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Primera cita (2)

en Dominación

Nerea se quedo nerviosa, guardo el móvil en su bolso, y miro inquieta el baño, era pequeño, y estaba sucio, y para colmo no había pestillo en la puerta, con una mano empujo la puerta mientras pensaba, que como demonios se iba a masturbar hay, si era un sitio de todo menos erótico, todo cambiaría penso si allí estuviera su Señor, puesto que el la humedecía con solo susurrarle por teléfono, si el estuviera ahi..
No se dio cuenta y ya se estaba acariciando.

Empezó por acariciarse suavemente los muslos, dibujando grandes círculos, que empezaba por una de sus rodillas y acababa por la ingle, apenas rozaba sus labios vaginales que se dio cuenta que estaba totalmente húmeda, ya empezaba a notar la agitación en su cuerpo cuando alcanzo con su mano derecha un pecho y lo apretó ligeramente, con ansias por seguir notando esas sensaciones se ensalivo un dedo y lo poso directamente sobre el clítoris. Le hubiera encantado tener allí sus bolas chinas, a falta de eso, se introdujo su dedo meñique entre su sexo, mientras con el dedo índice se masajeaba su punto G.

Cuando ya estaba apunto de corrererse la puerta sé abrió, con vergüenza Nerea se tapo rápidamente, mientras sé ponía totalmente roja. Maldijo para sus adentro que la puerta no tuviera cerrojo.

Dios era el camarero se relamía los labios mientras la miraba.

- Esto perdona tienes una llamada.
- ¿No sabes que se tiene que picar antes de abrir la puerta?

Definitivamente no sabia porque su Señor había elegido aquel local, estaba furiosa, mucho le había costado ponerse cachonda en ese baño y ahora le habían interrumpido en el mejor de los momentos.

- ¿Diga?
- ¿Que puta te han interrumpido? Jajaja
- ¿Mi Señor donde esta?
- ¿Ves a ese tío? Follatelo yo te estaré mirando. Colgó.

¿Acaso su Señor le estaba poniendo una prueba?

Nerea no tuvo tiempo de responder a su propia pregunta, el camarero le quito el teléfono de las manos lo tiro al suelo, y le empezó a sobar los pechos muy bruscamente, al principio ella se asusto, pero en su mente se repetían una y otra vez las palabras de su Señor: te estaré mirando. No iba a decepcionar a su Señor, así que armándose de valor y muy costosamente aparto al camarero de sus pechos, abrió la puerta hasta dejarla clavada y se puso a besar a aquel desconocido, no permitiría que su Señor se perdiera detalle.

Las manos de Nerea recorrían el pecho de su acompañante, mientras que su lengua cálida y suave reptaba por la boca de este, el camarero con un expresión de sorpresa en la cara se dejo hacer por ella, mientras le acariciaba el firme y suave trasero.

Nerea por momentos se ponía mas caliente, pues solo de pensar que su Propietario al que pertenecía en cuerpo y alma la estaba viendo le excitaba en exceso.

Nerea ya no estaba en si, en un acto de violencia desgarro la camiseta a su acompañante y le empezó a besar todo el torso desnudo, para luego ir a parar al botón del pantalón de este, con gran agilidad lo desabrocho con una mano, y se deleito masajeando el gran bulto que sobresalía. Nerviosa y excitada le bajo de un tiró los pantalones y los calzoncillos a este, y miro con mucha glotonería aquello que tanto ansiaba dentro de su cuerpo. Le iba a demostrar a su Señor que sabia como darle placer a un hombre.

La agarro con la mano izquierda, y le metió un tímido lengüetazo a la puntita, empezó a jugar con el glande era grande y estaba sonrojado, Nerea se deleitaba con su sabor, por instinto se la metió hasta la mitad en la boca, acariciándola dulcemente con su lengua, de fondo el sonido de la agitada respiración del camarero, acompañada de sonoros y intensos resoplidos. Cuando se quiso dar cuenta, ya era demasiado tarde, el camarero le había cogido de la cabeza y le estaba follando literalmente la boca, demasiado fuerte para el gusto de ella porque así no podría disfrutar de su trabajo, las rápidas y fuertes embestidas, hacían que la pobre tuviera dificultades para respirar, además de las notorias arcadas que estas le producían. Cada vez eran más rápidas y bruscas, el camarero solo pensaba en su placer y no en el de Nerea, pocos segundos mas tarde se corrió en su boca se subió los pantalones y se dispuso a ir a su lugar de trabajo. Nerea muy cabreada le cogió fuertemente del brazo y le pego dos bofetadas diciéndole: - La próxima vez pica a la puerta cabrón!

