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Juegos Prohibidos (02: Lucía)

en Bisexuales

Juegos Prohibidos (II Lucía)

Desgraciadamente, la cita que tenía con Mario y su novia Lucía no pudo llevarse a cabo. Un poco antes éste me llamó anulándola. Parece ser que a Lucía le entraron dudas de última hora. La perspectiva de encontrarse con un desconocido maduro para planificar un trío, aunque le apeteciera, le dio algo de miedo.

Como alternativa me ofrecieron comunicarnos por chat. Tampoco me pareció mala idea; así nos podríamos ir conociendo y tanteando nuestra compatibilidad.

Nos conectamos esa misma tarde. Lucía se puso al teclado. Me pareció una chica simpática y abierta con una conversación ágil y atrevida. Se veía que tenía las ideas muy claras. Buscaba una persona de confianza para darle un toque de sal a su vida sexual y a la de su novio, sin malos rollos ni compromisos. Yo le conté que mi objetivo era parecido, con la diferencia de que no me interesaba incluir a mi mujer en los juegos.

Fue una charla agradable pero que tampoco llegó más allá. Al día siguiente nos volvimos a conectar y la conversación discurrió de una manera totalmente diferente. Empezamos a explorar una relación más explícita y nos adentramos en lo más profundo del cibersexo. Ahí Lucía se descubrió como una jugadora de primera. Sabía manejar el morbo y le encantaba que fuera morboso con ella. Aun tengo grabada en la memoria parte de la charla:

¿Qué hace Mario?, le decía

Está arrodillado debajo de la mesa. Me está comiendo el chocho mientras te pongo caliente. ¿No te gustaría estar en su lugar?

Sabes muy bien que pronto te estaré lamiendo la raja. Además, te voy a clavar bien adentro esta polla que ahora tengo en mi mano...

¿Sí? Yo lo que quiero es ver como se la clavas a mi novio para que sepa lo que siento cuando él me lo hace a mí..

Pues más o menos todo en estos términos. Me cuidé mucho de decirle que el culo de su novio ya había probado mi polla. Mario no le había contado nada de nuestros encuentros previos.

Parece que hubo química porque quedamos en vernos el día siguiente. Nos citamos en el Planet Hollywood. Afortunadamente no estaba muy lleno, lo que nos facilitaba hablar con más libertad sin tener que preocuparnos por oídos indiscretos.

Lucía, al natural, me resultó sencillamente cautivadora. Es una de esas chicas de las que te enamoras al primer vistazo. Es menuda, morena, de piel muy blanca, con el pelo cortito, nariz pequeña, ligeramente respingona, ojos negros y expresivos. Apareció con un vestido de verano de tirantes y unas sandalias. Pecho no tiene mucho, pero para compensar a través del vestido se le marcaba un culito de primera. Ya en la mesa me fijé en sus manos, pequeñas y delicadas. Igualmente me fijé en sus pies, prácticamente desnudos con las sandalias. Al igual que sus manos eran pequeños, bonitos y apetitosos.

Se sentó al lado de Mario, en frente de mi. Tras capear los primeros momentos de apuro nos enfrascamos en una conversación desinhibida. Comentamos nuestras charlas por chat y enseguida nos dimos cuenta de que nos lo podríamos pasar muy bien los tres juntos.

Me decidí a ponerle un poco de pimienta a la reunión. Dirigiéndome a Lucía le dije:

Anda, vete al servicio y quítate las bragas

Sin dudarlo un momento se levantó y se alejó camino del baño. Mientras, nosotros seguimos charlando.

Joder tío, estoy caliente, me decía Mario

¿Por qué no nos vamos los tres a tu casa ahora y nos lo montamos?

Esta semana no puede ser. Mi hermana está de visita. No se va hasta el domingo

....

Lucía, de vuelta, se sentó a mi lado. Sin decir una palabra me cogió la cabeza y me estampó un beso en los labios metiéndome la lengua en la boca. A continuación sacó discretamente de su bolso las braguitas que se acababa de quitar y me las entregó. Tras llevármelas a la cara para aspirar su aroma no pude menos de decirle:

Que bien te huele el coño

¿Si? ¿te gusta el olor? Pues más te gustará el sabor

Me acercó un dedo húmedo a la nariz. No había duda de donde lo acababa de sacar. Me lo puso sobre los labios y me lo introdujo en la boca. Por unos instantes lo saboreé como si se tratase del más delicioso caramelo que hubiera probado nunca. Un dedo de piel suave con un sabor intenso que me hacía perder el sentido.

Me fijé en la entrepierna de Mario. La tenía como una piedra. Yo también estaba a tope y por lo que se percibía Lucía también estaba que no se aguantaba.

Que pena que no tengáis la casa libre, les dije

¿Y por qué no nos hacemos un cine?, contestó Mario

Nos pareció una idea magnífica. Nos dirigimos entonces a la Gran Vía y elegimos un cine con una película tirando a mala. Fue todo un acierto, ya que la sala estaba casi vacía. Nos acomodamos en un rincón apartado. Lucía se sentó entre los dos.

En cuanto se apagaron las luces mi mano se posó sobre su rodilla y empecé a acariciar sus muslos desnudos. Mario hizo otro tanto.

Quietos pulpos,, nos dijo Lucía apartándonos las manos

Lucía entonces puso las suyas sobre nuestros paquetes, nos los sobó durante unos instantes, nos bajó la braguetas y nos metió las manos dentro de los pantalones; una mano para cada uno. Era una delicia sentirla buceando por la abertura del boxer. Me la agarró y me la empezó a mover sin llegar a sacármela. Movía su mano con maestría jugando a subir y bajar el prepucio, desplazándola hasta la ingle para acariciarme los huevos...

Mario y yo nos mirábamos fijamente con caras desencajadas por lo bien que nos lo estábamos pasando. El se corrió enseguida. Entonces Lucía sacó la mano empapada en semen y me la puso en la boca para que se la lamiera mientras que no paraba de masturbarme. Me encantó comerme la corrida de Mario de la mano de Lucía. Cuando lo estaba haciendo me corrí yo también inundando de leche mi boxer y su otra mano.

Tras unos minutos de reposo y limpieza con kleenex, Lucía, descaradamente, se subió la falda hasta la cintura y abriéndose de piernas dejó a la vista su coño adornado por una abundante mata de pelo negro.

¿No me iréis a dejar así?

Como muelles saltaron nuestras manos a su entrepierna. Nuestros dedos competían para penetrar su raja encharcada de flujo. Nos organizamos inmediatamente. Yo me encargaba del clítoris y de la vagina. Con mi dedo se lo acariciaba presionándolo de arriba hacia abajo e introduciéndolo en cada cambio de dirección en su chochito. Mario se lo metía en el ano. Alternativamente nos inclinábamos sobre ella para disfrutar de sus besos calientes.

Lucía alcanzó el orgasmo agarrada a nuestros antebrazos y tratando de ahogar sus gemidos. Le duró casi un minuto. Durante un ratillo nos quedamos con los dedos dentro de ella. Después nos pidió que nos saliéramos, se volvió a poner sus aromáticas braquitas y se colocó la falda.

La película era un rollo y decidimos marcharnos. Los tres salimos extraordinariamente contentos de cómo se habían desarrollado los acontecimientos y acordamos volvernos a ver la próxima semana en casa de Mario para continuar con nuestros juegos.

De vuelta a casa, en el metro, de vez en cuando me llevaba la mano a la nariz para seguir disfrutando de la fragancia íntima de Lucía. Esa noche también me follé a mi mujer.

Herodoto

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