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Un paseo entre los pinos

en Transexuales

Un paseo entre los pinos

Era una de aquellas mañanas al final del Verano, una mañana de agradable temperatura y cielos azules y despejados. En esa época, aún hace calor, pero aún al amanecer se puede intuir el acecho del inexorable Otoño, acercándose a hurtadillas, silencioso…

En aquellas mañanas solía pasear a las afueras del pueblo, esperando que mi familia decidiese poner fin a sus tediosas vacaciones rurales y de una vez por todas dejar aquel pueblo remoto y montañoso al que había accedido a ir a regañadientes. A pesar de la aparente contrariedad, el volver a la rutina y al tedio de la ciudad se me antojaba ahora como un alivio, un cabo salvador para una náufraga en el mar del más profundo aburrimiento…

Así que tras desayunar en la mesa del jardín de la parte trasera de la casa, decidí subir a mi cuarto a prepararme para el paseo de cada día. Me puse un short vaquero y una blusa blanca. Remangué los puños de las mangas y anudé los bajos dejando a la vista el ombligo y la cintura del short. Después me calcé las zapatillas deportivas blancas que tanto me gustaban y tras coger el bolsito-mochila, salí dispuesta a dar un paseo por la ladera de la montaña.

Caminé durante algún tiempo por los caminitos de tierra de la zona, pasando junto a los verdes pastizales, o a veces, entre los árboles. En una ocasión me crucé con un par de aldeanos que guiaban un pequeño rebaño de vacas hacia las tierras de pastoreo. Noté como el más joven de ellos me dirigía una lasciva y descarada mirada al escote, bajando luego hacia mis desnudos muslos. No puedo negar que me lo tomé como un halago…

Caminé hacia un pequeño bosque de pinos, un recoleto lugar al que me gustaba ir a leer, puesto que era un sitio tranquilo. A pesar de la sombra de los árboles, las ramas permitían la filtración de algunos rayos de sol. Me dirigí hacia la pequeña loma. Al parecer no estaba sola, puesto que al borde del bosquecillo de pinos se levantaba una tienda de campaña.

Continué mi camino decidida a atravesar la primera franja de árboles de la loma en dirección a mi "rincón secreto". Me estaba acercando a la tienda por su parte trasera, cuando a una distancia prudencial escuché unas risitas y algún que otro leve gemido. Me quedé parada en seco. ¿No sería mejor dar un rodeo, o tal vez buscar otro sitio?. Pero de la misma forma recapacité, diciéndome a mi misma que cruzaría y seguiría mi camino…

Por supuesto, no contaba con lo que vería al acercarme y poder ver la parte delantera de la tienda. Sin duda se trataba de una pareja de mochileros, que a falta de plan mejor se habían dedicado a recorrer la región, acampando al aire libre. Él era un chico moreno, vestido con bermudas y con el pelo largo y rizado. Ella, una chica de mediana estatura, rellenita y con gafas. Su pelo castaño le caía sobre los hombros en una clásica media melena.

Al ver aquello, me quedé completamente cortada. Ella estaba sentada con medio cuerpo dentro de la tienda. Su única ropa era una camiseta de tirantes que -por lo ajustado de la prenda- dejaba adivinar que cubría unas enormes tetas. Mantenía las piernas abiertas mientras su compañero se entretenía en afeitar cuidadosamente su chumino con una maquinilla desechable...

El chico me saludó con tal naturalidad que dicho hecho contribuyó aún más a dejarme si cabe más turbada. Aunque soy de naturaleza descarada y atrevida me quedé sin habla, completamente sonrojada. Habría salido corriendo de no haberme quedado paralizada, parecía como si me hubiesen salido raíces… Apenas pude balbucear un saludo.

Entonces ella se tapó con una toalla y entró en la tienda. El chico se dirigió a mí, preguntándome quien era y que hacía por allí. Un poco recuperada de mi shock inicial, le contesté, además de disculparme por la intromisión y disponerme a seguir mi camino. Dándose cuenta de lo turbador de la situación, me pidió que me quedase un rato. Se presentó como César. Cuando la chica salió de la tienda dijo llamarse Aurora. Me pidieron que me sentase con ellos y tras su insistencia accedí. Aurora preparó un poco de café soluble en el hornillo de camping y lo tomamos en vasos de plástico mientras hablábamos. Me comentaron algunas cosas sobre ellos y yo hice lo propio. Sin apenas darme cuenta, fue pasando un buen trecho de la mañana y comenzamos a conocernos un poco. Resultaron ser una pareja de lo más simpática y nos caímos muy bien. A la hora de comer regresé a casa deshaciendo el camino. Al parecer, había hecho dos amigos.

