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Y los sueños... sueños son... (1)

en Fantasías Eróticas

Y los sueños, sueños son…

Parte 1

De nuevo sola

Esther suspiró mientras se ponía los cascos de la música en los oídos y se recostaba en el fondo del metro con la mirada perdida.

Por muy alta que tenía la música, no podía dejar de pensar en el aislamiento total que Jt le había hecho otro día más. "Otra vez ni me hablado, ni se ha dignado a mirarme. ¿Cuándo entenderá que tratándome así es cuánto más daño me hace?"

Estaba tan perdida en sus pensamientos, que no se dio cuenta de la cantidad de gente que se había formado a su alrededor, bloqueándola el camino. "Genial, esto es genial, con lo que me gusta a mí que estemos todos tan apretujados", pensó con rabia injustificada, cerrando los ojos unos instantes para intentar calmarse.

Fue en ese momento cuando lo extraño pasó.

Al abrirlos de nuevo, Esther se extrañó al ver cómo un chico que se había apoyado junto a las puertas a su lado, la miraba fijamente a la cara con expresión extraña. Incómoda, ella hizo como que miraba al suelo, como siempre hacía para no llamar la atención. Pero cada vez que levantaba la

vista, tenía aquella mirada pegada en su figura, y eso la ponía nerviosa. "¿Me habré manchado la cara o algo?", se preguntó inquieta nada acostumbrada que pasasen esas cosas.

Alegre, dio un saltito cuando el metro paró en su estación de salida. Se ajustó bien el bolso mientras caminaba hacia las puertas de salida

dispuesta para andar de prisa hacia su próximo transbordo. "Quizás ni siquiera me estaba mirando a mí", se puso a cavilar, mientras subía

escaleras mecánicas, "quizás el rechazo de JT está haciendo mella en mí, y me hace desear que alguien se fije en mí, pero... ¿Quién lo haría, siendo como soy... tonta, gorda, y con pelos de loca".

Se río de sí misma ante tal despropósito, mientras se detenía ante la entrada a la línea 3 de metro muy cabreada al ver a toda aquella gente allí reunida esperando por el metro. "Maldición, no tengo el día yo para que encima el tren se averíe", pensó frustrada mientras caminaba a duras penas entre el mogollón de personas allí reunidas hacia el final del andén. "Es realmente lo que me faltaba, quince minutos de estres añadido, genial".

Se colocó al final apoyada en la pared, pensando que quizá su mala suerte terminaría pronto al ver que el tren llegaba en ese preciso instante.

Sonriendo como una tonta para sus adentros, se obligó a sí misma a entrar a como diera lugar en el vagón, sabiendo que como perdiera un solo

metro, llegaría tarde a coger el bus que le llevaría a su pueblo. "Y eso sí que no... no quiero alargar esta tortura".

Se quedó boquiabierta, cuando al lograr entrar en el vagón, descubrió al desconocido que antes la observaba fijamente, entrando detrás suya justo cuando sonaba el pitido de que las puertas se cerraban. Incómoda, se quitó el bolso y se dio la vuelta buscando algún lugar donde apoyarse cuando el tren comenzó a andar.

Dado el poco espacio del lugar se agarró a la barandilla del techo, quedándose rodeada por una mujer medianamente mayor, y un joven adolescente que jugaba como podía a una nintendo. "Espero que en la próxima estación la gente se baje", pensó esperanzada, pero dada su suerte en la vida, su rezo no fue escuchado, ya que sucedió todo lo contrario. Entró más gente, a ser posible, dejándola a ella relegada contra la señora de antes, y junto a una de las paredes del metro, mientras alguien por detrás parecía estar empujándola mientras la gente entraba.

-Por dios- refunfuñó Esther enfadada- Maldita sea la hora punta, y las averías del metro.

-Amén a eso- le contestó una voz profunda en su oído, haciéndola dar un gran respingo.

¡Era el mismo desconocido de antes!.

Tímidamente asintió, maldiciendo haber tenido que oírle.

-Perdona...- volvió a decir él mientras la empujaba un poquito más justo cuando sonaba el ruido de que las puertas se cerraban de nuevo en el vagón- Siento empujarla......

Esther quiso no escucharle, pero dado la apretujada que estaba, no podía mover libremente las manos, y por lo tanto no podía volver a encender su mp3, que había dejado de sonar al llegar a la última canción del repertorio. "¿Qué más puede pasarme?".

Lo supo al instante, al sentir "algo" extraño, apoyándose en la parte baja de su espalda. Alzó la mirada, y vio a través del espejo, que el desconocido había puesto sus manos en su espalda, como punto de apoyo. Sin saber qué hacer o decir, y poco acostumbrada a que la gente quisiese tocarla, Esther se quedó en silencio, con el corazón latiendo a mil, pensando que solamente aquél chico lo que quería era eso... apoyarse en ella, para no caerse con el movimiento del metro.

Pero como siempre estaba totalmente equivocada.

A los pocos segundos de haber puesto las manos en su espalda, notó como el cuerpo de él se acercaba más a ella, disimulando su acercamiento pasito a pasito.

Incrédula notó como algo duro, realmente duro, hacía contacto con su culito. "No lo puedo creer", pensó Esther boquiabierta, "Un chico está tratando de meterme mano en el metro A MÍ" ¿Estará soñando? se preguntaba ella mientras el desconocido comenzaba a restregarse con ella suavemente, inclinándose

hacia ella sutilmente una y otra vez.

-¿Cómo te llamas?- le preguntó él en su oído mientras su mano derecha comenzaba a recorrer su gran cintura suavemente.

Quiso responderle, pero no pudo. Estaba demasiado sorprendida.

-Me bajo en la siguiente parada...- afirmó dándole un nuevo empujoncito más en su trasero, con fuerza en esta ocasión- Mi casa está a poco camino, ¿te apetece venir conmigo?

Anonadada, literalmente boquiabierta se quedó Esther ante aquella propuesta. ¿Ir con él a su casa? ¿Con un desconocido? Sí era guapo pero... "Jt piensa en él" se dijo pensando que aquello era una broma de mal gusto.

-No seas tímida... o al menos no lo seas por esta vez- susurró él soltándole su cálido aliento en el oído- Ven conmigo, sólo quiero conocerte más... no pasará nada que no desees... lo prometo.

"Sexo, eso es lo que quieres", pensó Esther tristemente recordando los encuentros que había tenido anteriormente con otros chicos que habían acabado... destrozándola a ella moralmente sin causa ni explicación. ¿Acaso de verdad quería arriesgarse a volver a sentirse mal después de... satisfacer a aquél desconocido. "No es algo que no hayas hecho antes" le desafió su conciencia "y además, jt te ha dicho claramente que él no quiere nada contigo, ¿por qué ibas a privarte de hacer algo con otra persona? ¡Y más ahora tonta, que tienes la oportunidad!."

Inspiró hondo una, dos, tres veces antes de contestar, casi tartamudeando... ¡maldita timidez!

-Soy.... vi... virgen... yo.. nunca he...

-Ven conmigo- susurró él cuando los altavoces anunciada la próxima salida- Coge mi mano, cielo.

Y en contra de su razón y su lógica, lo hizo.

Que fuera lo que el destino quisiese.