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Noche de estrenos camino de la playa

en Erotismo y Amor

Primera parte: La experiencia de ella.

Él me había masturbado en el coche muchas veces mientras conducía. Tiene una gran habilidad para hacerlo, maneja el volante y cambiaba las marchas con la izquierda sin problemas. Y yo me abandonaba al placer de sentir que todo se mueve a mi alrededor. Siempre me excita mucho que me toque así, me pone muy caliente. Unas veces acaba conmigo en el mismo coche y otras sólo me prepara para lo que vendrá después, una vez fuera del coche.

Esta vez íbamos camino de la playa, era una noche muy calurosa y queríamos bañarnos en el mar a la luz de la luna y hacer el amor sobre la arena. Él nunca lo había hecho en la playa y llevábamos tiempo persiguiendo la oportunidad de poder hacerlo.

Estábamos de vacaciones en Alicante pero habíamos decidido ir a pasar el día a Murcia y conocerlo. Comentamos que Murcia era una de las pocas comunidades en las que todavía no habíamos hecho el amor. Es como un juego, nos gusta llevar la cuenta de las ciudades y comunidades autónomas en las que hemos hecho el amor.

Él ya llevaba unos km jugando con mi clítoris, dedicado a que el viaje fuese mucho más que un viaje y mientras me iba poniendo más y más caliente se me ocurrió decirle que yo nunca lo había hecho en un coche. Él me miró sorprendido - ¿Nunca?– A él le parecía increíble. Me contó que durante mucho tiempo fue el único sitio que tenía para hacerlo y la verdad es que mucha gente que conozco me ha dicho lo mismo pero a mi siempre me había parecido demasiado vulgar y por suerte siempre he tenido otro sitio mejor donde ir. Sin embargo ahora lo veía como una fantasía de lo más excitante, una experiencia que no me quería perder. Y se lo dije. Y él accedió a hacer mi fantasía realidad.

Él seguía conduciendo y yo seguía disfrutando de sus caricias. De repente vimos el cartel de "Bienvenido a Alicante", dio un frenazo y saliendo de la carrera me dijo – cariño, vas a ser follada en un coche y en Murcia.-

Dimos la vuelta, y tras pasar el cartel de "Bienvenidos a Murcia" volvimos a salir de la carretera y entramos por un camino de tierra hacia una huerta de árboles bajitos que no sé de que serían pues la oscuridad de la noche no nos permitía ver más allá de los faros del coche. Lo que sí que vi era la señal de prohibido y que advertía que era un camino particular.

Yo estaba disfrutando a cada paso, saboreaba la situación con detalle. Me divertía lo furtivo de la situación, ver como buscaba el lugar adecuado para parar el coche y como había apagado los faros para no ser vistos (menos mal que había una luna llena increíble) y como en definitiva manejaba la situación y me conducía a mi nueva aventura. Algo tan sencillo y tan vulgar pero que ahora me parecía excitante, emocionante y hasta importante.

Cuando paramos nos pasamos a los asientos de atrás. Afortunadamente el coche que nos dieron en la agencia de alquiler era muy amplio, un Citroen Picasso. Enseguida nos quitamos la ropa. Él estaba sentado y yo recostada sobre él a lo largo de los asientos de forma que mientras me besaba apasionadamente, con un brazo me abrazaba y con él otro continuaba lo que había empezado 10 km antes: sus dedos acariciaban mi clítoris de una manera sublime. Ya estaba tan excitada que apenas le dejé hacerlo un minuto – si sigues así cariño me voy a correr ya mismo, - pues no te toca todavía- me contestó él y paró. Yo deje de besarle y bajé mi boca hacia su polla para comérmela, pero tampoco me dejó hacerlo mucho rato, ambos estábamos muy excitados – a mi tampoco me toca todavía correrme – dijo mientras se incorporaba y hacía que me acostase sobre los sillones. Se arrodillo entre los asientos, estaba a punto de hacer lo que tanto había deseado, sentí como se aceleraba mi pulso y como mi interior palpitaba ávido de sentirle dentro. Y me clavó la polla entera, de una sola vez.¡Dios que placer!. Comenzó a follarme a un ritmo tremendo y yo no podía estar más caliente. Empezamos a sudar como nunca lo había hecho, el coche se convirtió en una sauna, todos los cristales empezaron a empañarse, todo era como lo había imaginado en mis fantasías, me moría de gusto. Sentía que en cualquier momento me llegaría un orgasmo pero estaba disfrutando tanto que aunque no fuese así no me importaría. Entonces él paró, estaba exhausto pero en sus ojos brillaba la excitación y el deseo tanto como en los míos. Fue directo a chuparme el coñito y de esta manera estallé de placer en un orgasmo tremendo, yo era ahora el motor de ese coche y lo llevaba a 300 km/h por una recta infinita.

