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Pervertida por mi perro Duffy (3)

en Zoofilia

Pervertida por mí perro Duffy. (parte 3).

He tratado de ponerme en la piel de esta amiga, para relatarles, bajo su consentimiento, las vivencias ocurridas hace unos meses atrás.

 

Mi nombre es Leila, tengo 32 años, soy de contextura chica, piel blanca, separada con una hija de 8 años.

A veces las cosas ocurren sin que una llegue a planificarlas o preverlas

Habíamos regresado del exterior después de varios años, y a los pocos meses me separé de mi esposo, me fui a vivir a un departamento enfrente de la casa de mis padres.

No tenía demasiadas amistades, pero un día me encontré con una chica llamada Vera, que la conocía desde que era una beba, ya era una mujer de 19 años. Nos alegramos encontrarnos, así que rápidamente surgió una amistad, a pesar de la diferencia de edad.

Pasaron algunas semanas sin vernos, hasta que un día nos cruzamos y me dijo que si no tenía nada previsto, me invitaba a su casa para cenar y contarnos lo que paso en todos esos años. Me gusto la idea así que el sábado fui, de acuerdo a lo previsto.

Sobre el frente viven sus padres y en el fondo ella, al acercarme a su casa un perro grande me ladró, inmediatamente salió Vera a detenerlo, para que no me asustara.

Después de una linda velada pasada la medianoche me fui, nos despedimos con la promesa de encontrar otro día.

Mantuvimos una amistad, que poco a poco se iba acrecentando, pero debido a nuestras obligaciones, ella con su estudio y yo con mi trabajo, solo nos reuníamos los fines de semana, que en alguno de ellos al tener a mi hija, nos teníamos que limitar en las conversaciones.

Paso más de un mes, hasta que un día salimos a bailar, lo pasamos bien, pero regresamos solas a nuestras casas.

Esa noche estaba algo alterada, creo que tenía la necesidad de tener algo de sexo, por supuesto con un hombre. No le comenté a Vera mi necesidad fisiológica, pero creo que a ella le sucedía algo similar. Era como las dos de la mañana, la conversación término derivándose en el sexo. Debo confesar que nos atraia el tema, al punto que llegué a mencionarle mi estado. Se rió de mi comentario, hasta que me propuso que podía llegar a aplacármelo. Sentí algo de vergüenza, pero por otro lado curiosidad, debo aclarar que con el único que había tenido sexo, era con mi esposo, por consiguiente mi experiencia en ese tema era bastante limitado.

No sé de donde saqué fuerzas y terminé aceptando, sin saber en qué derivaría todo eso. Me intimaba que no tuviese temor, que me agradaría, que solamente me dejase llevar por sus indicaciones. Estaba bastante nerviosa, pero dispuesta a aceptar sus propuestas.

Me vendó los ojos, y me acarició para relajarme, me recosté sobre el sillón y abrí mis piernas, cuando sentí algo frío hurgando entre mis piernas, me sorprendí y tendí a levantarme, pero Vera me contuvo diciéndome que me tranquilizara, le obedecí. No tardé en sentir una lengua que lamía mi entrepierna, a pesar de mi temor, comencé a disfrutarlo, una mezcla de cosas pasaba por mi mente, pero a pesar de eso continúe en esa posición.

Me sugirió que me quitase mi tanga, no quise, entonces me dijo que la corriese un poco para dejar mi sexo liberado. Desplacé mi braga, para liberarlo y sentir ese contacto más directo, fue algo fantástico, al sentir sumergir la rugosidad de esa lengua en el interior de mi húmeda vagina. Seguía nerviosa, pero dejé que las cosas se desarrollasen libremente.

Vera comenzó a acariciar mis senos a través de mi blusa, mientras esa lengua inquisidora me transportaba de una manera alocada.

