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Raquel y yo (17)

en Sexo Virtual

No sabía bien por dónde empezar. Raquel sentada a mi lado me miraba expectante y yo no podía menos que reconocer el enorme valor que había demostrado ella al confesarme su infidelidad. No tenía más que fijarme, ahí estaba yo que ni siquiera le había puesto todavía los cuernos y me daba vergüenza reconocer ante ella lo que había hecho. Y es que en cierta manera me sentía culpable como si realmente lo hubiese hecho, ya que había actuado a escondidas.

- Tú sabes lo mucho que me impactó verte en la fiesta de Madrid con aquellos hombres, ¿verdad? –empecé.

- Claro que lo sé Javier. Todavía recuerdo cómo te pusiste.

- Pues bien, después de la charla que tuvimos en la que te pedí perdón por lo que te había dicho intenté borrar aquella imagen de mi cabeza. Traté por todos los medios de olvidar lo que había visto pero me fue imposible. Cada vez que cerraba los ojos te veía a ti arrodillada frente a aquellos desconocidos implorando por su semen y sentía mis tripas revolverse en mi interior. Pero ya sabes el dicho ese de que el tiempo todo lo cura, ¿no? Conmigo funcionó, porque a medida que iban pasando los días notaba como cada vez me dolía menos pensar en ello aunque me fuera imposible dejar de hacerlo. Tras el paso de los días llegué a aceptar incluso tu forma de actuar que antes tanto me había escandalizado. Poco a poco me iba dando cuenta de que en el fondo tampoco habías actuado tan mal, sino que simplemente habías dado rienda suelta a tu fantasía, sin tabús ni complejos. Más bien al contrario, era yo el que estaba equivocado por juzgarte de aquella manera. Así que cada día que pasaba aceptaba más lo sucedido. Y no solo lo aceptaba, sino que cada día lo deseaba un poco más. Y llegó un día en el que soñando de nuevo con aquello me levanté excitado. Deseaba volver a contemplarte en brazos de desconocidos.

- ¿En serio? Pues ya ves que lo conseguiste. Bueno, verlo no… -me dijo ella avergonzada.

- Era normal, Raquel. Después de todas las experiencias que hemos vivido, ¿cómo pretendíamos olvidarnos de ellas como si nunca hubiesen sucedido? Estoy seguro que si tú hubieses conocido a ese tío hace un par de años, antes de que empezáramos con todo esto, tú no te habrías acostado con él.

- Tal vez tengas razón. Cuando le llamé para quedar me sentía igual que aquel día en Madrid, y creo que fue ese recuerdo lo que me animó a hacerlo.

- Pues a mí me ocurría lo mismo. No podía dejar de pensar en Paz. Ni en Fran. Ni en tu amiga Sonia. Ni en aquella fiesta. Recuerdos que se amontonaban en el fondo de mi mente para gritarme que existe un mundo más allá, un mundo lleno de nuevas experiencias para vivirlas. Recuerdos que me decían que estábamos desaprovechando nuestras vidas al limitarnos a nosotros solos. Quería algo más, y sabes que me refiero sólo al aspecto sexual. A ti no te cambiaría por nada del mundo. Y a medida que mi mente se liberaba crecía mi temor. No me atrevía a contarte nada de lo que me estaba pasando por temor a que te enfadaras conmigo. Habíamos decidido dejarlo y ahora ¿cómo iba a ir a decirte que no me apetecía, que quería volver a verte follar con otros tíos? Me daba miedo que me enviaras a la mierda.

- Deberíamos habérmelo dicho.

- Sí, por eso me siento culpable. El caso es que no podía huir de lo que sentía y como no me atrevía a acudir a ti, acudí a internet. Me conectaba cuando tú no estabas en casa a páginas pornográficas y me bajaba fotos, especialmente las de tríos bisexuales, con las que me masturbaba cambiando en mi mente a los protagonistas de la imagen para sustituirlos por nosotros con algún conocido. Pero pronto las fotos me acabaron cansando. Ya sabes, cuando ves muchas luego todas se parecen y pierden su morbo. Deseaba algo más real. Y un día encontré una página amateur en la que te podías registrar y colgar fotos propias para que los demás usuarios las vieran y comentaran. Había registrados como podrás imaginar un montón de tíos. Pero había también una sección para parejas, en las que se colgaban fotos de eso, de parejas. Algunos se limitaban a poner una foto de ambos desnudos. Otros más atrevidos, colgaban fotos en las que se les veía follar. Y otros, mucho más atrevidos, o tal vez debería decir liberados, ponían fotos suyas haciendo tríos. Y estas eran las que más me calentaban. Sobre todo porque era gente de lo más normal, nada parecido a las páginas de porno en las que todas las tías son esculturales modelos sin un solo gramo de grasa de más y que siempre acaban recibiendo una copiosa corrida sobre su cara. Ahí podía ver a parejas que bien podrían ser nuestros vecinos mantener relaciones sexuales. Había mujeres jóvenes y viejas, flacas y gordas, rubias y morenas. Pero todas naturales. Aunque por lo general la media de edad rondaba sobre los cuarenta y los cincuenta.

