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Maestros de la Perversión: Orígenes

en Control Mental

Ensimismado en su propio mundo, rodeado de multitud de libros y hojas garabetadas con una irregular caligrafía, todo ese pequeño universo se condensaba sobre una pulida superficie en la cual descansaban dos manos. Echó un vistazo al reloj de pared situado sobre la puerta de entrada, con un suspiro hizo palpable su enfado, pronto la biblioteca cerraría. La parsimonia con la que recogía y ordenaba sus propios apuntes denotaba el meticuloso y disciplinado carácter del autor de los mismos. Una vez cumplida la breve ceremonia, David devolvió a sus estantes todos aquellos libros sólo disponibles para su consulta dentro de la biblioteca, los cuales eran la mayoría de los que requería para sus investigaciones.

Asió su carpeta repleta de papeles y giró en dirección a la salida, pero algo se interpuso en su camino. Enfrente y a escasos metros de él, un grupo de jóvenes estudiantes femeninas le cortaban el paso; una de ellas de tez sonrosada y mirada pícara dedicó una sonrisa maliciosa aderazada con una caída de ojos al ya no tan joven David, que tras tragar saliva se afanó en superar la barrera formada por las jóvenes, que parecían disfrutar obstruyéndole adrede el paso. Al principio tenía la intención de franquearlas sin aspavientos, pero al final la paciencia de David se agotó y se abrió paso con gesto adusto. Ya libre de las maliciosas estudiantes, escuchó carcajadas tras de sí, se detuvo un segundo levemente enfurecido, y prosiguió el paso con la mala fortuna de tener un encontronazo con otra persona justo en la puerta de salida. Malhumorado recogía del suelo todos los apuntes desperdigados y con presteza los depositaba en su carpeta, entonces su mirada se posó en una mano extraña que sostenía algunas hojas, las recogió vehementemente y sin más huyó escopetado del recinto.

A través de los sucios cristales de un vagón de tren desgastado, David observaba con una mirada vacía el frío paisaje exterior que con la llegada de las sombras había adquirido una descolorida tonalidad. Su respiración era pausada y tranquila, pero así no lo eran sus pensamientos. No podía evitar revivir mentalmente los hechos acaecidos apenas una hora antes, no podía dejar de atormentarse. No era corriente en él aquella vorágine autodestructiva, en retrospectiva diseccionaba su vida para dar con las claves que dieran explicación a su situación actual. Él siempre habia dado prioridad a sus estudios y gracias a ello estaba a un paso de obtener la titulación de Neuropsicología, sin embargo, su dedicación obsesiva a los estudios le había inhabilitado para desarrollar otras facetas de su vida, entre ellas la sentimental. Bien sabía que el problema no era físico, si bien no tenía la figura de un adonis su considerable altura le confería un porte poderoso, sensación que se incrementaba por sus anchas espaldas, aunque él siempre se había considerado algo delgado.

Pudo contemplar su propio rostro en el reflejo del cristal, poseía unas marcadas facciones masculinas, una mirada penetrante que partía de sus ojos de color ceniza, una nariz prominente, labios carnosos y copiosa cabellera de color castaño. Lo había pasado deliberadamente por alto, pues desde el comienzo de su introspección conocía perfectamente el quid del problema. No era la primera vez que una chica se le insinuaba ni tampoco que se mofaban de él, y sin embargo, apenas había aprendido a cómo reaccionar ante tales situaciones. Sencillamente, su carácter huraño no favorecía a su vida social. Poco a poco su desasosiego mental fue remitiendo y sus pensamientos fueron ocupados por temas relacionados con sus investigaciones. El tren aminoraba, "fin de trayecto" informó una voz por los altavoces, abandonó el tren.

Nada había vuelto a importunar o siquiera alterar la rutina diaria de David, quien en la biblioteca, zambullido en sus investigaciones, se encontraba en su verdadero elemento. Le tenía absorbido su proyecto fin de carrera, el cual trataba acerca del sistema límbico. El plazo de entrega del proyecto expiraba en dos días, pero no era ninguna fuente de preocupación para David que estaba remachando su impecable trabajo. Debido al excelente proyecto firmado por David su fama se acrecentó en los ambientes académicos. Tras conseguir el título recibió numerosas ofertas de trabajo, así como becas de investigación. No obstante, aquellas proposiciones no satisfacían por completo a David quien todavia consultaba con frecuencia la biblioteca universitaria en busca de información especializada. Uno de esos días en los que David se hallaba en la biblioteca, a principios de Septiembre, una figura humana se cernió tras él.

