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Virgen a los 22 años (2)

en Sexo Anal

Tras el encuentro que había tenido con Johanna y su promesa de dejarme penetrarla por el culo al día siguiente, las emociones iban y venían como una montaña rusa, mi cuerpo no daba espera y esa noche fue un interminable conteo de cada segundo.

A la mañana siguiente salí corriendo retrasado casi como siempre para la universidad, traté de concéntrame pero la verdad fue imposible sacarla de mi mente. ¿Cada cuanto una mujer te cita para ponerse en cuatro y darte entrada libre a su virginal hoyuelo?.

Acabaron las clases, comí algo en la cafetería mas por costumbre que por hambre y subí al autobús que me llevaría a gozar de lo que nunca nadie había gozado, de lo inexplorado, de ese oculto y hasta ahora inexpugnado ano, 22 años en reserva para mi, ¿qué gran obra me habría echo merecedor de tan grande privilegio?.

Pues bien, llegué a su casa, Johanna me abrió y casi inmediatamente chocamos el uno contra el otro para besarnos apasionadamente, mis manos lujuriosas y traviesas se aventuraron pierna arriba por sus muslos hasta que pude apretar su concha.

Hizo un gesto de sorpresa y me obligó a entrar para después asomarse y ver que nadie estuviese viéndonos.

De la mano me guió hasta su cuarto y allí hicimos el previo jugueteo antes del acto principal, con muchas caricias y varias prendas volando por los aires la calentura llegó a su limite. Johanna se puso de rodillas y me desabrochó el pantalón, mi miembro saltó como un resorte bajo presión y fue a ponerse sobre su labios, labios que se abrieron y posteriormente se tragaron todo mi pene.

De aquella chica tímida y miedosa del día anterior ya no quedaba un pelo, como una tigresa Johanna atacaba mi palo mientras con su otra mano daba apretones y golpecitos a su concha.

Entre lengüetada y lengüetada me fui dejando llevar por el placer, cerré los ojos y tomándola por la cabeza para ayudarla con el ritmo me dejé ir en las sensaciones.

De golpe tuve que despertar, el claxon de un automóvil llamaba a la puerta para el infortunio de la candente situación, era el papá de Johanna que había vuelto del trabajo quien sabe para que carajos, una eventualidad que cambio todas las perspectivas.

El tipo tenia fama de ser muy malgeniado y de encontrarme con su hija solos en la casa de seguro se iba a armar tremendo tropel, no me sorprendía que con un padre así Johanna permaneciera virgen hasta los 22.

Me escondí en el baño del cuarto terminándome de vestir y de igual forma Johanna bajaba las escaleras para recibir a su papá.

Pasaron entonces como quince minutos en los que no oí nada, me asomé por la puerta y me dispuse a salir pero renuncie a mis intenciones cuando escuche pasos que se acercaban.

Dos golpecitos a la puerta y la suave voz de Johanna...

-¿estas bien?- preguntó.

-si, todo bien por aquí, ¿y tu?-

-también, pero mi papá se va a quedar, dice que se siente mal y pidió permiso en el trabajo-

-no puede ser, ¿qué hacemos?-

-dame un rato para que se duerma y te sales por la ventana-

-¿cómo?, ¿y me vas a dejar iniciado?-

-mi papá esta aquí. ¿qué quieres que haga?-

-pero tu me lo prometiste-

Abrí la puerta y con un rápido movimiento la halé para adentro, presioné su cuerpo contra la pared y la besé.

Le di media vuelta para dejar su precioso culo sobre mi verga, le di un masajillo con esta y procuré irla desvistiendo mientras aseguraba la puerta.

-¿qué haces?, mi papá puede venir-

-tu me lo prometiste y me vas a cumplir-

Cayó al suelo el pantalón y el único obstáculo restante era la tanga de hilo blanco que tanto me gustaba y que seguro por ello mismo se la colocaba por segundo día consecutivo. Como lo hacen los policías de seguridad a la hora de la requisa, con una de mis piernas separé las suyas y planté mi mano sobre su caliente vagina.

Mientras me deleitaba acariciando su conejito fui despojándome de mis ropas, tanteé con mi pene la línea entre sus nalgas aun con la tanguita puesta, aventuré una de mis manos por su abdomen y en bajada para ir en busca de su concha, sorteé las ceñidas costuras de la prenda y las yemas de mis dedos hicieron contacto con su bello pubico, seguí en descenso y lo siguiente fue su monte de venus, unas caricias circulares en el area y el primer gran gemido de la tarde. Entonces simplemente arqueé mis dedos y dos de ellos se perdieron entre los labios vaginales de Johanna.

Los gemidos y jadeos se habían echo fuertes y era necesario acallarlos antes de dar aviso al dueño del inmueble en la habitación siguiente. Lo único que se me ocurrió fue ponerle una toalla en la boca, la tomó y la apretó entre sus dientes y santo remedio.

Llegó entonces el momento, ese culito iba a ser desvirgado esa tarde pasara lo que pasara, ni el mismísimo santo padre me lo impediría.

La despojé de la tanga, vi como la delgada tira de hilo que se adentraba entre sus nalgas se fue liberando lentamente hasta caer al suelo, me arrodillé y con ambas manos agarrando esos inmensos glúteos los hice a un lado. El anito café que había recibido mis estimulaciones ayer, iba a ser asaltado otra vez por mi lengua.

