Corría el año 1984, y por circunstancias de la vida un amigo me invitó a conocer la provincia de Misiones, al noroeste de la Argentina. Luego de permanecer dos días en su ciudad capital, me dijo si quería ir a conocer Encarnación, ciudad del suroeste del Paraguay, a lo que accedí inmediatamente.
Esa misma tarde abordamos la lancha colectivo que nos dejo en el puerto, cuando descendíamos una persona nos advirtió que la última lancha de regreso salía a las 18 horas en punto, por la emoción dado que era la primera vez en mi vida que salía de mi país no presté demasiada atención a lo que nos advirtieran.
Lentamente recorrimos sus pintorescas calles ascendiendo hasta el casco céntrico de la ciudad que los lugareños llaman "la zona baja" -por estar cerca del puerto-. Recorrimos una y otra vez la calle principal donde en cada puerta de los negocios siempre había alguna chica nos ofrecía para que veamos la mercadería que el comercio ofrecía, en otros nos decían "que anda buscando", y de tanto escuchar la misma frase, le dije sin darme cuenta "una paraguayita linda" a lo que, ni corta ni perezosa, me respondió "no busques más, ya la encontraste", entablé rápidamente un diálogo con esta hermosa rubia de unos 18 años, de un buen cuerpo y de mi misma altura 1.70 m. Mi amigo que se encontraba unos metros más adelante viendo una vidriera me advirtió de la hora que era y que nos teníamos que ir o perderíamos la última lancha a Posadas, la joven le contestó por mi "no te preocupes, viajará en la primera lancha de la mañana, así que, adiós", mi amigo se sorprendió y emprendió su marcha hacia el puerto, yo boquiabierto me quedé mirándola
"Bombón, no te quedes aquí, falta poco para cerrar, camina unas cuadras y encontrarás la plaza, esperame ahí", y sin más se introdujo en el negocio.
Lentamente caminé esas cuadras observando todo, me detuve un instante frente a un comercio de unos japoneses que vendían esencias, jabones aromáticos y sumerios, entré solo para matar el tiempo, mientras el japonesito me ofrecía distintos y extraños ungüentos, y entre todo lo que me decía solo me llamó la atención un aceite aromático para hacer masajes antes de tener relaciones sexuales, compré sin pensar aquella botellita con un viscoso contenido. Seguí caminando y encontré la plaza, busqué un banco y me senté a esperarla.
Abrían pasado uno diez minutos, y yo me encontraba cuestionándome que diablos hacía yo en medio de una plaza, en una ciudad que no conocía a nadie y encima en otro país, cuando una suave y blanca mano se posó sobre mi hombro, recorrió mi brazo y tomó mi mano y jalando suavemente para que me parara y la siguiera.
El trayecto era de unas diez cuadras mientras la acompañaba hasta su departamentito, compramos una botella de champaña y poco a poco fuimos conociéndonos -aquí hago una aclaración, no relataré todo lo que hablamos durante el recorrido, solo les daré los aspectos más relevantes para no hacer tan denso el relato-. Laura que así se llama- no tenía pareja desde los 14 años, cuando su novio después de desvirgarla desapareció, y tenía una "locura" por los hombres argentinos, que según dichos de otras amigas eran muy dulces y expertos en la cama. Y viendo la oportunidad que hoy se le presentaba, no la podía dejar pasar.
Ingresamos al edificio y subimos al ascensor, ella no me quitaba los ojos de encima y yo solo observaba el espejo que estaba detrás de ella mirando su espectacular culo. Se detuvo el ascensor y abrí la puerta del mismo dejando que salga ella primero, cerré la puerta y la seguí sin poder despegar mis ojos de esas redondas nalgas.
Antes de abrir la puerta me advirtió "no mires el desastre, vivo sola y no me preocupo mucho por ordenarlo" asentí con mi cabeza y entramos. Un suave perfume a jazmín flotaba en el ambiente, observé todo a mí alrededor, el departamento era pequeño pero acogedor y sobre todo estaba bien decorado. Laura ingresó al dormitorio a ponerse algo más cómodo, yo me acerqué a la ventana, al estar en un séptimo piso pude admirar toda la ciudad de Encarnación.
"Ahora sí estoy más cómoda" me dijo al mismo tiempo que me mostraba su camisón- "ven sentémonos en el sillón", a lo que accedí de inmediato, sus manos tomaron mi rostro suavemente, yo la imité lentamente nos fuimos acercando hasta confundirnos en un beso interminable. Luego de besarnos y abrazarnos me dijo "Quiere comer algo", le dije que no y le pregunté si se encontraba muy cansada por la larga jornada de trabajo "si, pero no me importa", "a mí sí", le dije, "permíteme que te haga unos masajes en las piernas con este aceite que compré mientras te esperaba", evidentemente esto le sorprendió y accedió de buena manera, "donde quieres que me ubique hum ya sé ven al dormitorio" entramos y se acostó.