Al arquear mi cuerpo, las manos de Vera intentaban introducirse a través de mi blusa a buscar mis pechos, sabía que estaba haciendo algo “vedado“, pero no podía parar. Los botones de mi blusa se fueron desprendiendo, hasta que sus manos friccionaban mis pechos cubiertos por mi sostén, trató de quitármelo, pero se lo reprimí, pero a pesar de eso, en un momento mis pechos quedaron al descubierto, mi corta falda estaba levantada hasta mi cintura, estaba semidesnuda acosada por ella y su perro.

Sentía como un espasmo, algo que jamás había experimentado hasta el momento, empecé a gemir, y me respiración se entrecortaba, mientras las manos de Vera estrechaba mis pechos, y sus dedos apretaban mis pezones, endurecidos y rígidos, producto de mi alteración. Algo salía de mi interior, un fuerte orgasmo se desencadenaba, mis gemidos parecían incitarlos a ambos, que aceleraban su proceder. La lengua frotaba mis cavidades, haciendo abrir más mis piernas para darle mayor acceso, mi excitación hacia que me fuese entregando cada vez más a ese asedio sexual.

Un nuevo orgasmo se hizo dueña de mí, que al aplacarse, volví a la realidad, sintiendo algo de vergüenza por lo sucedido, me levante de golpe y traté de acomodar mi desordenada ropa. Vera me pregunto qué me pasaba, no recuerdo que estúpida excusa le dije y me marché, despidiéndome con un corto beso.

Salí de su casa como aturdida por lo ocurrido, pensando que era una madre, y que había cometido una locura. Traté de borrar de mi mente ese momento, pero cuando lo recordaba, no podía dejar de estimularme, al punto de llegar a masturbarme, cosa que no era frecuente en mí.

Pasaron como dos semanas o más, hasta que un día me llamo Vera, creo que en el fondo , lo deseaba, hablamos bastante rato, sin llegar a mencionarle lo de aquella noche, aunque en mi mente seguía latente, y sospecho que en la ella, también. Concretamos en salir el sábado, aprovechando que mi ex se llevaba a la niña ese fin de semana.

A partir de ese momento, Vera se convirtió en una autentica obsesión para mí, por ser bastante menor, sentía que contenía una experiencia en el sexo mayor que la mía, a pesar de mi estado matrimonial durante 10 años .Comencé a sentir un crisol de sensaciones y sentimientos contradictorios hacia ella, me fascinaba, me asustaba, me intrigaba, excitaba mi calenturienta y morbosa curiosidad sobre el sexo. Intuía que debajo de aquella fachada de virtud y dulzura que siempre había mostrado se escondía una chica diferente, una chica disipada y lujuriosa.

Llegó el día, y salimos a comer y al cine, a la salida, llovía a cantaros, tomamos un taxi y fuimos a su casa, entre el tramo del auto hasta la puerta, la lluvia nos empapó.

Entramos y corrimos a secarnos, Vera estaba con frio, me dijo que se proporcionaría una ducha, después de unos minutos, salió del baño con un toalla hasta la cintura, al ver sus pechos, no pude contener una cierta excitación, a lo que Vera, capto en mi expresión, sentí un calor en mis mejillas, ruborizándome. Traté de desviar la mirada y le comenté que deseaba bañarme.

Me saque la ropa y la colgué para que se secase, la ducha fue algo muy recuperable, después de secarme lo único que encontré fué una bata corta de Vera, fui a la sala y estaba con una camisola mirando televisión, me invito a ver con ella.

Me senté a su lado, para disfrutar de la misma, en un momento de tensión de la película, apoyo su mano en mi pierna, me agradó sentir su calidez sobre mi piel. Al cabo de unos minutos, la palma de su mano acariciaba mi pierna, una leve excitación, me fué invadiendo, las caricias se fueron acrecentado, hasta que comenzaron a tocar mi ingle. Mi agitación aumentaba paulatinamente, de la misma manera que sus caricias. A pesar de tener mis piernas cerradas, su diestra intentaba introducirse entre ellas. Fui apartándolas para permitir su acceso, ya no sabía que estaba viendo, mis sentidos estaban abocados a ese delicioso contacto.

