Es noche de agosto, hace calor. Isabel lleva un vestido verde, escotado, aunque no demasiado; está con su perrito, el cachorro, y yo con el y ella.
Julio lo piensa en un segundo, se le cruza la idea por la cabeza como un rayo, así, mientras ve a María delante de el, a cuatro patas, con las piernas abiertas y la vulva roja de deseo y de placer, aguardando la penetración.
Marta se incorpora de la cama, extasiada después del sesenta y nueve, y se dirige al baño.