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Sin condón

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Sin condón

Julio lo piensa en un segundo, se le cruza la idea por la cabeza como un rayo, así, mientras ve a María delante de el, a cuatro patas, con las piernas abiertas y la vulva roja de deseo y de placer, aguardando la penetración.

Sí, lo voy a hacer, se dice Julio. Entonces tira de la punta del condón que lleva puesto y se lo quita.

Es excitante, es sucio, es prohibido, es genial. La polla entra como la seda, va horadando el surco de la vagina, hasta dentro, gemidos y placer intenso. Los dos se mueven y follan, y follan

María no lo sabe, no sabe que me lo he quitado, piensa Julio, estoy a punto, me corro, joder, que maravilla. Se tensa como el arco que dispara la flecha, de dentro lo saca todo, inunda las entrañas a calambres, caliente, vivo, violento, esta vez, por primera vez, dentro de ella.

Increible, un éxtasis, solo por el hecho de romper las reglas, me va a matar. Julio retrocede vaciado, María se de la vuelta y descubre el inmenso mango chorreante de leche, palpitando, sin gomita. Algo se gira en su cabeza.

-¿No llevabas condón? ¿Te has corrido dentro....?

Sus ojos se quedan en blanco y el tiempo se detiene. No hay sonido, no hay movimiento. Hasta que de repente, un espasmo brutal, María llega al orgasmo, ella sola, segundos despues que Julio. Su grito es como la madre tierra, se convulsiona, por un momento entra en epilepsia, todo su cuerpo, toda su vida es una descarga eléctrica, el mundo se viene abajo y ella vuela.

Aterriza sobre la cama, sudorosa, desmadejada. La musculatura de su coño se tensó en el orgasmo y ha echado hacia fuera el semen de Julio, a presión. Sus muslos están llenos de corrida. Mira a su novio sorprendida. Solo puede decir una cosa.

-Hijo de puta. Qué gusto me has dado.