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Lecciones de la vida

en Erotismo y Amor

Lecciones de la vida

Cierta tarde de sábado decidí ir a visitar a mi vecina de arriba. Hacía mucho tiempo que nos conocíamos y de vez en cuando iba a charlar un rato con ella.

Ella vivía en la última planta del edificio, lo que presentaba una sensible desventaja cuando la maquinaría de nuestro ascensor decidía unilateralmente dejar de trabajar como sano estimulo a la salud colectiva, haciéndonos usar las escaleras. Pero presentaba la ventaja de tener una pequeña terraza que orientada a poniente era muy soleada por la tarde. Era tal la confianza que teníamos que incluso poseía una copia de la llave de su casa ya que decía que era casi de la familia y no le gustaba que la interrumpieran mientras estaba fuera tomando el sol.

Entré a la casa y dado que eran alrededor de las cinco supuse que estaba fuera, en efecto. Allí la encontré en un rincón de su terraza tomando el sol, al estar situada esa terraza en la parte más alta del edificio más alto del barrio era fisicamente imposible ver lo que había en el interior de ese recinto. Ella también lo sabía y por lo tanto sin ningún pudor dejaba que su cuerpo se saciara de todo el sol que le apeteciera, sin más atuendo que unas gafas de sol.

Al salir a la terraza me saludó y me invitó a sentarme al lado suyo, Macarena que era así como se llamaba se acomodó un poco mejor en su tumbona y se dirigió a mí mirando al cielo:

-Hola picha, ¡qué! A mirarme un rato el chocho.

Yo la besé en la mejilla y en tono irónico le contesté:

-No, prefiero mirarte los pechos.

-¡Anda pirata siéntate aquí, mira que eres granuja!-me respondió.

 

Macarena era sevillana de nacimiento y pese a vivir un tanto retirada de su Sevilla natal, conservaba su acento andaluz, rondaba la treintena de años y estaba divorciada.

Mi momento favorito de la tarde era cuando se ponía el sol, la radiación de éste de tono amarillento jugaba a hacer sombras con los pechos de Macarena, y se retiraba poco a poco recorriendo su cuerpo, como si se resistiera a perderlo de vista .

Complacida dejaba que la acariciara el sol, hasta que el viento de leveche envidioso del astro rey, se levantaba como hacia todas las tardes y disipaba el calor que las caricias ardientes de su celeste amante habían dejado sobre su cuerpo.

Cuando llegaba el aguafiestas del viento nos retirábamos al interior de su vivienda. Macarena era una mujer andaluza pura, de anchas caderas, ojos oscuros y de cabellos morenos. La acompañé a su habitación mientras me comentaba que había quedado para ir a cenar con un compañero de gimnasio y que esa noche el cuerpo le pedía una alegría.

Al entrar me demandó con su acento andaluz y cierto cachondeo si le acercaba el tanga negro que había en el interior del primer cajón de su mesilla. Ese tipo de peticiones me las hacia siempre con mucha guasa ya que la pieza indumentaria requerida siempre la dejaba al fondo del cajón, y en ese cajón guardaba entre otras cosas:

Un bikini minúsculo, varios tangas más de color rojo pasión, un liguero, una liga roja etc.

El caso que al finalizar la operación acababa con las manos llenas de atractiva y picante lencería femenina. Tras darle la pieza demandada le comenté si había pensado rehacer su vida, volverse a casar a lo que ella respondió:

-Mira picha cuando estaba casada me tocaba, ir a trabajar, tener la casa limpia

y acostarme con mi marido cuando no había fútbol y estaba aburrido.

Ahora trabajo lo mismo y tengo sexo más regularmente.

¿Te gusta como me queda el tanga?- me preguntó.

A lo que respondí que si, daba gusto verla. A continuación cogió un sujetador de esos que levantan los pechos. Para luego recoger la liga que le acercaba, era una especie de amuleto y un capricho mío, pensábamos que le garantizaba una noche divertida.Se colocó encima un traje negro que le cubría justo por encima de la rodilla para concluir poniéndose unos zapatos negros con un poco de tacón, ya que los tacones demasiado altos le provocaban dolores en la espalda.

Al poco sonó el fonoporta, era su pareja de esa noche. Tras un leve taconeo para asegurarse el efecto de su indumentaria me preguntó:

-Oye ¿Qué vas a hacer esta noche?

-Pensaba ver a las diez en la televisión por cable, Annie Hall de Woody Allen-le contesté.

Se echó encima algo de perfume Chanel Nº5 salía caro, pero era el regalo de un antiguo amante y se lo echaba en las ocasiones especiales.

-Quédate aquí la televisión es mejor que la de tu casa- me respondió.

Yo se lo agradecí mientras le volví a besar en la mejilla quedando impregnado de intenso olor a mujer.

Mientras se hacía la hora de la película me entretuve escuchando algunos de su CDs. Para apagar el equipo de música y saborear la calles de Nueva York, su puerto, esa sensación de decadencia deleitándome con las mujeres tan interesantes que había representadas en la película.

Me había levantado muy temprano a estudiar y estaba muy cansado, sin darme cuenta me quedé dormido.Me despertó el ruido de la cerradura, atrincherado detrás del sofá vi como entró Macarena seguida de un sonoro palo en el culo que le propinaba un amante ansioso, le subió el vestido y tras descubrir sus pechos y sin mediar palabra alguna la colocó encima de su tumbona y la penetró sin darle tiempo ni siquiera a suspirar. La había cogido desprevenida y el encuentro fue por la espalda, vi como Macarena fruncía el ceño y resignada se encaminó a terminar la faena, tras unos pocos instantes su amante se sació y se despidió de ella con otro sonoro palo en su culo. Me acerqué a ella con una expresiva cara de descontento, se le habían saltado las lagrimas, la abracé y la acompañé a su habitación mientras se desprendía de su ropa. Se sentó en su cama con la espalda apoyada en el respaldo, tras tranquilizarse y sólo vestida con la liga roja, me dijo:

-Ven picha que te voy a explicar una cosa.

Me dijo que me quitara la ropa, le hice caso y me senté a su lado dándole un beso en la mejilla, la abracé, al rato vi como acariciaba ciertas partes de mi cuerpo que por poco visitadas había olvidado que existían. Un calor intenso empezó a recorrer mi cuerpo me ayudó a colocarme sobre ella mientras me susurraba al oido.

-Picha medio te he criado yo y quiero que tanto en la vida como en la cama, vayas de frente, podrás estar mejor o peor pero tú de frente.

Al poco su cuerpo de mujer aceptó al mío y fundidos momentáneamente en un solo ser comenzamos una coreografía deliciosa de besos y caricias , poco a poco fui entendiendo los secretos de su cuerpo, aprendiendo de sus escalofríos, con las tutorías de sus suspiros en el aula de su cuerpo. Para tras unos instantes deliciosos me examiné por el tribunal especialmente reunido entre sus piernas con el amparo de la liga roja, conseguí aprobar el examen, igual sin mucha nota dado que lo había aprendido todo a última hora.

Al finalizar la besé en la mejilla , le acerqué su camisón azul y lo primero que encontré en el cajón de las bragas para finalizar cubriéndola con su manta, dejándola mecida en una somnolencia agradecida.

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