¿Por qué desapareció sin decir nada?, Me asusté.

Ya, supongo. La debes perdonar, hace las cosas sin pensar. Además……….

Además ¿qué?

Pues, no se como decírtelo…….. Lucía es mi hija.

Me quedé petrificada, me hubiera imaginado cualquier cosa menos eso. No daba crédito a lo que me estaba diciendo Martín. De repente se me vinieron a la mente todas las imágenes de Lucía, me entraron unos remordimientos como si yo fuera la culpable de todos sus males, pero no se me debía notar, debía mantener la compostura.

Martín me contó toda la historia, de cómo conoció a la madre de Lucía, de cómo fue su separación, de los problemas de ella y Lucía con Javier, bueno, me contó todo.

Yo no podía ni responder, ahora si que estaba confusa, me dio miedo que Martín se enterara de nuestra relación.

La verdad es que hasta me sentó mal la comida. Martín me intentó convencer para tomar algo por ahí, pero no tenía ganas, estaba deshecha, la noticia me superó. Así que después de un rato de sobremesa decidí irme, quería coger un taxi pero Martín insistió tanto en llevarme que acepté, pero no quería tomar nada más, sólo quería ir a casa y quedarme sola. Nos despedimos y la insistencia de Martín en volver a vernos fue tan grande que quedé a comer con él el día siguiente, el domingo.

Al llegar a casa me quité la chaqueta y los zapatos, me preparé una sal de frutas, tenía un nudo en el estómago que me martirizaba, me senté en el sofá y puse el contestador para ver si tenía llamadas. Había una. que decía:

"Hola Elvira, soy Lucía, antes de nada quiero pedirte perdón por mi actitud y necesito hablar contigo, por favor. Ya sabrás mi historia y creo que te debo una explicación, Martín va a salir esta noche y yo me voy a quedar en el hotel, por favor ven a las 10, de veras, necesito hablar contigo, dejaré dicho en recepción que te espero, por favor no falte, un beso".

No me lo podía creer, Lucía estaba en Madrid con Martín y quería verme, pero no podía ser, ahora ya no. Estuve toda la tarde aturdida, pensando si iba o no iba, mi cabeza me decía que no debía ir, que debía zanjar toda relación, pero mi corazón me empujaba a ella, no lo podía evitar. Estuve luchando conmigo misma pero me decidí a ir, por lo menos pondríamos las cosas claras. Me acosté y me quedé dormida un par de horas. Me desperté a las 8, ya me sentía mejor, por lo menos más calmada. Me di una ducha que me sentó estupendamente, y ni pensé en arreglarme, me puse unos vaqueros, un top ajustado y una blusa encima y unas playeras blancas, sin pensarlo casi. Decidí no coger el coche, así que volví a pedir un taxi. A medida que llegábamos al hotel mis nervios iban apareciendo, no dejaba de pensar en Lucía, no sabía que le iba a decir, aunque seguía enfadada me compadecía de ella. Al llegar pregunté en recepción por ella, le avisaron que estaba allí y subí a su habitación.

Llamé a la puerta con los nudillos y me dijo desde dentro que estaba abierta. Abrí y allí estaba ella, tan guapa y juvenil como siempre, aunque solo llevaba una camiseta larga y supongo que las braguitas, estaba descalza. Con la mirada baja se dirigió a mí.

Hola Elvira, ¿cómo estás?, Llegué a pensar que no querrías verme.

Hola Lucía, pues no sé porque he venido, estoy muy dolida, me siento muy engañada.

Lo siento de verdad, no quise hacerte daño. Perdóname, por favor.

Me siento utilizada, Lucía, yo solo quería ayudarte.

Mientras hablaba se sentó en la cama, cruzando las piernas a lo indio, bajó la cabeza y empezó a llorar. Yo no quería acercarme pero al verla así de triste me senté al lado suyo, la rodeé con el brazo y le coloqué su cabeza en mi hombro.

No llores, Lucía, no debes ponerte tan triste.

Ya, pero es que mi vida es una mierda, todo me sale mal.

No te equivoque, puede que tu vida fuera una mierda, pero está cambiando. Creo que estás mucho mejor que cuando apareciste por mi consulta.

Pero me siento muy triste, no puedo más.

Debes tirar hacia delante, creo que eres una chica muy fuerte

Me estaba dando mucha lástima, le coloque mi mano en la barbilla y le levanté la cabeza, nuestros ojos se quedaron enfrentados, ella tenía el rostro cubierto de lágrimas, saqué un pañuelo del bolsillo y le sequé la cara.

Lucía, solo quiero decirte que te perdono, de veras, que ha sido fantástico conocerte.

Gracias, Elvira, eres una mujer maravillosa.

Lucía acercó sus labios a los míos y me dio un beso. Me quedé titubeante y casi no respondí. Pero hice un gran esfuerzo y me levanté súbitamente.

No Lucía, no, no puede ser, yo te aprecio y de verdad quisiera ayudarte en lo que quieras, pero lo nuestro no puede continuar.

Pero Elvira, me gustas mucho esto lo hago porque quiero. Te quiero.

Ya Lucía, y yo te lo agradezco, pero no puede ser. Además eres la hija de uno de mis mejores amigos. Imagínate si Martín se llegara a enterar. Creo que nos haríamos mucho daño.

