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¿Clases particulares?

en Sexo Anal

Aquel curso me iba fatal, tuve que echar mano de un profesor particular que me diera unas clases, porque veía peligrar el curso. Recorté uno de esos papelitos cortados que cuelgan del típico cartel que dice: PROFESOR DA CLASES DE TAL Y TAL. Así conocí a Miguel. Cosas que me parecían MUY DIFICILES se habían convertido en algo sencillo, era un tipo muy inteligente y eso me ponía un montón, es más quería follármelo sin contemplaciones, era como comerse el corazón del guerrero, como hacerlo parte de mi, es que lo quería dentro de mi.

La última clase antes del examen me prestó unos libros llenos de ejercicios por si me sobraba tiempo durante lo que iba a ser una laaaarga noche de hincar codos. Una vez terminado los exámenes, sabido las notas y sin haber descansado nada aún fui a devolverle los libros a su casa, por si acaso los necesitaba, que es donde solía dar las clases, por primera vez aquello estaba desierto, siempre estaba lleno de estudiantes dudosos y confundidos.

- Hola Claudia! – me recibió Miguel con una amplía sonrisa – pasa y dime ¿qué tal el examen?

- Bueno, como puedes observar he sobrevivido y he aprobado!!!

A Miguel se le dibujó una sonrisa en la cara.

- Venga siéntate que te invito a tomar algo, Coca-Cola?

- Sí, por favor.

Me quedé mirando su colección de libros.

- Yyyy para sacarte la carrera tuviste que estudiar todos estos tochos??

- No, muchos servían para sujetar la puerta para que no la cerrara la corriente de aire – me dijo mientras se ponía detrás de mi.

- Ei! este libro lo estuve buscando durante muchísimo tiempo y no lo llegué a encontrar – dije mientras intentaba llegar hasta él, pero Miguel era más alto y pudo llegar sin dificultad. Pude sentir su pecho en mi espalda y cuando me lo dio acarició mi mano.

- Toma, te lo presto tráemelo cuando te lo hayas leído y releído.

Miguel estaba muy cerca de mi, me estaba poniendo nerviosa, y él se estaba dando cuenta. Cuando quise darme cuenta estábamos labio contra labio. Me comía toda la boca, yo le correspondía.

- Qué es lo que quieres Claudia? Hasta dónde quieres llegar?

- Hasta el final – le dije con un asombroso y recién adquirido valor, con voz temblorosa y acercándome a su oído.

- Arrodíllate.

-...

- Arrodíllate puta!

Hubo un momento de silencio, Miguel sintió que se había pasado y que lo acababa de estropear.

- Dímelo otra vez – susurré mientras y la expresión de la cara de Miguel cambió de nuevo, a mirarme con aquellos ojos.

- De rodillas puta!

Así hice, me arrodille y Miguel puso su dura polla en mi boca. Le miraba desde abajo con la boquita llena de su polla. Miguel cogió mi pelo y comenzó a darse una paja con mi boca, a veces me penetraba tan fuerte que sentía que me iba a asfixiar, pero cuando me separaba de su polla me quedaba con la boca abierta esperándole de nuevo.

Me levantó y comenzó a besarme de nuevo magreándome por todos lados, incluso sentí sus dedos viajando a lugares desconocidos para casi todos los mortales. No podía evitarlo estaba muy mojada, y eso me delataba, sentía su dedo dentro de mi, y las palpitaciones de las paredes de mi coñito le llenaban de satisfacción.

Cogió mi carita por las mejillas y mientras me besaba de nuevo, comenzó a llevarme a la mesa donde daba las clases, la sentía en mi pierna. Me dió la vuelta, me hizo recostarme sobre el pecho encima de la mesa, me cogió las manos en la espalda y con su cinturón comenzó a azotarme. Estaba tan cachonda que no sentía dolor, sólo placer, nada más que placer.

Cuando me había castigado lo suficiente, anudó mis manos en la espalda con el cinturón y me dejó ahí.

- Ni se te ocurra moverte – me dijo.

Así hice, me quedé quieta, muy muy excitada, hubiera hecho todo lo que me pidiera con tal que me diera lo que quería.

Al volver sentí sus manos acariciando mi culo, separando las nalgas, sentía sus dedos tocando mi clítoris, sobando mi sediento y ardiente coñito, me encantaban esas caricias, aliviaban un poco mi excitación. Sentí de pronto algo frío y grasiento, estaba lubricando mi culo con mantequilla.

Y al instante sentí como su polla empujaba dentro de ese estrecho agujero, me la metía impunemente y la mantequilla le facilitaban mucho el trabajo, tanto que entró en segundos sin ningún tipo de problema.

- Así sueles tratar a tus alumnas? te las follas a todas? eh?!

- No, sólo a las fáciles que se dejan follar el culo – me dijo Miguel entre jadeos, metiendo y sacando la polla de mi interior.

Aquellas palabras me pusieron a mil, rozaba con la punta de mis pies el suelo, como queriendo llegar a tocarlo plenamente, pero en realidad no quería. Miguel comenzó a masturbar mi clítoris lo que hizo que estallara en un orgasmo en segundos y por primera vez sin poder evitarlo. Cerraba mis puños en mi espalda, intentaba liberarme. Miguel apartó el pelo de mi cara con la mano que le quedaba libre para ver como me corría, no pudo soportarlo, a los segundos me dejaba llenita eyaculando una señora lechada.

Aún con su polla dentro comenzó a desatarme las muñecas, luego salió despacito de mi, me dio la vuelta y besó mis muñecas. Cogió la camisa que llevaba hacía unos minutos y cubrió mi desnudez con ella, luego con una ternura insólita hasta el momento me metió en la ducha y me bañó. Aquello me dejó muy relajada y entonces me dio el bajón del cansancio. Miguel me dijo que de allí no me movía hasta estar descansada al 100% por supuesto ni se me ocurrió negarme.