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¿La mejor mamada de mi vida? (2)

en Sexo Oral

¿La mejor mamada de mi vida? (2)

Un saludo muy cordial a todos, esta es la segunda parte del relato "¿La mejor mamada de mi vida?" el cual pueden leer en http://www.todorelatos.com/relato/61827/. Espero que esta segunda parte sea de su agrado.

Siempre he sido un hombre que se siente a salvo con la rutina, me refugio en ella, no me gustan las sorpresas, por lo que siempre trato de tener todo en orden. Paola había venido a darle la vuelta a todo, estremecía todos mis sentidos. Lo primero que aprendí de mi experiencia con ella, fue que al haberme sacado de mi adorada rutina, me había hecho sentir "realmente" vivo. Irónico; Por mucho tiempo pensé que el tener todo en orden en mis relaciones y en el trabajo era lo que aseguraba mi calidad de vida, sin darme cuenta que dichas preocupaciones lo que realmente habían logrado era haberme hecho olvidar que estaba vivo.

Había pasado una semana desde aquel maravilloso día del encuentro en el aparcadero entre Paola y yo, nuestra relación había continuado únicamente por chat y por teléfono. Mientras más la iba descubriendo, menos podía creer lo especial que era. La percibía como una mujer trabajadora, muy pero muy inteligente, suelta para hablar, risueña y extremadamente caliente. Era la mujer con mayor estabilidad emocional que había conocido en mi vida, entre sus características y gustos me imaginaba que tener una relación formal con ella, sería como tener dos novias al mismo tiempo: Una intelectual y carismática mujer que se ganaría la admiración de todos en cualquier reunión social de alta sociedad y una estrella porno con una sensualidad extrema, con disposición a hacer "de todo" en la intimidad.

El dilema más grande que Paola y yo enfrentábamos, era el hecho de que ella quería que tuviéramos sexo a flor de piel, haciendo especial énfasis en que lo deseaba "sin protección", esto en palabras de ella era -¡Quiero sentir tu verga rica dentro de mi Papi, para que me llenes de tu leche!- Pero mi estúpido código moral (si es que tal cosa existía dentro de mi, luego de lo que había hecho) me impedía llegar a ese paso, era algo irresponsable, era algo "demasiado" infiel. Cuando Paola notaba mi conflicto, como una buena psicóloga me abordaba reforzando las otras actividades que ya habíamos experimentado, diciendo cosas como: -¡Papi! ¡Quiero mamarte esa verga rica que tienes y tomarme toda la mielita que le sale! Me imagino que su objetivo era ayudarme a que me "curara" de mi aflicción moral, paso a paso. Era lógico que mamar era el vicio más grande que Paola tenía.

Convenciéndome de que me escapara ese mismo día al menos una hora del trabajo, me dirigí al Jefe de Desarrollo del Departamento de Informática con una cara de víctima, poniendo al descubierto todas mis cualidades de actor, inventándome una historia de un trámite urgente que tenía que concretar con el título de propiedad de mi automóvil y otro montón de viles mentiras que en este momento no me recuerdo. Me preguntaba -¿Como es posible que esta creatividad no me sale a la hora de programar?- El Jefe aceptó de mala gana, molesto por el hecho de que no le había avisado sobre mi "problema" con anticipación como para haber podido planificar el permiso. En fin, el viejo rabo verde con todo y su falsa seriedad se tragó la mentira. Me imaginé por la reputación que éste tenía, que daría lo que fuera por estar en mi lugar. Pero el afortunado en esta ocasión sería yo.

