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¿La mejor mamada de mi vida?

en Sexo Oral

¿La mejor mamada de mi vida?

¡Hola! Este es mi primer relato, basado en las vivencias de un amigo mío, Pedro "El Programador", como yo le digo, Le dedico este relato a "Lilien", por haberme animado a escribir. Espero que les guste.

De nuevo había sobrevivido a un estresante y atareado fin de semana, sin embargo era sábado y ahí me encontraba, de nuevo en la oficina, tratando de rescatar la planificación del proyecto poniéndome al día con el desarrollo de esos malditos formularios. Era típico de mi estar haciendo tiempo extra sin paga en el trabajo, supongo que es lo más común en los programadores de sistemas de información que somos adictos al trabajo. Bueno realmente eso de la adicción al trabajo era más bien una excusa para mi, ya que esencialmente utilizaba el trabajo para escaparme de casa y alejarme lo más que pudiera de la rutina del hogar que era aún peor a la rutina de estar de nuevo trabajando un sábado por la tarde.

Mi nombre es Pedro y siempre me he considerado un hombre fuera de lo común y no por el hecho de sobresalir en cosas de las que pueda sentirme orgulloso, al contrario, mi temple apagado y poco aventurero han sido siempre mi sello de presentación. Mi físico no es exactamente el de un Adonis, pero he de confesar que cuando tenía 20 años le resultaba bastante atractivo a las chicas. Desde que me casé y me "amargué" con mi profesión, lo único con lo que me quedé fue con mi escasa personalidad, mis canas, mi principio de calvicie y mi barriga cervecera. De un metro ochenta de estatura, con 30 años encima y con un carácter aparentemente apático a todo lo que me rodeaba, podría decirse que había llegado a una insatisfactoria mitad de mi vida.

Luego de quedar un poco satisfecho con el avance que logré, me di cuenta que afuera ya había obscurecido, sabiendo que aún no tenía deseos de regresar a casa, decidí conectarme a una popular sala de chat, frecuentada principalmente por adolescentes y uno que otro viejo rabo verde. Varias veces había salido desilusionado y molesto de esa sala por no encontrar a ninguna persona interesante con quien conversar, además de que también ya varias veces me había prometido a mi mismo, no volver a entrar a esa sala de niños tontos. Detestaba a la gente ridícula que atascaba de dibujitos y tonterías la ventana pública, eran ya toda una subcultura de retrasados mentales. Como cualquier vicioso sin verdaderos deseos de rehabilitarse, me conecté de nuevo a la sala de chat, supongo que porque prefería correr el riesgo de enfadarme de nuevo a regresar a casa para terminar de lamentarme por la pérdida del sábado.

Pasaron unos 15 minutos y la historia se repetía, ningún nick femenino respondía a mis solicitudes de chat privado, hasta que al final de cuentas me respondió alguien con el nick de Paola. En un intercambio rápido de saludos y preguntas, lo que capté de inmediato, es que tenía 33 años, era psicóloga y estaba divorciada. Cuando pregunté por el tiempo que había durado casada, me asusté al sorprenderme que lo había estado por más años de lo que llevaba mi matrimonio. En el momento en que le pregunté de las razones por las que se había divorciado no me extrañó para nada que se había tratado de un caso de infidelidad por parte de su ex-marido. ¿Qué raro? Pensé sarcásticamente, ya que en cualquier parte del mundo algo así se considera tan común como contraer un resfriado. Queriendo hurgar un poco más en la privada vida de Paola y pensativo por el estado actual de mi relación marital, le pregunté sobre que consejos podía darme para "conservar" la chispa en mi matrimonio y evitar en él un destino similar al matrimonio de ella. En ese momento me sorprendí ya que descubrí que Paola, era una mujer muy intensa con un sentido sexual muy desarrollado.

-Llévale flores-

-Dile constantemente que la quieres- me decía.

-Bésala en el cuello, en los senos-

-Desnúdala con los dientes-

-Apriétale las nalgas-

-¡Wow! ¡Para!- le supliqué

-Con todo lo que me estás diciendo, me estás excitando-

-Yo también- me confesó ella.

-Y con gusto me quitaría esa calentura contigo amigo, pero estás casado- concluyó.