El canto de su mano rozaba mi vellosidad, lo que me llevó a separar mas mis piernas, mis labios vaginales sentían su roce, cerré mis ojos, en el instante que era abierta mi bata. Su boca se acercó a mi oído, para decirme: “Estas mojadita”, no respondí pero ya lo sabía.

Me beso suavemente, mientras sus dedos se introducían en mi sexo, era delicioso lo que me estaba sucediendo.

Mi agitación se acrecentaba, dos de sus dedos se introducían en mi grieta, y su boca succionaba mis senos, sus dientes comenzaron a morder mis tensos pezones, y sus dedos a incrustarse cada vez más dentro de mi matriz.

Me quitó mi bata y se sacó su camisola, quedando desnudas dejando caer los cuerpos sobre el sofá, tomé la posición de cabalgarla mientras mi boca devoraba la suya, todo era pasión, los movimientos pélvicos de mi cuerpo sobre el suyo hacia que nos sintiéramos mucho más ardientes y queríamos que sucedieran más cosas, pero el fabuloso orgasmo se apareció en los músculos vaginales y clamé como loca, diciéndole cosas de amor a Vera.

Así continuamos de una manera desenfrenada y pasional, me colocó boca arriba y abrió mis piernas, tocaba mi hendedura cada vez más húmeda, su boca se acerco a ella, para besarla y lamerla, gemía de placer, su lengua rozaba mi clítoris erguido por la excitación que tenía. Sentí sus dientes aprisionarlo suavemente presionándolo además con sus labios. Sus inquisidores dedos buscaban mi orificio trasero, traté de pararla, pero continuo, sentía como se iban introduciendo, mientras su boca no dejaba de devorar mi sexo.

Me arqueaba por el placer y algo de dolor que me producía al enterrarla, eso permitió que entrara la totalidad de sus dedos, efectuando movimientos entre las paredes de mi recto. No dejaba de gemir, nunca había sentido algo así en mis 32 años, como una oleada mi cuerpo comenzó a convulsionarse.

Extenuada, dejé que pasaran algunos minutos, para recuperar mi aliento, mientras nos abrazamos apasionadamente, ya relajada empecé a besarle los senos, chupándoselos con toda suavidad y aumentado la fuerza del chupetón, mordisqueando los pezones, sentí la fuerza de su excitación, besé, acaricie su ombligo y con toda lentitud, solo escuchaba los gemidos placenteros de Vera.

Mis labios llegaron a su cueva, estaba muy húmeda, y con la característica de una mujer caliente, chupándole el clítoris sentí como este crecía dentro de mis labios, y mis manos se habían posesionado de sus pezones, y mis labios de su clítoris y sus labios vaginales, todo era placer, no había nada en este mundo que detuviera las caricias con las que me estaba devorando a Vera, ella gemía y su movimiento pélvico era acompasado, comenzando a tocar muy suavemente su órgano sensible, en forma circular, hasta que la velocidad fue aumentando y por la situación tan excitante no tardo en llegarnos otra voluptuosa convulsión. Nuestros cuerpos se unieron hasta quedarnos totalmente dormidas.

Nos despertamos bastante cerca del mediodía, después de una noche llena de sexo, mientras Duffy su mascota, estaba dando vueltas por el dormitorio, al verlo Vera lo llamo y subió a la cama. Comenzó a olernos, y fundamentalmente en nuestros sexos, nuestros desnudos cuerpos se friccionaban con su pelaje, me agradaba ese contacto.