Con dos minutos de retrazo, Paola pasó a recogerme a una cuadra de mi sitio de trabajo en su lujosa camioneta gris. ¡Ah! Adoraba lo espaciosa que era esa camioneta. Luego de ingresar a su vehículo saludándola únicamente con la voz, me senté con la vista hacia adelante y me puse el cinturón. -¡Pero que seriedad!- Dijo Paola con su sonrisa reluciente -¡Estoy nervioso! ¡Tu me pones así!- le respondí, poniendo mi mano sobre su muslo y volteándola a ver directamente a sus pequeños y seductores ojos verdes. Era en serio que estaba nervioso, de nuevo estaba en una situación que desmoronaba mi rutina, eso combinado con el estilo acelerado e intrépido de Paola para conducir, hacían que mi pobre corazón palpitara más en esos minutos que lo que había palpitado en toda la semana.

Fue difícil encontrar un sitio adecuado por donde estacionarnos, ya que por transitar en un área comercial, en cualquier lado merodeaba mucha gente. Finalmente nos ubicamos en un callejón estrecho al final de una larga fila de automóviles aparcados. Era obvio que tratábamos de tener intimidad para hacer más de alguna travesura.

Esta vez si me dí tiempo para observarla, Paola llevaba puesto un pantalón de vestir de color gris que se le tallaba muy bien, resaltaba sus bien formados muslos, al igual que su cintura diminuta y su cadera un poco ancha. Para combinar el pantalón traía una blusa blanca de manga corta, de botones. Era una lástima que desde el asiento del copiloto no había un ángulo propicio para ver su delicioso trasero, sin duda mi parte favorita de su cuerpo. Le hice ver mi inquietud y para mi sorpresa, Paola muy complaciente se bajó de la camioneta, dejando la puerta abierta, quedándose parada al lado de ella, de dándome la espalda, modelándome su precioso trasero. Giraba con mucha naturalidad simulando que estaba tratando de ubicar a alguien a lo lejos, mientras yo disfrutaba de cada ángulo que podía apreciar de esa joya anatómica, especialmente cuando tenía oportunidad de ver la pronunciada curva que se le hacía de perfil.

Sonriente por su ocurrencia, Paola regresó a la camioneta y se hizo una cola de macho en el pelo ya que había mucho calor, segundos después, deseoso de ella, empecé a besarla con desesperación. Sus labios se sentían muy suaves acariciando los míos, ahora que era la segunda vez que la besaba, ponía más atención a todos los detalles y sensaciones, quería disfrutarla al máximo. Nuestras lenguas se enrollaban con mucha naturalidad y deseo, experimentábamos ese tipo de besos de los que uno disfruta por horas. Me encantaba escucharla gemir con la boca ocupada como señal de aprobación a mis besos. Desabotoné su blusa con frenesí, mientras pasaba mi lengua caliente por su cuello, bajando hacia su pecho, mientras ella me abrazaba la cabeza y la nuca halándome para sentir mi boca sobre toda su piel. Levanté las copas de su sostén y a pesar que sus diminutos senos no combinaban con el resto de su anatomía, mi lengua fue generosa con sus pezones. -Papi me vuelves loca- dijo Paola, su comentario hizo que se ganara un nuevo profundo beso en la boca, al sentir sus labios y su lengua junto a mi boca empecé a desear y a imaginarme la rica sensación de las caricias de esos órganos, pero trasladadas a la piel de mi pene, así que cuando me dio chance que respirar le susurré -Quiero que me vuelvas a mamar la verga, más rico que la última vez, te quiero ver convertida en una puta con mi verga-. Un tremendo gemido de excitación salió de su boca, ya estaba aprendiendo cuales eran los botones que había que presionar para que Paola reaccionara, sin embargo a pesar de la excitación que la envolvía, se portó dudosa de hacerlo, su sorpresiva resistencia solo logró excitarme más.