- ¿Y te registraste en la página? –preguntó con curiosidad.

- Sí, lo hice. Y comencé a colgar fotos mías, sin mostrar la cara en ninguna, por supuesto. Al principio me daba corte y colgaba fotos en calzoncillos, pero enseguida perdí la vergüenza y empecé a colgar fotos desnudo con la polla tiesa. No puedes ni imaginarte cómo se sube el ego cuando cuelgas una foto de estas y recibes comentarios de otras mujeres diciéndote lo rico que estás. Empecé a fantasear con las mujeres que me enviaban mensajes a pesar de que de algunas de ellas no tenía ni siquiera fotos. Otras me enviaban fotos suyas, en diversas poses. Unas, más tímidas, me enviaban una sola foto en ropa interior, y otras me enviaban colecciones enteras de instantáneas de su coño. Algunas incluso me enviaban vídeos en los que se veía cómo se masturbaban y las oía gemir. Y pronto empecé yo también a grabarme con la cámara mientras me masturbaba, y luego lo enviaba a las que más me gustaban.

- Joder, qué fuerte. ¿Durante cuánto tiempo has estado haciendo esto? -me preguntó con una expresión que no supe distinguir si era de enfado o de sorpresa.

- Hará ya unos cuatro meses. Entiéndelo, Raquel, era una forma de desahogarme.

- Qué cabrón. Desahogarte, dices. Sabes que nunca me ha importado que te hagas pajas siempre y cuando no me des de lado a mí. ¿Pero esto? ¿No es un poco enfermizo?

- Es una forma de fantasear. Digamos simplemente que me masturbaba con la pequeña ayuda de una desconocida. ¿Acaso no sueñas tú con mantener relaciones con otras personas? Son solo eso, fantasías. –Me miró con cara de resignación dándose cuenta de que mi argumento en el fondo no estaba tan falto de razón-. El caso es que tras un tiempo haciendo eso empiezas a hablar más a menudo con algunas. Hay mujeres que pasaban, me saludaban, dejaban un mensaje y no volvía a saber más de ellas. En cambio, con otras mantenía conversaciones más largas, más íntimas, en las que ellas me contaban sus fantasías y yo las mías. De esta manera nos excitábamos mutuamente y ambos salíamos ganando.

- Ganabais vosotros. ¿Y yo? –me preguntó sin demasiada convicción.

- Tú también ganabas, cariño, porque te aseguro que tras cada paja que me hacía con esas mujeres más ganas me daban de abrazarte y hacerte el amor. Es una forma fea de decirlo, pero digamos que esas mujeres hacían el precalentamiento. Y cuando follaba contigo pensaba en ellas y en la suerte que tengo de tenerte. Bueno, el caso es que en la sección de parejas de aquella página conocí a un matrimonio de unos cuarenta y cinco años más o menos que se encuentran en la misma situación en la que tú y yo estábamos hace un par de años. Andan fantaseando con la posibilidad de organizar un trío. Enseguida conecté con Andrea, que es como se llama ella. Bueno, imagino que será un mote. Ella es de las más lanzadas, de las que cuelga fotos suyas haciendo el amor con Juan, su marido. Fotos en las que se ve el semen sobre sus labios o cómo se traga la polla de él hasta el fondo. Fotos en las que se ve como él le da por culo. Raquel, ni te imaginas lo excitantes que pueden llegar a ser esas fotos, mil veces más que cualquier peli porno. Tanto que creo que me he obsesionado con ellas y ahora sólo sueño con follarme a Andrea.

- ¿Puedo verlas? –me preguntó.

