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Clases de verano (y 3)

en Jovencit@s

Finalizó el verano, y finalizó mi aventura estival con mis queridas alumnas, primero con Elena, luego con Cristina, que me harían  recordar ese verano como uno de los mejores de mi vida.

Pero como suele ocurrir, cuando eres joven el tiempo pasa muy deprisa y, por propia experiencia, sé que los alumnos (y sus padres) solo se acuerdan de sus profesores particulares cuando suspenden, y básicamente, para mentar a la madre y ese tipo de cosas, por lo que me pareció perfectamente normal no saber nada de mis alumnas en las semanas siguientes a que finalizaran las clases.

Por mi parte, yo había hecho la ronda correspondiente de mis alumnos veraniegos para comprobar quien había aprobado y quien no, y por boca de la madre de Cristina me enteré de que tanto su hija como Elena habían aprobado las asignaturas pendientes, y que por los pelos habían conseguido plaza para la carrera que querían estudiar, lo cual, por que no decirlo, satisfizo mi ego de profesor particular, y me apunté dos tantos en mi contador imaginario. En general les había ido bien a mis muchachos, tenía algún alumno que había suspendido - ese sí que me había llamado-, alguno que había tirado la toalla durante el verano,  pero el balance general era positivo y había hecho algo de dinero para aguantar durante los meses siguientes, y continuar con mi carrera, que no era poco. El resto del año había pocos alumnos, así que más valía no derrochar.

Volví a mi rutina de estudiante, a salir los jueves con los amigos a los bares de barrio de siempre, buscar algún trabajillo a media jornada y como no, el retorno a la realidad de la vida en común con mis padres, que después de no vernos las caras en un mes, siempre se me hacía extraño aunque nos conociéramos desde hace 25 años...

A finales de octubre me llamó Elena para contarme lo que ya sabía, que se había matriculado, que seguía en contacto con Cristina, y para agradecerme "las clases", con un deje de risita que me recordó aquellas clases de verano y una sensación de cosquilleo me recorrió el estómago hasta la entrepierna, provocándome una leve erección. Nos despedimos con un "a ver si quedamos un día de estos" suyo, y un "recuerdos para Cristina" mío, y no volví a tener noticia durante semanas, hasta que un día, cuando bajaba del autobús, me encontré a Cristina, que me saludó con aquella sonrisa preciosa que tenía, y me comentó que había hablado con Elena, agradeciéndome que le hubiera dado recuerdos, y le comenté lo mismo que había dicho Elena, que a ver si quedábamos un día, así que concretamos que ella hablaría con Elena, para quedar, si no había contratiempos, el viernes siguiente en un bar de la zona.

Llegó el viernes y llegué con mi habitual manía por la puntualidad, 5 minutos antes de lo previsto. Pedí una cerveza y me acomodé en la barra todo lo tranquilamente que permitía la música de moda pachanguera veraniega que hacía pensar que el discjockey todavía no se había enterado de que en Madrid, en noviembre, llueve a jarros y hace frío.

Alguien me dió unos golpecitos con el dedo en el hombro y me dí la vuelta para descubrir a Cristina, más maquillada de lo que la recordaba, enfundada en una cazadora vaquera forrada y una boina. Aquella sonrisa le hacia derretirse a uno.

Le pregunté por Elena, y con un mohín de enfado me preguntó si no me parecía suficiente, para luego cambiar el gesto por una risita y decirme que llegaría algo más tarde...

Nos sentamos en un rincón y estuvimos charlando de la universidad, el curso, y otras trivialidades. Debajo de la cazadora llevaba una blusa ajustada y una camiseta interior de cuello vuelto, que le daban un aire muy distinto al de la niñita a la que yo daba clase en verano. Debido a que la música estaba bastante alta teníamos que hablar bastante cerca del oído del otro, así que no me podía quitar de encima el perfume embriagador de Cristina. Así, cuando yo estaba en mitad de una frase, casi gritándole al oído, Cristina volvío la cabeza hacia mí, quedandose delante de mi cara, y me besó. Yo le devolví el beso y la acerqué aún más hacia mí, abrazándonos y reconociendo nuestros cuerpos. Nos miramos un momento, nos reímos nerviosamente y volvimos a besarnos, como si estuvieramos solos en aquel lugar, mientras yo le decía cuanto había echado de menos su cuerpo, y ella ronroneaba como una gatita en celo.

