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Juegos Prohibidos (01: Mario)

en Bisexuales

Juegos Prohibidos (I Mario)

No podía entender a Mario cuando me decía que a sus 20 años le resultaban monótonas las relaciones sexuales con su novia. Que me pase a mí, a mis treinta y muchos, casado desde hace 12 , es comprensible. Pero en su caso....

Le conocí a través de un chat de bisexuales. Al igual que yo, estaba buscando nuevas experiencias. A pesar de la diferencia de edad contactamos divinamente. Antes de conocernos personalmente estuvimos chateando durante un par de meses. Manteníamos conversaciones extraordinariamente estimulantes sobre lo que nos gustaría hacer el uno con el otro. Según fuimos cogiendo confianza incluimos también la figura de nuestras respectivas parejas en nuestras fantasías. Nuestra imaginación exploraba utópicas orgías de cuatro contra cuatro, donde todo estaba permitido en aras del placer.

Como en toda relación de esta índole, el objetivo final es conocerse y hacer realidad en mayor o menor medida lo imaginado. Por fin un día, aprovechando la circunstancia de que ambos somos de Madrid, decidimos dar el paso y quedamos en una cafetería. Yo tenía bastante miedo a este primer encuentro, pues temía que la diferencia de edad se hiciera plenamente patente hiriendo de muerte nuestra afinidad.

Nada más lejos de la realidad estaban mis temores. A los pocos minutos de conocernos ya manteníamos una conversación agradable y fluida. Mario transmite una simpatía contagiosa que me hace sentirme extraordinariamente cómodo a su lado. Yo también tuve la sensación de que le caía bien. Además, físicamente me resultó muy atractivo, y eso que normalmente los hombres no me atraen.

Mario es moreno, delgado, ligeramente mas alto que yo, pelo corto y algo rizado, ojos grandes y expresivos, labios carnosos...Me gustan especialmente sus manos, bonitas con dedos largos y ágiles.

Tras charlar un rato tuvimos que despedirnos. Desgraciadamente ambos teníamos a continuación compromisos ineludibles, ya que tanto a mí como a él, según me manifestó, nos hubiera encantado encontrarnos en una situación más íntima para haber dado curso a nuestros impulsos. Habría que dejarlo para otra ocasión.

Esa misma noche hice el amor con mi mujer. Gimiendo bajo mi cuerpo estaba el suyo, pero en mi imaginación era Mario el destinatario de mis embestidas. A tenor de sus comentarios, parece que no me resultó nada mal la faena, aunque la pobre jamás podrá imaginarse cual era la causa de mi rabiosa fogosidad.

Y llegó el momento de dar el paso siguiente. Por el sitio no había problema. Mario vive solo en un apartamento que sus padres tienen en Madrid. Hasta el año pasado lo compartía con una hermana que estaba acabando farmacia. Después, ella encontró trabajo en otra ciudad.

Recuerdo que mientras subía por el ascensor de su casa me deshacía en nervios. Por una parte deseaba muchísimo estar con él; por otra, tenía dudas sobre cómo podía resultar la velada. La verdad es que mi experiencia en relaciones con tíos se limitaban a juegos de adolescente, donde no pasábamos de hacernos unas pajas. Afortunadamente los juegos de adolescente de Mario fueron mucho más allá y le proporcionaron amplia veteranía en el placer entre hombres.

Entre temblores toque el timbre de la puerta y prácticamente al instante ésta se abrió con Mario detrás franqueándome el paso. Nada más cerrar se abrazó a mí pegando sus labios a los míos, fundiéndonos en un intenso morreo. Me sorprendió que besarme con un tío me resultará tan placentero y excitante. La erección que me provocó fue de campeonato, y por lo que pude comprobar a él también se le puso como una piedra. Estaba claro que existía una fuerte afinidad entre los dos.

Estaba en su terreno y él tenía más experiencia, por lo que le dejé tomar la iniciativa. Me llevó al salón y me sentó en el sofá. Me bajó los pantalones y los boxer y me hizo abrirme de piernas al máximo. Se la sacó, y bajándose el prepucio impregnó su dedo corazón en líquido preseminal. Lo colocó a la entrada de mi ano y presionando suavemente me lo introdujo hasta el fondo.