Envolviendo a mi amante en un gran abrazo, llevé mis manos hasta sus nalgas, previamente le había desabotonado el pantalón por delante ya que quería desnudarle el culo. Después de darle un morboso apretón, empecé a bajarle un poco el pantalón por detrás y me di cuenta que tenía puesto un tanga de hilo dental celeste. Fue todo un placer deslizar mis dedos entre esa prenda y su piel, eso provocó que el beso que nos estábamos dando se intensificara en ese momento. Descubrí que la resistencia de Paola se debía a que temía que nos descubrieran, ya que a pesar de que el polarizado de la camioneta nos protegía, por el vidrio de adelante era fácil que cualquiera se diera cuenta de nuestro numerito de inicio de escena porno. Le pregunté a Paola por un "tapa-sol", ella sin estar completamente segura si llevaba uno, se dirigió al asiento de atrás, se embrocó sobre los asientos traseros para buscar detrás de los mismos, la posición que tomó me dio la impresión de que estaba en cuatro, lista para ser poseída en la famosa pose del perrito. Pegué un salto hacia los asientos de atrás y tomé su culo con mis dos manos, se lo apreté con fuerza, luego la abracé de la cintura y pegué mi entrepierna a su trasero, yo estaba con los pantalones puestos, pero era excitante, sentir esas nalgas pegadas a mi pelvis sobre la ropa, empecé a golpear sus nalgas con mi pubis, como haciendo una pantomima de que la estaba follando. Paola inclinó la cabeza hacia atrás y emitió un gemido de excitación, yo me acerqué a su oído y le dije -¿Así te gustaría que te cogiera? ¿Quieres que te coja, verdad puta?- Ella solo seguía reaccionando con esos clásicos gemidos, alarma de su excitación, que yo estaba aprendiendo a reconocer.

En ese instante presa del calor, sentí una especie de agotamiento que me sacó de la cachonda tarea que estaba realizando, así que regresé al asiento del copiloto a limpiarme el sudor de la frente con mi pañuelo. Más que un ataque de calor, quizás fue un ataque de conciencia. Paola extrañada, regresó a mi lado y me dijo -Pedro, eres malo, solo me dejas con unas ganas horribles de tenerte. ¡Quiero que me cojas!- molesto le respondí -Ya te dije que a ese paso no llegaré contigo, Te vas a tener que conformar con mamármela siempre-. Al mismo tiempo que la reprimía de esa forma, con una mano tomé su nuca y la halé hacia mi entrepierna, mientras que con la otra mano abrí el cierre de mi pantalón y me saqué el pene. Presa de mi lujuria Paola no tuvo otra opción que ceder y abrir su boca para succionar la cabeza de mi pene. Sentía la suavidad de sus labios acariciar la piel de todo mi pene, esa mujer hacía maravillas con su boca. Luego de chuparlo suavemente por unos instantes mientras yo me retorcía de placer, quizás en venganza, de nuevo empezó a hacerme esa succión intensa pero dolora en el glande, lo cual hizo que yo elevara mi cadera y le rogara porque bajara un poco el nivel de la estimulación. Sacó mi verga de su boca y me dijo -¿Qué pasa? No me dejas mamártela como a mi me gusta, pero ya un día de estos te lo haré y verás-. Extrañado pensé –¿Un día de estos? ¿No se refiera a lo que esta en este momento?- Mis pensamientos se esfumaron cuando Paola engulló mi falo hasta que sus labios toparon hasta mis huevos y empezó a moverse de arriba hacia abajo. Era dueña de mi en esos instantes, de la excitación, la tomé del cabello y empecé a agitar su cabeza una y otra vez, sometiéndola al ritmo duro y rápido que necesitaba sentir en esos momentos, cada vez que su cabeza se elevaba, solo le quedaba la punta de mi verga dentro la boca y luego cuando bajaba, llegaba de nuevo hasta los huevos. Cada bajada le producía un gemido de "boca llena". Esa maestría para mamar produjo que empezara a correrme deliciosamente, sentía la fuerza con me salían los chorros de semen, sin embargo, Paola no derramó ni una sola gota. Quedé extasiado, no solo por la eyaculación que acababa de llenar de endorfinas todo mi cuerpo, si no también por la fascinación de ver a mi amante extasiada con los ojos cerrados, reteniendo el semen en su boca y tragándolo lentamente con una expresión de deleite, sellando todo el ritual con su sonrisa amplia y su mirada de ojos verdes iluminados de gusto.