En esas estábamos, cuando oí una voz detrás de mí, que apenas, con el volumen de la música, podía entender. De nuevo me daban unos golpecitos en el hombro, y ví a Elena, que con los brazos en jarras, me miraba y me decía, "así podía estar yo buscándoos".

Cristina se sonrojó cuando recibió la mirada desaprobadora de su amiga, y yo me levanté a saludar a Elena. No se si fue por algún tipo de ataque de celos, el caso es que Elena me saludó de lo más efusivamente, tirándose a mi cuello mientras me plantaba dos sonoros besos en las mejillas. Todos hicimos como si la escena anterior no hubiera ocurrido, y Elena se sentó frente a mí, junto a su amiga, con lo que al poco estabamos los tres charlando amigablemente - todo lo bien o mal que se podía con aquel jaleo-.

Un par de cervezas después tuve que ir al servicio, y al volver me encontré a solas con Elena. Su amiga había ido también al servicio y sin mediar palabra Elena se me echó encima, besándome y diciéndome que me había echado de menos, que era un cabrón por no haberla llamado, todo esto sin dejar de besarme.

Elena y yo acordamos, en lo que volvía Cristina, ir a su casa después. Como era habitual, según me enteré después, sus padres se iban al pueblo el fin de semana, y su hermana mayor se había ido a estudiar a Londres el curso entero, con lo cual Elena disponía sin problema de su casa los fines de semana. La parte complicada era deshacernos de Cristina, y aunque a mí la verdad es que ambas me atraían, reconozco que tenía más debilidad por el caracter salvaje de Elena que por la docilidad de Cristina.

Elena me dijo que su amiga toleraba bastante poco la bebida así que si tomábamos un par de copas seguro que Cristina caería completamente rendida y se marcharía a casa en seguida.

Pero a mitad de la segunda copa, Cristina se empezó a encontrar mal, tanto que al menos yo empezé a preocuparme. Salimos fuera, a tomar un poco el aire, pero Cristina no mejoraba. Cristina balbuceaba que si llegaba así a casa la mataban, así qeu le propuse a Elena que fuéramos a su casa, que le preparáramos un café bien cargado, y que la acompañáramos luego a su casa, cuando se encontrara mejor.

De camino a casa de Elena, Cristina iba colgando de mi brazo balbuceando, mientras Elena la sujetaba del otro brazo con una cara de visible cabreo. No nos había salido la jugada como preveíamos, desde luego que no.

Un par de accesos de vómito y 10 minutos más tarde, llegamos a casa de Elena. Sentamos a Cristina en el salón y preparamos café, y yo le sugerí a Elena que le diera una ducha a su amiga. Ella, con cara de enfado, me miró y me dijo que si al fin y al cabo, yo ya había visto a Cristina desnuda, también podía ayudarla a ducharse.

Así pues, me quedé en mangas de camisa y Elena se puso una camiseta amplia, y procedimos a llevar a Cristina al baño. Estabamos bastante justos los tres para aquel cuarto de baño, y la escena resultaba de lo más cómico: Elena y yo desvistiendo a Cristina, con los brazos en alto y dando vueltas sobre sus pies al tiempo que se reía con una risa claramente etílica sin entender demasiado bien lo que estaba ocurriendo y balbuceando frases sin sentido.

Al cabo de unos minutos teníamos a Cristina en la ducha y desnuda. Yo no podía dejar de admirar aquellas tetas preciosas que tenía, y Elena me miraba inquisitiva. "¿Te gusta?". Yo le respondí con sinceridad, "Tu me gustas más, pero reconocerás que tiene unas tetas preciosas". Elena asintió y rozó levemente, con el dorso de la mano, los pechos de su amiga, que seguía un tanto ida todavía, antes de abrir el grifo de la ducha, mientras que yo la sostenía de los codos para asegurarme de que mantenía el equilibrio.