- Debes ser el célebre David Piro Collado -dijo súbitamente una voz masculina con cierta afectación.

El mencionado David se incorporó y giró sobre sí mismo para atender debidamente a su inesperado interlocutor. Ante él se erguía, orgullosa, la estampa de un hombre que aparentaba veintantos años, metro setenta y cinco de estatura, portador de una melena rubia de donde sobresalía un mechón sujeto de forma elegante con un lazo, de ojos verdiazules; y con rasgos finos, casi andróginos. El desconocido estiró su mano hacia David, entonces al detener su mirada en aquella mano una fuerte remiscencia le sobrevino. Pestañeó varias veces y recuperándose le estrechó la mano con fuerza.

- Y usted es... y ha venido para... -espetó sin tacto ni compasión David que detestaba las formalidades.

- Me gusta la gente directa, sí señor -confesó el trajeado joven mientras agitaba levemente la cabeza en señal de aprobación- Me llamo Oscar Zoco Sagún, representante de la empresa farmacéutica "Mesmer". Y como puedes imaginar vengo a realizarte una oferta de empleo.

- No pretendo ser descortés pero no tengo interés alguno en trabajar para una empresa farmacéutica -expuso sin reparos David.

- ¿Acaso puedes declinar una oferta sin ni siquiera escucharla? -arguyó con retórica- Permíteme explicártelo primero, y luego decide.

- De verdad, no insistas, no voy a trabajar para tu empresa, no importa lo que me ofrezcas -repuso con la intención de zanjar el tema.

- Eres duro -dijo entornando los ojos, y tras un breve silencio continuó- Igual cambias de parecer si menciono "modificación del comportamiento" -dijo enfatizando sus últimas palabras.

El semblante de David mudó inmediatamente de expresión, todo su rostro daba signos del estupor y desconcierto en el que se hallaba. Una tempestad de pensamientos le agolpaban, trataba de razonar cómo aquel extraño podía conocer su más íntima pasión. Siempre había procurado mantener oculta su predilección sobre el tema, era absolutamente imposible que el hombre delante de sí conociese tal secreto, jamás se lo había revelado a nadie.

- ¿Cómo sabes eso? -balbució David a duras penas.

- Como ya te he dicho, eres célebre en el mundo académico. Tu fama ha trascendido los círculos académicos y por eso estoy aquí, aunque poseo cierta información que nadie más conoce... -dijo y tras una pausa expectante prosiguió- En cierta ocasión tuve en mis manos tus notas, entre las que pude leer, subrayadas, las palabras "modificación del comportamiento".

Las piezas encajaban en el rompecabezas mental de David, aquel era el tipo con quien se chocó a la salida de la biblioteca, quien le tendió la mano sujetando sus apuntes. La casualidad había jugado su papel porque quizá David nunca hubiera tenido la oportunidad de investigar acerca de su verdadera obsesión, de cualquier forma, ello ya formaba parte de la causalidad que luego produciría sus frutos.

No fueron necesarias muchas palabras para el convenio mutuo, para llegar a un acuerdo más allá de lo profesional. La tirantez con la cual se había iniciado su relación, ahora en un ambiente no hostil, se había trocado en una recíproca afinidad. Oscar no tardó en revelar sus intenciones, él también tenía estudios aunque en el área de la Bioquímica; sin embargo sus intereses convergían con los del reciente titulado. Oscar no le ofrecía un simple trabajo, le estaba brindando la oportunidad única de continuar sus investigaciones con la más absoluta libertad, además de contar con una cantidad ilimitada de medios; no en vano, Oscar era el único hijo de del accionista mayoritario de la empresa "Mesmer". La única condición, por parte de Oscar, era la de supervisar a la par que contribuir a las investigaciones en calidad de bioquímico. De nuevo, con un apretón de manos, aunque esta vez acompañado de amplias sonrisas, sellaron el pacto para dar origen a una perversa sociedad.