Nerea con el calentón encima salió del baño en busca de su Señor, miro para todos lados pero no vio mas que al greñudo camarero, pensativa le pidió una cerveza a este mientras que en su cabeza no dejaba de rondarle lo que acababa de hacer, no se lo podría creer. Sé había comportado como una autentica puta, y todo por complacer a alguien que seguramente no le estaba viendo, furiosa se acabo lo que le quedaba de cerveza de un trago y se dirigió a la puerta, cuando ya estaba a mitad de camino de la puerta, alguien le paso un pañuelo por encima de la cabeza, no le dio tiempo de reaccionar, y a la que se quiso dar cuenta de la nueva situación estaba con los ojos vendados y las manos atadas, ¿Seria su Señor? De repente un olor fuerte, le inundo sus fosas nasales y el contacto de un trapo húmedo, le mojo la nariz. Nerea se durmió.

No sabia cuantas horas había dormido, pero un fuerte dolor de cabeza le recordó lo que paso, con mucho esfuerzo, habitúo sus ojos a la luz de una pequeña lampara. Se fue a tocar la cabeza y descubrió que no podía moverse, rápidamente miro a su alrededor, tenia las piernas atadas, muy separadas, una a cada punta y de la cama, y sus manos ligadas por esposas, reposaban colgadas de un cancho justo encima de su cabeza. Su cuerpo estaba desnudo y brillante, parecía que le habían untado en algún tipo de aceite con olor a rosas, habían rasurado su sexo y pintado sus uñas. Asustada y todo se vio hermosa, tenia muy claro que había sido su Señor, pues justo delante de ella colgaba un tapiz con el dibujo de un dragón enredado en una espada, el símbolo a quien pertenecía, era de la persona que más amaba en el mundo Nerea, su Dueño.

Poco a poco se fue tranquilizando, intentando agudizar su oído para oír algún ruido, y lo hizo, de lejos se oían como latigazos al aire, ese ruido izo que su cuerpo instintivamente tuviera un escalofrío.

Una y otra vez se repetía para sus adentros la palabra que tenia que decir en caso de que quisiera que aquello parara, DRAGON.

De repente dejo de oír latigazos, y sonoros pasos escucho en su lugar, cada vez estaba mas cerca los sonidos y Nerea a un que asustada, se moría de ganas de que la fiesta empezara. Sorprendiéndose a si misma por lo puta que podía llegar a ser.

Se abrió la puerta, un hombre corpulento vestido totalmente de negro y con botas militares la miraba, ella no podía verle el rostro, pues lo llevaba tapado con un pasamontañas de algodón azul oscuro.

- ¿Mi señor es usted?
- ¿Si puta soy yo?
- ¿Porque no se descubre?
- ¿Acaso me ordenas que lo haga? Río

Nerea trago saliva, no podía llegar a entender como la voz de aquel hombre, le producía tantas sensaciones a la vez, temor, amor, deseo, incluso odio habeces, pero siempre que le producía esa sensación sé autocastigaba verbalmente, pues su Señor era lo mejor que le había pasado.

- Voy a destaparme si, pero no por complacerte si no, porque quiero saber que gusto tiene tu boca de puta.

Acto seguido se saco el pasamontañas con la mano izquierda, mientras que con la mano derecha ponía en su sitio su rebelde melena.

Ella no se lo podía creer, era José, su Señor era José, el abogado de la familia desde hacia 5 años, justo cuando el se saco la carrera. Aquel hombre la había visto crecer desde los 15 años, le había ayudado a prepararse los exámenes de selectividad, incluso fue su consejero una vez cuando su primer novio la había dejado.

José se fue acercando lentamente a Nerea, hasta quedar justo al lado de ella en la cama, le levanto la cabeza con muchisimo suavidad, como si de un diente de león se tratara y no quisiera que ninguno de sus pétalos espumosos echara a volar, y la beso.

Nerea a un conmocionada por el descubrimiento no se dio cuenta que su Señor estaba a su lado, y solo reacciono cuando los labios de este le rozaron los suyos muy cariñosamente, como una caricia mas que como un beso, para después convertirse en el más intenso beso que le habían dado en toda su vida.