Cristina dió un respingo y abrió los ojos como platos, aspirando profundamente, a medida que iba tomando algo más de constancia de la situación en la que estaba. Me miró a mí, miró a Elena, se llevó las mano a la frente y sujetó su cabeza mientras gimoteaba un "buffffffffffffff". Continuamos duchándola, y al cabo de un rato decidimos que podía continuar ella sola, por lo que Elena le indicó donde estaba su albornoz y nosotros nos dirigimos a la cocina. Preparamos el café para su amiga y nos sentamos en el sofá del salón. Al sentarnos, yo pasé el brazo por detras de la cabeza de Elena, y acariciando su largo pelo negro la atraje de la nuca y la besé. Nuestras lenguas y nuestros labios juguetearon hasta que un ruido proveniente del pasillo que daba al baño y a las habitaciones nos recordó que no estábamos solos.

Apareció Cristina por la puerta con una cara bastante más decente, embutida en el albornoz de Elena, y al mirarnos en seguida se dió cuenta de que había interrumpido algo. Yo le indiqué con un gesto que tenía un café preparado, y ella lo tomó y, de pié frente a Elena, con los ojos medio llorosos, le dijo "lo siento, jo, os he chafado la noche". Elena le dijo "no seas tonta", y tirando de ella la sentó a su lado, y Cristina se apoyó en su hombro. Elena le atusaba el pelo mientras Cristina se deshacía en disculpas. Cristina apoyó la cabeza en las piernas de su amiga, tumbándose sobre el sofá con las piernas encogidas, en posición fetal, mientras Elena la acariciaba maternalmente. La escena era enternecedora. Cristina giró la cabeza hacia mí y puso aquella cara de culpabilidad tan dulce, y yo le dí un beso en la frente, inclinándome sobre ella. Ella tomó mi mano, y la besó, acariciándose la cara con ella.

Luego, volteándose hasta ponerse boca arriba, le dijo a Elena "qué buena eres conmigo", y se incorporó para rodear su cuello con los brazos y darle un sonoro beso en la mejilla. Ambas se abrazaron tiernamente, y luego, mientras se quedaban con la cara muy junta la una de la otra, se dieron un leve beso en los labios, sonriendo. A continuación, Cristina giró su cara hacia mí, que estaba apoyado en el hombro de Elena, y me besó como había hecho con su amiga. Elena se giró hacia mí, como exigiendo algún tipo de compensación, y yo le correspondí con un beso, éste mucho mas intenso. La situación me excitó muchísimo, ya que la cara de Cristina, aún con un brazo alrededor del cuello de su amiga, estaba tan cerca de nosotros que podía sentir su respiración en mi mejilla. Cristina se rió y dijo, con aquella carita inocente "me gusta este juego", y volvió a besar a Elena, esta vez, algo más intensamente, y luego a mí, subiendo unos cuantos grados el calor de la habitación y el de mi entrepierna. Con las mismas, volví a besar a Elena, en lo que ya era un morreo en toda regla, y las chicas volvieron a besarse, aunque esta vez yo participé de una especie de beso a tres, intentando colarme entre sus bocas.

Como por ahí no tenía muchas posibilidades, y aprovechando que la atmósfera estaba así de caliente, aproveché para bajar los hombros del albornoz de Cristina, dejando aquellos preciosos pechos al descubierto, que me llevé a la boca al instante, mientras ella seguía entregada a los besos de su amiga.

Elena, sin dejar de besar a Cristina, alargó la mano y la puso sobre mi paquete, apretándola, comprobando la dureza de mi miembro, y luego, tomando la mano de su amiga, comenzaron un masaje conjunto que me volvió loco, todo el rato sin dejar de besarse entre ellas.

Cristina, de improviso, tomó la iniciativa y le quitó primero la camiseta y luego el sujetador a su amiga, sentandose a horcajadas encima de ella, mientras acariciaba mi cabeza, hundida entre sus preciosos pechos, pasando de unos pezones a otros, como un cazador que tiene tantas presas que no se decide a apuntarle a ninguna. Me separé momentáneamente de ellas, para desnudarme, y contemplar como aquellas dos hembras se acariciaban y se besaban, colocándome a su lado, me recliné sobre Elena, poniendo mi polla a la altura de su cara. Elena se desprendió de la presa de la boca de Cristina para dirigir sus atenciones a mi miembro, completamente tieso, a la vez que Cristina acariciaba mi torso y giraba el cuello hacia arriba buscando mi boca. Estaba en un auténtico paraiso, con aquellas dos preciosas jovencitas entregandome sus encantos.