Yo asentí con la cabeza y traje el portátil. Raquel no apartaba su mirada de mí con una expresión rara en su cara mientras lo encendía y esperaba a que abriera la carpeta en la que guardaba todas las fotos guarras. Finalmente tras una larga espera gracias a mi antiguo ordenador apareció en pantalla la primera de las fotos, un primer plano de un coño depilado con un enorme vibrador metido dentro.

- ¿Esta es Andrea? –me dijo estudiando la foto con atención.

- No, esta no recuerdo cómo se llamaba. Las de Andrea las tengo en una carpeta diferente. Espera. –Y con unos pocos clics de ratón abrí una nueva carpeta-. Esta de aquí es Andrea.

Ella me apartó a un lado y comenzó a pasar las fotos una a una, estudiándolas con calma en silencio. Yo detrás de ella las miraba también aunque ya casi me las sabía de memoria de tanto haberlas mirado. Aunque verlas con Raquel la verdad es que tenía un morbo especial y no podía negar que me comenzaba a invadir cierta excitación.

- ¿Y esta carpeta que tienes aquí que dice fotocorridas? –me preguntó girándose para mirarme.

- Son pajas que me he hecho sobre fotos de Andrea. Imprimo una de sus fotos y me masturbo sobre ella hasta correrme mientras le digo cosas para calentarla. Todo esto grabado en vídeo.

- ¿Puedo verlas?

Yo asentí y ella abrió el primer archivo. Era una foto de la cara de Andrea con una enorme mancha de semen sobre ella y un primer plano de mi polla todavía tiesa. Observé la cara de estupor de Raquel al verme de aquella manera y por la forma en que se acarició los mechones de pelo de la nuca supe que estaba excitada. Pasó al siguiente archivo, un video corto en el que se veía un primer plano de mi mano agarrada a mi polla y meneándola sobre otra foto de Andrea mientras la llamaba zorra y puta y le decía que me encantaría follarla. Luego venía otro video en el que se me veía derramar borbotones de semen sobre la lengua de Andrea y se me escuchaba gemir fuertemente. Y luego otro video, y otro, y otro más. Así hasta llegar hasta veinte. Raquel los miró todos en silencio y veía como su cara iba cambiando con cada nueva corrida mía. Cuando llegó al último, se giró y me miró.

- Joder, Javier, deberías haberme enseñado esto antes. ¿Tienes idea de cómo me he puesto? La zorra esta tiene que estar más caliente que el horno de una panadería. ¿En serio te has hecho todas esas pajas para ella? –Y el brillo de sus ojos me decía que no mentía al afirmar que estaba excitada.

- Sí. Y todas las que no he podido grabar. Piensa que no siempre tenía la cámara a mano para inmortalizarlas para ella. Ya te digo que últimamente es una especie de obsesión y solo pienso en follármela.

- Eso es algo enfermizo, ¿no? Tampoco me parece a mí que esté tan buena. Bueno, para cuarenta y pico años tampoco está mal, pero no acabo de entender esa obsesión tuya.

- Creo que más que por su cuerpo es por las guarradas que dice y promete. Cuenta que su marido está loco por verla con otro hombre y a ella la idea la excita mucho, tanto que tarde o temprano está dispuesta a probarlo. Y aquí es donde llega la parte chunga, en la que más esfuerzo me ha costado resistirme a la tentación.

- ¿…? –me miró sorprendida arqueando las cejas en señal de interrogación.

- Hace un par de semanas Andrea me escribió un correo diciéndome que Juan y ella tienen ganas de verme y que han pensado en mí para hacer realidad su fantasía. Primero quieren conocerme, dicen, y si la cosa va bien les gustaría intentarlo conmigo.

- ¿Y qué les dijiste?

- Quedé con ellos pero luego me eché atrás.

- ¿En serio quedaste con ellos? No me lo puedo creer. –Se quedó meditando unos instantes antes de preguntarme con pasmosa naturalidad-. ¿Y por qué no vuelves a quedar con ellos? A mí también me gustaría conocerles.

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Raquel gemía tumbada sobre la cama mientras frotaba el consolador sobre su sexo apenas cubierto por una finísima braga que marcaba claramente sus carnosos labios mientras yo giraba a su alrededor con la cámara en la mano dándole indicaciones.