Luego de aquel día, estaba casi seguro que el siguiente paso con Paola sería tener sexo "genital". Ella se encargaba de recordarme lo mucho que me deseaba cada vez que hablábamos por teléfono, pero mi terquedad, quizás incomprensible para otros hombres, siempre imponía límites a esa posibilidad. La verdadera razón era que tenía miedo, mi esposa era la única mujer con la que había estado y a pesar de que con ella habíamos experimentado y aprendido mucho, sabía que el instinto sexual de mi esposa era inferior en años luz al de Paola y presentía que una experiencia de ese tipo podía generar un cambio exageradamente radical en mi vida. A pesar de mis temores, esa duda de experimentar, ayudó a Paola a terminar de convencerme para reunirnos, una semana después, con el objetivo de visitar un motel. Ridículamente habíamos hecho el trato de que no llegaríamos a tener sexo genital, si no que solo pasaríamos el tiempo juntos, charlando y haciendo travesuras.

Anuncié un nuevo falso trámite para llegar tarde al trabajo ese día -¡Tengo que inventarme nuevas excusas!- pensé, me dirigí "muy nervioso" a una zona residencial muy solitaria de la ciudad, me estacioné en el punto de encuentro acordado y me empecé a impacientar de que Paola no aparecía. Mi obsesión con la puntualidad hizo que la llamara al menos tres veces en los largos 15 minutos que tuve que esperarla. Por fin llegó, se estacionó delante de mi automóvil y yo salí para subirme a la famosa camioneta gris. El saludo entres nosotros volvió a ser mínimo y distanciado. Esta vez Paola estaba vestida con ropa cómoda, deportiva, unos "pants" y una blusa de manga larga que más parecía una sudadera. -¡Bueno! ¿A dónde vamos a ir?- le pregunté –Hay un lugarcito especial que me recomendó una amiga-, me respondió. Avanzamos en el auto por unos 10 minutos tratando de ubicar el lugar, Paola denotaba un poco de preocupación en su rostro, pasó algo de tiempo para que me diera cuenta que aparentemente se había perdido. Por una parte sentía un alivio porque sabía que dentro de una habitación de motel, nuestros instintos podrían explotar al máximo, pero a la vez estaba decepcionado de que por más vueltas que dimos, no encontramos el condenado lugarcito.

Resignados, nos estacionamos en un callejón que a diferencia de la reunión de la última vez, estaba muy solitario y se veía bastante seguro. -Esta vez si vine un poco más preparada-. Me avisó Paola mientras alcanzaba debajo del asiento un tapa-sol. Cubrió el vidrio del auto con dicho objeto y la amplitud de la camioneta ya cubierta de todos lados, la convirtió en una habitación improvisada perfecta, que nos dio una buena sensación de seguridad. Esta vez nos dirigimos de golpe al asiento trasero sin preámbulos. Ya envueltos en un beso, Paola se sentó sobre mí, quedando cara a cara conmigo. Yo acariciaba sus nalgas con morbo, luego de una larga tormenta de besos le pedí que se recostara boca arriba sobre el asiento. Paola de manera obediente y con una gran sonrisa en la cara lo hizo sin chistar. Me lancé sobre ella y empecé a besarla en la boca, bajé mi cabeza hacia su vientre y levanté su blusa/sudadera para destapar este. -¡Mira nada más! Madre de dos hijos y con ese vientre tan plano, muchas mujeres envidiarían tener un cuerpo como el tuyo- le comenté, lo cual provocó que Paola se sonrojara con una sonrisa de oreja a oreja. Ya con el vientre destapado metí la punta de mi lengua en su ombligo, las caricias le provocaron un poco de cosquillas a mi amante quien se tapó la boca para disimular las ganas que tenía de echarse una carcajada. Empecé a bajar su pantalón lentamente hasta que se lo deslicé fuera de los tobillos, lo que me encontré debajo, era todo un espectáculo; Paola tenía unas piernas divinas, con una textura muy tersa y con un bronceado uniforme en toda la piel. Las tenía un tanto musculosas pero al nivel exacto. Empecé a subir a besos por sus espinillas, pasando por sus rodillas, sus muslos, hasta que llegué a la parte frontal de su prenda íntima. -¿Es un tanga de hilo?-, pregunté, ella asintió con la cabeza, sonriendo, -Date vuelta, déjame verte- le supliqué; Paola se dio la vuelta, quedando boca abajo, revelándome el hilo dental que se perdía entre sus perfectas nalgas. Instintivamente, empecé a lamerle el trasero, quería recorrer esas nalgas por completo con mi lengua -Que culo más rico tienes linda, me dan ganas .. no sé, de .. ¡Mordértelo!- le dije, -Si Papi, quiero que me lo muerdas, déjame una marca para que te recuerde- me respondió ella. Procedí a morder su magnífica nalga izquierda, comencé a hacerlo de forma muy suave y seguí apretando lentamente, hasta que llegué a hacer una presión considerable, no quería lastimar a mi amante, ella asintió de gusto por mi acto, con un gemido de boca cerrada, prolongado.