Había transcurrido casi la totalidad del invierno, y todo el lapso de tiempo transcurrido entre el acuerdo y los primeros días de Marzo no había sido del todo infructuoso. David había avanzado en sus investigaciones con la ayuda de su socio Oscar, y con su mecenazgo, traducido en toda clase de información clasificada que abunda tanto en las empresas farmacéuticas. Las investigaciones estaban lo suficiente avanzadas como para poner en práctica la teoría, algo que deseaban tanto el uno como el otro.

"Ejercer sobre el individuo un control mental efectivo consiste en que el individuo bajo su efecto tenga la impresión de que está actuando por iniciativa propia. La víctima de manipulación mental no sospecha siquiera ser manipulada, de hecho cree conservar su libertad" esos eran los términos y las propias palabras con las que David daba a entender a su compañero que la sutileza de las formas era fundamental para llevar a cabo su propósito, modificar la conducta y en último término la personalidad del individuo. Por supuesto, ninguno de los dos tenía reparos en comenzar a experimentar con seres humanos, no obstante aun no habían discutido acerca de la elección del sujeto experimental.

- Es hora de empezar a plantearnos ciertas cosas, ¿no crees? -dijo con velada ironía Oscar.

- Ya he pensado en ello, y como tú, creo necesario comenzar con la experimentación sin más demora -acordó David sin aspavientos.

- ¿Algún candidato o candidata en especial?, yo mismo podría encargarme del asunto -dijo Oscar con suficiencia.

- Teniendo en cuenta que éste va a ser nuestro primer ensayo, hay que actuar con la cabeza fría, por eso hace tiempo que tenía decido la identidad del sujeto. Tengo mis motivos para elegir a quien lo he hecho, de carácter psicológico mayormente. Se trata de una joven de diecinueve años, Victoria creo que se llama, estudia en mi antigua universidad... aquí tengo apuntados algunos datos acerca de ella -informó, y tras lo dicho, entregó una hoja a Oscar.

Dicha hoja contenía información detallada pero inconexa de la joven, abundante en rasgos psicológicos y totalmente desprovista de la más mínima descripción física. "Inocente e ingenua", "vive en un apartamento acompañada por su única amiga", "tímida y dócil" eran algunas de las observaciones de David acerca de ella, las cuales se habían producido durante las innumerables horas en las que David había permanecido en la biblioteca el año anterior; información obtenida mediante observación y escucha, ya que David nunca había tenido contacto directo con Victoria. Oscar pudo deducir que aquellas notas eran muy anteriores al comienzo de su alianza con David, sin duda su compañero lo había planeado minuciosamente, y aunque Oscar tenía en mente otras candidatas, decidió dar el visto bueno al asunto. "De todos modos, él es el experto en la materia, ya habrá tiempo para divertirse" pensó Oscar autoconvenciéndose.

Dos hombres cruzaron las puertas metálicas que comunicaban el exterior con la biblioteca. Uno de ellos vestía con un impecable y elegante traje de ejecutivo, pero sin corbata; destacaba en su aspecto una coleta que le confería un aire extravagante y distinguido. El otro hombre contrastaba ligeramente con su acompañante, su vestimenta se componía de unos pantalones vaqueros y una camiseta roja parcialmente cubierta por una cazadora de cuero marrón oscura. El tipo de la cazadora hizo un gesto al ejecutivo y le guió a un extremo de la amplia sala donde se conseguía una visión casi completa de toda la biblioteca. Los ojos de David danzaban en todas direcciones, a pesar de haber transcurrido varios meses desde su última visita el lugar le era tan familiar como su propia casa; su vista se posaba intermitentemente en las grandes mesas ocupadas por varias personas, luego se fijó en una hilera de pupitres individuales, buscó con su mirada entre los estantes pero tampoco allí. No podía hacer otra cosa más que esperar, su objetivo debería aparecer tarde o temprano, David tenía esa certeza ya que conocía, aunque fuera en el pasado, la frecuencia con la que Victoria visitaba la biblioteca, de hecho no la había visto en otro lugar que no fuera en aquella sala. Cansados de permanecer de pie se sentaron en unas sillas próximas a la entrada y escogieron dos manuales de medicina para pasar inadvertidos. La fría tarde del dicienueve de Marzo agonizaba, y entonces, Oscar sintió un codo que lo golpeaba para atraer su atención. Se miraron a los ojos y sin mediar palabra David condució con su dedo la atención a una mesa lejana. Dos siluetas femeninas ocupaban las sillas próximas a la mesa señalada, David señalaba a la chica de la izquierda. La distancia que los separaba impedía contemplar a Oscar con detalle a la joven, no obstante, podía distinguir su nívea piel que contrastaba con sus encarnados labios; sus facciones dulces y aniñadas complementaban y correspondían a las descripciones psicológicas hechas por David; mechones de su lacio pelo moreno le caían sobre su rostro; y eso era todo lo que Oscar podía adivinar de su figura, el restro de atributos físicos no podían ser captados a aquella distancia, además la postura inclinada de la joven no ayudaba tampoco. En definitva, a juicio de Oscar, la muchacha era mona, pero ni mucho menos despampanante.