Lentamente destapé aquel frasco, un olor a rosas emanó de él, vertí un poco en la palma de mi mano y comencé a masajearle los pies, valía la pena ver su cara de satisfacción, continué brevemente con sus tobillos hasta llegar a sus pantorrillas, ella dejo salir una exhalación de placer, cuando la noté distendida comencé lentamente con sus muslos, le pedí que se pusiera boca abajo para poder hacerlo mejor, sin prisa giró y se colocó como se lo pidiera, continué con mis masajes pero ahora sin quitar mis ojos de su espectacular trasero que ya comenzaba a desear fervientemente. "Ya me siento mejor, me esperas, me voy a dar una ducha", lento de reflejos le dije "sola ", la sorprendida ahora era ella, balbuceó "no ven", ingresamos al baño sin prender la luz y dejando entreabierta la puerta lo que hacia que la luz del comedor nos iluminara suavemente. Se quitó su camisón quedándose en corpiño y bombacha, me apresuré a quitarme todo menos mi calzoncillo, en el que ya se notaba un gran bulto, allí se dirigieron sus ojos, giró diciéndome "me desprendes" por el broche de su corpiño-, mis manos adiestradas fácilmente abrieron el broche, nuevamente giró enfrentándome todavía con el corpiño sobre sus pechos, lentamente los dejó caer para mostrarme sus redondas tetas que culminaban en unos soberanos pezones rosados, -el bulto en mi calzoncillo cada vez era más grande- mirándome sonrió mientras asía el elástico de su diminuta tanga, la dejo deslizar centímetro a centímetro hasta dejarme ver el triángulo de su pubis superpoblado de vello, sin pensar, realmente sin pensar le pregunté "nunca te depilas", sin inmutarse me respondió "no sabía que a los argentinos les gustara depilada", "no te preocupes", le dije, "ya le daremos solución", sin más preocupaciones Laura se me acercó y tomó del elástico de mi calzoncillo intentando bajarlo, "tranquila, abrí la ducha y ingresa a la bañera" -le ordené-, hizo lo que le pedí.
Disfrutamos plenamente ese momento, el agua tibia caía sobre su blanca piel, tomé una esponja untada en jabón y suavemente la comencé a bañar, ella a su vez hacía lo mismo, sus ojos buscaban inquisodaramente entre mis piernas, pero la penumbra no le permitía ver mucho, yo aproveché para acariciarle sus tetas, lo que le arrancaría un suspiro de placer, seguí con su espalda y me detuve con sus nalgas "por favor, que pedazo de culo que tiene esta mujer" me dije para mí.
Y mientras seguía bañándola vi una maquinita de afeitar que seguramente utilizaría para sus axilas y piernas-, le enjaboné exageradamente su pubis mientras me miraba extrañada, tomé entonces aquella maquinita y comencé a afeitarle el pubis, me dejó hacer complacida, y al finalizar con mi tarea sonrió al ver su sexo "desnudo".
Tomé rápidamente una toalla y tapándome solamente el miembro salí del baño, no sin antes escucharla "por favor, que hermoso culo tienes ", las mujeres siempre me han dicho cosas, pero nunca como esto, sorprendido apuré el paso acomodándome la toalla a modo de falda.
Mientras me peinaba frente a un gran espejo que cubría casi toda la pared, se acercó suavemente sosteniendo su toalla con los brazos sus manos acariciaron mi espalda y descendieron hasta mis nalgas, sin ningún tipo de prejuicio después de apretujarlas, levanto la toalla para verlas, se agachó las lamió y las besó. Dejó caer la tela y se acostó manteniendo su toalla a modo de sábana, prendió la luz del velador mientras yo apagaba la luz del techo, me acerqué a sus pies y los lamí, me incorporé, aparté ligeramente la toalla y me dirigí a sus espectaculares tetas, las acaricié, mordisqué y chupé hasta que su cuerpo se arqueara de placer.
Mi lengua ahora buscó otro rumbo, Laura totalmente entregada me dejo hacer, llegué a su sexo al que lamí salvajemente con toda mi experiencia arrancándole gritos de placer que trató de ocultar mordiendo la almohada, su vagina era un manantial de dulces líquidos pero me detuve con su octavo orgasmo porque sus manos -por la excitación- me estaban arrancando los pelos.
