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Tu voz en la distancia

en Sexo Virtual

TU VOZ EN LA DISTANCIA

 

Te echo tanto de menos... Nos vemos cada semana pero siempre es poco. Apenas puedo consolarme escuchando tu voz en la distancia a través del teléfono. Estás lejos de mí, pero te siento tan cerca como si habitaras en mi corazón. Me gusta oír cómo me dices que me amas, que me deseas y que pronto nos veremos. Con tu voz me dulcificas las tardes vacías. Aquella tarde estaba sola en casa y sonó el teléfono. Sabía que eras tú:

- ¡Hola, cariño!

- ¡Hola, cielo! ¿Qué tal las clases?

- Bien, como siempre. Y tú, ¿te has aburrido mucho en el trabajo?

- No, hoy hemos tenido jaleo, nena. Por eso te llamo más tarde.

- Hoy te he echado mucho de menos. Quedan todavía tres días hasta el viernes...

- Pero si nos vimos el domingo, hija.

- Hosti.

- ¿Qué pasa?

- Han llamado a la puerta.

- ¿A estas horas?

- Joe, ¡Qué miedo! Yo no abro...

- No abras la puerta, una tía buena en pijama que abre la puerta por la noche es siempre

asesinada. Sale en todas las películas.

- Pues yo estoy en camisón.

- Mmmmmmm. ¿El negro?

- Sí, el nuevo. Te gusta, ¿eh?

- ¿Te lo quitas por mí?

- ¿Quieres que me lo quite?

- Sí.

- Vale, espera. Pero no mires de momento.

- Si no puedo verte...

- Te lo imaginas. Ya está, ya puedes mirar.

- ¡¡Guauuuuu!! ¿Qué veo?

- A ver si lo adivinas.

- Tu precioso sujetador de tul negro.

- ¡Je, je, je! Pues no. Frío, frío.

- ¿No llevas sujetador?

- No.

- ¡Yuhuuu! Entonces veo dos pechos preciosos, de blancas carnes y sonrosados pezones.

- ¿Te gustan?

- Mmmmmmm. Sabes que me encantan. Son firmes y están tensos. ¿Tienes frío?

- Un poco, cariño, pero no mucho.

- Es que se te han puesto los pezones de punta.

- ¿Qué más ves?

- Tu pálida piel, tu cuello bien torneado, una media sonrisa pícara en tu boca.

- ¿Y más abajo?

- Un abdomen plano pero sin músculos marcados, con un ombliguito pequeño y poco profundo. ¿Qué más veo?

- Llevo braguitas. ¿De qué color?

- ¿Negro?

- Frío.

- ¿Blanco?

- Tampoco.

- ¿Rojo?

- Casi.

- Rosa.

- ¡Por fin! El culotte con el osito de Tous.

- ¡Qué pija eres!

- ¡Je, je! Si sabes que es de imitación...

- Un beso al osito.

- El osito se ha puesto contento.

- Ya quisiera yo estar igual de pegadito a ti.

- Pues pégate.

- Mmmmmmm... Tu piel está tibia pero, cuando me acerco, tus pezones se ponen más duros.

- Sí.

- ¿Y eso? ¿Te doy frío?

- No precisamente frío...

- ¿Calor?

- Sí.

- Interesante... Te abrazo y te estrecho contra mí, apretando tus pezones contra mi pecho.

- Me haces cosquillitas con el pelito.

- Me separo un poco para que, al respirar, tus pezones me rocen mientras mis manos acarician tu espalda y tu nuca.

- Sabes que mi cuello es muy sensible. Me dan escalofríos.

- Agradables, ¿no?

- Claro, muy agradables.

- Con los dedos recorro tu cuello desde detrás a la base de tu nuca, donde juguetean con tu pelo. Me inclino y ligeramente te beso el cuello.

- ¿Izquierda o derecha?

- Izquierda, claro.

- Muérdeme.

- Entreabro la boca y delicadamente clavo los dientes en tu blanca carne.

- Buffff...

- Apretando poco a poco.

- Muchas cosquillitas...

- Y rozando con los labios al mismo tiempo que exhalo lentamente aire calentito sobre tu cuello.

- Sigue.

- Continúo la línea de tu cuello hacia la mandíbula, besándolo y mordiéndolo a cada paso.

- Sabes que me encanta.

- Empujo tu oreja con mi nariz y froto mi mejilla con la tuya. Está suave y huele a colonia fresca, apetecible...

- Sí.

- Mis labios se aproximan a tu oreja y envuelven a tu lóbulo.

- La oreja no, por Dios, que me matas.

- Succionan y luego muerden, para pasar a recorrer los surcos de la oreja tocando sólo con la punta de la lengua.

- Tú quieres matarme. Tengo la piel de gallina.

