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Cambio de marchas

en Hetero: Primera vez

Cambio de marchas

Hay muchos "click" en la vida; el de una pistola amartillándose en las manos de un asesino, el de la tele al encenderse salvándote la noche del sábado, el del reloj justo antes de despertarte a otro estúpido lunes, el de una bomba anunciando que cortaste el cable equivocado...

Click. El sujetador se desliza bajo la blusa roja. Ella me mira a través de su flequillo teñido de caoba, como si lo que viera fuera algo nuevo e interesante. Al menos lo que yo veo si lo es; en un curioso efecto veo por su escote como mi mano aprieta una de sus tetas, duras y calientes. Un pecho es como un gatito abandonado, no puedes evitar intentar acariciarlo.

Se remueve en el asiento, acercándose más, colocando una de sus piernas sobre la mía. Una de sus sandalias color cobre cae al suelo. Me gustaría decir: " Bajo su falda, mi mano apretó un ansioso muslo", pero lleva vaqueros, duros, tirantes y jodidos vaqueros. Es como acariciar la espalda de un cocodrilo. Agarro un muslo y sigo subiendo, froto con fuerza. Al poco tengo la mano ardiendo, ¿notará ella algo?, yo si, como se van borrando mis huellas dactilares. Si una gitana me leyera la mano ahora...

Nuestras bocas tienen un duelo a florete, va ganando ella. Intenta colocarse encima mío (algo notaba supongo) pero dentro de un coche hay que medir cada movimiento. Al inclinarse, me da un cabezazo en las gafas.

- Perdona, deja que... - Una de sus rodillas se me incrusta en los huevos.

- Uffff.

- Mejor pasamos atrás, ¿vale?

Ella se pasa atrás entre los asientos, como un reptil elástico y fascinante. Yo salgo del coche para respirar un poco y disimular, tengo la agilidad de un mono disecado.

Dentro, ella se coloca encima de mí. Se aprieta fuerte contra mí. Puedo notar una fina película de sudor cubrir su espalda. Otro combate a florete. Ese calor que despide se me mete dentro y me hace hervir.

Otra vez el Sr. Levis jode la noche. Si coges una poya, la recubres de dos capas de gruesa tela vaquera y le aplicas 50 kilos contra ella rozándola, ¿qué consigues? ¿placer? Coño, claro que no. Pero hay que resistir, si te quejas ella pierde fuelle y la cosa se jode. Un hombre aguantará cualquier tortura si le prometes un poco de coño; si tiene que aguantar por su patria, su familia o cualquiera de esas cosas, se vende rápido. Deprimente, pero muy divertido. Así que aguantas y te vengas como puedes.

Sobre las tetas reposan su blusa levantada y su malvado sujetador, es un balcón amplio desde el que ver la vida. Le beso los pezones, luego los muerdo un poco con malaleche. Hay mucho espacio para trabajar.

Un coche pasa a gran velocidad cerca de donde estamos aparcados. Una música surge estruendosa y se queda flotando en el aire como la estela de un cometa.

Me quita la camisa y siento un poco de vergüenza. Ella tiene un cuerpo real, el mío es pura invención y juego de espejos. Ella no hace dietas, no se obsesiona con los últimos catálogos de ropa ni va a gimnasios, no ha convertido su cuerpo en un experimento social, y aún así, o gracias a eso, es verdaderamente hermosa.

Cuando la conocí era como si fuera un pequeño campo magnético ambulante, si caías dentro de él no podías evitar sentirte atraído, mirarla, desearla, imaginarte follándontela. Si la mirabas de lejos o en fotos, era una más. Pero en directo, había algo difícil de concretar, que la convertía en una obsesión con ojos de ámbar.

Era algo parecido a esos raros momentos, en que en mitad de un bosque, de repente un ciervo aparece a tu lado, come algo de hierba, te mira y se va.

En el descampado cubierto de matas amarillentas y escombros, un grillo tocaba una solitaria canción nocturna.

Me desabrocha el botón del pantalón y empieza el mágico recorrido sin retorno. Oír como la bragueta se va bajando, es como oír la lotería y que cada número va coincidiendo con los tuyos. Es algo hipnótico, la mente se te queda en blanco, como ver la caída interminable de un suicida.

Se coloca como puede entre los asientos y se agacha. Fuera, el grillo ha formado una orquesta. Yo empiezo a creer en Dios. En la distancia, los faros de los coches marcan recorridos ajenos, cada uno hacia ninguna parte. Curiosamente, este coche parado va hacia todas.

- Espera...ven, aquí- Le beso el cuello, sus tetas color arena, me encantan sus caderas anchas. Le digo adiós al Sr. Levis.

- Deja que me...así, si...ahhh, vale, vale.

Espero que le dieran el premio Nóbel al tío que invento la píldora.

A partir de ahí todo es ruido, tengo la cabeza llena de ruido, un estruendo de tifón y muerte, las venas me estallan desbordadas, el cerebro se convierte en una mermelada gris. Todo se transforma en puntos de luz donde arden mis emociones.

Ella me da un largo beso mientras un fino hilo blanco baja por su pierna. Hay tanta oscuridad fuera que tengo miedo, hay tanta luz dentro de ella que no puedo quedarme. A los dioses se les adora en la distancia, sus ojos pueden matarnos.

- Mañana cojo el avión sobre las 11, pero en un mes o así estoy de nuevo aquí. ¿Podrás venir al curso?

- No sé, a final de este mes me dicen si me cogen para eso o no. Vamos, que no lo sé aún.

- Escríbeme algo cuando esté allí, seguro que me aburro mucho.

- Espero acordarme, ya sabes como tengo la cabeza- Yo sé como tiene todo su cuerpo. Hay cosas que se aprenden rápido y tardan mucho en olvidarse. Arranca el coche y se despide con la mano. Aún lleva el sujetador suelto bajo la blusa.

Me quedo un rato mirando las llaves antes de abrir la cerradura del portal. Mis manos han perdido sentido ahora que no la tocan, las observo y parecen arañas muertas, secas bajo el sol.

RELATO ESCRITO POR ELHOMBREQUERIE Y CEDIDO VOLUNTARIAMENTE A AMALLAMA.