Recordé lo de aquella noche cuando me lamio, Vera me debió haber leído el pensamiento, pues me dice “Quieres sentir su lengua?” . Sin contestarle, abrí mis piernas en prueba de conformidad, no tarde en sentir su áspera y rápida lengua comenzar a friccionar mis labios inferiores, era delicioso. Vera se levanto y regreso a los minutos con una jeringa para cocina y mermelada, abrió el frasco y paso por mis senos y vagina, cargó el utensilio con el dulce, inyectándomelo en mis orificios, Duffy comenzó a lamerme por todas partes, al llegar a mis cavidades, la lengua parecía penetrarme, Vera se adueño de mi seno, para chupar mi tetilla, entre ambos sus bocas y lenguas parecían engullirme, mi cuerpo se arqueaba ante ese impetu insaciable.

Mis exclamaciones de placer se hacían oír, gemía con desesperación, mi amante amiga me giro hacienda colocar en posición de perrita, apoyada sobre la cama, la lengua lamia mis dos cavidades, que aumentaba paulatinamente mi excitacion. En el momento de producirse otra convulsión, Duffy en un momento dado me montó con el fin de implantar su verga.

Un fuerte” Nooooooooo!” brotó de mis labios, Vera pretendió que consintiera, pero le rogué, diciéndole que no estaba preparada para hacerlo. No me entregue a la mascota de Vera, en esa circunstancia, si bien me encantaba sentir sus lamidas, produciéndome un sin fin de motivaciones, no me animaba a dejarme penetrar por su perro, por temor, por tabú, por ser algo morboso, o una suma de todo eso.

Ya era pasado el mediodía y mi ex traía a mi hija a la una, así que con esa verdadera excusa, me limpie rápidamente y me vestí, le di un beso Vera, y regrese a mi casa.

Ese domingo mi cabeza no dejaba de pensar en lo que había hecho, no estaba arrepentida, solo algo traumada por las cosas que había realizado. Tomé la decisión de no continuar con este tipo relación, a pesar que lo había disfrutado bastante, era una cuestión de conciencia.

Paso la semana, olvidando en parte los últimos acontecimientos y tratando de evitar a Vera.

Pasaron más de 20 días, sin verla, pero consideraba que estaba actuando de manera descortés con ella, así que la llame para tener una charla.

Esa misma tarde vino a casa y le explique mi situación, que si bien lo había disfrutado con ella, consideraba que no estaba actuando bien, dado que tenía una hija, etc. etc. etc.

Lo entendió perfectamente, y que si algún día decidía continuarlo estaría dispuesta a repetirlo nuevamente, pero con la condición de que le consintiera sus ofrecimientos. Le dije que estaba totalmente de acuerdo, aunque mi finalidad era, no volver a cometer esa locura.

No debe haber pasado más de un mes, habíamos salido un par de veces, sin llegar a tocar el tema.

Una tarde me llama el padre de mi hija, para decirme que aprovechando ese próximo fin de semana largo, aprovecharía para llevársela de viaje, le conteste que me parecía bien. Ese viernes se la llevo para traerla el lunes por la noche.

Hacía mucho tiempo que no me quedaba tantos días sola, llamé a Vera para comentarle y aprovechar esos días festivos, le pareció buena idea, así que concretamos una cena en su casa, esa misma noche.

Después de una rica comida y bastante vino, estabamos bastante alegres, yo muy mareada, al punto que acepte a quedarme a dormir en su casa.

Recuerdo poco de esa noche, pero sé que vomite y manche mi vestido, Vera me desvistió, y me dormí profundamente.

Me despertó por la mañana, trayendo un rico desayuno, en ese momento me percate que estaba solo con mi tanga, me tape con la sabana, para cubrir mis pechos. Vera no dijo nada, se sentó sobre la cama en posición de buda, abriéndosele su bata, dejando ver sus genitales y parte de sus senos.

No pude dejar de mirar, sintiendo una especie de escalofrío, mis ojos buscaban esas partes, que Vera de manera muy sutil, trataba de brindarme.

En un momento, se levanto para tomar algo que estaba sobre la mesa de luz, y la punta de su seno acarició mi mejilla, sin pensarlo mi boca se prendió a su pezón para chuparlo con desesperación, ya no había marcha atrás, nos prendimos en un apasionado y salvaje beso, volaron nuestras prendas, después de una serie de tocadas, lamidas dedos en todas nuestras cavidades, Vera se levanto y regreso con un arnés con un consolador bastante grande.

