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Tula y Mariela

en Control Mental

Tula y Mariela

Las vedettes disfrutan las fiestas de inauguración de las discotecas más que cualquier otra fiesta. Tula Rodríguez no era la excepción. Vestía informalmente con una camisa negra y un par de jeans. Su pelo rubio teñido, con algunos reflejos, caía en forma salvaje sobre sus hombros. Abriéndose paso entre la multitud de celebridades, entró al baño de damas y tomó una bocanada de aire cuando se vio libre de todo ese gentío.

Tula buscó con la mirada hasta encontrar a Mariella Zanetti sentada en un sillón, con la cabeza apoyada contra la pared y los ojos cerrados. Sus manos se entremezclaban con su cabello color azabache y sacudía la cabeza de un lado a otro. Vestía un par de pantalones, un top rojo que dejaba sus hombros al descubierto y una especie de chalina marrón que los cubría sugestivamente. Aparentemente ella y Tula eran las únicas mujeres en ese baño.

- ¿Cómo sigue todo? -preguntó Mariella cuando notó la presencia de Tula.

- Tarados, como siempre -dijo Tula mientras entraba a un reservado- mañosos intentando tocarme.

- Entonces definitivamente me quedaré aquí -dijo Mariella abriendo sus ojos- ¿Qué hay de nuevo?

- Nada, sólo lo de siempre ¿y tú?

- Presentaciones y demás. Por cierto supe que te fue muy bien en el norte.

- ¿Lo estás diciendo por cortesía o sinceramente? -dijo Tula mientras salía del reservado y se terminaba de acomodar los pantalones.

- Sinceramente, créeme. Yo sé lo difícil que es nuestro oficio.

- Yo sabía que no iba a ser el boom del verano -sonrió Tula.

- Al menos tenemos trabajo.

Tula se dirigió al lavabo y comenzó a lavar sus manos mientras Mariella se incorporaba y se acercaba hacia ella.

- ¿Cómo está la prensa? -preguntó.

- Inventando historias para vender más diarios chicha -contestó Tula. Lo cual era verdad.

En ese momento la puerta se abrió y otra mujer entró. Era de baja estatura, cabello corto y ojos huidizos. Usaba un par de pantalones negros y una chaqueta con el logotipo de la discoteca, usaba un gorro que casi no dejaba verle el rostro. Definitivamente era una empleada del lugar. Era de ese tipo de personas a las que nadie toma en cuenta a menos que se tropiece con alguien. Una vez adentro, cerró la puerta y buscó algo en el bolsillo de su chaqueta.

- Disculpen señoritas -dijo con voz ronca. Ambas mujeres se dieron vuelta. - Lamento interrumpirlas pero mi supervisor me mandó a preguntar si este objeto pertenece a alguna de ustedes.

Abrió su mano y mostró un disco atado a una cadena.

- No es mío -dijo Tula.

- Mío tampoco -respondió Mariella.

- ¿Están seguras? ¿Por qué no lo miran más detenidamente?

Ambas mujeres fijaron su mirada en el disco de color verde. Parecía destellar en la luz, resaltando el espiral que se encontraba en su centro. Era algo atractivo de mirar, especialmente cuando comenzó a balancearse en el aire.

Tula y Mariella se quedaron mirándolo fijamente, mientras la mujer hablaba con voz muy suave que poco a poco tomaba un tono masculino.

(...)

Tula parpadeó. Por un momento ella hubiese jurado que había visto a alguien. Pero no, solo Mariella y ella se encontraban, desde hace rato, solas en el baño de damas. No recordaba haber visto ingresar a nadie desde el momento en que ella se encontró con Mariella, pero le había parecido . . .

Miró detenidamente a Mariella, quien tenía un gesto como de absoluta calma y tranquilidad en su atractiva cara. No, más que atractiva era una cara bellísima.

Tula nunca antes se había detenido a pensarlo, pero ahora ella veía que Mariella tenía una atractiva combinación de belleza. El pelo negro, la sonrisa, esas hermosas piernas... ehhh, un minuto, ¿que demonios estaba pensando? - Te... te veo... luego... -tartamudeó Tula y se marchó apresuradamente del baño.

Mariella rápidamente la siguió. Ya se encontraba afuera y ahora se preguntaba por qué había sentido la necesidad de salir tras de Tula cuando hasta hace unos instantes no tenía la más mínima intención de dejar ese pequeño paraíso que había conseguido, lejos de la muchedumbre y de la música que aturdía los oídos.

