miprimita.com

Una noche con mi hermano

en Amor filial

Tenía yo 18 años cuando un día mi hermano, estando los dos viendo la televisión, me dijo a bocajarro:

-"Tú te haces muchas pajas".

Me quedé sin saber por qué me lo decía, y tampoco sabía si era una pregunta o un toque de atención, como si masturbarse fuera algo que me perjudicase.

Al observarme tan asombrado por lo que me había dicho, echó una mano sobre mis hombros y me dijo:

- "No te asustes, chaval, que cada uno hace lo que le da la gana, y yo no tengo por qué llamarle a nadie la atención".

Yo seguía cortado. Pues aunque tenía confianza con mi hermano y nos hemos llevado siempre bien, nunca habíamos hablado sobre temas sexuales. Quizás por la diferencia de edad. Me lleva cuatro años, o sea, que en aquel momento tenía 22 años. Y poniéndose un tanto cariñoso para que yo no tomara a mal lo que me dijo, acercó su cabeza a la mía para decirme:

- "No te molestes, entre hermanos queda todo en secreto. Es que aunque nunca te lo había dicho, noto cuando por la noche te la estás cascando. Y lo que pasa es que me pones a mí cachondo. Pero no me atrevo a ponerme a hacer un dúo contigo para que no te des cuenta de que yo me he dado cuenta de que te pajeas. Con sinceridad, ¿no es cierto que te la meneas casi todas las noches unas veces a media noche y otras casi a la mañana?".

A mí se me caía la cara de vergüenza, porque era cierto. No podía negarlo porque se veía que era cierto que lo notaba mi hermano. Y como yo seguía callado, muy cariñosamente y juntando su cara a la mía, volvió a decirme:

- "No te digo esto para regañarte, no seas crío. Esto lo hacemos todos, y si yo te hablo de ello ahora es porque quiero que entre los dos haya confianza. Nadie más lo va a saber. Y si no tienes inconveniente, podemos ayudarnos mutuamente a desahogarnos. Tú te haces pajas, yo también. ¿No te parece que si nos las hacemos juntos disfrutaremos más?.

Y mi hermano se quedó cortado cuando al fin le hablé para decirle:

- "Es que generalmente me hago pajas cuando coincidimos que nos acostamos los dos a la misma hora y nos desnudamos al mismo tiempo. Yo trato de verte el paquete que tienes cuando te quedas con el slip. Sólo con verte el paquete, ya estoy empalmado. Y sufro porque no me la voy a cascar sabiendo que tú estás todavía despierto. Pero si me despierto a media noche, y si no por la mañana, al recordar el paquete que te vi al acostarnos, no lo puedo resistir, y es cuando aprovecho para masturbarme si noto por tu respiración que estás dormido. Y por esto todas las noches, al acostarme, meto una toalla bajo la almohada y mientras me la meneo la coloco de tal forma que no ensucie la ropa ni la sábana".

Mi hermano me saltó:

- "Así me gusta, que hayas sido sincero conmigo. Porque, en adelante, no tendrás que andar con ese miedo. Podrás verme el paquete y agarrarlo si quieres. Y hasta masturbarnos mutuamente".

Yo, que me empalmo con toda facilidad, estaba en aquel momento como para reventar. Pero no decía nada más, prefería que lo dijera todo mi hermano. Y así fue.

Eran las once de la noche. Mi padre ya se había acostado, mi madre también se había ido ya a la cama. Y mi abuela, nada más cenar, se va a su habitación ya que tiene su propia tele.

-"¿Vamos a la cama o quieres seguir viendo la tele?" me dijo mi hermano.

- "Vamos a la cama" le dije yo, apagando la tele.

Mi hermano me cogió por los hombros y así, como una pareja enamorada, me llevó a la habitación. Siempre hemos dormido en la misma habitación, en distintas camas. Aquella noche cuando nos desnudamos mi hermano me dijo:

- "Quítate también el calzoncillo"

Y mientras me lo decía él se lo estaba quitando frente a mí, pudiéndole ver todo su sexo, que me puso ardiendo. Cuantas pajas me había hecho yo imaginándome aquella entrepierna que nunca pude ver descubierta. Se puso frente a mí, cuerpo con cuerpo, diciéndome:

- "Magréalo. Haz ahora lo que sueles imaginarte cuando te la meneas por la noche en la cama".

Y mirándole a los ojos sonriente le dije:

- "De verdad quieres que haga lo que imagino mientras me la meneo?.

Y él, sonriendo, asintió con la cabeza. Me puse de rodillas, le agarré aquella hermosa polla y me la metí en la boca, mientras comencé a sobarme mi polla.

- "No, no, no te la menees. Chúpamela si quieres pero me toca a mí meneártela".

Por fin mi hermano me hizo a mí otra mamada y nos echamos a la cama desnudos. Yo notaba que mi hermano no era la primera vez que hacia aquello con otro. Me manejó muy bien. Aquello que hacia conmigo seguro que era efecto de otras experiencias.

Pero no le pregunté. El que no tenía ninguna experiencia era yo. Pero me lo estaba pasando muy bien. Empezó a lamerme la espalda, las piernas y finalmente el culo. Me mordisqueaba las nalgas y me metía la lengua por la raja hasta que llegó al ano, al que dedicó mucho tiempo. Entraba y salía con su lengua, y a mí me volvía loco. Nunca creí que se pudieran tener tantas sensaciones, estaba en la gloria, creí que me iba a correr sin tocarme.

Poco a poco, comenzó a meterme un dedo. Metía un poco para luego sacarlo y volver a meterlo, hasta que logró meterlo entero. Siguió mucho tiempo metiendo y sacando el dedo hasta que consiguió que fuera yo el que le pidiera que me follara. Me tumbó de espaldas, puso mis piernas sobre sus hombros, me puso vaselina y colocó la cabeza de su rabo en la entrada de mi culo. Fue presionando muy despacio hasta que logró introducirla, y poco a poco y con mucho cuidado, me metió aquel magnifico rabo. Al principio creía que no lo iba a resistir. Me dolía mucho, pero el dolor se fue transformando en gusto, y luego en un placer increíble. Sabía muy bien como hacerlo. Pasó un buen rato metiendo y sacando su polla de mi recién estrenado culo.

De pronto la sacaba entera para volver a metérmela de un golpe. Hasta que sin tocarme me corrí como nunca lo había hecho. Y noté también como él inundaba mi culo con su leche. Se quedó un rato con la polla dentro de mí moviéndose muy despacio, lo que me producía sensaciones increíbles. Al final nos quedamos dormidos en la misma cama.