Después de que la charla se centró en lo sexual, realmente me sentí identificado con Paola. Mi matrimonio se había tornado muy monótono y desde siempre añoré estar con una mujer tan fogosa como ella. Mi esposa no era así, nunca la había sentido así desde el principio. Súbitamente, me encontraba nervioso, ilusionado. Tuve esa sensación extraña que sucede a veces, cuando uno empieza a charlar con alguien por primera vez y siente como si ya lo conociera de mucho tiempo antes. Al darme cuenta que ya era bastante tarde, me despedí de ella, no sin antes pedirle que intercambiamos direcciones de correo, para estar en contacto ya no que no había ninguna duda de que nos habíamos agradado mutuamente.

El lunes siguiente, me encontré con una grata sorpresa al ver que Paola me había escrito. Me decía que estaba muy intrigada por mi y que la había dejado pensativa. -¿Pensativa? Espero que eso sea un sinónimo de caliente- Pensé dentro de mí. En el texto del mensaje había incluido su número de celular, a lo cual no le puse atención, ya que no quería caer en una infidelidad con una mujer que apenas había conocido en un chat.

En los siguientes días, nos seguimos contactando más y más. Un día por la noche nuestras conversaciones subidas de tono nos llevaron a tener una sesión de cibersexo riquísima, bueno al menos lo fue para ella, ya que yo me encontraba en la oficina y con un par de malditos rezagados adictos al trabajo. Mientras que ella se dio la masturbada de su vida, yo me quedé con una gran erección atrapada en el pantalón que más tarde me repercutió en un tremendo dolor de huevos. Lo importante de esa sesión fue mis sospechas sobre la fogosidad de Paola resultaban inocentes comparadas con la forma en que realmente era. Mientras que yo le describía la forma en que le haría el amor refiriéndome a ella como "linda", en un momento me reclamó y me dijo:

-No me digas, linda .. ¡Llámame puta!-.

En mi cabeza quedaron grabadas esas magníficas expresiones. Recuerdo que mientras iba avanzando en mi narración erótica, ella reforzaba con agrado mis comentarios con frases como

-Si papi, soy tu puta- .

Y varias veces me interrumpió con la frase

-¡Quiero mamarte!-.

La tentación era demasiado grande, había tenido cibersexo muchas veces antes, pero nunca algo se había tornado tan intenso, ni había estimulado tanto mi imaginación como las sesiones que se dieron con Paola en los siguientes días. Intercambiamos fotos, pero la que ella me envió, solo era una foto de cuerpo. No se miraba nada de la cabeza. Ese misterio me hizo desearla aún más, ya que el cuerpo de la foto se veía esbelto y atractivo. Ella me rogaba que la llamara a su celular, me decía que se moría por escuchar mi voz, mientras que yo se lo negaba por el miedo a cometer una estupidez y porque también me sentía poderoso por el hecho de que una mujer se me insinuara y me rogara por mi atención. Era la forma más conveniente de reforzar mi decadente autoestima.

La insistencia de Paola tuvo frutos en mí, y por fin me decidí a llamarla. Nuestra primera conversación fue mágica. Tenía una voz que revelaba la fuerza que había en su personalidad. Me trataba con mimos, me llenaba con sus frases de cariño. No me podía creer lo mucho que yo le agradaba.

Bastaron un par de conversaciones telefónicas más, para que "al fin" me convenciera de que nos conociéramos en persona. Me tocaría recibir un curso técnico por la madrugada en un par de días, en un edificio cercano a la clínica de ella y el receso de dicho curso, coincidía con el horario libre de ella y juntos concretamos todo como un gran plan maquiavélico.

La noche anterior a la cita, me constó mucho conciliar el sueño, no podía predecir lo que sucedería el día siguiente. Por la mañana me desperté normalmente, desayuné con mi esposa tratando de mantenerme 100% concentrado en todo lo que hablaba con ella. No podía arriesgarme a verme sospechoso, ni como un infiel potencial. Al salir al curso, los nervios ya se habían apoderado por completo de mi, pensaba en todas las miles de posibilidades de cosas que podrían suceder. Sentía que me dirigía a asaltar un banco o a amenazar de muerte a alguien. Conduciendo mi automóvil como robot, llegué sorpresiva mente temprano al edificio donde sería el curso. Subí por el aparcadero techado hasta llegar al cuarto nivel. Habíamos quedado con Paola de que ella pasaría a recogerme por el pasillo del tercer nivel, así que me dirigí a las oficinas donde se impartiría el curso, saludé a mis compañeros y empecé a recibir la cátedra con mi cabeza concentrada en otra galaxia.