Aunque había prometido volver por la tarde, no lo hice, puesto que estuve ayudando a Marta -mi hermana- además de a mi madre y a mi prima Isabel en los preparativos para la fiesta del pueblo. Al día siguiente por la tarde, me dirigí a la loma, con la intención de devolver la cortesía a los "vecinos mochileros" e invitarlos a algo con motivo de la festividad de la aldea. De camino pensé que César y Aurora tal vez habrían continuado su camino, pero no, allí seguía la tienda de campaña. Distinguí el humo de una pequeña fogata. Al acercarme me encontré con Aurora. Nos saludamos con dos besos y nos sentamos ante la tienda. Al parecer César había ido a recoger alguna leña para el fuego.

Charlamos y tomamos café. De vez en cuando, nos sobresaltábamos con el estallido de alguno de los muchos cohetes disparados desde la aldea, lo que conllevó algunas risas y bromas. Me fijé más en Aurora. Llevaba una pequeña flor en el pelo y vestía un pantalón corto con grandes bolsillos a ambos lados. La camiseta que llevaba no lograba esconder el bamboleo de sus enormes mamas y se notaba de lejos que no llevaba sujetador.

Cuando llegó César dejó las ramas cerca de la hoguera y me saludó con dos besos en la mejilla, aunque demasiado cerca de la boca a mi parecer. Seguimos sentados y pasamos la tarde ante la tienda, mientras se iba haciendo más oscuro. Entonces, me dispuse a volver a casa ya que estaba cayendo la noche y tenía miedo de regresar sola. Mis dos nuevos amigos me pidieron que me quedase algún tiempo más, arguyendo que luego me acompañarían al pueblo. Accedí. Durante aquel tiempo, comimos y bebimos café hasta que más tarde César se animó a tocar algo con una guitarra mientras nosotras canturreábamos y nos reíamos. Aurora me ofreció una petaca de whisky y bebimos -tal vez demasiado- mientras lo pasábamos bien ante la tienda. César se puso a liar unos porros, que fumamos entre los tres, pasándolos de uno a otro. En un momento dado -creo que ninguno de nosotros controlaba demasiado- el chico se sentó a mi lado.

Entre risas y bromas César me tomó de la cintura mientras Aurora hacía bromas sobre lo buena pareja que hacíamos. Con la excusa de la cercana hoguera, se sacó la camiseta y pude apreciar completamente el tamaño de sus tetas, enormes y de grandes pezones. Empecé a sentirme excitada, a lo que ayudaban sin duda el licor y los porros. César sin cortarse un pelo bajó su mano y comenzó a sobarme el culo por encima del short. Pero lejos de pararle los pies, me dejé hacer, puesto que estaba bastante ebria y además me excitaba la situación. Aurora se acercó, se puso de rodillas ante mí y tomándome la mano, la llevó a sus tetas que acaricié con dulzura. Él comenzó a besarme por el cuello mientras dirigía una mano a mis tetas y las acariciaba sobre la camiseta y el sostén.

Aurora se acercó a su hombre y bajándole las bermudas, dejó al aire su polla. Aunque estaba aún poco dura tenía un tamaño considerable y era bastante gruesa. César se puso de pie liberándose de la ropa y -sin hacernos de rogar- Aurora y yo nos arrodillamos ante él, poniéndonos a mamar su verga, acariciándole los hinchados huevos y de vez en cuando, morreando entre nosotras.

En un momento, mientras yo chupaba enloquecida la polla del chico, Aurora me desabrochó la blusa y el sostén, dejando mis pechos al aire y sobándolos con firmeza. Dejé de chuparle la pija a César y me volví hacia la chica. Había oscurecido mucho más y en los ojos color miel de Aurora se reflejaban las llamas de la hoguera. Pero no era el único fuego que ardía allí…

Dirigí mis manos hacia su cintura y desabroché los bastos pantalones. Al bajárselos vi que no llevaba bragas. Aunque su pubis lucía una espesa mata de vello rizado y castaño, su vulva estaba totalmente despejada. Sin duda, César había hecho un buen trabajo la mañana anterior…

Aurora se tumbó sobre el césped y César metió sin dudarlo la polla en la boca de su hembra. Ella comenzó a chuparla como poseída, animada por los gemidos de César. Abrí sus muslos y comencé a comerle el depilado coño -que comenzaba ya a destilar abundantes jugos- mientras le introducía los dedos y chupaba su inflamado y enorme clítoris. Aurora resoplaba, gemía y se retorcía de placer. No tardó demasiado en correrse y poco después fue César quien lo hizo, llenando de espesa y caliente leche su boca y su cara.