- Tu turno, colega -dijo en un susurro David a Oscar.

No habían dejado detalle al azar y, por supuesto, habían urdido cuidadosamente la manera de acercarse a la joven sin levantar sospechas. Del acercamiento inicial se encargaría Oscar, indudablemente más hábil en el trato humano, quien trataría de ganar la confianza de Victoria para llevarla por su propia voluntad hasta la instalación donde David y Oscar llevaban a cabo sus investigaciones. El tiempo no suponía un problema, David confiaba en que tarde o temprano su socio lograría ganarse la confianza de su presa, de naturaleza inocente.

Desde su asiento David observó la argucia de Oscar, éste caminaba en dirección a la mesa ocupada por Victoria manteniendo deliberadamente fija la vista en los estantes aparentando buscar algo, a la altura de la susodicha mesa fingió tropezarse con una silla y dejó caer con estrépito una considerable cantidad de libros, que sostenía momentos antes, sobre la mesa de estudio de Victoria y su compañera. Entonces, se produjo el primer contacto visual entre ambos, los verde esmeraldas iris de Victoria se encontraron con los verdiazules de Oscar, quien simulando azoramiento se disculpó de su torpeza. El encuentro no quedó ahí, pues David pudo ver como Oscar seguía charlando con Victoria incluso después de recoger los dispersos libros. El engranaje había sido activado por Oscar, y David tendría que mantenerlo en funcionamiento llegado el momento. Él no tenía nada más que hacer allí, así pues, volvió sobre sus pasos con aire satisfecho.

En tan sólo dos semanas Oscar había conseguido su objetivo, cuán fácil había resultado ganar la confianza con Victoria, la suficiente como para que ella accediera a acompañarle, con el pretexto de Oscar de entregar a Victoria valiosa información para un trabajo de la universidad. Su sutil técnica de encuentros "casuales" había dado sus frutos, la familiaridad entre ambos había aumentado progresivamente, y por fin Oscar la había embaucado para su propósito. Tan pronto como dió con David se lo comunicó.

- Buenas noticias, mañana sábado sobre las doce del mediodía tendrás en este mismo lugar a tu disposición a Victoria -anunció Oscar ostensiblemente contento.

- ¡Bien! -exclamó David sin reprimir una sonrisa triunfal acompañada de una mirada vacante- Buen trabajo, no obstante, te recuerdo que mañana no debes entrometerte en mi trabajo, es muy importante, ¿comprendido? -advirtió con seriedad.

- Sí -contestó lacónicamente y con desgana Oscar.

Desde un principio los papeles de ambos habían sido claros y muy definidos, y no era el momento de discutir acerca de ello. Sin embargo, Oscar sentía una cierta frustación viendo como su socio le había prohibido tajantemente participar en el proceso de manipulación mental que en horas se llevaría a cabo, le estaba negando su más íntimo deseo, pero se consoló pensando que asistiría en persona a algo que sólo en sus fantasías había tenido lugar. Oscar no era él único sobreexcitado ante la idea del mañana, solo que David era un experto a la hora de controlar sus emociones.

Viveza en sus verdes ojos, extrañamente nerviosos sus sentidos se hallaban. Hacía tiempo que el coche en el que viajaban Oscar y Victoria calleajaba entre los laberínticos y solitarios caminos de un apartado polígono industrial. La atmósfera era fría tanto dentro como fuera del automóvil, Victoria con ojos huidizos estudiaba el entorno, grandes contenedores metálicos por allí, naves industriales y tráilers abandonados por allá, vallas oxidadas... , sus cavilaciones fueron interrumpidas.

- Hemos llegado -informó sucintamente Oscar a su acompañante.