Tome el tanga entre mis dientes y empecé a bajárselo lentamente, hubo un momento en que fue necesario que ella se levantara un poco, hasta que logre bajárselo hasta las rodillas, comencé a frotar su vagina con mis dedos, ya estaba húmeda y caliente por mis besos, ella reaccionó moviendo el trasero al ritmo del vaivén de mis caricias, en ese punto, le pedí que girara para quedar de frente con su vagina, de ese modo pude terminar de bajar su tanga con los dientes. Dirigí mi cabeza hacia la vulva palpitante de Paola quien abrió con amplitud sus piernas para darme espacio, me aferré a sus muslos rodeándolos con mis brazos -¡Ahora te toca disfrutar a ti, mi amor!- le dije al momento que pegué mi rostro a su vagina y hundí mi lengua en toda su extensión dentro de ella. Paola emitió un gemido recio de gusto, mientras yo empecé con la faena de darle la mamada de coño de su vida. Procedí a lamer por completo su vagina, de abajo hacia arriba, frotaba mi lengua entre sus labios íntimos, con fuerza y lentamente, luego rápido y con suavidad. Paola empezó a jadear con su rostro fruncido de placer, era el mismo rostro que tenía la vez que la masturbé en el aparcadero. Mi lengua giraba y se hundía dentro de ella haciéndola vibrar, quería pagarle cada una de las sensaciones que ella me había hecho gozar con todas las mamadas que me había hecho. Jamás me había esmerado tanto en algo similar, empecé a succionar su clítoris, al rodearlo con mi boca, por dentro lo hacía vibrar con mi lengua. Paola gritaba y se retorcía como posesa, eso me animó a introducirle lentamente un dedo en la vagina y a concentrarme más en la estimulación de su clítoris. Tuve la idea en ese momento de empezar a girar el dedo que había insertado completo dentro de la rica vagina de Paola. El giro era lento como de 180 grados, mientras yo no paraba de lamerle los labios vaginales y el clítoris, por lo visto fue una idea acertada, ya que pronto Paola empezó a correrse frenéticamente, emitiendo sus conocidos gruñidos de placer y elevando su cadera para restregar toda su vagina sobre mi rostro. Yo gustoso me bebí todo el néctar que emanó su delicioso orgasmo.

