miprimita.com

El arma en la mano

en Confesiones

Recuerdo con los ojos cerrados mis tiempos viriles y a través de imágenes etéreas deseó llegar a la masturbación, por no tener en quien derramarme

Paseaba nervioso por la habitación, sin saber que hacer y por un momento pensé en fumarme un cigarrillo estimulante para provocar algo en mi órgano flácido, debido a una impotencia de más de 10 años.

La desesperación era muy grande, no sabia a que atribuir esa sensación…

Era tal el nerviosismo que empecé a sudar y opté por desvestirse y meterme a la regadera para darme un baño de agua fría.

Abrí la regadera y dejé correr el agua, hasta que sentí agradable como corría el líquido por mi cuerpo y eso me calmó sobre manera…

Salí del baño y encendí el televisor. Antes de recostarse en la cama, mientras sentía la brisa del aire acondicionado que me dio tranquilidad y por un momento me alejó del estado de ansiedad y nerviosismo que había tenido minutos antes.

Tomé el control remoto del televisor y cambié de canal, y pude ordenar una película erótica.

Al momento de ver la película mis ojos no podían dar crédito, me veía yo en la tele.

Eso me animó más a ver que lo que el actor hacía con la dama que tenía en su habitación, era exactamente lo mismo que yo hacía en mis mejores tiempos y que ahora estaba en la mejor disposición de volver a vivirlos.


Al momento vi como la pareja de actores estaban en el interior del baño y él se colocaba por atrás para besarla apasionadamente. La mujer no se resistía a la caricia y volteaba el rostro para darle un beso en la boca Mientras él con sus manos recorría ese cuerpo, lleno de tentación. La escena lo estaba poniendo caliente.

Cerré los ojos para sentir la escena en mi mente. Ya sabía lo que seguía. Empecé a sudar de nuevo.


Algo instintivo me hizo meter mi mano debajo del calzoncillo, sintiendo, para mi sorpresa como poco a poco mi pene se erectaba, incluso mis testículos estaban más hinchados, que de costumbre.

Estaba llegando a tal grado de excitación. La pareja seguía entregada al placer y aunque la escena no era clara, advertía que el hombre había penetrado por atrás a la mujer y sus movimientos manifestaban el erotismo que imprimían los actores para cumplir con el papel encomendado y que, sin duda, provocaban el éxtasis y el clímax de excitación en quienes estuvieran viendo la película.


Seguí acariciando mi pene. Lo sentí como en los viejos tiempos, un miembro viril del cual se sentía orgulloso ya que rebasaba las 10 pulgadas y era grueso. Comencé a masajearlo con movimientos de arriba hacia abajo. De pronto detuve la acción.

Enseguida me sentí mal por lo ocurrido… A mi edad, pegándole a los 53 años, parecía un adolescente.

Una masturbación para mí no tenía sentido, porque esa película, pese a ser excitante, mas bien invitaba al coito con una mujer y esa era mi ilusión, mi ansiedad, mi necesidad desde hace mucho tiempo.


Mi mente voló lejos y recordé mis tiempos de que daba placer y mi ilusión era que también lo recibiera.

Vi a una mujer morena, de otro país que se acercaba a mí. La mujer me daba pequeños besos en la boca. Sostiene mis manos, para que no interrumpa su sensualidad.

Baja lentamente. Me prende de mis pezones. Me los lame. Juega con los pocos vellos de mi pecho.

Sigue besando cada poro de mi cuerpo

Llega hasta mis pies y recorre de regreso hasta mi pelo.

Llega a mis oídos, mete su lengua muy suavemente.

Se me enchina el cuerpo.

Mordisquea el lóbulo de cada una de mis orejas.

Comienza de nuevo por mi cuello, masajea suavemente con sus labios y sus manos toda mi espalda. Y baja por la columna vertebral.

Baja con su lengua hasta mi culito. Me pone en cuatro y me saborea con su lengua y con una mano juega con mis testículos.

Con uno de sus dedos me penetra y con su boca busca mi pene.

Se quedó un tiempo lamiendo mi órgano sin succionarlo. Sabía que si lo hacía reventaría en ella. Pero quería que aguantara más.

Se acomodó para besarnos apasionadamente y ambos disfrutamos el ósculo, donde nuestras lenguas frenéticas y salvajes se entrelazaban como para arrancarse.

Empecé a jugar con sus pezones, los cuales se pusieron duros y los chupe con mi boca, para probar el dulce néctar. Pero esa caricia solo arrancaba gemidos de placer en ella. Bajé hasta su ombligo. Por varios minutos jugueteaba en ese lugar y le hacia vibrar y la humedad llenaba de inmediato su monte de Venus… Para que retener ese placer.

Seguí en la exploración hasta bajar el rostro y meterme entre sus piernas. Por un momento respiré hondamente, quería disfrutar ese aroma agridulce que ella despedía.


Acerqué mi boca y saqué mi lengua, comencé a lamer despacio, suavemente hasta que logré tocar con mis labios el botón del placer, y lo sujeté con mis labios, para besarlo y posteriormente darle varios lenguetazos que provocaron en ella una explosión.

Una sacudida estremeció el cuerpo de ella y poco a poco fue aflojando el cuerpo, había tenido un potente orgasmo que lleno mi cara de sus flujos vaginales.

Tras reponerse de ese potente orgasmo… Ella buscó de nuevo m miembro y lo cogió con la mano. La suavidad de esa mano me estremeció y dejé hacer lo que ella quisiera.

Ella recorría mi pene y le gustaba tomarlo y recorrerlo una, dos, tres… varias veces porque sabía que me proporcionaba placer.

Con la lengua recorrió el glande. Logró meterlo más en su boca y alzo los ojos para ver como sentía.

Ella sacó el pene de mi boca y musitó, las siguientes palabras:

- Amor, dámela, quiero ser tuya…

No hubo necesidad de más palabras, entendí el mensaje y acomodamos nuestros cuerpos de tal forma que la penetré por la vagina con tanta suavidad. Ella sólo fue acomodando su vulva y sintió cuando mis testículos golpeaban sus glúteos. En un mete y saca, donde a veces ambos cuerpos imprimían algo de velocidad. Ella comenzó a gemir más fuerte y le pedí:

- Amor, los dos juntos. Por favor…

Los dos llegamos a un clímax profundo y derramé mi líquido seminal. Ella por su parte tuvo un orgasmo. Sus jugos vaginales se confundieron con mi semen por lo que sintió como se derramaba. Incluso cerró sus piernas para que no escapara nada de esos fluidos.

En mi mente la imagen de la televisión empezó a desvanecerse Y al abrir los ojos, miré hacia abajo y mis manos estaban entre mis piernas sujetando mi flácido pene.

La televisión estaba encendida… Pero en la pantalla se exhibía otra película… Eran las 2 de la mañana. No sabía si me había masturbado, pensando en la morenita foranea. Lo que si pude percibir de inmediato que tenía una completa tranquilidad y solo me dispuse a dormir.

 

¿Quieres ser la morenita de mi sueño? Escríbeme pronto: laga1954@hotmail.com