Ante ella se dibujaba un edificio de medianas dimensiones, rectangular, de color cobrizo y coronado por el logo de la compañia "Mesmer", una serpiente. A través de un mando a distancia Oscar activó el mecanismo para abrir la valla. Aquel edificio no aparentaba ser frecuentado muy a menudo, dedujo Victoria, daba una sensación estrambóticamente desolada con la maleza que afloraba sin control. Mientras caminaba hacia la entrada Victoria reflexionaba sobre sus motivos para venir a ese apartado lugar; jamás habría accedido a venir a un lugar como aquel si no la estuviera esperando la suculenta información que Oscar le había prometido, unos novedosos informes sobre la importancia de los neurotransmisores en determinadas patologías psiquiátricas. No tenía motivos para dudar de Oscar y con la información en sus manos sería la favorita de los profesores, así de feliz se las prometía, sentimiento solo comparable a su ingenuidad. Las cámaras de seguridad eran sus ojos y mediante la imagen de la pantalla identificó a su presa; apenas alcanzaba la barbilla de Oscar aunque su baja estatura no la restaba atractivo, su rostro infantil iba en consonancia con su vestido estampado de una sola pieza que no resaltaba sus formas femeninas, no muy pronunciadas de por sí. Las dos formas superaron el vestíbulo, David abandonó la sala de control.

- Aguarda un momento -dijo Oscar a Victoria acompañado con un ademán de su mano.

Aquello se asemejaba a una sala de espera, una reducidad estancia con tres sillones de piel y un ficus adornando en el centro de la misma. La joven se sentó, resopló; le resultó curiosa la pulcritud de todo el recinto, suelos de mármol y paredes a intervalos alicatadas, a destacar el lujoso mosaico del vestíbulo con la serpiente del logo. Oscar reapareció por el marco de la puerta.

- Entra, puedes pasar, un compañero de trabajo nos espera -explicó Oscar enigmáticamente.

- Este edificio no es muy frecuentado, ¿verdad? -soltó Victoria de imprevisto cuando cruzaba un largo pasillo.

- Eh..., en realidad lo utilizamos como centro administrativo, ya sabes para guardar documentos y esas cosas -inventó Oscar.

La sala donde ahora se encontraba era la mayor de todas, era cuadrada. Próximas a una pared había cuatro vitrinas en cuyo interior había infinidad de compuestos químicos; en el centro de la habitación había una camilla, un diván y un gran sillón en una disposición singular; en la pared enfrentada a la ocupada por vitrinas se hallaban jeringas y más instrumental médico sobre bandejas; y justo enfrente de ellos dos, una gran mesa maciza y sobre ella un ordenador con el que trabajaba David. Éste último advirtió la presencia de Victoria y se levantó para saludarla con un vaso en una mano y papeles en la otra.

- Mi colega me ha hablado de ti, me llamo David, y te puedo ayudar con la información que buscas.

- ¿De veras?, os estoy tan agradecida -dijo con voz risueña Victoria.

- Encantados de ayudarte, por cierto, ¿te apetece un refresco? -dijo David ofreciéndola el vaso que llevaba consigo.

- Eh... -titubeó mirando a los hombres- ¡Claro! -dijo con tono forzado, Victoria no quería contrariar de ninguna manera a su benefactor.

Sorbió con timidez el incoloro liquido mientras los hombres la miraban con expectación. El sedante diluido no tardó en afectarla, Victoria se tambaleó, pero antes de perder por completo el conocimiento y el equilibrio Oscar la agarró por la espalda, segundos después se desmayó por completo. Oscar arrastró el inerte cuerpo de la joven hasta el diván donde la recostó; David por su parte preparaba la dosis precisa de la droga, desarrollada en colaboración con Oscar, que les daría acceso al subconsciente de Victoria. Con una mezcla de excitación y nerviosismo David inyectó el compuesto químico en el torrente sanguíneo de Victoria, aguardó un par de minutos para que la droga tuviera efecto.

- Si me oyes, Victoria, contesta "sí" -dijo David para asegurarse.

- Sí -repuso con voz monocorde Victoria.

- Asociarás a Oscar y su colega David con una sensación de gratitud, bienestar y confianza. Repítelo con tus propias palabras, Victoria -dijo David.

- Oscar y su colega David evocan en mí una profunda sensación de gratitud, bienestar y confianza -dijo Victoria interiorizando y grabando las palabras en su subconsciente.

