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Un poco puta

en Textos de risa

Iba a ser el cumpleaños de mi cuñado y no sabía que regalarle. "¿Por qué no le bajas de E-mule una película que le encanta, "Sonrisas y lágrimas" en que Julie Andrews hace de institutriz de unos niños que cantan?" sugirió mi mujer. Me toca las narices pagar el canon de los DVD, pero, con todo, el regalo iba a salirme baratísimo, así que acepté encantado. Tardé en bajarla y, como no tenía experiencia en estas cosas, la grabé sin siquiera echarle un vistazo, me esmeré en rotularla con letra bonita y se la di a mi cuñado el día de su "cumple".

Habíamos ido a comer a su casa – el vivía solo – y, tras los cafés, mi mujer dijo que tenía que ir no sé adonde y que se entretendría cosa de una hora y luego volvería a recogerme. Se fue y mi cuñado, por hacer algo, me propuso que viéramos "Sonrisas y lágrimas". No me apetecía nada, la verdad, pero dije que bueno por no hacerle un feo y él colocó el DVD en el reproductor y los dos nos arrellanamos en el sofá cara a la tele.

Nada más empezó la cosa comprendí que algo fallaba, porque, en vez de salir la Julie Andrews soltando gorgoritos, ocuparon la pantalla dos tíos cachas con unas pollas tiesas como postes de la luz, aunque bastante más gruesas y largas, que se pusieron  en el plan de tú la llevas y ahora te la meneo yo y ahora me la chupas tú y viva la vida y el cachondeo y el desmadre.

Yo no entendía nada; era tan ingenuo que desconocía que en E-mule hay mucha "peli porno" escondida tras títulos inocentes, pero mi cuñado no me tenía por bobo, así que pensó lo que pensó y  puso una mano sobre uno de mis muslos mientras murmuraba "Picarón, así que quieres marcha…" Iba a decirle que no y deshacer el equívoco pero él siguió hablando: "Eres el mejor regalo de cumpleaños que me han hecho en esta vida".

La situación era kafkiana. En la pantalla los dos tipos seguían dale que te pego y ahora un tercero, todavía mejor armado, se había unido al grupo y formado un revoltijo de brazos, piernas y pollas, y en el sofá mi cuñado, todo emocionado, me exploraba la bragueta. ¿Qué podía hacer yo? Soy persona a quien gusta caer bien, no me nace defraudar a nadie y me costó reaccionar. De hecho, cuando caí en la cuenta, estaba imitando a los de la "peli",  tenía el instrumento de mi cuñado en la boca y me esmeraba  en practicar un solo de flauta, mientras el hermano pequeño de mi santa esposa hacía lo propio con mi cosa con una pericia de lo más envidiable.

Cuando volvió mi mujer, nos encontró en plena faena. Creía que iba a armarnos un escándalo, pero no; por el contrario, la vi como aliviada. "Yo no he visto nada con una sola condición – me dijo -, y la condición es que si te dicen que estoy liada con mi jefe, tampoco le des importancia".

Acepté, claro, porque es mejor pasar por cornudo que por uno de la acera de enfrente, por más que todos digamos últimamente que lo de los gays es una opción legítima más. De todos modos me quedó dentro un resquemor y cuando a la semana siguiente volví de tapadillo a ver la misma película y a lamer el mismo chupachup, no pude evitar comentarle a mi cuñado en un descanso en la mamada:

"¿No te parece que tu hermana es un poco puta?"