Aún tapado con la toalla me senté a su costado, veía como su abdomen seguía sufriendo espasmos hasta que lentamente se relajó. Pasaron unos minutos y se sentó junto a mí y mirándonos al espejo me dijo "con razón mi mejor amiga me decía que de sexo yo no sabía nada " y cortándola le dije "y todo lo que te falta por aprender", me besó profundamente saboreando sus propios jugos, siguió por mi cuello, mi pecho y se detuvo, "que pasa", le dije, me miró sin saber que decirme, la tomé de los hombros y la coloqué arrodillada casi pegada al espejo, me paré enfrente de ella y tomando sus manos las acerque a mi toalla, sus manos recorrían una y otra vez ese bulto que buscaba libertad, interrumpiéndola le dije vamos a tomar algo de champaña, asintió de mala gana, salí del dormitorio busqué la botella en la heladera y tomé una copa de un armario, regresé al dormitorio.
Laura seguía aún en la misma posición, descorché la botella salpicándonos con la espuma, le serví una abundante copa que bebió la mitad de un solo trago, dejo la copa al costado y dirigió nuevamente sus manos a aquel bulto que la intrigaba, lentamente quitó la toalla dejándola caer, mi verga, hasta ahí prisionera, pegó un pequeño brinco al ser liberada, Laura dudó por un instante, pero sus manos no, la asieron fuertemente, yo la tome de la barbilla y lentamente acerqué su rostro a mi erecto sable, instintivamente lo besó y después abrió tímidamente su boca, su lengua comenzó a recorrer los suaves pliegues, no quitaba sus ojos de los míos como buscando la aprobación de lo que hacía, al ver mi abdomen como subía y bajaba producto de mi rápida respiración, comenzó a succionar y lamer aquello que tanta intriga le había causado, pese a su inexperiencia lo hacía con tanta vehemencia que tenía que hacer un esfuerzo supremo para no ceder. Pero su empeño podía más que el mío, apoyé mi hombro en la pared y la acerqué aún más al espejo de manera que ella viera lo que estaba haciendo.
Con mi mano izquierda la asía firmemente del cabello acompañando el movimiento, con mi mano derecha liberé mi verga de sus manos que la sujetaban fuertemente, casi ahogándola, y asumí yo el movimiento de mi verga, sus manos buscaron primero la copa, tomó un gran sorbo pero sin tragarlo y después agarraron fuertemente mis nalgas, introduje mi verga en su boca, las burbujas terminaron de enloquecerme, sentía un espasmo que comenzaba en mi cabeza, recorría mi columna y culminaba en mis testículos, mientras se la sacaba, y apretaba firmemente mi verga, le ordené que se mirara al espejo y que abriera la boca, sin dudar así lo hizo.
Noté el segundo espasmo, más fuerte que el primero sabía que estaba acabando, seguí sosteniendo firmemente la cabeza de la verga y en coincidencia con el tercero la solté, el primer chorro de leche ingresó directamente hasta llegar a su garganta y colmar su boca de abundante esperma caliente, instintivamente Laura cerró la boca, el segundo chorro pegó en sus rojos labios y parte del rostro, con la mano derecha le abrí nuevamente su boca, el tercer y último chorro digno de destacar, nuevamente fue a parar adentro, tomé mi verga y se la introduje, ella succionó con todas sus fuerzas, una abundante mezcla blanquecina viscosa de semen y champaña comenzó a salir por la comisura de sus labios hasta quedar pendiendo de su barbilla, retiró por un momento la verga, se relamió y siguió succionando con más fuerza aún arrancándome de esta manera incontables gritos de placer.
Siguió así hasta que derrumbé en su cama, se acostó a mi lado con otra copa de champaña, con los dedos se limpió el semen de su cara, y saboreando chupó cada uno de ellos, cuando notó que no quedaban más restos, bebió su copa, yo me comencé a dormitar.
Una hora más tarde me despertó el sonido de la lluvia de la ducha, me levante y entré al baño, Laura sonriente me dijo "ahora sí", "ahora sí, qué" le pregunte, "no que ahora se de sexo", me respondió, "lamento informarte pero no es así", sorprendida me hizo un lugar y seguimos bañándonos juntos. Después de secarnos fuimos a la cocina a comer algo, abrí la heladera y saqué un pan de manteca que había visto cuando saqué la champaña, "es para los sándwiches", me preguntó, "no, es para otra cosa más dulce y más rica", le dije, "yo solo tengo para hacer sándwiches y nada más no tengo idea de que tenga algo rico y dulce", me respondió, "al igual que recién en la ducha, estás equivocada", y llevándola de su mano la guié nuevamente al dormitorio, la acosté suavemente boca abajo, le coloqué dos almohadas debajo de su abdomen lo que hacía que su trasero quedar bien levantado, dejé a un costado el pan de manteca para que se ablande, tomé el frasquito con el que le había hecho los masajes, y retomé la tarea de acariciar su espalda y sus piernas con aquel líquido que olía a rosas.