Mientras estaba en la clase, solo podía pensar en lo que pasaría al momento del receso además de que trataba de imaginar como serían la cabeza y el rostro que estarían sobre el cuerpo de Paola. Cuando finalmente llegó el tan esperado receso, me dirigí corriendo al lugar acordado y empecé a caminar de lado a lado, ansioso, como un tigre enjaulado. Mi celular sonó y al contestar, luego de un saludo cariñoso, Paola me indicó que en ese momento estaba ingresando al aparcadero del edificio, ya previamente habíamos hablado de como era su vehículo y ella ya me conocía por la fotografía que le había enviado, por lo tanto no había tanto riesgo de que me subiera al automóvil de una extraña que me bajara histérica a bolsazos del auto. Finalmente una lujosa camioneta gris se detuvo frente al pasillo y luego de dudar el último instante, y al ver una silueta detrás del polarizado suave de la ventana, que me sonreía saludando, me subí al auto.

-Hola.... ¿Paola verdad?-

-Si, hola precioso, al fin tengo el gusto de conocerte-

Su rostro no era lo que esperaba, tenía el pelo corto, castaño, ojos pequeños pero profundos de un color verde obscuro. Estaba tan obsesionado con ver el rostro de Paola, que a penas si noté más detalles, mientras ella se aparcaba en un sitio "estratégico". Cuando se detuvo se volteó a verme sonriente y yo de nuevo empecé a inspeccionar su rostro, en conjunto me pareció bello y agradable. Empezamos a hablar de sobre lo mucho que nos había costado decidirnos para que llegara ese momento conocernos y empezamos a repasar cosas íntimas de las habíamos conversado en nuestras sesiones de chat. En un determinado momento, en el que mis ideas preconcebidas de lo que sería la reunión se apoderaron de mi, descaradamente la abracé sin chistar y le planté un tremendo beso que interrumpió la palabra que Paola estaba pronunciando en ese momento, le hundí mi lengua en lo más profundo de su boca, como queriendo llegar hasta su garganta. Ella reaccionó afirmativamente haciendo un ligero pujido y empezó a retorcer su lengua desesperada mente con la mía. Nuestras lenguas se trenzaron como dos serpientes apareándose.

-¡Wow! ¡Qué rico! - me dijo en el momento en que nos soltamos.

-Me ahorraste un gran dilema Pedro, desde que te vi entrar a mi auto, me dije a misma que tenía que inventarme algo para poder besarte, que bueno que te animaste a hacerlo-

-Perdona le dije, simplemente tomé la decisión y se apoderó de … ¡Mmmh!- No me dejó terminar la frase, ya que de nuevo su boca ahogaba la mía en un beso profundo.

Luego de varios minutos dándonos tremendos besos y abrazos, me confesó que se sentía un poco culpable de lo que estaba haciendo. Yo le respondí haciéndole énfasis en que no se preocupara, que era culpa mía y que yo no me arrepentía, porque a pesar de estar casado, tenía años de no sentir tanta emoción en un beso. No pasó ni un minuto, cuando de nuevo nuestras lenguas jugueteaban con deseo. Esta vez los besos se empezaron a acompañar de caricias descaradas. Le apreté las nalgas, primero por encima de la ropa y luego mis manos se deslizaron dentro de su pantalón y de su ropa interior. Cuando sentí la piel de su culo, me sorprendí por la gran dimensión de las nalgas que tenía en mis manos. Busqué sus senos, primero con mis manos y un par de minutos después con mi boca, levantándole la blusa. No me encontré con un par de senos grandes, pero si con unos pezones largos y bien paraditos. Necesitaba sentir más, tenía que hacer que el riesgo que estaba viviendo valiera más la pena, por lo que empecé a desabotonar el pantalón de Paola, mientras que ella asustada me pregunto: -¿Qué estás haciendo? Si el guardia del aparcadero nos ve, la vamos a pasar mal- me dijo. -Tranquila- le respondí. -Solo quiero hacerte sentir en el cielo- terminé de decirle, mientras mis dedos se deslizaron a su vagina, que ya estaba húmeda por la excitación. Empecé a acariciarle los labios íntimos en toda su extensión, haciendo pausas con mi dedo medio en su clítoris, frotándoselo de manera suave y circular.