Con un “Ven mi amor, que te hare gozar”, me hizo colocar en cuatro y con suma lentitud me lo introduzco totalmente, nunca había tenido algo de esa dimensión, me dolía, pero me agradaba sentirlo, inicio un suave bombeo, sintiendo su roce en las paredes de mi vulva, mientras sus manos estrechaban mi cintura. Ahí comenzó un loco bombeo, que no ceso hasta hacerme venir un par de veces. Caí sobre las sabanas, extenuada, con una agitación total, cuando su raja la puso sobre mi boca, para que se la mamara, su flujo regaba mi boca, la chupe, lamí, mordí su clítoris, mi lengua se introducía en su cavidad, produciéndole como golpes eléctricos, y continúe así hasta originarle una serie de orgasmos.

Dormitamos un par de horas, nos levantamos y nos bañamos, la oscuridad de la casa me había hecho perder la noción del tiempo.

Comimos algo rápido y decidimos salir alguna parte, regresamos como a las 11 de la noche. Nos sentamos a mirar televisión, duró poco, comenzamos a tocarnos, Vera comenzó a desnudarme, y a besar, fue elevando mi excitación gradualmente, no dejaba que llegara a venirme, mi calentura era cada vez más, cuando le pedía que continuara, se interrumpía, así estuvimos un rato largo. En ese instante entra en escena Duffy, comienza a olerme, era indiscutible, mi emanación de flujo lo debe haber atraído.

Le vi por primera vez, asomar la punta de su verga, no sé si me excito o no, lo que me pregunte fue, si yo sería la causante de su excitación?

Al ponerse en dos patas sobre el sofá, lo observé mejor, cuando Vera le dice, “parece que estas caliente con mi amiga?”. Nos reímos, aunque no me hacia demasiada gracia.

Me hizo abrir mis piernas, para que Duffy lamiese mis genitales, y Vera a besarme, entre los dos me pusieron en clímax nuevamente, apenas empecé a gemir, mi amiga me hizo girar, situación que Duffy no desaprovecho, montandome subitamente.

Intente pararme pero Duffy emprendió un asechamiento de una manera bastante ruda, saltaba sobre mí, imposibilitándome sostenerme, apoyaba sus patas en mis hombros, como tratando de ponerme en posición, para realizar su objetivo. El peso del perro estaba cansándome, pero él continuaba tratando de hacerme suya.

Pretendí de zafarme, pero mi amiga me dijo que no era conveniente, dado el estado en que estaba el perro, y que además no es tan grande lo que asoma.

Consentí, dado que no estaba al corriente que después crecería tanto.

Me hizo colocar en cuatro, mientras no dejaba de acariciar y besar mi cuerpo, para no perder mi excitacion, mientras mi corazón latía a mil y no dejaba de temblar como una hoja, por la tensión que me embargaba, ante lo que me acontecía, “ tener sexo con un animal.”

Vera hacia los preparativos para iniciar la “ceremonia“, dudé en lo que estaba por hacer, la incertidumbre me embargo, a pesar de que mis hormonas estaban más que revolucionadas, tenía algo de indecisión. Cuando sentí la punta de su miembro rozar mi acuosa vagina, le pedí que no quería, pero Vera acariciando mi rostro y besando mis mejillas, me contesta que no sería bueno quitarlo, porque estaba demasiado alzado.

Le estaba por entregar mi sexo a un animal, estaba accediendo a ser penetrada por una verga de un perro, realmente me sentía sucia por eso que estaba efectuando, por momentos vino a mi mente el rostro de mi hija, estuve a punto de renunciar a lo que estaba por hacer, no me anime a levantarme e irme, o por el temor por lo que acababa de decirme Vera, o por ese dominio que ejercía sobre mí, o porque sentía curiosidad, miedo y además lo deseaba.