Al notarla totalmente relajada mi mano izquierda siguió con esta labor, pero ahora acariciando su clítoris, un fuerte jadeo denotó su excitación, con la mano derecha retiré una buena porción del pan de manteca, lo deposité suavemente en la entrada de su culo, comencé a efectuar pequeños círculos mientras apuraba la actividad de mi mano izquierda totalmente mojada por sus líquidos. Al notar que estaba teniendo unos buenos orgasmos, rápidamente, y sin abandonar mi labor, me incorporé y me coloqué en cuclillas detrás de ella, la manteca se había derretido dándole en la penumbra un brillo particular a aquel orificio que tanto deseaba.
La tomé firmemente de los cabellos y con mi mano derecha agarré mi verga que su cabeza parecía explotar adquiriendo un tamaño más grande de lo común, seguramente debido al soberano culo que tenía delante de mis ojos. La apoyé suavemente sobre ese pequeño orificio y ejercí una leve presión, Laura todavía seguía sumergida en su placer, seguí avanzando suavemente, veía como comenzaban a estirarse aquellos delicados pliegues, logre hacer ingresar la mitad de la cabeza, Laura lentamente comenzó a tomar conciencia, me preguntó que estaba pasando, "vos querías saber de sexo bueno, esta va ha ser tu graduación", producto seguramente de la champaña, siguió sin comprender. Lenta pero inexorablemente seguí empujando hasta que la mitad de la cabeza estaba adentro, su sabroso agujerito estaba estirado al máximo causándole bastante dolor, pero aún era soportable. Me incorporé un poco más, para acercarme y poder decirle a su oído "sabes que está pasando", me dijo "no", entonces no se por qué causa, pero de algo estoy seguro que me causó placer decírselo, le susurré "te voy a partir el culo, pienso meterte y sacarte mi verga en el culo hasta que te quede como una flor". Y jalándola hacia mí del cabello logré que entrara toda la cabeza arrancándole un grito de dolor, los músculos de su sabroso culo me oprimían con fuertes contracciones aumentando mi excitación incrementando el flujo de sangre a mi verga haciendo que aumente más su dimensión.
"Por favor me duele", me dijo para que me detuviera, algo imposible de coordinar por mi cerebro, retiré mi mano derecha que sostenía la verga y la agarré de los cabellos con las dos manos, me acerqué nuevamente a su oído y le dije "ahora es cuando realmente te va a doler te voy a clavar hasta los huevos". Bestialmente tiré con todas mis fuerzas de sus dorados cabellos, Laura pegó un pequeño grito de desesperación, ante su desvalida posición mi verga arremetió con todo, era tarde para arrepentimientos, su desgarrado agujero estaba chocando contra mis bolas, la solté del cabello y me incorporé un poco más, de esta manera se la pude meter unos cuatro centímetros más, colmándole su interior con mi trozo carne.
Lentamente comencé a bombearle, retiraba la verga hasta que casi veía salir la cabeza hinchada, para luego arremeter hasta los huevos una y otra vez, Laura, pese al dolor, se resignó y comenzó a masturbarse primero con una de sus manos luego alcanzó el cajón de su mesa de luz y retiró un consolador y lentamente se lo fue metiendo en la vagina hasta que solo quedó afuera la tapita de las pilas, sus gemidos denotaban que disfrutaba aquel momento, con dolor pero mucho placer.
Esto me enloqueció, saque toda mi verga, Laura pensó que ahí había terminado todo, pero se equivocaba una vez más, agarre el pan de manteca y acaricié nuevamente con él su destruido culo, la tome de los cabellos y se la enterré toda de una sola vez, la retiraba toda nuevamente para ver como sus músculos contraían ese delicioso agujero, y nuevamente se lo volvía a abrir metiéndosela hasta los huevos repitiendo esta acción una y otra vez.
Me sobrevino el primer espasmo -indicador de que pronto acabaría-, esta vez ya no la retiré, aceleré la bombeada, un sonido rítmico producía el golpear de mis bolas contra su cuerpo. Me acerque y le dije "acá está tu título, quiero que sientas como te acabo dentro el culo", y arremetí como una locomotora como si quisiera atravesarla, sentía como la leche fluía raudamente desde mis testículos, atravesaba toda la extensión de mi verga y se derramaba dentro suyo. Laura, que también estaba acabando, gritó "que experiencia extraña siento la leche caliente dentro mío".
Cuando desvirgo un culo, debo reconocerlo, tengo una muy mala costumbre, inmediatamente que acabo, saco rápidamente mi verga totalmente hinchada lo que genera un vacío y hace que los músculos del agüero se demoren en cerrarlo, y así lo hice, quedándome arrodillado detrás de ella esperando ver mi espectáculo privado, Laura pensó que se hacía encima, la tranquilicé y como un pintor que admira su obra, me quedé fijo mirando cómo desde el interior de su florecido culo fluía, al principio con un pequeño hilo, luego blancos borbotones de abundante esperma que comenzaban a correr por sus piernas.
Cansado caí boca abajo en la cama vanidoso de haber hecho lo que más me gusta en el mundo, desvirgar un culito.