- Así, Raquel, muy bien. Separa un poco más las piernas para que se vea bien. Perfecto. Y ahora aparta un poco la braga para que se te vea el coño. Así. No dejes de gemir, lo haces muy bien…

Me sentía como un director de cine porno rodando una película en la que mi mujer era la protagonista. Hacía tan solo una semana que le había confesado lo de mis fantasías a través de la red y estaba sorprendido de lo rápido que ella se había adaptado a esa nueva realidad. Al principio, cuando empecé a contárselo temí que ella se enfadara por haber yo llevado esa vida secreta durante tantos meses, y en efecto no puedo negar que estaba algo mosca conmigo por eso. Pero por otro lado yo se lo había contado a raíz de la confesión de infidelidad por su parte, así que tampoco podía mostrarse demasiado enojada ya que a fin de cuentas era ella la que había consumado la infidelidad, y no yo. Pero cuando terminé de contarle todo y una vez hubo visto la página de internet en la que colgaba las fotos y tras ver a Juan y a Andrea, me sorprendió, como otras tantas veces ha hecho, animándome a llamarles y a quedar con ellos. Estaba claro que estábamos rompiendo el pacto de no acostarnos con nadie más, así que en el fondo yo no podía más que alegrarme de su pequeño desliz que a tan placenteros caminos nos llevaba. La proposición de ella fue muy clara. Ella me había puesto los cuernos con un desconocido y como compensación yo me podría tirar a Andrea si es que la cosa iba bien con la condición de que ella pudiera estar ahí para verlo. Imaginad como me sentí al escucharla decir eso. Llevaba ya unos meses deseando a aquella mujer y soñando con ella y con su marido, y ahora por fin podría cumplir mi fantasía con el beneplácito de mi mujer.

Una de las primeras cosas que hicimos fue registrar a Raquel en la red, para lo cual saqué unas fotos suyas en ropa interior y las colgué para que los internautas las vieran y las comentaran. Ella no parecía muy convencida de que esas fotos fueran a gustar a nadie.

- ¿A quien voy a gustar? –me decía mirando las fotos que le acababa de hacer-. Mira, estoy feísima.

- Tranquila, Raquel, seguro que encantarás a todos. ¿Es que no conoces a los hombres? Nos ponen dos tetas delante y no nos fijamos en otra cosa. Ya verás mañana cuando las colguemos en internet los comentarios que pone la gente. Además, ¿Cómo resistirse a este cuerpazo?

Y en efecto al día siguiente al abrir la página había más de veinte mensajes para ella todos más o menos del mismo tipo: "vaya pedazo de tetas tienes", "me encantaría meterte la polla hasta reventar", "pero qué buena que estás, zorra",… Ella los leyó todos sin terminar de creerse que estuvieran dirigidos a ella, y a medida que iba avanzando en la lista veía como su cara iba variando de expresión pasando de la incredulidad a la fascinación. Cuando apartó la vista del monitor tras leerlos todos una chispa especial brillaba en sus ojos.

- Esto es fabuloso, Javier. Yo quiero más. Me encantaría ver cómo alguien se corre sobre una de mis fotos.

- Eso es fácil. Te hago unas fotos un poco más sugerentes, las cuelgas y pides lo que quieres. Seguro que hay más de uno dispuesto a complacerte. Esto funciona así, cuanto más les des tú más te darán ellos.

La segunda sesión de fotos fue mucho mejor que la primera. Raquel estaba más desinhibida viendo los resultados que ya había conseguido y se mostró más lanzada. Se desnudó delante de la cámara y mi dedo no daba tregua al disparador. En aquella sesión hice más de doscientas fotos aunque luego a la hora de pasarlas al ordenador se quedaron en apenas unas cincuenta ya que el resto eran de mala calidad. Fotografié cada rincón de ella, planos generales de su cuerpo desnudo sobre la cama, primeros planos de su sexo, vistas de su culo y de sus tetas, un primer plano de sus labios lanzando un beso al objetivo, otro de uno de sus pezones sobresaliendo de la suave piel de su pecho, una hermosa vista de sus dedos abriendo el coño ante la cámara para mostrar el sonrosado y jugoso interior,… Y mientras yo hacía foto tras foto, ella no hacía más que repetir lo excitante que era masturbarse frente al objetivo de la cámara haciéndola sentir una guarra.

Fuimos colgando las nuevas fotos en varias tandas y los resultados no tardaron en llegar. Si había bastado una imagen de mi mujer en ropa interior para excitar a los internautas, imaginaos cómo se pusieron al ver aquellos perfectos primeros planos de su sexo abierto para ellos. Puta, zorra, me encantaría follarte, qué buena estás, tu marido tiene que ser un cornudo, esos eran algunos de los comentarios que recibía cada día. Y pronto empezaron a enviarle fotos de pollas tiesas diciéndole que estaban así por ella. Yo leía todos los mensajes junto a ella y advertía claramente la enorme excitación que la invadía cada vez que nos conectábamos, y escuchaba con satisfacción los comentarios morbosos que hacía de cada nueva imagen que recibía.