- Progresivamente, desarrollarás una conducta atrevida y sensual, lo cual se traducirá concretamente en un gusto por prendas provocativas y en adoptar una actitud insinuante. Repítelo, Victoria.

- Desarrollaré progresivamente una conducta atrevida y sensual, el gusto por prendas provocativas y adoptaré una actitud insinuante -repitió con voz monocorde Victoria haciendo suyas esas palabras.

- Adquirirás el hábito de fumar tabaco. Repítelo, Victoria.

- Adquiriré la costumbre de fumar tabaco.

David hizo una seña a Oscar, que había estado presente en toda la operación, para llamar su atención. Le llevó hasta un lugar apartado del diván. David explicó a Oscar que por ese día no iba a implantar más "sugerencias" en el subconsciente de Victoria, puesto que podría resultar peligroso para su estabilidad mental. Oscar, desde luego, no podría decirse que estuviera contento con la idea, pero se consoló con el recuerdo de la voz monocorde de la joven. Media hora después Victoria recuperó la consciencia, y aún mareada se puso en pie.

- ¡Cuidado! -advirtió la voz de Oscar a una Victoria que parecía ebría, corrió a ayudarla.

- Reposa un poco más -le sugirió Oscar- Aún no te has recuperado del desmayo.

- ¿Desmayo?, ¿cuánto tiempo? -preguntó sin mucha coherencia Victoria.

- Media hora. Es posible que la causa del desmayo fuera tu leve anemia -insinuó Oscar- Bueno, aquí tienes la información que buscabas -le mostró un fajo de folios.

En un primer momento la explicación de la anemia no había convencido demasiado a Victoria, ella reconocía su delgadez pero no creía padecer anemia, aunque esos pensamientos se diluyeron en cuanto Oscar le entregó la valiosa documentación. Se sentía tan agradecida que toda sombra de duda sobre Oscar y David se desvaneció, alguien tan atento como ellos dos no podían tener más que buenas intenciones hacia ella, así que se tomó en serio su presunta anemia. Más tarde, en el apartamento que compartía con su mejor amiga, Victoria comentó a su amiga lo majos que eran Oscar y David, aunque a éste último apenas lo conociera.

David volvía a pisar los suelos de su antigua universidad, por una buena razón, quería inspeccionar de primera mano los progresos de su "paciente". David no estaba solo, le acompañaba Oscar. Era lunes, habían pasado dos días, y como era temprano ambos fueron a la cafetería a desayunar. No tenían la intención de que Victoria los viese, prefirían observarla con celo científico (al menos David), razón por la cual estaban tensos. Repentinamente, David la reconoció, estaba de espaldas a ellos junto a una máquina expendedora de tabaco. A David se le iluminó la cara.

Allí estaba, sacando tabaco, apenas el domingo había comenzado a fumar y ya parecía estar engachada a aquel hábito que siempre había considerado propio de necios. Justo había comenzado ayer, cuando a hurtadillas robó un cigarrillo a su compañera de piso, simplemente sintió la necesidad de hacerlo. Parecía ilógico, pero algo la forzaba a fumar, era como una adicta sin voluntad. Salió al exterior a fumar un cigarrillo, disponía de tiempo hasta la siguiente clase, la primera calada la tranquilizó; era el cinco de Abril, principios de la primavera y la temperatura era excelente; Victoria paseaba por los jardines anexos al campus universitario, las flores exhibían la plenitud de su belleza pero no eran las únicas que lo hacían. Inconscientemente, Victoria detenía su mirada constantemente en los atuendos más atrevidos así como en sus portadoras, aquella era la más primitiva manifestación del germen implantado por David.