- Aprovecho para girarte sobre ti misma y quedo a tu espalda abrazándote. Mis manos se posan en tus contornos y me estiro para depositar un beso en la comisura de tus labios.

- Me encanta cómo besas.

- Vuelvo a tu cuello y, empezando desde el pelo, bajo por tu nuca y al mismo tiempo voy hacia delante hasta llegar a la clavícula.

- Cosquillitas...

- Con mis manos levanto tus pechos y los aprieto ligeramente, como sopesándolos, al tiempo que mis labios vuelven de nuevo a ascender hacia tu cuello donde te vuelvo a morder.

- No me hagas sufrir tanto...

- Mis manos abarcan tus pechos mientras los masajeo y jugueteo con los pezones, pellizcándolos y retorciéndolos.

- Eso me encanta.

- Aprieto y retuerzo ambos pezones un poco más mientras notas tu espalda apoyada en mi pecho, caliente, abrazada, y cómo aprieto más tus pechos para atraerte más hacia mí.

- Uff...

- Apretando tus areolas, deslizo mis dedos rozándolas mientras las voy soltando y me quedo sólo con los pezones.

- Cariño, me estás matando.

- Es lo que quiero.

- ¿Sabes lo que estoy haciendo?

- Sí, te huelo desde aquí. Me gustaría ver cómo te tocas.

- Sigue, por favor...

- Mis manos abandonan tus pechos y se dirigen a tus hombros.

- Me torturas.

- Y me recuesto en la cama llevándote conmigo, de manera que quedes tumbada encima de mí. Notas mi pecho en tu espalda, mis labios en tu cuello y mi pene apretado contra tu culotte.

- Me acaba de dar un escalofrío tremendo.

- Mis manos se colocan en tus ingles y las acarician ligeramente, recorriendo tus muslos. Juego con el borde de tu braguita, insinuando mis dedos y volviéndolos a retirar.

- Me haces cosquillitas.

- Lentamente me introduzco por debajo de tus braguitas y acaricio tu vello rizado. Saco una mano y la apoyo por fuera de tu braguita. Aprieto la zona de tu clítoris resbalando hacia la entrada de tus labios mayores.

- Luis...

- Te muevo ligeramente y coloco mi pene entre tus piernas. Consigo frotarte los labios mayores con el pene a través de las braguitas.

- Madre de Dios...

- Y con la mano que tengo dentro apenas acaricio tu clítoris, un ligero roce que se repite intermitentemente. Ahora empiezo a masajearlo con más fuerza.

- Sigue, Luis, sigue...

- Con la otra mano me introduzco por el borde de tu braguita y te froto los labios, humedeciendo mis dedos. Cambio la mano, llevando tu propia humedad a empapar tu clítoris.

-Eso seguro, porque estoy caladita.

- Me encanta. Retiro mis manos del interior de tu braguita y las llevo a tus caderas donde cojo la braguita y tiro de ella hacia abajo.

- ¿Quieres que me las quite?

- Sí.

- Ya está.

- Recoloco mi pene entre tus piernas y de nuevo comienzo a moverme lentamente, rozándote arriba y abajo. Mis manos húmedas de ti recorren tus labios y juegan con tu clítoris, que esta muy duro e hinchado.

- Cómo lo sabes...

- Subo una mano hacia tu boca y te doy a probar tu propio sabor.

- Delicioso.

- Los paso a mi boca, los chupo y los vuelvo a llevar a tu clítoris. Lo aprieto más fuerte y me muevo arriba y abajo con él.

- Me encanta.

- Aumento la velocidad, intensifico el roce y al tiempo mis labios se vuelven a cerrar sobre tu cuello para morderte.

- Estoy muy caliente, Luis, remátame.

- Mi pene se desliza sobre tus labios mayores. Coloco mi mano derecha sobre tu clítoris y aprieto haciendo movimientos circulares.

- Mmmmmmm...

- Y uno de mis deditos se introduce ligeramente en tu vagina.

- Me estás volviendo loca.

- Loca te vuelves cuando notas que un segundo dedo sigue al primero. Notas mi mano en tu clítoris, dos dedos dentro de ti y mi pene rozándose contra la entrada.

- Son mis dedos los que están dentro.

- Imagina que son los míos, imagina que te acaricio justo donde lo haces tú. Dame tu flujo,

regálame tu orgasmo.

- Luis, me muero...

- Quiero oírlo.

- Me muero...

- ¿Qué le pasó a mi nena?

- ¡Je, je! Que necesito un cigarrillo...

- Anda, que te ha gustado, ¿eh?.

- Mucho, tonto. Tengo frío, espera que me visto.

- No, espera. Yo me voy a dormir. Vístete cuando cuelgue.

- Vale, cielo. Que descanses y sueñes conmigo.

- Te aseguro que lo haré. Te quiero.

- Y yo a ti...