No dejaba de besar los labios y senos de Paola mientras que mi mano se regocijaba con su deliciosa vagina que se humedecía cada vez más y más. Ella abría más sus piernas para dejar que mis dedos se filtraran mejor dentro de ella. De pronto observé su rostro y me la encontré con una expresión fruncida de gusto, con los ojos cerrados, jadeando como posesa. Recordando los (hasta en ese entonces para mí) excéntricos gustos de Paola, empecé a susurrarle al oído cosas como: -¿Te gusta puta?-, - ¿Era eso lo que querías?-. Las frases obscenas produjeron que Paola estirara sus piernas, contrayendo su entrepierna, al mismo tiempo que empezó a dar unos tremendos gemidos que se ahogaron en un gruñido astral que ponían en evidencia el deliciosísimo orgasmo que estaba sintiendo. Yo estaba sorprendido, jamás en mi vida había visto a una mujer disfrutando tanto de un orgasmo, temí que el guardia del aparcadero hubiera escuchado aún con los vidrios cerrados aquellos gritos tan estruendosos de placer. Paola tomó mi mano y la retiró de su vagina, con lo cual supe que ya no soportaba más estimulación, se relajó un poco y se quedó recostada en el asiento del carro con la respiración agitada.

Yo había quedado muy excitado, mi pene estaba exageradamente erecto y húmedo de la punta. Observé mi reloj y quedé sorprendido de que faltaban a penas un par de minutos para que se venciera el receso del curso. Con la intención de que ella me "pagara" el favor lo antes posible, me acerqué cariñosa mente y le pregunté si le habían gustado mis caricias. Ella repentinamente empezó a abotonarse el pantalón y a arreglarse la ropa, especialmente la blusa y el brasiere. Cuando arqueó su espalda para acomodarse la blusa de manga larga que llevaba puesta, no pude evitar observar su vientre y noté que tenía un abdomen perfecto. Recordé el hecho de que ella me había comentado que era madre de dos hijos, por lo tanto la belleza de ese abdomen me pareció doblemente sorprendente. Instintivamente empecé a acariciarle el estómago, pero antes tomé una de sus manos y la puse en mi pene diciéndole -Mira como me dejaste-. Sus ojos se iluminaron de lujuria. Sabía que en ese momento un deseo incontrolable se había apoderado de ella, había alcanzado un punto sin retorno.

Impulsiva mente Paola desabotonó mi pantalón y me bajó el cierre, sacó mi pene y empezó a agitármelo con suavidad. Me empecé a preparar mentalmente para recibir la paja de mi vida, degustando de la habilidad con la que me lo estaban frotando, cuando de pronto Paola empezó a inclinarse hacia mi entrepierna Eso interrumpió de golpe mi letargo lujurioso, ya que siempre he sido temeroso de los peligros del sexo casual, pensaba en que me iban a hacer sexo oral y que no tenía un condón y del susto solo alcance a preguntarle a Paola - ¿Qué estás haciendo?- . Todas las inhibiciones, complejos y preocupaciones que había acumulado durante toda mi vida, se esfumaron de mi mente en el momento en que sentí la boca ardiente de Paola apoderarse de mi pene. Empezó a chupar y a frotar con su lengua mi glande con una cadencia majestuosa. Como reflejo a la magnífica sensación que se apoderó en ese momento de mi cuerpo pensando en voz alta dije -¡Trágatelo!- . Tal fue mi sorpresa que Paola obedientemente al comentario que escuchó, engulló por completo mi pene. Y empezó a mamármelo maravillosamente, me hacía retorcerme de placer. Como reflejo observe hacia abajo y vi que se lo notaba la separación de sus nalgas en la orilla de los pantalones, por lo que aproveché para meter mis dedos en ese espacio, tratando de alcanzarle el culo o la vagina, a manera de recompensarla por las sensaciones tan ricas que me estaba haciendo experimentar, pero ella estaba tan concentrada en mi verga, que creo que jamás lo notó.

