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Dominio Total

en Control Mental

Dominio Total

No era la primera vez que veía cruzar delante de mí a Diana cubierta sólo por la toalla de baño. Ella había sido mi fantasía secreta desde el día que la conocí. Era la hermana menor de la dueña del cuarto que alquilaba, casi diariamente la veía cruzar por delante de mi habitación luego de bañarse en la ducha del baño que todos compartíamos. Pero esta vez sería distinto.

Me deslicé detrás de ella. No estábamos solos en la casa. En el segundo piso su hermana y una amiga se dedicaban a coser con la ayuda de ruidosas máquinas mecánicas. No la molestarían en el transcurso de la tarde.

La seguí hasta su dormitorio sin hacer el menor ruido. Empezó a secarse el cabello de espaldas a la puerta que había dejado entreabierta. Mi pene se puso duro. Diana tenía sólo 18 años pero poseía uno de los traseros más grandes que había visto en mi vida. Eran dos glúteos que semejaban dos globos llenos de agua a punto de reventar.

Empujé suavemente la puerta y la cerré detrás de mí sin hacer el menor ruido. Ella terminaba de secarse el cabello.

- Hola, Diana -dije con voz suave.

Ella volteó de inmediato, estaba asombrada pero pronto su rostro cambió a una expresión de enojo.

- ¿Qué haces aquí? -me espetó-. ¡Vete o grito!.

- No creo que puedas gritar -le dije sacando de mi bolsillo una cadenita rematada en una brillante joya de fantasía.

- ¡Voy a gritar...!

- No gritaras -le dije sin levantar mi voz. La joya empezó a pendular delante de ella-. ¿Recuerdas qué es esto?

- Vete... - dijo con su tono de voz normal.

- Tranquilízate, mira la joya, mírala, recuerda su forma, recuerda... - mi voz se hizo más relajante, más profunda.

La semana pasada, con ayuda de la misma joya, la había hipnotizado delante de unos amigos suyos. Había vuelto a dormirla en dos oportunidades más y ahora estaba dispuesto a dominarla completamente. En cada oportunidad era más fácil dormirla y siempre le dejaba la orden posthipnótica que la hipnotizaría cada vez que le mostrase la alhaja.

- No puedes dejar de mirarla...mírala…, no dejes de mirarla, eso es, eso es...Ahora estás cansada, muy cansada, no puedes mantener los ojos abiertos, te duermes, te duermes... Duerme, duérmete Diana, duérmete...

Ella cayó sobre la cama. Guardé mi cadenita y me senté a un costado suyo. "Escucha mi voz Diana -le dije con voz más autoritaria -, ahora estás completamente bajo mi control, eres mi esclava, obedecerás todas mis órdenes sin rechistar".

- Sí -dijo ella con la voz casi inaudible.

- Cuando te lo ordene no despertarás sino que seguirás soñando que tienes un sueño erótico conmigo, cumplirás todas mis órdenes.

- Lo que tú digas, amo.

- Muy bien, ahora ponte de pie y quítate la toalla.

Ella obedeció, soltó el nudo que impedía la caída de la húmeda prenda y me dio un maravilloso espectáculo de carne femenina recién lavada.

- Baila para mí, zorrita - le indiqué.

Ella obedeció, sus caderas se bamboleaban sensualmente. Era completamente mía.

Estiré mis manos y atrapé sus redondos senos. Era desesperante la suavidad. Me puse de pie y empecé a besarla con fruición. Ella apretó su cuerpo contra el mío. Estaba totalmente a mi merced.

Ambos bailábamos al ritmo de una sensual música silente. Diana se introdujo mi verga en su conchita y comenzó a moverse de adelante y atrás rítmicamente. Empujaba sus carnosos muslos contra mi erecto miembro viril. Yo acariciaba su cuerpo, pellizcando sus tetas mientras se lo introducía cada vez más. Diana estaba ebria de placer por el trance hipnótico al que la había sometido, empujaba su cuerpo contra el mío, trataba de satisfacer a su amo.

Yo la besaba, ebrio de placer. Nuestras bocas se unieron en un beso interminable, mi lengua recorrió todos los rincones de su deliciosa boquita.

De improviso, Diana se deshizo rápidamente de mis brazos y se puso a gatas, levantado su hermoso culo frente a mi sorprendido rostro.

- Quiero que me lo metas por detrás – su tono era apremiante.

Eso sí que era un verdadero deleite, una de mis mayores fantasías era sodomizarla. No podía rechazar una invitación como esa. Coloqué mi pene en la entrada de su esfínter anal y comencé a empujar. Diana se aferró a sus nalgas, usándolas para sentir más mi ardiente pene moviéndose dentro y fuera de ella. Gemía salvajemente sintiendo descargas de placer por todo su cuerpo.

- ¡Más, sigue, sigue, más fuerte, más fuerte! - casi gritaba ya completamente fuera de sí.