Cuando Aurora se levantó se acercó a mí y me dio un morreo con sorpresa… ya que además de su saliva me pasó parte de la corrida de César que saboreé con placer. Me quitó el short y palpó sobre las bragas mi colgajo, que empezaba a ponerse duro. Entonces me hizo ponerme a cuatro patas ante ellos. César acarició mi culo, bajando su mano hacia la entrepierna, mientras le guiñaba un ojo a su novia. Me bajó las bragas hasta las rodillas y abriendo mis nalgas comenzó a prepararme a base de lametones. César introducía su lengua haciendo que mi culo se abriese y volviéndome loca de placer. Mientras tanto, Aurora se tumbó metiendo la cabeza entre mis piernas y comenzando a lamerme el colgajo… ¡y cómo lo hacía la muy zorra!. Comencé a gemir, casi a gritando de placer. Entonces fue cuando noté el duro cipote de César entre mis nalgas. Al presionar entró casi hasta la mitad y fue cuando -mientras él me cogía de las caderas o de las tetas y apretaba más fuerte- comencé a gritar de placer. Por supuesto, no había nadie que nos escuchase en aquel paraje… César me enculaba con dureza y tras varios empujones su pija se me clavó entera. Con cada nuevo empellón del chico notaba sus huevos chocando contra mi culo.

Mientras tanto, Aurora me estaba trabajando con su ávida y experta lengua. No sé durante cuanto tiempo me cogió César pero terminé corriéndome como una cerda en la golosa boca de su novia y pidiéndoles más y más... César siguió dándome caña, hasta que sus gemidos denotaron que se estaba corriendo. Y así, con sus gemidos y los gritos de insoportable placer que me provocaba la gruesa verga de César, sentí como descargaba su espesa y caliente leche dentro de mi enrojecido culo. La lechada se me antojó como un río de lava en lo más profundo de mi intimidad…

Cuando me puse de pie, completamente desnuda en medio del bosque, el semen de César se salía de mi abierto culo, resbalando por la cara interna de mis muslos. Pero su chica no dudó en lamer todos los cuajarones que pudo. Decidimos sentarnos a descansar un rato y fumamos otro porro entre los tres. César miraba la abultada y empapada raja de Aurora con ojos brillantes de deseo y de lujuria. Cuando se hubo repuesto un poco, me acerqué a él y tomé su polla -aún flácida- entre mis manos. Bajé la piel dejando el capullo al aire y mirándole a los ojos comencé a mamársela. No tardó en emplamarse y cuando la tuvo completamente dura, Aurora se acercó a él y se sentó sobre sus rodillas. Yo cogí la verga de César y la guié hacia la encharcada raja de ella. Se le clavó hasta los cojones y Aurora comenzó una furiosa cabalgada mientras se acariciaban. Así estuvieron durante un rato hasta que ella se corrió entre gritos y gemidos de profundo placer.

Aurora se tumbó desnuda cerca de la hoguera, rendida y harta de follar. César me dijo que le gustaría estar conmigo a solas y entramos en la tienda. Fumamos juntos un porro y nos acariciamos… no recuerdo demasiado bien el tiempo que estuve en la tienda. Un tiempo en el que César me montó cara a cara y así, bien abierta de patas sentí su profunda penetración, además de sus caricias y besos. Acabé repleta del semen de César, tanto por el culo como en mi golosa boca.

Ya entrada la noche, mis cachondos amigos me acompañaron a casa. Tomamos algo en uno de los chiringuitos montados con ocasión de la fiesta y más tarde me fui a casa. Estaba tan rendida que aquella noche ni me duché. Me acosté mareada y feliz, con las bragas aún empapadas de semen. Y mientras oía lo lejos la música de la orquesta y las detonaciones de algunos cohetes, me quedé dormida a buen seguro… con una sonrisa de placer en los labios