Cuando dejé de temblar volví a sentar a mi amor en el asiento y le comencé a masturbar y a chupar, lo hacía con unas ganas tremendas agradeciéndole lo que me estaba haciendo sentir y deseaba llevarle hasta el orgasmo que merecía. Su polla estaba enorme y durísima, al poco rato era él el que hacía que el coche temblase con nosotros.

Nos abrazamos empapados en sudor y nos reímos juntos de la situación, no veíamos nada a través de los cristales. Yo posé la mano abierta sobre uno de los cristales y la arrastré dejando la huella, imitando esa imagen que siempre nos ponen en las películas, cuando lo único que se ve de la pareja que hace el amor dentro es esa mano en el cristal empañado. Me sentía protagonista de mi película. Estaba satisfecha y feliz como una niña pequeña a la que han concedido un capricho.

Abrimos las ventanas para que entrara el aire, seguíamos sudando y en vez de volver a vestirnos con la ropa que llevábamos decidimos ponerlos los bañadores que teníamos guardados en el maletero.

Acababa de hacer realidad una de mis fantasías, ahora tocaba hacer realidad una de las suyas así que seguimos nuestro camino hacia la playa.

 

Segunda parte: La experiencia de Él.

Dicen que siempre hay una primera vez para todo, la verdad es que con ella ha habido muchas primeras veces y presiento que las seguirá habiendo.

Una de las muchas cosas que yo todavía no había experimentado, era la de bañarme en el mar a la luz de la luna y desde luego aun menos hacer el amor en la arena. Pues bien, un día cualquiera de esos que no paramos de hablar, ella me explico sus experiencias en ese campo. Mientras me lo contaba mi imaginación ponía las imágenes y la envidia sana me corroía, no me hizo falta pedirle que lo hiciera conmigo, ella misma se ofreció y decidimos que buscaríamos la oportunidad para iniciarme en el terreno.

Pasaron varios meses y un día de finales de verano surgió la ocasión. Habíamos pasado todo el día haciendo turismo por Murcia, previo paso por Cartagena, que aunque no visitamos a pie, nos dio mucho que hablar durante todo el viaje. De regreso hacia Alicante planeamos ir a la playa esa misma noche, por el camino también hubo una primera vez para ella, pero eso ya os lo ha contado ella misma.

No recuerdo que hora seria cuando llegamos a la playa, mas o menos media noche, como es lógico estaba casi desierta, brillaba una maravillosa luna llena que daba la luz justa para vernos en la oscuridad. Solo llegar nos desnudamos íntegramente y nos acercamos al mar para bañarnos, el agua estaba caliente, el oleaje era un poco fuerte y el fondo muy irregular, era dicifil mantener el equilibrio. Con todos estos ingredientes ni que decir tiene que el chapuzón resulto de lo mas divertido, después de los primeros saltos y juegos vinieron los abrazos, los besos y las caricias, nuestra temperatura empezaba a ser mas alta y entre besos y carreras decidimos salir del agua para secarnos.

Una vez en la arena, nos tumbamos abrazados y los besos y caricias fluían sin parar, mi excitación era ya mas que suficiente para hacerle el amor a esa mujer tan maravillosa como el mar que nos contemplaba, pero antes de eso quise disfrutar de una de las partes de su cuerpo que más disfrutamos los dos, y durante un buen rato hundí mi lengua en su preciosa rajita y no cese en mi disfrute hasta estar bien seguro del suyo.

Llegado este punto, lo que más me apetece es hacerle el amor y siempre le digo que después de sus orgasmos, el premio es clavársela hasta lo mas profundo, lo cierto es que el mas premiado soy yo. Pues bien, así lo hice, y un mar de sensaciones me recorrió el cuerpo, por un lado sentía su cuerpo en el mío dándome todo el placer que se pueda imaginar, por otro veía su rostro entre la oscuridad iluminado por la luna, y a la vez sentía la brisa, que más podía pedir, era mi primera vez, pero vaya primera. Pasados unos minutos mi cuerpo noto sin remedio que mi placer llegaba hasta el éxtasis, levante mi mirada hacia la luna y disfrute del mar de la brisa, de la arena y sobre todo de ella.

Nunca olvidare aquella primera vez, y estoy seguro que algún día volveremos amarnos de la misma forma, manera y lugar.