Paola quedó tirada y rendida, casi adormitada. Yo me quedé observándola, sentado supongo que con una expresión de satisfacción en mi rostro. Así pasaron unos minutos, cuando ella abrió los ojos, me miró fijamente y me sonrió con sus ojitos brillosos diciéndome -¡Buenos días!-, seguidos de una pequeña carcajada. De pronto Paola recuperó el sentido del tiempo y el espacio y se levantó asustada diciendo -¡Uy no! ¡Estamos en la calle y yo ando desnudota aquí!- por lo que se incorporó y comenzó a acomodarse el tanga de espaldas a mi, dos de mis dedos se hundieron dentro de su vagina, eso hizo que ella empezara a mover el culo para sentir mejor mis dedos penetrándola. -¡Qué espectáculo! Adoro ese culo que tienes- le dije complacido de notar la marca de mis dientes en su nalga. Paola se incorporó de inmediato se hincó y me desabotonó el pantalón bajándomelo hasta los muslos. Era la primera vez que me miraba toda la entrepierna desnuda, se notaba que estaba muy cómoda en la posición que adoptó, por lo que tomo mi verga ya erecta con una de sus manos y la levantó de manera que mis testículos le quedaran a la altura de su boca, los cuales lamió con una expresión de lascivia. Mientras pasaba su lengua entre ellos me masturbaba divinamente. Bajó todo el pellejo de mi pene para descubrir todo mi glande, el cual empezó a lamer y a chupar con deseo. La punta de su lengua pasaba entre todas las comisuras de la piel de mi pene, me lo succionaba con fuerza, en ese instante comprendí la advertencia que me había dado en el último encuentro que tuvimos, en la que dijo que me lo mamaría como a ella le gusta. Fue algo majestuoso, hundía mi pene hasta su garganta, varias veces, se detenía, se la sacaba completamente, la lamía de la punta, se la somataba en la lengua y en las mejías, hacía unos hilitos de saliva que se los chupaba con deleite..¡Wow! Parecía que estaba viendo una película pornográfica del futuro, en que la mamada que hacía la actriz porno la podía sentir por completo el espectador. Su mirada era intensa, parecía una niña disfrutando del caramelo más rico del mundo. -¡Si, mámame la verga puta, así rico, trágatela! Eran algunas de las frases soeces que salían de mi boca, hasta que el exceso de estimulación me hizo anunciarle que estaba a punto de venirme y como ya era costumbre, ella aceleró el ritmo hasta que llegamos a mi parte favorita; La parte donde ella se lo traga absolutamente todo. Temía que correrme de esa forma se volviera un vicio, la sensación de los labios y la lengua de Paola en mi verga se me había quedado anclada en el alma.

Estuvimos sentados en los asientos de adelante bastante tiempo después de esa magnífica mamada, la mejor mamada de mi vida, esta vez no había duda. Era increíble la paz y la tranquilidad que sentía al lado de Paola cuando conversábamos, hablamos de muchos cosas. Yo había desnudado la parte baja de esa mujer para darle placer, pero ella me había desnudado a mi el alma con ese cariño tan incondicional que me daba.

Días después que volví a hablar con Paola, empezamos a hablar sobre nuestra aventura, yo le comentaba que me había parecido gracioso el hecho de que no habíamos encontrado el motel, el mentado lugarcito perfecto que su amiga nos había recomendado. Ella sonriente me dijo -Te equivocas Pedro, yo si encontré el Motel, vi la puerta y el anuncio justo en donde me dijeron que estaba, pero tu estabas muy nervioso y distraído que no te diste cuenta- -¿Y por qué no me lo dijiste?- Le pregunté bastante extrañado. -Pedrito.. amor.. ¿Se te olvida que soy psicóloga? Durante todo el tiempo que hemos hablado, se lo mucho que amas a tu esposa y las cosas que has tenido que superar al estar conmigo; Sé que si hubiéramos entrado al motel, conociéndome, te hubiera violado por la necesidad de tenerte, pero también sé que si eso hubiera sucedido quizás nunca te lo hubieras perdonado-. Me quedé boquiabierto y asustado de lo mucho que me conocía esa mujer, los ojos se me pusieron llorosos y se me hizo un nudo en la garganta. -¿Entonces, qué esperas de nuestra relación Paola?- Le pregunté, -Me conformo con tenerte siempre cerca de mi Pedro, y que me dejes seguirte mamando esa vergota rica que tienes- me respondió sonriendo.

Malefromguate.