Durante la semana no hubo cambios significativos ni en la apariencia ni en la conducta de Victoria, salvo su nueva adicción al tabaco. Seguia siendo la joven discreta, íntegra y tímida que había sido siempre, no obstante, David sabía que sólo era cuestión de tiempo. Las observaciones de David y Oscar no eran del todo exactas, pero solo podían examinar a nivel superficial los cambios que Victoria experimentaba. A nivel psicológico el germen había empezado a brotar. El miércoles, de esa misma semana, mientras combraba tabaco en un quiosco se vió impelida a comprar una revista de moda en cuyo portada se leía "diez consejos para vestir sexy". Y no fue la única revista de ese tipo que compró, se hizo con cuatro más, a las cuales pronto dedicó más tiempo que a sus propios estudios. Un día, enfrascada en la lectura de una de ellas, se sorprendió imaginándose a sí misma vestida de manera sugerente, pero pronto se autocensuró, ella no se consideraba de esa clase de chicas, "y además, odio ese tipo de revistas repletas de tópicos absurdos" pensó Victoria, arrojó las revistas al suelo. Sin embargo, ese pequeño acto de rebeldía no tuvo continuidad, su subconsciente al fin ganó la partida. El sábado, Victoria se fue de tiendas, deseaba renovar su vestuario.

Pocas esperanzas tenían en aquel día, era el miércoles de la segunda semana posterior al "experimento", y no habían vuelto a ver a Victoria desde la semana pasada. Oscar y David se separaron para buscarla por el campus. David vagaba por los jardines, oteando el inmenso terreno, se dirigió a la biblioteca. Desde la lejanía divisó un pequeño grupo de personas junto a la biblioteca, según se acercaba distinguió que todas eran mujeres y entre ellas distinguió a la amiga de Victoria. "Si su amiga está aquí, Victoria no tardará en aparecer" pensó David y se sentó en un banco cercano a la biblioteca. Se relajó con la suave brisa primaveral y cerró los ojos a la vez que reclinaba la cabeza hacia atrás.

- Disfrutando del buen tiempo, ¿eh? -dijo una voz que le era familiar a David.

- ¡¿Victoria?! -escupió David atónito.

- Claro, ¿no me habrás olvidado?

- No, pero... nada, me tengo que marchar -se despidió David precipitadamente.

- ¡Hasta luego! -gritó Victoria a David viéndole perderse tras la biblioteca.

Una vez que hubo desaparecido el bulto de la entrepierna de David, inmediatamente, contactó por movil con Oscar, tenía que contarle una cosa muy importante. Quedaron frente a la biblioteca.

- Cómo decirlo... ha superado mis expectativas -comentó David con emoción.

- Ya, ya, pero cómo vestía, cómo se comportaba -demandó Oscar con extrema avidez.

- Mira a tu espalda -le indicó David.

Tuvo que frotarse los ojos, literalmente, para comprobar que no era un espejismo, el bombón que bajaba las escaleras de la biblioteca apenas se parecía a la Victoria que Oscar había conocido. Extasiado veía rebotar los pequeños y redondos pechos de la joven en su descenso por las escaleras, curioso que nunca antes Oscar se hubiera fijado en ellos; la blusa escotada que llevaba era sugerente aunque no en exceso, y el ajustado pantalón pitillo le marcaba su verdadero punto fuerte, un redondeado y respingón trasero; su look facial también había cambiado drásticamente, aprovechando sus rasgos aniñados, los había potenciado con un maquillaje agresivo que le daba un aspecto muy sexy; su pelo moreno, otrora lacio y deslucido, lo llevaba rizado en las puntas y liso en las raíces.

- Una semana más y le daremos el retoque final -dijo David para sí, aunque le escuchó Oscar.

- Pero si ya está a punto de caramelo -protestó Oscar.

- Aun mantiene esa mirada cohibida, no ha madurado completamente mi inducción, tranquilo, pronto será tuya.

En el plazo prometido por David, sin duda, la metamorfosis se aceleró. No solo sus vestimentas se volvieron más y más provocativas, sino que su actitud siguió los mismos derroteros. Empezó atrayendo la atención de los chicos de su clase, le divertía calentarles y captar sus miradas con gestos, miradas, palabras en ocasiones. Con el tiempo, hombre que pasaba a su lado hombre al que dedicaba sus lascivas posturas, incluso se había insinuado a un profesor. La fama de Victoria se multiplicó, aunque ella nunca fuese más lejos de la pura provocación, lo cual no pasó inadvertido para su compañera de piso, Lucia.

- No puedo explicármelo, ¿porqué te comportas como una vulgar calientapollas? -le dijo sin reparos Lucia.

- ¿No tendrás envidia porque los chicos me miran a mí y no a ti? -contestó burlescamente Victoria.

- Qué coño de pasa, nunca te habías comportado así, no te reconozco -dijo Lucia con una mueca de asco.