Clavé mi pene lo más profundo que pude. Ella no dejaba de moverse, espasmos de placer recorrían todo su cuerpo, Yo estaba a punto de explotar.

- Me vengo, me vengo - gritó ella. Y yo descargué mi semen dentro de su ano mientras ella respiraba afanosamente. Caímos exhaustos sobre la cama

Había sido increíble. Diana quedó durmiendo después de esa extenuante sesión de placer, con la cabeza apoyada en la almohada de flores rosadas.

Todavía no me era fácil creer que la engreída y distante Diana pudiera ser una amante tan ardiente. La verdad es que últimamente había cambiado debido a mis sugestiones posthipnóticas.

Dejé que descansase mientras yo me tomaba un merecido descanso antes de prepararme para nuestro siguiente round.

El fin de semana hice que Diana invitase a la casa a Selene, una amiga de la universidad. Estábamos los tres solos en su casa. Me las arreglé para poner como tema de conversación la hipnosis para mejorar la memoria y evitar los nervios antes del examen. Delante de su amiga hipnoticé a Diana.

Después de despertarla Diana repitió sin errores una larga lista de fechas, sin equivocarse. Su amiga estaba admirada.

- ¿Crees que yo también pueda mejorar mi memoria? – me preguntó.

- Si dejas que te hipnotice, te aseguro que tú misma te admiraras del resultado – le contesté.

Envalentonada por la presencia de su amiga, Selene se recostó en el sillón y dijo que podía empezar cuando quisiese.

A diferencia de Diana, a quien viéndola con ojos de esteta le sobraban un par de kilitos, Selene poseía una figura envidiable, no tenía un gramo de grasa de más. Le gustaba usar ropas ceñidas que resaltaban descaradamente su curvilínea figura.

Hice un gran esfuerzo para concentrarme. Extraje una linterna de mano y le dije:

- Sólo mira la luz y concéntrate en lo que te diga, ¿de acuerdo?

- Claro que sí.

- Eso es, no te pongas nerviosa…

- ¡Nerviosa yo!, quiero ver quien es el guapo que se atreva a hipnotizarme en contra de mi voluntad.

- Tranquila – dije sonriendo -, nadie puede ser hipnotizado si no colabora. Bien, ahora escucha mi voz y mira la luz, mira la luz, observa como va de un lado a otro, de un lado a otro, lentamente…

Mientras hablaba iba moviendo la linterna de derecha a izquierda mientras repetía con voz suave las sugerencias para inducir a la hipnosis.

- Escucha mi voz y mira la luz, mira como va de derecha a izquierda, de izquierda a derecha… - mi voz se tornó más profunda -, eso es, ahora sientes que tus párpados te pesan, tienes sueño, mucho sueño…, pronto no podrás mantener los ojos abiertos, dormirás profundamente, duerme…, duerme…

Selene no se resistió mucho. Pronto dormía profundamente. Completamente lista para recibir mis órdenes.

Diana observaba todo y no recordaría nada porque no estaba despierta del todo.

Me tomó un par de horas pero cuando terminé no tenía a una sino a dos hermosas mujeres, listas para satisfacer mis fantasías sexuales.

Dos días después nos reunimos en casa de Selene, teníamos varias horas por delante, y yo tenía planeado cómo pasar esas horas sin aburrirme.

Las hipnoticé y las programé para que fuesen mis esclavas sexuales. Ambas tenían una amplia experiencia en el arte del sexo así que yo sólo debía dar las indicaciones necesarias para lograr mi satisfacción completa.

Me tendí en la cama de Selene y les ordené que me hiciesen una mamada por turnos.

Cada una tenía un estilo diferente de practicar el sexo oral o fellatio. Selene lo recorría en toda su longitud, con sus labios formando un anillo perfecto, su boca parecía una aspiradora sensual que me dejaba sin aliento. Diana, en cambio, prefería lamerlo en toda su extensión y luego le dedicaba largos y deleitantes chupadas a mi glande provocándome espasmos de placer.

Mientras una me lo chupaba la otra me besaba en la boca y me ofrecía sus pechos.

Cuando eyaculé ambas bebieron hasta la última gota de esperma. Descansé unos minutos y después de una ducha rápida volvimos a empezar.

Hice que se pusieran a cuatro patas y empecé a darles una por una. Tenía cuatro orificios donde calmar mis ímpetus sexuales. Ambas gemían y me pedían más.

Para mi tercer orgasmo hice que ambas se lamiesen las conchas respectivamente. Me excitaba ver a dos lesbianas en acción y para ser su primera vez lo hicieron muy bien. Acabé penetrando a Selene, mientras ella le hacía un oral a Diana.

Dejé que durmiesen una hora para recuperar fuerzas. Yo también me tendí a su lado acariciando alternativamente sus más apetitosos encantos. Pronto ampliaría el selecto círculo de mis esclavas con las amigas de ambas. El futuro se me avizoraba muy prometedor.

FIN