Mientras caminaba sumida en esos pensamientos observaba el caminar de Tula, que iba delante de ella, admirando como agitaba ese hermoso culo... ¿de dónde apareció esa idea?... hasta hace unos minutos ella estaba pensando acerca de besar a un conocido futbolista y, de repente, lo había reemplazado con Tula Rodríguez. Sacudiendo su cabeza, Mariella se acercó a la barra.

- Piensa en un trago que no le desearías ni a tu peor enemigo, y dámelo doble -le dijo al barman. Definitivamente necesitaba algo de alcohol.

Desafortunadamente, no estaba de suerte. El barman tenía órdenes de servir solo cantidades moderadas de cerveza. Mariella tuvo que conformarse con un vaso. Siguió caminando y al pasar por la cabina telefónica escuchó una voz familiar gritando en el teléfono:

- ¿Qué me está diciendo? ¿No estoy en la lista?. Le repito que le habla Tula Rodríguez, ¿me recuerda? Yo hice la reservación esta misma tarde. No, yo no quiero mi equipaje. Quiero mi bendita habitación. No, ni se le ocurra ponerme en lista de espera.

Mariella observó como Tula colgaba el auricular con tanta furia que hizo temblar el aparato entero. Lanzó un insulto y pateó la pared.

- ¿Problemas? -preguntó Mariella.

- El estúpido hotel no me reservó mi habitación. Ahora estoy a la deriva.

- ¿No puedes tomar otra habitación?

- Hay que reservarlas con anticipación. Y aunque me ponga a llamar a todos lados no hay ninguna garantía de poder conseguir una miserable habitación.

- Mira, ¿por qué no pasas la noche en mi habitación? Quiero decir, es demasiado amplia para mí sola. Mañana con todo el tiempo por delante puedes encargarte de conseguir algo.

Tula puso la mano sobre su boca y lo pensó. Aparte de tener un lugar seguro donde pasar la noche, había algo más que la motivaba a pasarla con ella. Tula no podía explicarlo pero algo la impulsaba a aceptar la invitación.

La suite de Mariella era bonita y espaciosa. Una cama matrimonial, un living con sofá, un gran televisor con DVD y un gran jacuzzi. Tula se metió en el jacuzzi, suspirando mientras sentía como las tensiones del día iban desapareciendo. Tenía un bikini verde. Estaba feliz de haber podido recuperar su equipaje. Se hubiese sentido muy fuera de lugar si tenía que dormir desnuda en la habitación de Mariella. Bueno, quizá no demasiado fuera de lugar.

Escuchó que golpeaban la puerta.

- Pasa -dijo. La puerta se abrió y Mariella entró. Llevaba una malla azul de una sola pieza. Tula tuvo que luchar para poder apartar la mirada de esas bien torneadas piernas.

- Pensé que podía venir a hacerte compañía ¿Puedo? -preguntó Mariella. En silencio, Tula asintió. Mariella pareció vacilar antes de decidirse a entrar lentamente al jacuzzi y sentarse sobre el agua cálida.

Un silencio momentáneo cubrió la habitación.

- Ah, gracias por dejarme quedar aquí -dijo Tula frotándose un hombro.

- No hay problema. ¿Te pasa algo?

- Una pequeña contractura en el cuello. Es un poco molesta.

- A ver, déjame a mí. -Mariella se deslizó al lado de Tula. Puso sus manos sobre el cuello de su compañera y suavemente comenzó a masajearlo. Tula cerró sus ojos mientras Mariella la masajeaba. A medida que iba sintiendo esos delicados dedos sobre su cuello, Tula sintió que comenzaba a excitarse. Ella no era lesbiana pero se daba cuenta que sentía una atracción hacia Mariella. Una fuerte atracción. Y apostaba que a Mariella le pasaba lo mismo.