Aunque asistiera regularmente a la universidad, Victoria ya no tenía interés alguno en lo que estudiaba, ahora en su mente sólo bullían pensamientos corrompidos. El viernes veintitrés de Abril, Victoria asistió como cada día a sus clases, pero tal era su aspecto que un profesor la expulsó de clase. Iba vestida con una especie de indumentaria de colegiala, de una talla bastante menor que la suya; la vestimenta consistía en una mínima falda que apenas cubría sus voluminosos glúteos, y en una camisa blanca desabrochada con el propósito de exhibir un indecente escote. Allá por donde iba atraía las miradas de los estudiantes, fenómeno al que contribuía jugando traviesamente con los tirabuzones a juego con sus pintas de colegiala cachonda. Mientras deambulaba por los pasillos, Victoria se topó con Oscar.

- ¡Hola! -saludó con efusividad Victoria abrazando y hundiendo sus pechos en Oscar.

- ¿Qué tal?, ¿no deberías estar en clase? -preguntó Oscar quien no podía apartar la vista del escote de Victoria.

- Bah, me han expulsado de clase, de todos modos me aburría.

- Y que te parece si te llevo a dar una vuelta, tengo el coche justo a la entrada -sugirió Oscar.

- Claro, ¿porque no?

Oscar trataba de poner atención a la carretera, pero en el asiento de copiloto una joven vestida de colegiala se desvivía por llamar su atención hacia sus encantos femeninos. Le estaba excitando sobremanera con los continuos toqueteos a su falda y lo que había debajo de ella. Oscar aguantaba estoicamente, hasta que en un vistazo al retrovisor se topó con la viciosa mirada de Victoria y una sensual mordedura de labios. Su polla iba a estallar, así que en el primer pub que avistó detuvo el vehículo. Invitó a Victoria a unas copas e introdujo en una de ellas un suave narcótico. Con Victoria en un estado semiinconsciente se dirigió al encuentro de David, iba a tener lugar una nueva fase en la reeducación de la joven.

En poco tiempo Oscar apareció con la chica a cuestas, la tumbó sobre la camilla y David procedió a inocularle la droga que abriría su subconsciente. David comprobó que el subconsciente de Victoria estaba preparado y comenzó.

- Sentirás un irrefrenable deseo sexual hacia Oscar y David. Asimismo se convertirán para ti en una especie de guías y seguirás sus consejos sin cuestionártelos jamás, te subordinarás a Oscar y David. Repítelo Victoria.

- Sentiré un irrefrenable deseo sexual hacia Oscar y David, también se convertirán en mis guías y consejeros, me subordinaré a Oscar y David sin cuestionárlos jamás.

- Dejarás de fumar, Victoria. Verbalízalo -ordenó David quien sólo lo había inducido en un principio para comprobar la eficacia de su método.

- Dejaré de fumar.

Había acabado, ni cinco minutos duró. Entonces David ordenó a Oscar que llevara a Victoria hasta su apartamento, le dió instrucciones precisas de que no se aprovechara de Victoria todavia; añadió que cuando Victoria estuviese lista ella misma se encargaría de buscarlos, "no hay que forzar nada, todo surgirá de Victoria" comentó David a Oscar. En pocos días Victoria estaría a su disposición por plena voluntad suya.

Esa misma noche, unos extraños ruidos despertaron a Lucía, la compañera de piso de Victoria. Tales ruidos provenían de la habitación contigua a la suya, es decir, de la habitación de Victoria. Lucía, curiosa, abrió la puerta que conducía a la habitación de Victoria. En ese instante descubrió el origen de los ruidos. Completamente desnuda, Victoria yacía en su cama, aunque no descansaba precisamente; el leve jadeo que había despertado a Lucía había aumentado de intensidad hasta convertirse en los gemidos de placer que, en esos momentos, profería Victoria; gemidos avivados por la estimulación sexual en la que Victoria se estaba recreando, recorriendo y acariciando sus pequeños pechos, estimulando sus pezones, luego bajando hasta su húmedo y excitado sexo, deshaciéndose en el proceso de las braguitas, que impedían introducir sus revoltosos dedos en el interior de su chorreante vulva, y frotando más y más y más, hasta estremecerse y embriagarse de placer. Todo ello lo pudo observar con una mezcla de excitación y pavor su compañera Lucía, que además escuchó con claridad, en el momento del clímax, los nombres de Oscar y David.