Con el solo primer contacto Johanna tensionó todos los músculos, bastaron tres o cuatro toquecitos mas para que descansara el cuerpo, ahora sus dientes atenazaban con mas rigor la toalla y sus párpados se apretaban tratando de contener el placer.

Recorrí completo su culo, incursioné varias veces en su ano y procuré dilatarlo lo mas posible.

Posé mi lengua en su concha por entre sus piernas e inicié un recorrido subiendo por entre sus nalgas, delineando su espina dorsal, acariciando y besando su cuello, ya en posición solo fue apuntar y empujar.

Mi glande se acomodo en su ano y busco entrar aplicando presión, Johanna entonces apretó los puños y dio unos cuantos jadeos de dolor, creo que no intento detenerme porque era obvio que yo no lo haría. Conforme mi pene se adentraba y se perdía entre sus nalgas con un ritmo lento y pausado, la temperatura aumentaba y el dolor iba cediendo, ella metió la cabeza entre sus brazos y arqueo su espalda empinando el culo un poquito mas, su baja estatura hacia perfecto el engranaje y no tuve ni que inclinarme ni ponerme de puntillas.

Las paredes de su ano acariciaban la complicada entrada de mi palo, a cada segundo mi cuerpo se acercaba un tanto mas hasta que choqué con sus nalgas.

Un receso en el que me abracé a su espalda para que pudiera asimilar la nueva experiencia, Johanna no pronunció palabra, tal como yo también relajó los músculos y se tomó un descanso necesario, tragó saliva para lubricar su seca garganta y suspiro profundo.

Llegó el momento y saqué mi pene de su hoyuelo tan lento como se lo hice entrando, después me aventé con pequeños empujoncitos que procuraron en ella un grititos ahogados de medio dolor medio placer, la resonancia de el baño hacia que todo se escuchara, desde la respiración agitada hasta las gotas de sudor que caían al suelo, que entre otras cosas hacia un calor insoportable.

Pasaron los minutos y tuve la libertad de acelerar el paso, tomándola por las caderas sudorosas me alejaba y me conectaba con su cuerpo reiteradamente, su ano se humedeció y ahora mi verga se deslizaba suavemente por ese valle de placer.

Una y otra y otra vez penetraba en ese culito virgen, pequeño y cerrado, los jadeos de ambos aumentaban y sabia que ella lo disfrutaba tanto como yo.

Me acerqué y le susurré al oído...

-te gusta verdad- dije.

-mmmm, bastante, se siente rico-

Entonces me llegó el susto mas grande de toda mi vida, alguien tocó la puerta...

-Johanna, hija, ¿estas ahí?- era su papá.

-si, pa, estoy aquí-

-es que me siento muy mal, ¿me preparas algo?-

-bueno espérame un momento-

-¿te demoras?, es urgente-

-ya voy pa, es que... estoy cagando-

-ah, disculpa, yo espero-

Pero nada salía de ese culo, solo una cosa entraba y era mi pene ahora mas emocionado que nunca, con la certeza de que teníamos poco tiempo apresuré el ritmo, metí mi brazos por debajo de su cuerpo y la tomé por los hombros. La halaba hacia mi y la vez empinaba mi cuerpo para metersela mas profundo, mis huevos colisionaban contra su concha y la detectaban húmeda, caliente. Decidí satisfacerla por ahí también y la penetré con dos dedos.

Johanna enloqueció de placer, ahora ella buscaba los movimientos y me tomaba la espalda para acercarme mas, los gemidos fueron entonces incontenibles aunque procuró bajar el volumen. Los chasqueos, los choques, las caricias, todo se oía mas fuerte por la resonancia del lugar y era simplemente delicioso.

Me senté en el escusado y me la monté encima, encularla en esa posición fue mucho mas complejo, fue necesario un mayor esfuerzo pero igualmente excitante.

El ritmo frenético no dio espera y me vine dentro, aun así seguí ferviente excavando en su vagina con mis dedos hasta que ella también alcanzo un orgasmo, tuvimos que besarnos para concentrar los sonidos en nuestras bocas.

Cuando se puso de pie, de su culo bajaba una gota de mi semen recién descargado, lo tomé con un dedo y masajeé con este sus labios mientras me miraba absorta de placer, su lengua se abrió paso y limpio el liquido en su boca.

-Johanna, por Dios, apúrate que de verdad estoy muy enfermo- volvió el papá.

-si, ya voy pa, dame un segundo, me estoy limpiando- dijo tomando un pedazo de papel higiénico y recorriéndolo entre sus nalgas de abajo hacia arriba.

-¿y que hacemos, como voy a salir?- le pregunté.

-quédate acá, yo veo como lo distraigo y te aviso-

Dicho eso pasaron otros quince o veinte minutos en el calor del pequeño recinto hasta que la chica volvió.

-puedes salir ya que mi papá esta dormido-

Salimos juntos corriendo en silencio hasta la puerta principal en donde nos despedimos con un suculento beso.

-¿cuándo vuelvo?- pregunté.

-¿cuándo quieres volver?-

-por mi, vendría todos los días-

-mejor llámame y te estoy avisando, no vaya y nos pase como hoy-

-ok, chao-