Su verga comenzó a toparse contra mis muslos, intentando de una manera alocada, poder introducirla, mientras sus patas se aferraban a mi cintura, después de varios intentos, Vera termino acomodando su miembro en la boca de mi abertura, que se desplazo al interior de mi vagina sin ningún tipo de impedimento.

Grité como producto del dolor que me produzco, mientras su miembro se embutía en mi vulva de una manera alocada y sin respiro, sentí en ese momento, que era su perrita, no una mujer, me bombeaba sin pausa apresándome con sus patas tratando de impedir que tuviese posibilidad de escaparme, al verme reflejada mi figura en un espejo y a Duffy cogiéndome de esa forma, sentí como vergüenza por lo que estaba haciendo. Pero por otro lado esa morbosidad no dejaba de excitarme, llegar a ser penetrada por un animal, que en de una manera muy exaltada daba rienda suelta a su instinto.

La verga de ese perro no cesaba de sacudirse en mi sexo, enterrándose cada vez más, realmente me dolía pero permanecí sumisa, permitiendo que continuase, cogiéndome, era su hembra, era su perra. Era algo salvaje y animal, llena de una sexualidad distinta, mi cavidad seria la que cobijaría su simiente.

Su pelo friccionando mi espalda, me producía una sensación deliciosa, su agitación y la mía, se unían al unísono. El roce de su rigido pene, rosaba mi clítoris, me excitada, lo deseaba, ya nada me importaba, estaba gozando con ese macho, que no detenía su impetu.

Sentía como ese instrumento se dilataba en mi útero, como haciéndose dueño de mi interior, sometiéndose contra las paredes de mi vagina, adueñándose de mi preciado tesoro, era suya.

Por un momento se detuvieron sus movimientos, sintiendo aún más, como crecía dentro de mí, estaba agitada, gemía, cuando sentí sus fluidos que se descargaban en mi vagina, Era algo nunca experimentado, eso me hizo tener un fuerte orgasmo, grité y gemí de placer, Duffy apoyado en mi espalda, eyaculando parcialmente, mientras la totalidad de su miembro atascado por su bola extrema, impedía nuestra separación, así permanecimos varios minutos, sintiendo el palpitar de su verga en las paredes de mi útero. Al tratar de separarse sentí como un desgarro y a su vez un sonido similar al descorche de una botella, seguido de su esperma, que se fue corriendo a través de mis piernas.

En ese instante vi la verga del perro, era grande, rojiza colgando como su quinta pata, con ese nudo en su extremo, no podía creer que semejante bulto, fue cobijado en mi útero. La relamió y después mi sexo, fue una especie de bálsamo ante el ardor que me había producido. Mis labios vaginales estaban totalmente inflamados por esa copulacion zoofìlica.

Vera se acerco para besarme, me abracé a ella, y permanecimos así durante unos minutos, hasta recuperar mis fuerzas.

Poco a poco, las relaciones se fueron acrecentando, y derivándose en cosas que jamás hubiese creído que llegaría a realizar. Todo se fué desencadenando progresivamente, Vera de una manera muy sutil y persuasiva me inducia, a efectuar todo tipo de aberraciones, a las que me sometía y que poco a poco fui accediendo, llegando a disfrutarla ampliamente.

Era como una droga, requería de Vera, para que me llevase a ese mundo que desconocía, me encantaba que me sometiera, y cumplir con todos sus propuestas, aunque algunas veces trataba de negarme, pero al final terminaba acatándolas. Los roles se fueron acrecentando, yo era cada vez mas sumisa y ella mas autoritaria, es posible que de haberme exigido salir a la calle desnuda llevándome ella con una correa, lo hubiese cumplido.

No creo que Vera pretendiese dominarme, pero consentía a todas sus propuestas, como si ella se hubiese convertido en mi “instructora sexual”, en ese nuevo mundo para mi, en donde descubrí el lesbianismo y la zoo, que juntos llegaron a ser una formula muy potencial.