Hubiese ganado la apuesta. Mariella tenía un nudo en el estómago mientras masajeaba a Tula, tratando de comprender los sentimientos que se apoderaban de ella. Lentamente se colocó delante de Tula hasta que sus cuerpos se tocaron. Colocó sus manos sobre la base del cuello y siguió su rutina de masajes, cada vez más suaves, cada vez más eróticos. Tula había quedado como magnetizada, con lo mirada perdida en los ojos de Mariella y al instante suavemente suspiró y echó su cabeza hacia atrás. Impulsada por una extraña fuerza, Mariella se acercó más y besó los labios de Tula. Las dos permanecieron inmóviles por un momento, sorprendidas por lo que estaba pasando. Entonces, lentamente, Tula pasó su lengua alrededor de la boca de Mariella.

Se miraron una a la otra, esperando y pensando que iba a suceder. Mariella llevó sus manos hacia los pechos de Tula y los apretó, sintiéndolos duros debajo del bikini. Las manos de Tula fueron hacia los hombros de Mariella y se dedicaron a bajar su traje de baño mientras Mariella le quitaba la parte superior del bikini. Las dos quedaron con los pechos expuestos. Los senos de Mariella eran más grandes pero los de Tula presentaban unos pezones más gruesos. Los cuatro montes estaban casi flotando en las cálidas aguas. Tula atrajo a su amiga hacia ella y la besó nuevamente y esta vez rozaron sus pechos piel contra piel.

Mariella bajó sus manos y alcanzó las nalgas de Tula, apretándolas, por lo que su pareja dejó escapar un gemido de excitación. La Rodríguez despegó sus labios de la boca de Mariella y colocó su cabeza sobre el hombro derecho de su amiga.

Gemía mientras Mariella masajeaba su culo. Dejó que Mariella terminara de sacar la parte posterior del bikini y se sentó en el borde del jacuzzi exponiendo su oscura concha. Miró a Mariella a los ojos deseando que entendiera la invitación.

Mariella lo hizo y colocó su cabeza entre las piernas de Tula. Después de dudar brevemente, sacó su lengua y comenzó a lamer, alcanzando el clítoris de Tula con suma facilidad. Por ser la primera vez que le practicaba sexo oral a otra mujer, era asombrosa la velocidad con la que aprendía. Su lengua se desenvolvía con suma facilidad mientras sus manos trabajaban sobre los pezones de Tula. Mientras tanto, Tula no paraba de gemir y sentía que Mariella comenzaba a chupar sus jugos. No aguantó más y acabó sobre la cara de Mariella.

Mariella levantó la cabeza y la miró, su cara tenía rastros del orgasmo de Tula.

- Pienso que estaríamos más cómodas en otra parte -le dijo.

Tula asintió vigorosamente. Mariella se puso de pie y se quitó el resto de su traje de baño. Tomó la mano de Tula y la condujo hacia el dormitorio principal.

Las dos mujeres se tiraron sobre la cama, Tula encima. Se revolcaron, besándose y tocándose las humedecidas carnes. Tula colocó su cabeza sobre los pechos de Mariella y los besó. Luego bajó su cabeza hasta la entrepierna de su amiga. Pasó un dedo por la humedecida concha de Mariella y recibió como respuesta un gemido de excitación. No esperó más y comenzó a lamer su clítoris. Jugó con su lengua tratando de abarcar todos los lugares escondidos de esa entrepierna. Mariella tomó con sus manos la cabeza de Tula y la atrajo aún más hacia su concha, instándola a continuar. Finalmente Tula logró que se había propuesto. El orgasmo de Mariella se derramó sobre su lengua y las sábanas. Tragó el dulce sabor y decidió que ahora era el turno de Mariella.

En una habitación dos pisos más abajo, un pequeño control remoto apuntaba hacia el conducto de ventilación y alguien oprimía el botón de "Stop". Era nada más y nada menos que la supuesta empleada de la discoteca. Ahora se la veía más varonil mientras sonreía y quitaba la pequeña cinta de video de la grabadora mientras tomaba el disco verde espiralado que se encontraba sobre la mesa. No había programa de espectáculos que no pagaría cualquier precio por el video de las dos más glamorosas vedettes peruanas haciendo el amor, pero él lo destinaría a su colección privada. Guardó su disfraz y dejó la habitación. No quiso molestarse en pagar la habitación y descendió por la escalera contra incendios.

Henup estaba contento.

- ¿Qué fue eso? -preguntó Mariella.


- Un orgasmo, tonta -respondió Tula mientras ensortijaba el cabello de su pareja. Mariella suavemente la besó mientras intercambiaban posiciones. Lo iban a hacer otra vez sin darle importancia a su nueva afición sexual.

FIN