Paola chupaba, masturbaba y lamía mi verga con deleite, hubo un momento en que empezó a succionarme el glande con demasiado ahínco que la estimulación se tornó un poco dolorosa. Se lo hice ver pero a ella no le importó, estaba completamente dedicada a la mamada que me estaba haciendo, daba la impresión que ella la estaba disfrutando más haciéndola que yo recibiéndola. Paola se tragaba por completo mi pene en cada movimiento con dirección hacia abajo de su cabeza. Sentí de pronto que todo mi cuerpo empezó a tensarse, anunciando a que estaba punto de venirme. Acostumbrado a las comunes y corrientes mamadas de mi esposa y con la idea programada de que a ella no le gusta que me corra en su boca, le anuncié a Paola que me iba a venir, pero ella reaccionó al contrario de lo que yo estaba acostumbrado, comenzó a aligerar el ritmo y la intensidad de su mamada, desesperado le grité -¡Me voy a venir en tu boca!- . Acabada de pronunciar la frase, cuando empecé a eyacular de la forma más deliciosa de mi vida. Sentía como de mi pene salían grandes cantidades de semen en comparación a cualquier otra eyaculación que hubiera tenido antes. Paola chupaba con esmero todo lo que salía de mi pene, sin derramar una sola gota, no se detuvo en ningún momento hasta que mi erección empezó a disolverse.

Cuando se levantó, tenía una expresión de éxtasis en su rostro, inclinó su cabeza hacia atrás en la que claramente hizo un gesto de que se terminaba de tragar con fuerza, los restos de mi eyaculación en su boca. Yo estaba boquiabierto por lo que acababa de suceder, volteé a ver mi pene y estaba reluciente de limpio. Paola me miró con sus ojos verdes penetrantes y con una sonrisa de boca cerrada que daba la impresión que estaba orgullosa de lo que me había hecho y que a la vez le resultaba graciosa mi expresión de sorpresa.

-Nunca me la habían mamado así- le dije

-Perdona si te lastimé -, me dijo - Cuanto tengas chance ve a revisártela al baño- concluyó.

Nos invadió un breve silencio, yo ni quise ver el reloj, porque estaba seguro que ya había pasado bastante tiempo de que el receso se había terminado. Continuamos conversando de varias cosas. Esta mujer acababa de dejar una marca imborrable en mi vida y yo no podía creer en lo que había visto y sentido. Casi nos poníamos de acuerdo en ir a un motel o algo similar, desafortunada mente la conciencia ya había regresado a mi cabeza, así que decidimos dejarlo para otra ocasión.

Paola bajó del auto y entró al centro comercial en busca de un par de cafés, cuando se bajó del auto me asomé a la ventana para verla de espaldas y para medir con la vista lo que había sentido hacía unos minutos con mis manos. Tenía un trasero de campeonato, firme, redondo, perfecto y delicioso.

Regresó rápidamente, bebimos el café y la conversación se tornó muy normal y amena. como de un par de amigos de toda la vida sin la mayor tensión sexual entre ellos. De pronto sonó el celular de ella, y eso la hizo entrar en razón de que debía retirarse. Tristemente empezamos a despedirnos, como dos enamorados. Por mi cabeza pasaron tantas cosas y preso del miedo a no volver a sentirme igual a ese día le dije: -Antes de que te retires, me gustaría hacerte una petición-. Ella puso una cara de extrañada como preguntándose de qué podría tratarse lo que le insinuaba.

-¡Quiero que la mames otra vez!- le dije.

Fue increíble, nunca en mi vida, había tenido fuerzas para tener una segunda eyaculación en un tiempo no menor de una hora. Quizás no habían pasado ni 15 minutos y Paola, de nuevo con esa mirada de posesa, sin pensarlo se inclinó otra vez, erectándome el pene en segundos con su boca y me volvió a dar otra señora mamada igual o quizás hasta mejor que la anterior, sin derramar de nuevo ni una sola gota de semen.

¡Estaba extasiado! Con prisa y con una felicidad indescriptible, me despedí de Paola con un beso, quien se quedó mirándome sin decir palabra con una expresión mezcla de tristeza y ternura. Afortunadamente logré llegar a los últimos minutos del curso y minutos más tarde mis nalgas y mi pene se resentían un poco del tremendo par de mamadas que mi amante me había dado. La sensación no me molestaba, al contrario me recordaba a cada momento de la fabulosa experiencia. Recuerdo que aún en el baño del trabajo me masturbé un par de veces esa misma tarde recordando lo que viví en ese aparcadero.

Creí que esa había sido la mejor mamada que había recibido en mi vida, pero futuros encuentros con Paola me demostraron lo contrario. Encuentros que trataré de relatar en otras oportunidades.

Éxitos para todos.