- Joder, vaya polla tiene este,… -la escuchaba decir babeando ante la visión de una hermosa verga-. Y mira este cabrón que dice que me la metería en el culo, es pequeñita pero preciosa. ¿Y esta? ¿Has visto esta? Joder, qué ganas dan de chuparla,…

Si ella se excitaba viendo todo aquello yo no era menos. Me encantaba verla de aquella manera suspirando por las pollas de unos cuantos desconocidos y más de una vez nos fue imposible ver todos los mensajes seguidos sin tener que interrumpir la lectura para echar un polvo o masturbarnos mutuamente. Y el día que recibió el primer video de un tío masturbándose sobre una de sus fotos se sentó en el sofá y lo miró una y otra vez con la cara desencajada por el deseo mientras se masturbaba sin descanso. Os juro que nunca en mi vida la había visto hacerse tantas pajas seguidas.

Yo de mientras, seguía enviando mis propias fotos a Andrea y le mostraba también las de Raquel diciéndole que estaría encantada de grabarnos mientras yo me la follaba junto a su marido. Y la sola idea hacía que la excitación que hasta entonces había sentido por esa desconocida se multiplicara por diez. Raquel también estaba desbocada y pronto empezamos a hacernos fotos mientras follábamos. Al principio era un poco difícil mantener la cámara con una mano tratando de obtener un buen plano e intentando que no aparecieran nuestros rostros, pero con un poco de práctica terminamos logrando unos videos bastante aceptables e intercambiábamos la tarea de filmar entre los dos. Y es que los polvos filmados eran mucho más morbosos, sobretodo para el que sostenía la cámara que veía a través de la pequeña pantalla lo que estaba sucediendo como si fuera una película porno. A mí me encantaba ponerla a cuatro patas y arrodillarme tras ella para hacer un primer plano de su culo y de su coño para grabar luego como se la metía poco a poco en el culo. O rodar ese primer plano de sus labios rodeando el glande de mi polla. A ella en cambio parecía gustarle más grabar mientras me la agarraba y me masturbaba con lentitud hasta correrme. Esos fueron sin duda los mejores polvos que he echado nunca con ella.

A las pocas semanas de iniciarse ella en este mundillo ya se había introducido de lleno en la fantasía de Juan y Andrea y ahora ya no solo fantaseaban con un trío sino con un intercambio de parejas. Ellos estaban dispuestos a volver a quedar conmigo y añadieron a la lista a mi mujer aunque enseguida Raquel les puso una condición. Si tras conocernos en persona deseábamos continuar y llegar hasta el final, esa primera vez ella no participaría en la fiesta.

- Te lo debo, Javier. Yo te puse los cuernos y ahora estoy dispuesta a ver cómo haces tú lo mismo conmigo. Si la cosa funciona y te acuestas con ellos yo me sentaré a tu lado a verte y si están dispuestos a ser grabados me gustaría llevar la cámara para inmortalizar ese momento. Y si alguna vez volviéramos a repetir con ellos, entonces sí que me encantaría que vieras como me tiro a Juan mientras tú haces lo propio con Andrea.

- ¿En serio crees que serás capaz de solo limitarte a mirar?

- Sí, Javier, estoy dispuesta a ello. Así que quedemos con ellos pero que Juan sea consciente de que esta vez no me va poner una mano encima. Y Andrea tampoco.

- Creo que aceptarán sin problemas. De todas formas a Andrea me parece que no le va mucho eso de los rollos lésbicos, y su principal fantasía es la de follar con dos hombres. Por parte de Juan seguro que estaría encantado de estar contigo, pero el simple hecho de ver a su mujer en brazos de otro será lo bastante atrayente para que acepte la propuesta. Hagámoslo.

Esa misma noche enviamos un e-mail a Andrea con nuestra proposición y esperamos ansiosos hasta el día siguiente la contestación que parecía no llegar nunca. Finalmente recibimos el siguiente mensaje que leímos ambos sintiendo ese agradable cosquilleo que produce la excitación.

"He hablado con Juan y aceptamos encantados vuestra oferta. Quedamos el sábado a las siete en la cafetería Royal. Besos a los dos"

CONTINUARÁ