Elena cogía mi polla y la dirigía hacia la cara de su amiga, contemplando de cerca como me lamía la polla. Luego la retiraba y se la introducía en la boca, dirigiendo la situación. Restregaba mi capullo por sus pezones, por los de su amiga, y volvía de nuevo a lamer mi polla. En ese instante, tomé a cada una de mis alumnas por la cabeza, y las dirigí, a ambas, hacia mi polla. Recorrían rítmicamente toda la longitud de mi miembro, cada una encargándose de un lado, y entreteniéndose en el capullo, a veces cruzando sus lenguas, a veces pasando de mi polla a mis huevos, lamiéndome como no pensaba que fuera posible.

Una sensación de desasosiego me poseía. No quería que aquello acabara nunca, pero deseaba como nada correrme para aquellas dos criaturas, correrme encima de ellas, dentro de ellas, en sus bocas, sus cuerpos.

Cristina estaba ya completamente desnuda, y Elena, al tiempo que me obsequiaba con aquella mamada compartida, estaba trabajándose su coño sonrosado, masturbando a su amiga con dos dedos que metía tan profundamente como podía.

Afortunadamente para mí - no creo que hubiera resistido mucho más-, Cristina fue la primera en correrse, y tan pronto como nos anunció que estaba a punto de explotar, Elena y yo procedimos a disfrutar de su orgasmo acariciándola, besándola y lamiéndola hasta que se deshizo en un gemido que debió despertar a medio vecindario.

Elena nos tomó de una mano a cada uno y nos dirigió al dormitorio de sus padres que yo conocía tan bien. La acabé de desnudar y la tumbé en la cama boca arriba, al tiempo que Cristina hacía lo propio, acariciándose y besando los pezones de su amiga. Yo me sumergí entre los muslos de Elena, saboreando aquel precioso coñito apenas sin vello, cuyo olor me embriagaba completamente. Cristina, medio incorporada sobre su amiga masajeaba sus tetas, y mi mano sustituyo a la suya en su coño, comiéndola entera a una, y masturbando a la otra, hasta que los gemidos de Elena me hicieron comprender que su orgasmo inminente requería toda mi atención. Intensifiqué los movimientos circulares de mi lengua, penetrando tan profundamente como podía, mientras con el pulgar acariciaba su clítoris, hasta que Elena se corrió, levantando su culo para buscar mi lengua, con la espalda arqueada, mientras Cristina la besaba y la acariciaba.

Aquella preciosa visión de estas dos muchachitas me estaba volviendo loco de deseo.

Me hice hueco en aquella cama, y me tumbé boca arriba. Tomando a Elena de la mano la senté sobre mi polla, mientras que hacía indicaciones a Cristina de que se sentara sobre mi cara. A los pocos momentos, tenía a las dos frente a frente, acariciándose y besandose mientras las follaba, Elena saltando sobre mi polla y Cristina moviendo el culo en círculos mientras mi lengua recorría desde su culo hasta su coño, mientras mis dedos exploraban el interior de todas sus cavidades. Así continuamos hasta que sentí que estaba a punto de correrme, por lo que las hice apartarse y tomándolas de la cabeza, dirigí sus bocas hacia mi polla, sujetándolas del pelo y dirigiendo sus movimientos, yo tumbado boca arriba, ellas cada una a un lado de mí, recorriendo con su lengua desde mi polla hasta mis huevos.

Exploté en una corrida en la que creí que me vaciaba entero y que mis alumnas recibieron en su cara con una mezcla de deseo y sorpresa, a la vez que yo soltaba un gemido bastante escandaloso, manteniendo sus bocas junto a mi polla. Mientras les susurraba que lamieran toda mi corrida como buenas chicas, una le limpiaba a la otra con la boca los restos de mi corrida que quedaban en sus dedos, en sus bocas....

Ambas se sonrieron y se tumbaron en la cama, y así estuvimos un buen rato, los tres, sin decir nada, entregados al cansancio de aquella noche, hasta que Cristina comentó que tenía que irse, y Elena y yo nos quedamos allí, tumbados, recordando por última vez aquella aventura que había empezado con las clases particulares.