Me moría de gusto. Mario me follaba el culo con el dedo mientras que yo miraba con ansia de reojo su picha; una polla un poco más pequeña que la mía y con la mitad del glande oculto por el prepucio.

Si sigues así me corro, le dije

Córrete a gusto, contestó

Sin dejar de mover su dedo clavado en mi culo se inclinó y empezó a chupármela. Le avisé de que me iba, pero lejos de apartarse continuó mamándomela mientras que aumentaba la presión; apretaba como si quisiera sacarme la mano por la garganta.

Me dejé llevar y empecé a escupir lefa dentro de su boca. Mario me fue sacando lentamente el dedo del culo sin parar de tragarse todo lo que le estaba dando. Mantuvo mi polla en su boca hasta que desapareció completamente la erección. Sentía las caricias de su lengua en el glande, que me resultaban deliciosas.

Por fin se sentó a mi lado con la polla tiesa saliéndole de la bragueta. Se la cogí y empecé a meneársela.

Para, para, que no quiero correrme todavía, me dijo, me apetece follarte

Y a mí que lo hagas, pero ya sabes que no me lo han hecho nunca

Hoy será tu primera vez. Te lo haré con cuidado

Me llevó a su habitación y nos desnudamos completamente. Nos metimos en la cama, se tumbó sobre mí y nos cubrimos con las sábanas. Recuerdo que me agradó especialmente el aroma de su cuerpo desnudo. Era una delicia sentir el tacto de su piel suave, el peso de su torso sobre mí y su polla durísima humedeciendo mi vientre mientras que no parábamos de morrear.

Tras unos minutos se incorporó y se la impregnó con crema. Me indicó que elevara las piernas y se volvió a tumbar encima. Le abracé en la postura del misionero. La colocó contra mi ano y empezó a presionar suavemente. Yo sentía como me iba dilatando franqueándole la entrada y como cada vez estaba más dentro de mi.

Mario empezó a moverse dentro y yo no pude evitar comenzar a gemir.

Gimes como una zorra, me dijo

Hoy soy tu zorra, folláme, fóllame Mario, te amo...

Mario se corrió dentro y pude sentir su abundante elixir inundándome las entrañas. Yo también me corrí y mi semen se esparció entre nuestros vientres.

Era la primera vez que me la metían y tengo que decir que no me resultó para nada doloroso. Quizás fuera por su especial habilidad, quizás por el diámetro pequeño de su pene, pero con excepción de algunas molestias al principio, la penetración me supo a gloria.

La fiesta duró toda la tarde. Nos corrimos varias veces. Otro de mis temores también se desvaneció: el bajón tras la eyaculación, cuando la excitación desaparece y te encuentras frente a una persona de tu mismo sexo. Pues sin problemas: ambos nos sentíamos muy a gusto incluso en esos instantes, por lo que no nos resultaba difícil coger de nuevo la marcha para volver a empezar.

También nos dio el tiempo para compartir confidencias. Me habló de su novia. Se llamaba Lucía y era un año menor que él. Estaban juntos desde los 15 y 16 respectivamente. Prácticamente desde el principio mantuvieron relaciones sexuales completas, y aunque ella aún vivía con sus padres, gracias a la disponibilidad del apartamento, lo hacían con mucha frecuencia. Quizás de ahí venía la cuestión de la monotonía.

Me contó que desde hacía un tiempo estaban planteándose el incluir a otra pareja en sus juegos. Incluso me sugirió que hablara con mi mujer, a ver que le parecía. Le respondí inmediatamente que se olvidara de la idea. Mi mujer es muy tradicional y ni se me pasa por la cabeza el planteárselo.

Desde ese día hemos quedado unas cinco o seis veces, a cual mejor. En la última, me dijo que le había hablado de mí a Lucía. Sólo le había contado que nos conocíamos del chat, no que nos veíamos en su apartamento. Le ha propuesto que nos conozcamos y a ella no le ha parecido mal.

Hemos quedado los tres la próxima semana para tomar unas cañas. ¿Será el comienzo de una nueva y divertida amistad?

Herodoto

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