Por favor, Elvira, sé que te gusto y yo te necesito.

Volvían a aparecer las lágrimas en su rostro, volvía a llorar. No podía soportar verla sufrir así, pero debía estar fría, debía irme. Me acerqué a ella y la di un profundo abrazo y un beso. Pero no podía ser. Tuve que hacer un esfuerzo enorme para no llorar, sabía que iba a ser la última vez que la vería.

Lo siento, Lucía, debemos seguir caminos distintos. Sabes que no te olvidaré jamás, has cambiado mi vida, pero es mejor así.

Lucía ni se inmutaba, no levantaba la cabeza. Me levanté cogí mi bolso y salí de la habitación.. Crucé el largo pasillo hasta el ascensor. Mientras bajaba no pude contener las lágrimas, incluso tuve que apoyarme en el espejo. Al estar así pude contemplarme en él y me vi distinta, no parecía yo, estaba viendo a otra persona. El ascensor llegó a la planta baja, se abrieron las puertas pero me quedé inmóvil, no reaccionaba. Estuve unos segundos así y sin darme cuenta se volvieron a cerrar las puertas mientras yo permanecía inmóvil. No podía irme, una fuerza interior incontenible me empujaba hacía Lucía. Así que decidí volver a subir, la necesitaba, la deseaba.

Volví a su puerta y dudé otra vez, pero llamé. Me abrió con el rostro todavía lleno de lágrimas y al vernos nos fundimos en un profundo beso, nos abrazamos y cerré la puerta tras de mí con la pierna. Seguíamos abrazadas y besándonos, y sin soltarnos nos tumbamos en la cama. Las manos de Lucía me acariciaban todo el cuerpo, las piernas, los brazos, la cara, los pechos. Mis manos recorrían sus piernas desnudas y su cuerpo por debajo de la camiseta. Me la quedé mirando a los ojos mientras le sacaba la camiseta por encima de los hombros y aparecieron sus preciosos y pequeños pechos, desafiantes, con sus pezones sonrosados completamente excitados. La dejé tumbada en la cama mirándome y me levanté. Me quedé de pie, enfrente de él y empecé a desnudarme.

Primero los vaqueros que los dejé caer hasta el suelo. Luego me quité la blusa y me quedé con el top y las braguitas. Me quedé contemplando a Lucía que seguía tumbada y moviendo levemente las piernas por la excitación. Sonriéndola seguí desnudándome, me quité el top y el sujetador, y muy lentamente, me bajé las braguitas, cayendo donde los vaqueros. Me acerqué al borde de la cama y empecé a besarle los pies, los lamía. Subí por los tobillos mientras con los brazos extendidos le acariciaba sus blancos muslos. Seguía subiendo por sus piernas con la boca ya entre sus muslos que estaban a más temperatura. Con las manos alcanzaba sus pechitos que me cabían perfectamente y empecé a pellizcar suavemente sus pezones. Lucía dejó de suspirar y empezaba a gemir, retorcía las piernas que me rodeaban la cabeza. Estaba besando su rajita muy dulce, sintiendo su vello en mis labios. Metí un poco la lengua y empecé amoverla en círculos, Lucía no pudo más y casi gritando tuvo un orgasmo que lo sentí en la boca.

Continué subiendo hasta que mi boca se encontró con la suya, nos dimos un profundo beso y Lucía comenzó a chupar mis labios, a chupar su propio jugo. Me abrazó y me rodeó con sus piernas, nuestros sexos se restregaban, se frotaban. Seguíamos abrazadas, apasionadas, por la excitación giramos sobre nosotras mismas hasta que caímos al suelo, en la moqueta. Lucía quedó encima de mí, me sujetaba los brazos mientras me chupaba mis pezones y mis pechos, mucho más grandes que los suyos. Bajó una mano y casi sin darme cuenta por la excitación me introdujo dos dedos, solté un gemido. Movía los dedos en círculos, muy fuerte, yo no podía más y tuve un orgasmo. Quedé exhausta en el suelo, desfallecida. Lucía no paraba, me volvía a mirar con cara de deseo y se giró encima de mí quedando sentada con su espalda enfrente de mi cara.. Movió su culito hasta mi cara, pasándolo por mis pechos y se inclino hacia delante hasta que llegó con su lengua a mi sexo. Comenzó a lamerlo con fuerza, yo seguía desfallecida, pero como por un impulso por su lengua, comencé también a lamer el suyo, seguimos hasta que nos volvimos a correr. Ya no podía más y parecía que Lucía tampoco. Tras unos segundos se levantó y así pude hacerlo yo también, me cogió de la mano y me llevó a. la cama. Nos tumbamos una al lado de la otra, con las manos cogidas, sin decirnos nada, no hacía falta, eso era amor.

Me quedé pensativa unos minutos, descansando, y me di cuenta que Lucía se había dormido. No lo pensé y me levanté. Cogí mi ropa y me vestí. Me aseé un poco en el baño y cogí mi bolso. Le escribí una nota dándole las gracias y rogándola que nunca más se pusiera en contacto conmigo, que esa sería la última vez.

Le dejé la nota encima de la mesa y me marché. Cuando iba bajando en el ascensor no pude evitar echar una lágrima, no volvería a ver a Lucía, siempre la echaría de menos.